Las hojas no caen sólo con el frío [Privado]

Había sido un día bastante largo y estaba muy cansado. Normalmente no estaba de muy buen humor cuando eso pasaba, no tenia muchas ganas de hablar con nadie ni mucho menos de responder preguntas de alumnos, aunque de igual forma lo haría porque no podía dejar a los pobres jóvenes con miles de dudas antes de exámenes aunque en un principio fuera su culpa por no participar en clases el resto del semestre. Siempre era una época difícil tanto para los alumnos como para los profesores, y el rubio de ojos escarlata simplemente deseaba que no existieran. Había dejado su maletín en la sala de profesores para pasar por el después antes de irse a su departamento. Llevaba consigo únicamente una cigarrillo que pronto moriría. De alguna manera había llegado a una zona donde los estudiantes comenzaban a escasear. Tomó una de las ultimas caladas a su cigarrillo para luego liberar la nube de humo de sus pulmones. Mucha gente le había dicho que eso le llevaría a una muerte prematura, quizá por su apariencia humana muchos eran engañados sin darse cuenta de lo longevas que eran las sangres que se habían combinado para traerlo al mundo.

Su cigarrillo comenzaba a morir junto al día, y para infortunio no tenía otro que lo remplazara, por lo que se quedaría sin su mortal vicio hasta poder poner sus manos de nuevo sobre la caja que había olvidado en su maletín. No sabía como había conseguido cometer semejante estupidez, pero no había nada que no pudiera hacer que no fuera regresar todo el camino, lo que daba exactamente igual. De un momento a otro se había deshecho de la colilla, dejándola caer en el suelo y pisoteándola mientras pasaba. Se había relajado bastante desde que había salido de la sala de profesores, había sido una buena decisión simplemente pasear por ahí y dejar que sus maltratados pulmones tomaran algo de aire fresco.

Detuvo sus pasos al toparse con algo que probablemente nunca se había percatado que había en la universidad. Era un jardín. Se miraba como un lugar bastante refrescante y el solo hecho de pensarlo le arrancó un suspiro de satisfacción al hombre rubio. No era del tipo de persona que seguía aquel tipo de impulso, así que intentó convencerse de que había una razón mas allá de “porque si” de entrar a aquel Edén. Parecía un buen lugar donde quedarse escondido del resto de las personas, y dudaba en ser el primero en pensarlo, o al menos eso esperaba como una excusa para no quedar mal consigo mismo. Caminó tratando de hacer el menor ruido posible, como una especie de depredador asechando a su presa. Habría sido mas fácil usar a los kitsunes para simplemente comprobar si había alguien, pero de nuevo, simplemente estaba siendo egoísta.

Para su sorpresa no tuvo que rebuscar mucho para encontrarse con otra cabellera dorada – Miren lo que encontré... – Susurró para si mismo. No tuve ni que acercarse mas para saber de quien se trataba, era casi como si su aroma le identificara, cosa que ni siquiera sabía que podía hacer o al menos no estuvo consciente de ello hasta ese momento. Se acercó con una actitud algo juguetona e inclinó su torso apartando el libro a penas unos centímetros, plantando un beso en la punta de su nariz para luego apartarse casi instantaneamente – Buenas tardes... ¿O debería decir ya buenas noches? – La típica sonrisa felina se dibujaba en sus labios mientras plantaba la mirada firmemente sobre los ojos verdes del mayor ¿Era una simple coincidencia que se encontraran en aquel lugar?

Le hizo gracia su reacción, pues parecía disgustado por su llegada. De alguna forma ya se había acostumbrado a la manía del mayor de ser tan contradictorio de un momento a otro. Observó que apartaba su bolso y se sentó a su lado con un notable buen humor. Se quedó viendo el lugar por un momento para luego ver al cielo, siempre solía ser distraído y tenia que admitirlo, aunque en realidad no dejara de ponerle atención a la persona con la que se encontraba simplemente disfrutaba analizar su entorno, lo que a veces le causaba problemas si la otra persona era del tipo que no soportaba hablarle a alguien que no la miraba a los ojos. Le había pasado varias veces y podía apostar que era mas desagradable para el que para nadie más. Suponía que había mucha gente que no soportaba no ser el centro del universo para todos, no tenía tiempo para eso.

¿Me vas a decir que no te gusta? – Preguntó juguetón mientras paseaba su mirada por el lugar discretamente, de vez en cuando mirando al rubio por el rabillo del ojo para vigilar sus expresiones. Era casi como si pudiera predecir lo que haría si no fuera porque a veces aquellos verdosos ojos eran... Impredecible. Las comisuras de sus labios se levantaron en una sonrisa felina, no tenía ningunas malas intenciones por mas que lo pareciera, aquella sonrisa había pasado a ser algo habitual de su apariencia si bien no estaba serio o con el ceño fruncido. No se consideraba precisamente complicado de hecho, estaba seguro que mucha gente podía adivinar lo que seguiría de él si lo conocía por apenas unas semanas, aunque claro, todo es relativo. No creía que al otro realmente le disgustara y estaba seguro que si dejaba de hacerlo algo iba a ir mal.

Se acercó a este y sin ningún tipo de reservas tomó sus rostro por las mejillas y aproximó su rostro al de Kaim, dejando a penas distancia entre ellos – ¿O será que debo saludar apropiadamente al principito? – Preguntó con el mismo tono travieso para luego lamer sus labios con el mismo descaro. Pasó su lengua con lentitud sobre los labios contrarios para al fin unirlos en un corto beso y separarse juguetón, no sin antes dar una suave caricia al la cabeza de este. Sabía que al mayor le molestaba que hiciera eso, pero solo esperaba no haber detonado una bomba que ya no podría detener. Se le había vuelto ya una especie de manía y no era algo que pudiera detener cuando se le antojara. Podía solo probar y parar, pero luego de eso seguía un declive por el que sería muy difícil -por no decir imposible- detenerse.

No creía que la forma en la que había encontrado el jardín valiera la pena de ser contada, ni siquiera quería mencionarlo, pero ya que el rubio preguntaba, no tenia otra alternativa – No, no lo conocía. Estaba pasando por aquí y bueno... Creo que es obvio que fue lo que hice – Dijo de un buen humor no muy raro en él. Presentía que sería una noche con un cielo despejado a pesar de que hubiera brisado en la tarde, de igual forma, tampoco le molestaría que lloviera un poco de nuevo, un poco de agua nunca le hacía mal a nadie y luego daba lugar a una noche fresca perfecta para un buen sueño.