Pequeños accidentes [Libre]

por **Daenerys Tyson** Lun Ene 04, 2016 11:21 pm

Las clases habían terminado, por primera vez no había llegado a dormirme en ninguna. Tenía como objetivo tenía poder aprobar las materias sin tener que hacer un examen extra o ir a clases extras, por primera vez me sentía libre y los maestros decían que era bueno mi cambio. Caminaba por los pasillos con una gran sonrisa, raro en mi ya que la mayoría del tiempo mi cara esta malhumorada o indiferente. Miré el reloj del móvil el cual indicaba que estaba un poco retrasada para el entrenamiento de Kendo, todo por andar en las nubes. Comencé a correr hasta llegar a la sala de prácticas donde tanto Volk's y Rhino's tenían que entrenar aunque dichos alumnos estuvieran en contra.

El entrenador para los Rhino's me dio una reprimida, escuché como los Volk's se reían de mi. Claro, la hija de la famosa familia de Fénix de hielo Tyson, la mejor deportista individual que podría existir. Me cambié de ropa en los vestidores para mujeres para poder realizar el entrenamiento cómoda y a la vez con lo mejor que tengo, al salir me hice una coleta y me coloqué el casco. Practiqué con unos pero al parecer cometía varios errores, me sentía una tonta con todo lo que hacía, escuché como el profesor gritaba que había terminado el entrenamiento y después se acercó a mi comentando que era un desastre dándome orden de que permaneciera dos horas más.

Asentí con la cabeza mientras practicaba con un "maniquí" cuando todos los demás salian, cometía el misml error una y otra vez llegando a desesperarme. -¿QUÉ MIERDA ME ESTA PASANDO?-Grité enojada mientras me quitaba y arrojaba el casco lejos de mi, seguí entrenando sacando la ira que tenía hasta que por azares del destino terminé cayendo de costado golpeandome la cabeza con el suelo quedandome desmayada por el golpe. ¿Qué más me podría pasar ahora? Sólo quedaba esperar a que alguien me ayudara o me despertara yo sola.

por **Sephora Ui** Jue Ene 14, 2016 3:09 pm

Aquella tarde había tenido un largo entrenamiento del club de atletismo, pero al fin se había terminado. Me gustaba correr y después de cada ejercicio me sentía muy bien, con muchos pesos menos y la mente más despejada. Me despedí de mi entrenador y mis compañeras mientras me encaminaba a las duchas, una de las desventajas que tenía el deporte era el sudor, lo odiaba, era pringoso, asqueroso y aún por encima terminabas oliendo mal.

Al salir de la ducha sequé el pelo con una toalla y lo recogí en una coleta alta, me vestí con el chándal limpio y me puse la chaqueta por encima. Afuera el clima era frío seco, bastante incómodo porque rápidamente se te secaban los labios y si no andabas con cuidado terminabas con dolor de garganta en menos de lo que canta un gallo.

En mi camino hacia las habitaciones pasé por las canchas donde los miembros del club de Kendo practicaban todos los días. Me sorprendió ver a una chica todavía allí, con el traje puesto, dándole los mismos golpes una y otra vez a un maniquí que permanecía inmóvil. Guiada por la curiosidad me acerqué para ver un poco mejor, la chica daba siempre los mismos golpes: Men, Dõ, Kote… aunque siempre fallaba al intentar realizar el Tsuki. Por la contundencia de sus golpes y la precisión de estos no parecía que tuviera demasiada experiencia practicando ese deporte, además estaba demasiado tensa, como siguiera así se iba a hacer daño…

La verdad es que nunca entrené demasiado el kendo, me llamaba la atención pero prefería otro tipo de deportes más… “libres”. Por supuesto, tenía una buena base dada por un gran profesor que tuve en mi casa, aunque aquello ya era agua pasada y yo no quise continuar mejorando.

Observé como la chica se había quitado el casco desesperada, parecía tan absorta en su frustración que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia… que divertido. Justo cuando iba a decirle algo se desmayó. Suspiré mientras me acercaba a la chica que se encontraba tendida en el suelo, debería aprender a no sobre esforzarse, al fin y al cabo nunca se gana nada productivo y a veces podías desmayarte, justo como esa chica. Me agaché para quedar a su altura y pinché su mejilla con el dedo índice. -Oye, tú, aquí no se puede dormir

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