Fast Rules
•Tienes 7 días para crear y terminar tu ficha.
•Con tu ficha aceptada puedes abrir un tema. ¡Queremos leerte!
•Sin color no puedes rolear en post ni en chatbox.
•Respeta para que te respeten.
•Con tu ficha aceptada puedes abrir un tema. ¡Queremos leerte!
•Sin color no puedes rolear en post ni en chatbox.
•Respeta para que te respeten.
Últimas Noticias
•La alberca exterior no podrá ser utilizada hasta nuevo aviso debido a que se ha congelado a causa de los fríos extremos. No obstante la alberca bajo techo puede ser utilizada.
•La cafetería ha comenzado a servir sus famosas sopas de "adivina que contienen". ¡Muy recomendables para el frío, y es muy entretenido darse a la tarea de descubrir que tienen! La receta es distinta cada día.
•La cafetería ha comenzado a servir sus famosas sopas de "adivina que contienen". ¡Muy recomendables para el frío, y es muy entretenido darse a la tarea de descubrir que tienen! La receta es distinta cada día.
Conexión
Conectarse
Staff
Temas Importantes
Ambiente(?)
Últimos Temas
Últimos temas
» Solicitud de Afiliación NORMALpor Invitado Lun Ago 01, 2016 8:41 pm
» You should be here [Priv. Nora Cyrellius]
por Nora Cyrellius Dom Mayo 22, 2016 11:03 pm
» Creación de Frases
por Yukiro Müller Dom Mayo 22, 2016 2:53 pm
» El juego de las plumas y las risas (privado)
por Yukiro Müller Dom Mayo 22, 2016 2:48 pm
» entre plumas de colores rol y mas
por Yukiro Müller Dom Mayo 22, 2016 2:38 pm
» Un penique por mis pensamientos~~ (Rol(?))
por Yukiro Müller Dom Mayo 22, 2016 2:37 pm
» Solicitud de Afiliación CAMBIO DE BOTÓN
por Invitado Vie Mayo 20, 2016 12:16 pm
» ¿Curiosa coincidencia? [Priv. Imriel]
por Charlotte Grace Miér Mayo 11, 2016 3:53 pm
» ¿Qué le harías al de arriba?
por Charlotte Grace Miér Mayo 11, 2016 11:44 am
¿Sabías qué...
...Solche Prestige es una cupula que tiene edificios de cabeza?
Tanque
(Alimentalos(?))
Creditos
Absolutamente todas las tablillas utilizadas en el foro fueron creadas por el staff, y únicamente para nuestro foro. Muy por el contrario, ninguna de las imágenes nos pertenece, aunque todas han sido editadas en photoshop por el Staff. Las imágenes han sido sacadas de Zerochan, Pixiv y Deviantart. Los físicos de Galamoth son de "Nafah" en deviantart también.
Agradecemos a foroactivo por los tutoriales. Por último especificamos que todo el material que los usuarios posteen aquí pertenece solo al usuario. El plagio no será tolerado, sean originales, por favor.
Quiero agradecer primordialmente a mi staff, que ha sido quien me ha motivado a seguir con este proyecto. Agradezco especialmente a Kashia Bythesea por ayudarme a buscar las imágenes para variadas labores, siempre muy dispuesta. Agradezco especialmente Darsey O. Gobin por impulsarnos a salir adelante incluso aunque los tiempos se vean difíciles y comencemos a cansarnos. Así es como se sale adelante: en equipo y con amor.
Por último y muy importante agradezco a todos los usuarios que han mantenido a este foro vivo, muchas gracias.
Agradecemos a foroactivo por los tutoriales. Por último especificamos que todo el material que los usuarios posteen aquí pertenece solo al usuario. El plagio no será tolerado, sean originales, por favor.
Quiero agradecer primordialmente a mi staff, que ha sido quien me ha motivado a seguir con este proyecto. Agradezco especialmente a Kashia Bythesea por ayudarme a buscar las imágenes para variadas labores, siempre muy dispuesta. Agradezco especialmente Darsey O. Gobin por impulsarnos a salir adelante incluso aunque los tiempos se vean difíciles y comencemos a cansarnos. Así es como se sale adelante: en equipo y con amor.
Por último y muy importante agradezco a todos los usuarios que han mantenido a este foro vivo, muchas gracias.
¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
2 participantes
Página 1 de 1.
¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Las clases habían terminado antes de que pudiera darme cuenta, desde que llegué a la universidad mi concepto de la duración del tiempo había cambiado drásticamente, ahora todo sucedía a una velocidad de vértigo, cada día distinto del anterior. Había terminado con la monotonía de vivir en una casa lujosa y llena de comodidades que no dejaba espacio para la opinión y la creación, que te asfixiaba tan lento e impredecible que no podías notarlo hasta que era demasiado tarde, cuando te tenía tan apresada que ya no podía salir de ella por mucho que lo intentases.
Conocer a papá abrió un mundo nuevo lleno de posibilidades distintas, todavía siento como un resto de mariposas en el estómago cada vez que pienso que el profesor de sociología, mi profesor, es mi padre. Compartía su sangre, sus poderes y gran parte del aspecto: la piel fina y blanca que nos da ese aire sofisicado de clase alta, el pelo dorado que resaltaba el color de los ojos, brillantes como grandes esmeraldas alrededor de un manto de nieve… Pero también había cosas muy diferentes entre nosotros, pues Kaim von Stauffenberg no es lo que se dice “un padre cariñoso”. No estaba segura de si se preocupaba por mí o si en realidad le daba vergüenza, pero desde que llegué a la universidad y nos encontramos, poco a poco hemos entablado una pequeña rutina, al principio parecía inexistente, pero poco a poco la responsabilidad de encontrarnos todos los días después de clases pesaba más en mi mente. Me gustaba pasar tiempo con mi padre, tenía la sensación de que así recuperaba todos los momentos que me había perdido mientras desconocía su existencia, pero las actividades que hacíamos juntos no eran para nada lo que me imaginaba en un principio. Papá resultó ser mucho más estricto de lo que me esperaba, con una mirada seria y afilada me llevaba hasta una gran explanada donde me sometía a un duro entrenamiento espartano, al principio lo pasaba realmente mal: me cansaba enseguida, sudaba como nunca lo había hecho en mi vida, me manchaba a los dos segundos de empezar las prácticas, terminaba con las extremidades entumecidas… y todo eso por fingir que no era especial, que no podía controlar el suelo que tenía a mis pies si quisiera. Me volví débil por voluntad propia, por no tener que escuchar a mi tía y vivir a sus expectativas de una niña culta y refinada, pero ahora eso me pasó factura, siendo entrenamientos el doble o triple de duros que los de una persona de mi edad.
Suspiré mientras me sentaba en un pequeño banco de las canchas mientras esperaba a que el susodicho llegara. El día era claro y corría una brisa fresca y agradable, anunciando el cambio de estación. Cerré los ojos, pensando en cómo me iba a martirizar ese día, pero la verdad era que desde que había empezado su entrenamiento espartano había mejorado notablemente mi fuerza y resistencia, a la vez que me costaba menos controlar más cantidad de tierra. Sonreí casi sin darme cuenta, puede que a mi padre le encantara sus entrenamientos espartanos, y que yo sufriera con ellos, pero cada día que pasaba con él se volvía un preciado recuerdo, una forma de aprendizaje y, sobretodo, una oportunidad más para conocer a aquella persona tan desconocida, pero a la vez tan unida a mí.
Conocer a papá abrió un mundo nuevo lleno de posibilidades distintas, todavía siento como un resto de mariposas en el estómago cada vez que pienso que el profesor de sociología, mi profesor, es mi padre. Compartía su sangre, sus poderes y gran parte del aspecto: la piel fina y blanca que nos da ese aire sofisicado de clase alta, el pelo dorado que resaltaba el color de los ojos, brillantes como grandes esmeraldas alrededor de un manto de nieve… Pero también había cosas muy diferentes entre nosotros, pues Kaim von Stauffenberg no es lo que se dice “un padre cariñoso”. No estaba segura de si se preocupaba por mí o si en realidad le daba vergüenza, pero desde que llegué a la universidad y nos encontramos, poco a poco hemos entablado una pequeña rutina, al principio parecía inexistente, pero poco a poco la responsabilidad de encontrarnos todos los días después de clases pesaba más en mi mente. Me gustaba pasar tiempo con mi padre, tenía la sensación de que así recuperaba todos los momentos que me había perdido mientras desconocía su existencia, pero las actividades que hacíamos juntos no eran para nada lo que me imaginaba en un principio. Papá resultó ser mucho más estricto de lo que me esperaba, con una mirada seria y afilada me llevaba hasta una gran explanada donde me sometía a un duro entrenamiento espartano, al principio lo pasaba realmente mal: me cansaba enseguida, sudaba como nunca lo había hecho en mi vida, me manchaba a los dos segundos de empezar las prácticas, terminaba con las extremidades entumecidas… y todo eso por fingir que no era especial, que no podía controlar el suelo que tenía a mis pies si quisiera. Me volví débil por voluntad propia, por no tener que escuchar a mi tía y vivir a sus expectativas de una niña culta y refinada, pero ahora eso me pasó factura, siendo entrenamientos el doble o triple de duros que los de una persona de mi edad.
Suspiré mientras me sentaba en un pequeño banco de las canchas mientras esperaba a que el susodicho llegara. El día era claro y corría una brisa fresca y agradable, anunciando el cambio de estación. Cerré los ojos, pensando en cómo me iba a martirizar ese día, pero la verdad era que desde que había empezado su entrenamiento espartano había mejorado notablemente mi fuerza y resistencia, a la vez que me costaba menos controlar más cantidad de tierra. Sonreí casi sin darme cuenta, puede que a mi padre le encantara sus entrenamientos espartanos, y que yo sufriera con ellos, pero cada día que pasaba con él se volvía un preciado recuerdo, una forma de aprendizaje y, sobretodo, una oportunidad más para conocer a aquella persona tan desconocida, pero a la vez tan unida a mí.
Última edición por Minna von Stauffenberg el Jue Oct 29, 2015 3:33 pm, editado 1 vez
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Aquella estaba siendo una semana complicada. Primero, me entero de que mi hija, la cual en teoría llevaba muerta desde antes incluso de nacer, no solo está viva sino que además me ha estado buscando por todo el país. Segundo, empezaba la época de exámenes y todo era un caos, entre otras cosas porque tenía que hacer pruebas que fueran del nivel que yo quería, pero lo suficientemente fáciles como para que después no me vinieran otros profesores alegando que la asignatura era complicada. Por el amor de dios, si ellos no estudian sociología, ¿cómo no les va a parecer complicado? Todos son unos cabezahuecas... Y tercero, pero no por ello menos importante o molesto... ¿cómo narices le diría yo a Lucius que mi hija estaba viva? Ya me costaba a mí aceptarlo y creerlo, a él... O no, conociéndolo igual hasta quiere ver a la niña. Lo cual, de todos modos, sería un problema. Quería dejar un poco de margen para que Minna y yo nos conociéramos un poco más, entre otras cosas porque no iba a presentarle a mí... pareja... mi hija si no tenía ni la más remota idea de cómo reaccionarían. Dios, todo era estúpidamente complicado. ¿Por qué no podía ser todo más sencillo? Menos mal que era maravilloso y sabía qué hacer para que no estresarme demasiado. Llego a ser uno de esos parásitos... ¿Pero qué hago yo comparándome con esos bichos? Está claro que todo eso me pasaba factura seriamente. Necesitaba urgentemente una taza de chocolate. Y una sesión de sexo con Lucius.
Pero, gracias al cielo, Minna había resultado ser una muchacha muy bien educada. Quizá Odelia fuera un horror de persona, pero como mínimo, y pese a estar en contra del partido, cumplía a rajatabla las normas de etiqueta tan necesarias en la alta sociedad. Quizá yo ya tuviera título, ni tierras ni nada que demostrara que yo o Minna pertenecíamos a la realeza, pero por nuestras venas corría sangre azul. Sangre especial que nos diferenciaba de esos sucios insectos que poblaban con tanta densidad el planeta. Ella debía aprender eso, aunque sospechaba que su tía se había centrado más en los modales que en los valores básicos de toda persona respetable. Algo que, por supuesto, me aseguraría de corregir.
Llegué a la cancha con paso ni muy lento ni muy rápido, cargando al bandolera que siempre me acompañaba en un hombro, donde los folios, documentos, y libros casi impedían el cierre total. Casi, porque yo sabía organizar mis cosas. Saludé a Minna con un movimiento sutil de cabeza y dejé la bolsa en el suelo, a un lado para que no molestara ni resultara "herida" durante el entrenamiento. Solo con pensar que tendría que volver a ordenar todos los dichosos exámenes me salía urticaria. Me saqué los guantes, sintiendo una extraña sensación de vacío. No me los quitaba más que estando en casa. De hecho, bastante me costó acostumbrarme a que Lucius me viera las cicatrices. Por norma general hasta con mi hija las mantenía escondidas, pero esa tarde quería enseñarle algo que, de otra forma, quedaría en un mensaje sin valor ni sentido. Me acerqué a ella con un par de zancadas y la miré a los ojos antes de cogerle las manos. Yo era, como se suele decir, un hombre de palabras.
Observé y acaricié sus manos, tanteándolas, buscando imperfecciones -o la falta de ellas- que me hablaran de su vida. Uno podía aprender más, sorprendentemente, mirando un par de manos que viviendo con una persona durante meses. Eran suaves, blancas y delicadas, propias de una persona que no ha trabajado nunca, y que, como buena mujer, reserva sus fuerzas para cosas más importantes como cuidar la casa o los hijos. Sin embargo, la falta de marcas, heridas, y cicatrices -dejando de lado las que se le habían formado en los últimos días, que eran muy pocas- denotaba una falta de entrenamiento muy serio. No hacía falta ser un genio para saberlo, especialmente habiéndola visto entrenar. Realmente estaba en un estado pésimo. La mié a los ojos con dureza relativamente controlada y hablé con seriedad, aunque tranquilo. Solo faltaría que perdiera los estribos solo empezar.
-Mira mis manos.-pedí, aunque más bien parecía una orden. No podía evitarlo. O sí, pero no me apetecía. Se me hizo extraño que observara mis cicatrices tan detenidamente, aunque lo dejé pasar. El tema era demasiado serio como para que me centrara en esas cosas.-Con nuestros poderes la tierra es más blanda. Más maleable. Pero para que lo sea tenemos que trabajarla, acostumbrarnos a ella y a todos sus cambios.-cogí algo de tierra de esa misma cancha, que era dura y compacta, perfecta para correr hasta con lluvia. Sin embargo se deshizo como arena, moldeándose con mis dedos casi pareciendo barro.-Si lo conseguimos, no importa que tan dura sea o cómo de disuelta esté: la tierra de obedecerá. Pero para ello tenemos que trabajar, y la única manera de hacerlo es hacer que tus manos se acostumbren a la tierra.-expliqué volviendo a cogerle las manos.-A partir de ahora tus manos serán la cosa más importante que tengas. Da igual que caigas, te hieran o intenten matarte: sin tus manos, eres débil. Nuestro poder reside en ellas, prácticamente.-quizá estaba siendo un poco duro, porque no estábamos en guerra, pero eran lecciones de vida que debía enseñarle. Como mi hija, no podría aprender a dominar la tierra si no sabía antes cómo dominarse a sí misma. Y para ello, igualmente, se necesitaba práctica.
-Para tu suerte no tendrás que pasar por el entrenamiento que hice yo. Al menos por ahora.-dije distanciándome un poco para recuperar mi tan querido espacio personal.-Pero sí que tendrás que herir esas bonitas manos que tienes si quieres llegar a ser fuerte.-y, sintiendo que quizá así la desmotivaría y que entonces, especialmente por ser mujer, le quitaría la motivación, decidí añadir algo más-Aunque no llegarás a tener ni la mitad de cicatrices que yo, no te preocupes. Conozco maneras más útiles y directas de mejorar.-más cansadas, irritantes y molestas, sí, pero menos dolorosas. Además, no olvidemos que muchas de las marcas que tenía venían de la guerra. Ahí sí que se había notado la necesidad de controlar la tierra... Bueno, hasta que las de la resistencia me cogió, claro. Todavía se la tenía jurada a los franceses por eso.
Pero, gracias al cielo, Minna había resultado ser una muchacha muy bien educada. Quizá Odelia fuera un horror de persona, pero como mínimo, y pese a estar en contra del partido, cumplía a rajatabla las normas de etiqueta tan necesarias en la alta sociedad. Quizá yo ya tuviera título, ni tierras ni nada que demostrara que yo o Minna pertenecíamos a la realeza, pero por nuestras venas corría sangre azul. Sangre especial que nos diferenciaba de esos sucios insectos que poblaban con tanta densidad el planeta. Ella debía aprender eso, aunque sospechaba que su tía se había centrado más en los modales que en los valores básicos de toda persona respetable. Algo que, por supuesto, me aseguraría de corregir.
Llegué a la cancha con paso ni muy lento ni muy rápido, cargando al bandolera que siempre me acompañaba en un hombro, donde los folios, documentos, y libros casi impedían el cierre total. Casi, porque yo sabía organizar mis cosas. Saludé a Minna con un movimiento sutil de cabeza y dejé la bolsa en el suelo, a un lado para que no molestara ni resultara "herida" durante el entrenamiento. Solo con pensar que tendría que volver a ordenar todos los dichosos exámenes me salía urticaria. Me saqué los guantes, sintiendo una extraña sensación de vacío. No me los quitaba más que estando en casa. De hecho, bastante me costó acostumbrarme a que Lucius me viera las cicatrices. Por norma general hasta con mi hija las mantenía escondidas, pero esa tarde quería enseñarle algo que, de otra forma, quedaría en un mensaje sin valor ni sentido. Me acerqué a ella con un par de zancadas y la miré a los ojos antes de cogerle las manos. Yo era, como se suele decir, un hombre de palabras.
Observé y acaricié sus manos, tanteándolas, buscando imperfecciones -o la falta de ellas- que me hablaran de su vida. Uno podía aprender más, sorprendentemente, mirando un par de manos que viviendo con una persona durante meses. Eran suaves, blancas y delicadas, propias de una persona que no ha trabajado nunca, y que, como buena mujer, reserva sus fuerzas para cosas más importantes como cuidar la casa o los hijos. Sin embargo, la falta de marcas, heridas, y cicatrices -dejando de lado las que se le habían formado en los últimos días, que eran muy pocas- denotaba una falta de entrenamiento muy serio. No hacía falta ser un genio para saberlo, especialmente habiéndola visto entrenar. Realmente estaba en un estado pésimo. La mié a los ojos con dureza relativamente controlada y hablé con seriedad, aunque tranquilo. Solo faltaría que perdiera los estribos solo empezar.
-Mira mis manos.-pedí, aunque más bien parecía una orden. No podía evitarlo. O sí, pero no me apetecía. Se me hizo extraño que observara mis cicatrices tan detenidamente, aunque lo dejé pasar. El tema era demasiado serio como para que me centrara en esas cosas.-Con nuestros poderes la tierra es más blanda. Más maleable. Pero para que lo sea tenemos que trabajarla, acostumbrarnos a ella y a todos sus cambios.-cogí algo de tierra de esa misma cancha, que era dura y compacta, perfecta para correr hasta con lluvia. Sin embargo se deshizo como arena, moldeándose con mis dedos casi pareciendo barro.-Si lo conseguimos, no importa que tan dura sea o cómo de disuelta esté: la tierra de obedecerá. Pero para ello tenemos que trabajar, y la única manera de hacerlo es hacer que tus manos se acostumbren a la tierra.-expliqué volviendo a cogerle las manos.-A partir de ahora tus manos serán la cosa más importante que tengas. Da igual que caigas, te hieran o intenten matarte: sin tus manos, eres débil. Nuestro poder reside en ellas, prácticamente.-quizá estaba siendo un poco duro, porque no estábamos en guerra, pero eran lecciones de vida que debía enseñarle. Como mi hija, no podría aprender a dominar la tierra si no sabía antes cómo dominarse a sí misma. Y para ello, igualmente, se necesitaba práctica.
-Para tu suerte no tendrás que pasar por el entrenamiento que hice yo. Al menos por ahora.-dije distanciándome un poco para recuperar mi tan querido espacio personal.-Pero sí que tendrás que herir esas bonitas manos que tienes si quieres llegar a ser fuerte.-y, sintiendo que quizá así la desmotivaría y que entonces, especialmente por ser mujer, le quitaría la motivación, decidí añadir algo más-Aunque no llegarás a tener ni la mitad de cicatrices que yo, no te preocupes. Conozco maneras más útiles y directas de mejorar.-más cansadas, irritantes y molestas, sí, pero menos dolorosas. Además, no olvidemos que muchas de las marcas que tenía venían de la guerra. Ahí sí que se había notado la necesidad de controlar la tierra... Bueno, hasta que las de la resistencia me cogió, claro. Todavía se la tenía jurada a los franceses por eso.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
<<Mira mis manos>> las palabras de papá tenían un tono duro y directo que hizo que reaccionara directamente, aunque no me asustó, en pocos días había aprendido algunas cosas clave sobre mi padre, y entre las más importantes se encontraba la falta de delicadeza a la hora de decir las cosas. Tal vez era por falta de costumbre, aunque seguramente era porque se encontraba más cómodo de esa manera, no es que lo conociera mucho, pero parece de esas personas a las que no les gusta mostrar demasiadas señales de cariño.
Bajé la mirada hacia sus manos grandes y robustas que envolvían completamente las mía, considerablemente más pequeñas en comparación. Sus manos estaban llenas de cicatrices de todos los tamaños y tipos posibles, era unas manos que habían vivido largo tiempo, que contaban una historia, manipuladas de muchas formas distintas, aunque seguían teniendo trazos de cierta elegancia que siempre acompañaban al aura de papá. Fui acariciando las cicatrices más profundas -algunas realmente pequeñas en comparación a otras heridas que casi cruzaban toda la palma de la mano- aquellas que parecían más dolorosas; rocé aquellas señales de trabajo, entrenamiento y lucha con cuidado, evitando cualquier tipo de daño invisible, como si todavía pudiera notar todos los momentos de dolor que pasó en algún momento desconocido para mí. Me gustaban sus manos. Aunque físicamente no era demasiado bonitas, desprendían una especie de sentimiento de experiencia, como si con sólo mirarlas supiera por todo lo que una vez tuvo que pasar.
Observé impresionada como cogía un poco de aquella tierra extremadamente dura como si se tratara de la más fina arena de una playa tropical. <<A partir de ahora tus manos serán las cosas más importante que tengas. Tendrás que herir esas bonitas manos que tienes si quieres llegar a ser fuerte>>. Miré mis manos, pequeñas, finas y delgadas; las manos de una damisela, como decía Odelia toda orgullosa cada vez que hacía algún trabajo de punto o pintaba con las acuarelas que me regalaba cada año por mi cumpleaños. La verdad era que no me gustaban mis manos, al contrario que las de mi padre, mis manos no tenían historia, no contaban nada, reflejaban mi poca experiencia en la vida, siempre rodeada de comodidades y de gente que me hacía todo, sin necesidad casi ni de masticar la comida, lo único que necesitaba hacer era comportarme debidamente. No quería convertirme en una persona fuerte, de esas que la mayoría de la gente -sobretodo los hombres- se sienten orgullosos, me cuesta entender cómo una mujer puede derrotar a un hombre en una pelea si por naturaleza ellos son más potencia. Yo nunca quise ser más fuerte que un hombre, al fin y al cabo me gustaba ser protegida y cuidada por ellos hasta cierto punto, pero lo que sí quería era poder ser independiente, esa independencia que me proporcionaba aquel don que me había dado mi padre, la posibilidad de manipular toda la tierra que pisaba. Antes me horrorizaba con sólo pensarlo, ahora me siento especial, más “poderosa” de alguna manera, con cada clase, con cada esfuerzo, me sentía más segura de mí misma a la vez que veía las pequeñas cicatrices que comenzaban a formarse en mis perfectas manos, cicatrices que llevaba con orgullo. -No me importa hacerme cicatrices, al contrario, me gusta. Tus manos me gustan mucho papá, tienen una gran historia que contar.
Me callé, algo avergonzaba de mis propias palabras, pero contenta por haberle dicho lo que realmente pensaba. Lo observé con una mirada decidida, preparada para empezar con aquel entrenamiento cuando él me lo ordenara. En la semana que llevaba en la universidad agradecí mis poderes más que en toda mi vida, gracias a ellos puedo volverme más independiente, acercarme más a mi padre y aprender más cosas sobre él.
Bajé la mirada hacia sus manos grandes y robustas que envolvían completamente las mía, considerablemente más pequeñas en comparación. Sus manos estaban llenas de cicatrices de todos los tamaños y tipos posibles, era unas manos que habían vivido largo tiempo, que contaban una historia, manipuladas de muchas formas distintas, aunque seguían teniendo trazos de cierta elegancia que siempre acompañaban al aura de papá. Fui acariciando las cicatrices más profundas -algunas realmente pequeñas en comparación a otras heridas que casi cruzaban toda la palma de la mano- aquellas que parecían más dolorosas; rocé aquellas señales de trabajo, entrenamiento y lucha con cuidado, evitando cualquier tipo de daño invisible, como si todavía pudiera notar todos los momentos de dolor que pasó en algún momento desconocido para mí. Me gustaban sus manos. Aunque físicamente no era demasiado bonitas, desprendían una especie de sentimiento de experiencia, como si con sólo mirarlas supiera por todo lo que una vez tuvo que pasar.
Observé impresionada como cogía un poco de aquella tierra extremadamente dura como si se tratara de la más fina arena de una playa tropical. <<A partir de ahora tus manos serán las cosas más importante que tengas. Tendrás que herir esas bonitas manos que tienes si quieres llegar a ser fuerte>>. Miré mis manos, pequeñas, finas y delgadas; las manos de una damisela, como decía Odelia toda orgullosa cada vez que hacía algún trabajo de punto o pintaba con las acuarelas que me regalaba cada año por mi cumpleaños. La verdad era que no me gustaban mis manos, al contrario que las de mi padre, mis manos no tenían historia, no contaban nada, reflejaban mi poca experiencia en la vida, siempre rodeada de comodidades y de gente que me hacía todo, sin necesidad casi ni de masticar la comida, lo único que necesitaba hacer era comportarme debidamente. No quería convertirme en una persona fuerte, de esas que la mayoría de la gente -sobretodo los hombres- se sienten orgullosos, me cuesta entender cómo una mujer puede derrotar a un hombre en una pelea si por naturaleza ellos son más potencia. Yo nunca quise ser más fuerte que un hombre, al fin y al cabo me gustaba ser protegida y cuidada por ellos hasta cierto punto, pero lo que sí quería era poder ser independiente, esa independencia que me proporcionaba aquel don que me había dado mi padre, la posibilidad de manipular toda la tierra que pisaba. Antes me horrorizaba con sólo pensarlo, ahora me siento especial, más “poderosa” de alguna manera, con cada clase, con cada esfuerzo, me sentía más segura de mí misma a la vez que veía las pequeñas cicatrices que comenzaban a formarse en mis perfectas manos, cicatrices que llevaba con orgullo. -No me importa hacerme cicatrices, al contrario, me gusta. Tus manos me gustan mucho papá, tienen una gran historia que contar.
Me callé, algo avergonzaba de mis propias palabras, pero contenta por haberle dicho lo que realmente pensaba. Lo observé con una mirada decidida, preparada para empezar con aquel entrenamiento cuando él me lo ordenara. En la semana que llevaba en la universidad agradecí mis poderes más que en toda mi vida, gracias a ellos puedo volverme más independiente, acercarme más a mi padre y aprender más cosas sobre él.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Que me acariciara las manos fue... extraño. No estaba acostumbrado a aquel tipo de caricias. Lucius no era una persona muy dada a los mimos, o al menos no a los de esa clase. No si eran tan... íntimos y delicados. Inevitable pensé en la última persona que me había tocado de aquella manera, que, irónicamente, era su madre. Elizabetta siempre había sido una persona que se fijaba en los detalles, en las cosas más insignificantes, aunque para el dato más importante de su vida siempre estuvo muy ciega. Desde que el matrimonio se hubo concertado aquella chiquilla educada me miró con ojos enamorados, creyendo ver en mí algo que solo existía para el mundo exterior. No fue hasta más tarde, cuando nos quedamos a solas, que descubrió de la peor manera posible que no era quién esperaba que fuera, y que no lo sería jamás. Pero aun así no pareció perder la esperanza de que algún día correspondería sus sentimientos. De que la amaría y seríamos una familia feliz. Aunque sabía que yo tenía gran parte de la culpa. Ya por aquel entonces fingía ser lo que no era, luciendo mi perfecta máscara casi siempre, descansando tan solo en la privacidad del hogar. Era ese cariño que solo mostraba en público, aquella mirada afectuosa la que había alimentado sus sentimientos durante años. En los bailes, cenas, reuniones. Amaba mi máscara incluso más que el resto. Pero fue gracias a aquel gesto íntimo e inesperado que descubrí que no solo la amaba a ella. Por alguna razón, me aceptaba entero. Quizá no fue una escena que durara demasiado, unos pocos minutos, pero hasta día de hoy seguía siendo el momento más romántico y personal que había vivido con nadie. Hasta superaba la noche en la que Lucius y yo nos "declaramos".
Mientras Minna repasaba una de las cicatrices más profundas, recordé aquel extraño momento de mi vida, perdiéndome en el horizonte de mis recuerdos.
Entré en el dormitorio con pasos pesados y gruñones, frunciendo el ceño y farfullando maldiciones que de haber oído cualquier sacerdote me habría enviado al confesionario de inmediato. Poco después llegó Elizabette, haciendo gala de un impecable vestido azul marino, con el cabello perfectamente recogido, enmarcando su hermoso rostro con la delicadeza de un ángel. Yo no parecía mayor de diecisiete, aunque realmente estaba cerca de los treinta. Eliza, por su lado, debía tener la misma edad que mi apariencia. Una de las razones por las que nunca fui capaz de tenerle especial estima fue la secreta diferencia de edad, realmente. Aunque nunca me había parado a pensar en la mayoría de ellas. Ignorando mi obvio mal humor, lucía una sonrisa calmada. Una de esas sonrisa que de alguna manera lograba parar el tiempo. Yo, ignorando su obvia belleza, me quité la chaqueta con un gruñido, repasando qué podría hacer para vengarme. Aunque hubiera estado relajado, el problema que me supuso intentar deshacer el nudo de la corbata fue tal que hubiera puesto histérico hasta al mismísimo satanás. Ella, cómo no, se deslizó por la sala con la misma suavidad de un gato y sin decir nada se puso manos a la obra, todavía risueña.
-No deberías hacerles caso. Son idiotas.
-Saber que son idiotas no cambia el hecho de que me enfade lo que digan.-gruñí, creyendo que era más que obvio que una cosa no quitaba la cosa. Como siempre no hizo caso, alargando la tarea de deshacer el nudo más de lo necesario, disfrutando, aparentemente, de mi mal humor.
-A mí me gustan tus manos.-comentó casualmente antes de dejar que la prenda se deslizara hasta caer sobre el suelo. Me miró a los ojos levemente sonrojada por el vino, sonriendo como la niña enamorada que era. Mi natural inexpresividad no dejó entrever el vuelco que me dio el corazón, aunque en aquel momento no fui realmente consciente de ello. Bajó la vista hasta mis manos al tiempo que cogía la diestra con toda la delicadez del mundo, dejándola a escasos centímetros de su rostro. Igual que Minna, resiguió cada una de las cicatrices, calmada, tomándose su tiempo en cada una de ellas. Como si así fuera a conocer la historia de cada una. Ahí se paró el tiempo. Mis todavía jóvenes ojos solo podían centrarse en la muchacha de enfrente, tan misteriosa como el primer día. No eran más que caricias, vagos andares de sus dedos sobre los míos, pero si aquello no era una muestra de amor, ¿qué lo era? Aunque no estaba dispuesto a aceptarlo, con los años me había arrepentido de no haber podido responder mejor su cariño. Quizá si volviera a pasarme hoy día reaccionaría igual; quizá no había cambiado tanto, pero ese recuerdo seguía alborotando mi cabeza.-Son bonitas.-sentenció antes de besar la palma, lenta y con la misma prisa de siempre.
Por puro instinto la cerré, pero lo sorprendente fue que "brusquedad" no fue lo que lo caracterizó. Mi mano se apoyó con ¿cariño? ¿ternura? sobre la mejilla de mi esposa, acariciándola un par de veces antes de alejarla de nuevo, retomando, ya consciente, el rol seco que llevaba a todas horas. Aquello no se repitió ni hablamos de ello nunca, pero la mirada que me dedicó fue suficiente para saber que, de ser por ello, su amor no se quedaría en unas simples caricias.
Volví a la realidad antes de lo que hubiera pensado, pudiendo disimular perfectamente la pérdida de consciencia. Estúpidos recuerdos y estúpidas mujeres. Siempre lo complicaban todo. Miré a Minna con el ceño un poco más relajado, pero aún fruncido, y seguí con mi explicación.
-Bien, pues intenta hacer lo mismo que he hecho yo. Para ir a las cosas grandes primero tengo que saber hasta dónde puedes llegar.-porque los entrenamientos pasados no habían sido más que para entrenar el cuerpo. ¿Cómo piensas dominar la tierra si no puedes ni controlar tu cuerpo? Me crucé de brazos y esperé, no muy paciente.
Mientras Minna repasaba una de las cicatrices más profundas, recordé aquel extraño momento de mi vida, perdiéndome en el horizonte de mis recuerdos.
Entré en el dormitorio con pasos pesados y gruñones, frunciendo el ceño y farfullando maldiciones que de haber oído cualquier sacerdote me habría enviado al confesionario de inmediato. Poco después llegó Elizabette, haciendo gala de un impecable vestido azul marino, con el cabello perfectamente recogido, enmarcando su hermoso rostro con la delicadeza de un ángel. Yo no parecía mayor de diecisiete, aunque realmente estaba cerca de los treinta. Eliza, por su lado, debía tener la misma edad que mi apariencia. Una de las razones por las que nunca fui capaz de tenerle especial estima fue la secreta diferencia de edad, realmente. Aunque nunca me había parado a pensar en la mayoría de ellas. Ignorando mi obvio mal humor, lucía una sonrisa calmada. Una de esas sonrisa que de alguna manera lograba parar el tiempo. Yo, ignorando su obvia belleza, me quité la chaqueta con un gruñido, repasando qué podría hacer para vengarme. Aunque hubiera estado relajado, el problema que me supuso intentar deshacer el nudo de la corbata fue tal que hubiera puesto histérico hasta al mismísimo satanás. Ella, cómo no, se deslizó por la sala con la misma suavidad de un gato y sin decir nada se puso manos a la obra, todavía risueña.
-No deberías hacerles caso. Son idiotas.
-Saber que son idiotas no cambia el hecho de que me enfade lo que digan.-gruñí, creyendo que era más que obvio que una cosa no quitaba la cosa. Como siempre no hizo caso, alargando la tarea de deshacer el nudo más de lo necesario, disfrutando, aparentemente, de mi mal humor.
-A mí me gustan tus manos.-comentó casualmente antes de dejar que la prenda se deslizara hasta caer sobre el suelo. Me miró a los ojos levemente sonrojada por el vino, sonriendo como la niña enamorada que era. Mi natural inexpresividad no dejó entrever el vuelco que me dio el corazón, aunque en aquel momento no fui realmente consciente de ello. Bajó la vista hasta mis manos al tiempo que cogía la diestra con toda la delicadez del mundo, dejándola a escasos centímetros de su rostro. Igual que Minna, resiguió cada una de las cicatrices, calmada, tomándose su tiempo en cada una de ellas. Como si así fuera a conocer la historia de cada una. Ahí se paró el tiempo. Mis todavía jóvenes ojos solo podían centrarse en la muchacha de enfrente, tan misteriosa como el primer día. No eran más que caricias, vagos andares de sus dedos sobre los míos, pero si aquello no era una muestra de amor, ¿qué lo era? Aunque no estaba dispuesto a aceptarlo, con los años me había arrepentido de no haber podido responder mejor su cariño. Quizá si volviera a pasarme hoy día reaccionaría igual; quizá no había cambiado tanto, pero ese recuerdo seguía alborotando mi cabeza.-Son bonitas.-sentenció antes de besar la palma, lenta y con la misma prisa de siempre.
Por puro instinto la cerré, pero lo sorprendente fue que "brusquedad" no fue lo que lo caracterizó. Mi mano se apoyó con ¿cariño? ¿ternura? sobre la mejilla de mi esposa, acariciándola un par de veces antes de alejarla de nuevo, retomando, ya consciente, el rol seco que llevaba a todas horas. Aquello no se repitió ni hablamos de ello nunca, pero la mirada que me dedicó fue suficiente para saber que, de ser por ello, su amor no se quedaría en unas simples caricias.
Volví a la realidad antes de lo que hubiera pensado, pudiendo disimular perfectamente la pérdida de consciencia. Estúpidos recuerdos y estúpidas mujeres. Siempre lo complicaban todo. Miré a Minna con el ceño un poco más relajado, pero aún fruncido, y seguí con mi explicación.
-Bien, pues intenta hacer lo mismo que he hecho yo. Para ir a las cosas grandes primero tengo que saber hasta dónde puedes llegar.-porque los entrenamientos pasados no habían sido más que para entrenar el cuerpo. ¿Cómo piensas dominar la tierra si no puedes ni controlar tu cuerpo? Me crucé de brazos y esperé, no muy paciente.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Me puse manos a la obra - y nunca mejor dicho- al apreciar la poca paciencia de papá aunque me hubiera dejado más tiempo de lo que me imaginaba para observar sus manos. Cogí aire, no muy convencida de mis nulas habilidades, la tierra en la que nos encontrábamos era casi tan dura como la piedra, y yo no tenía ninguna experiencia a la hora de manipular lo que mis poderes me permitían.
Le lancé una fugaz mirada a papá, no quería que me gritara por quedarme mirándolo sin motivo alguno; luego miré mis manos y recordé los ágiles movimientos de mi padre a la hora de coger un puñado del suelo que teníamos bajo nuestros pies, no parecía que había hecho ningún movimiento en especial, era como si fuera lo más normal del mundo poder manipular algo tan duro. Miré mis manos por última vez, insegura, cerré los ojos para concentrar todo el poder en las manos y luego dar un buen golpe contra el suelo, golpe que por poco hizo que me rompiera todos los nudillos, puesto que el suelo siguió tan intacto como siempre. Defraudada conmigo misma, y algo nerviosa por pensar que estaba haciendo el ridículo, volvía a asestar golpes, unos tras otros, en un intento en vano de conseguir ablandar el suelo. En un acto casi de desesperación me arrodillé en el suelo y empecé a arañarlo, rompiendo todas las uñas que hasta ese momento se habían encargado de mantenerlas perfectas, ¿por qué había dejado que algo así ocurriera? ¿Por qué nunca me había interesado en mis poderes hasta ahora? Sin conseguir resultado alguno, con las manos rojas y ensangrentadas y al borde de las lágrimas -no por el dolor, si no por la vergüenza que estaba pasando en ese momento-, me negué a mirar a mi padre, estaba segura de que se sentía decepcionado por tener a una hija tan enclenque como yo.
No dije nada, si pronunciaba palabra iba a empezar a llorar, y no quería que me dejara de enseñar o se hiciera una idea equivocada, sólo me quedé allí, callada, esperando a su siguiente orden o comentario. Cualquier cosa era mejor a tener que hablar.
Le lancé una fugaz mirada a papá, no quería que me gritara por quedarme mirándolo sin motivo alguno; luego miré mis manos y recordé los ágiles movimientos de mi padre a la hora de coger un puñado del suelo que teníamos bajo nuestros pies, no parecía que había hecho ningún movimiento en especial, era como si fuera lo más normal del mundo poder manipular algo tan duro. Miré mis manos por última vez, insegura, cerré los ojos para concentrar todo el poder en las manos y luego dar un buen golpe contra el suelo, golpe que por poco hizo que me rompiera todos los nudillos, puesto que el suelo siguió tan intacto como siempre. Defraudada conmigo misma, y algo nerviosa por pensar que estaba haciendo el ridículo, volvía a asestar golpes, unos tras otros, en un intento en vano de conseguir ablandar el suelo. En un acto casi de desesperación me arrodillé en el suelo y empecé a arañarlo, rompiendo todas las uñas que hasta ese momento se habían encargado de mantenerlas perfectas, ¿por qué había dejado que algo así ocurriera? ¿Por qué nunca me había interesado en mis poderes hasta ahora? Sin conseguir resultado alguno, con las manos rojas y ensangrentadas y al borde de las lágrimas -no por el dolor, si no por la vergüenza que estaba pasando en ese momento-, me negué a mirar a mi padre, estaba segura de que se sentía decepcionado por tener a una hija tan enclenque como yo.
No dije nada, si pronunciaba palabra iba a empezar a llorar, y no quería que me dejara de enseñar o se hiciera una idea equivocada, sólo me quedé allí, callada, esperando a su siguiente orden o comentario. Cualquier cosa era mejor a tener que hablar.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Fruncí el ceño, observando cómo Minna intentaba de la forma más basta e inútil que la tierra la obedeciera. ¿Se podía saber qué estaba pensando? ¿En qué mundo una cabeza mínimamente inteligente podía llegar a conceder que lograría algo de aquella manera? Porque era una Stauffenberg, y me negaba a aceptar que alguien con mi misma sangre fuera tan remotamente estúpido. Me crucé de brazos y chasqueé la lengua, maldiciendo a su tía por haber descuidado tanto su entrenamiento. Las mujeres debían ser serviciales, obedientes y correctas, sí, pero si alguien de nuestra altura nacía con la capacidad de llegar a más, debía hacerlo. Aunque fuera simplemente para no ser un lastre llegada la necesidad de defenderse. No había nada que soportara menos que una mujer que necesita ser constantemente rescatada porque no sabe arreglárselas por sí misma. Claro que, en ese caso, ya podía ser hombre, mujer o niño, que no lo aguantaría de todos modos. Fruncí el ceño mosqueado y me acerqué a la rubia con una zancada, arrodillándome enfrente de su pequeño cuerpo. La visión de sus ojos llorosos y sus manos tontamente ensangrentadas no lograron despertar la más mínima vena de ternura o compasión. Si tenía que aprender a la fuerza, lo haría, pero habían ciertas cosas que debían quedar claras. Por su bien. La cogí con fuerza de las muñecas, buscando provocarle dolor, y la obligué a mirarme a los ojos. Así el mensaje le quedaría todavía más grabado en la retina.
-Nunca, NUNCA, pierdas la dignidad de esta manera, Minna.-espeté violentamente, mirándola con ojos afilados.-Da igual si te enfrentas a la prueba más dura, si te humillan o si atentan contra tu vida. No puedes permitir que se rían de ti con razón.-solté sin poder esconder del todo el desprecio que sentía. No hacia ella -aunque se podía malinterpretar, dadas las circunstancias-, sino hacia todo aquel que se había atrevido a reírse de mí. Con rabia en la sangre, recordé aquellos días encerrado en el sótano de un edificio en ruinas, y concluí que no habría mejor ejemplo para que lo entendiera.-Una vez estuve más de dos años encerrado por culpa de un descuido. Me ataron, torturaron, humillaron y atacaron de todas las maneras que se les ocurrieron. Se rieron de mí y aprovecharon mi debilidad para que su ego aumentara. Y pese a todo no dejé que mi dignidad se viera afectada. Si me desafiaban les respondía con una mirada directa; si me pegaban me defendía; si se negaban a alimentarme jamás me quejaba. No suplicaba, no rogaba, no deseaba que cualquier dios me salvara.-expliqué con cada vez más odio, consciente de que aquella era la primera vez que lo explicaba de una forma tan... subjetiva.-Y gracias a aquello fui ganando terreno. Pese a todo, parecía invencible. Nunca les di razones para que pensaran que realmente era débil, y así, en cuanto pude vengarme, fue todavía más dulce.-fruncí el ceño de forma más marcada, furioso.- JAMÁS puedes dejar que te vean débil. El dicho de "si caes, te vuelves a levantar", no vale. No puedes permitirte caer. Y créeme: muchas personas intentarán que te quedes en el suelo. Así que ni se te ocurra volver a humillarte de esta manera sin ninguna razón.-gruñí, soltándola de golpe para levantarme.
-Otra vez.-ordené sin intención alguna de, por el momento, darle ningún consejo. Primero que aprendiera. Luego ya se lo haría más fácil.
-Nunca, NUNCA, pierdas la dignidad de esta manera, Minna.-espeté violentamente, mirándola con ojos afilados.-Da igual si te enfrentas a la prueba más dura, si te humillan o si atentan contra tu vida. No puedes permitir que se rían de ti con razón.-solté sin poder esconder del todo el desprecio que sentía. No hacia ella -aunque se podía malinterpretar, dadas las circunstancias-, sino hacia todo aquel que se había atrevido a reírse de mí. Con rabia en la sangre, recordé aquellos días encerrado en el sótano de un edificio en ruinas, y concluí que no habría mejor ejemplo para que lo entendiera.-Una vez estuve más de dos años encerrado por culpa de un descuido. Me ataron, torturaron, humillaron y atacaron de todas las maneras que se les ocurrieron. Se rieron de mí y aprovecharon mi debilidad para que su ego aumentara. Y pese a todo no dejé que mi dignidad se viera afectada. Si me desafiaban les respondía con una mirada directa; si me pegaban me defendía; si se negaban a alimentarme jamás me quejaba. No suplicaba, no rogaba, no deseaba que cualquier dios me salvara.-expliqué con cada vez más odio, consciente de que aquella era la primera vez que lo explicaba de una forma tan... subjetiva.-Y gracias a aquello fui ganando terreno. Pese a todo, parecía invencible. Nunca les di razones para que pensaran que realmente era débil, y así, en cuanto pude vengarme, fue todavía más dulce.-fruncí el ceño de forma más marcada, furioso.- JAMÁS puedes dejar que te vean débil. El dicho de "si caes, te vuelves a levantar", no vale. No puedes permitirte caer. Y créeme: muchas personas intentarán que te quedes en el suelo. Así que ni se te ocurra volver a humillarte de esta manera sin ninguna razón.-gruñí, soltándola de golpe para levantarme.
-Otra vez.-ordené sin intención alguna de, por el momento, darle ningún consejo. Primero que aprendiera. Luego ya se lo haría más fácil.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
No quería. Simplemente no quería seguir. La charla de papá sólo sirvió para darme cuenta de lo patética que había sido en ese momento, él mismo se encargó de decirlo muy claro; aún por encima ahora empezaba a notar el escozor agudo de la carne al descubierto, escozor que se agudizaba más con la brisa que se levantaba por momentos. Quería irme de allí, estaba claro que yo no valía para eso, no había sido educada para luchar o manipular una tierra tan dura, sólo sabía la etiqueta necesaria para no avergonzar a un futuro marido que nunca llegó, ni siquiera pude ver la sombra de algún prometido de los que tía Odelia fardaba tanto.
¿Por qué me interesaba ahora por mis poderes después de pasarme toda la vida fingiendo que no los tenía? Reí, claro que sabía la respuesta, todo era por culpa del hombre que tenía delante. Si era por estar con él haría hasta lo impensable, pues me había prometido a mí misma que recuperará el tiempo perdido, que no sería una molestia para él y que podríamos disfrutar como padre e hija que somos. Pero en ese momento todo era lo contrario: quería irme y limpiarme las manos, no sólo lo estaba molestando, sino también decepcionándolo; y para colmo ese era el momento más infeliz de mi vida ¿cómo podría disfrutar, o simplemente valorar, la humillación que estaba pasando en ese momento? Entendía que me lo había ganado yo sola, pero me sentía frustrada por no conseguir una tarea tan simple como coger un trozo de tierra. Se me encogió el pecho, la respiración se volvió entrecortada y la mirada borrosa, quería llorar, quería gritar y salir corriendo de allí, a cualquier lado, sin que nadie me mirase, como si fuera la única persona en el mundo. Pero ese tipo de deseos rara vez se cumplen. Todavía recuerdo cuando por mi cumpleaños pedía el deseo de que tía Odelia dejara de ser alérgica a los gatis para poder recoger algunos de los muchos mininos callejeros que vivían por la ciudad, pero cada vez que lo pedía parecía que mi tía se volvía más y más alérgica, llegando a odiar a dichos animales. Si en ese momento deseara ser la única persona en el mundo,apostaría lo que fuera a que las canchas se llenarían de gente.
Me levanté con lentitud, me temblaban las piernas, como si la poca energía que tenía la desperdiciara en aquella corta tanda de puñetazos. Sin poder aguantarme de pie, caí de nuevo de rodilla. Ahí sí que me sentía patética, todavía no recuerdo como pude aguantar las lágrimas, normalmente a esas alturas había derramado un mar entero. Apoyé las manos en el suelo, intentando controlar la respiración y la excesiva acumulación de lágrimas en mis ojos. De repente, silencio, no había nadie alrededor y papá me miraba con los brazos cruzados y un silencio sepulcral. En el momento que iba a quitar las manos, a volver a levntarme, fue en ese preciso instante cuando lo escuché, grave y fugaz, como si se hubiera tratado de algo imaginado, pero estaba segura de que lo había escuchado, y que ese sonido, ese latido, provenía del suelo que estaba tocando.
Entonces lo entendí, la tierra está viva, en ella hay algo más que raíces y gusanos, y hasta hace un par de minutos yo la estaba golpeando. Cerré los ojos y cogí aire, con una mentalidad completamente diferente a la de la primera vez. Lentamente volví a acercar las manos a la tierra, esta vez acariciándola lentamente, como si se tratara de una de las cicatrices de papá, como algo muy fino que puede romperse al mínimo roce. Poco a poco sentía su aceptación, debía de tratarla con respeto y dulzura, cuando me di cuenta de ello, ya tenía un puñado de tierra en la mano.
No dije nada, puesto que había entendido mi fallo inicial, pero el sentimiento de asombro hizo imposible que mi cerebro pudiera pensar algo que decirle a mi padre o alguna palabra para expresar el alivio y la alegría de haberlo conseguido.
¿Por qué me interesaba ahora por mis poderes después de pasarme toda la vida fingiendo que no los tenía? Reí, claro que sabía la respuesta, todo era por culpa del hombre que tenía delante. Si era por estar con él haría hasta lo impensable, pues me había prometido a mí misma que recuperará el tiempo perdido, que no sería una molestia para él y que podríamos disfrutar como padre e hija que somos. Pero en ese momento todo era lo contrario: quería irme y limpiarme las manos, no sólo lo estaba molestando, sino también decepcionándolo; y para colmo ese era el momento más infeliz de mi vida ¿cómo podría disfrutar, o simplemente valorar, la humillación que estaba pasando en ese momento? Entendía que me lo había ganado yo sola, pero me sentía frustrada por no conseguir una tarea tan simple como coger un trozo de tierra. Se me encogió el pecho, la respiración se volvió entrecortada y la mirada borrosa, quería llorar, quería gritar y salir corriendo de allí, a cualquier lado, sin que nadie me mirase, como si fuera la única persona en el mundo. Pero ese tipo de deseos rara vez se cumplen. Todavía recuerdo cuando por mi cumpleaños pedía el deseo de que tía Odelia dejara de ser alérgica a los gatis para poder recoger algunos de los muchos mininos callejeros que vivían por la ciudad, pero cada vez que lo pedía parecía que mi tía se volvía más y más alérgica, llegando a odiar a dichos animales. Si en ese momento deseara ser la única persona en el mundo,apostaría lo que fuera a que las canchas se llenarían de gente.
Me levanté con lentitud, me temblaban las piernas, como si la poca energía que tenía la desperdiciara en aquella corta tanda de puñetazos. Sin poder aguantarme de pie, caí de nuevo de rodilla. Ahí sí que me sentía patética, todavía no recuerdo como pude aguantar las lágrimas, normalmente a esas alturas había derramado un mar entero. Apoyé las manos en el suelo, intentando controlar la respiración y la excesiva acumulación de lágrimas en mis ojos. De repente, silencio, no había nadie alrededor y papá me miraba con los brazos cruzados y un silencio sepulcral. En el momento que iba a quitar las manos, a volver a levntarme, fue en ese preciso instante cuando lo escuché, grave y fugaz, como si se hubiera tratado de algo imaginado, pero estaba segura de que lo había escuchado, y que ese sonido, ese latido, provenía del suelo que estaba tocando.
Entonces lo entendí, la tierra está viva, en ella hay algo más que raíces y gusanos, y hasta hace un par de minutos yo la estaba golpeando. Cerré los ojos y cogí aire, con una mentalidad completamente diferente a la de la primera vez. Lentamente volví a acercar las manos a la tierra, esta vez acariciándola lentamente, como si se tratara de una de las cicatrices de papá, como algo muy fino que puede romperse al mínimo roce. Poco a poco sentía su aceptación, debía de tratarla con respeto y dulzura, cuando me di cuenta de ello, ya tenía un puñado de tierra en la mano.
No dije nada, puesto que había entendido mi fallo inicial, pero el sentimiento de asombro hizo imposible que mi cerebro pudiera pensar algo que decirle a mi padre o alguna palabra para expresar el alivio y la alegría de haberlo conseguido.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Miré a Minna sin demasiada sorpresa o rastro de orgullo en el rostro. Aquello era lo mínimo que debía hacer si quería llegar a domar sus poderes, ¿por qué debería sentirme feliz por ello? Tan solo acababa de demostrar que no era tan inútil como si tía, repugnante e irritable tía, había intentado que pensara. Pero ella era una Stauffenber, ¡maldita fuera! Antes permitiría que me atraparan que dejar que fuera débil y simplona. O bueno, quizá no, porque ahora SÍ tenía algo que perder. Y algo muy valioso, además. No me había costado confiar en alguien ni nada, como que permitiría que me separasen de Lucius así como así... Respiré hondo, pensando que Odelia no iba tan mal encaminada. Realmente era un mal padre, pero tampoco quería cambiar. Era Minna quien había venido a mí, así que lo más lógico era pensar que si alguien debía cambiar era ella. ¿Por qué debería hacerlo si me sentía satisfecho con la persona que era ahora?
Miré sin mucho agrado el puñado de tierra que tenía en la mano. No era como lo hubiera querido, pero mientras fuera capaz de domarla, a mí ya me valía. De momento. Aunque me preocupaba que hubiera captado el mensaje que no era. La tierra no era nuestra amiga. No era una aliada poderosa, una amiga leal o el enemigo de nuestros enemigos. Era ni más ni menos que un arma, y eso debía quedarle bien claro. No importaba que, usándola, destrozáramos el paisaje, o que grupos de animales se quedaran sin hogar, sino muertos. No pasaba nada si a cambio de crear altas torres una pradera se hundía unos cuantos metros más allá de nosotros. Daba igual. Todo aquello dejaba de tener razón de ser, pues la tierra estaba allí para ser manipulada a nuestro antojo. No tenía voluntad, no podía resistirse. La única resistencia que era capaz de ofrecer se basaba, esencialmente, en la ineptitud que demostrábamos tener al manipularla. Ergo que se sintiera tan estúpidamente satisfecha por algo que no tenía ni pies ni cabeza era, llanamente, una tontería. Podía entender que su cabeza inocente y llena de pájaros creyera que las cosas eran así de bonitas, pero tarde o temprano tendría que ver que, en verdad, las cosas no solían ser así.
Sin decir nada me separé unos pasos de ella. Me giré para mirarla y, con un fuerte golpe de talón, la tierra empezó a elevarme, creando una columna de unos seis metros, gruesa y todavía más compacta que el suelo superficial. Al fin y al cabo, aquella tierra llevaba aguantando capas y capas de presión, así que, aunque tenía más minerales y estaba un poco más húmeda, era todavía más difícil de tratar. Algunos pedazos se desprendían, otros de deshacían. Muchos ni siquiera llegaban a moverse de su sitio. Sería un buen entrenamiento para que se fuera acostumbrando a que la tierra no era su amiga. Al fin y al cabo, no tenía vida.
-Escálala.-ordené con un tono firme, digno del soldado que, en el fondo, seguía siendo. Viendo venir que tardaría un poco (y que estar de pie podía ser un tanto peligroso), me senté cruzando las piernas, apoyándome en ellas para observar los movimientos de la pequeña mejor. Ahora esa falsa esperanza de que su "amor" se lo hiciera todo más sencillo ya no servirían, así que sería interesante de ver.
Miré sin mucho agrado el puñado de tierra que tenía en la mano. No era como lo hubiera querido, pero mientras fuera capaz de domarla, a mí ya me valía. De momento. Aunque me preocupaba que hubiera captado el mensaje que no era. La tierra no era nuestra amiga. No era una aliada poderosa, una amiga leal o el enemigo de nuestros enemigos. Era ni más ni menos que un arma, y eso debía quedarle bien claro. No importaba que, usándola, destrozáramos el paisaje, o que grupos de animales se quedaran sin hogar, sino muertos. No pasaba nada si a cambio de crear altas torres una pradera se hundía unos cuantos metros más allá de nosotros. Daba igual. Todo aquello dejaba de tener razón de ser, pues la tierra estaba allí para ser manipulada a nuestro antojo. No tenía voluntad, no podía resistirse. La única resistencia que era capaz de ofrecer se basaba, esencialmente, en la ineptitud que demostrábamos tener al manipularla. Ergo que se sintiera tan estúpidamente satisfecha por algo que no tenía ni pies ni cabeza era, llanamente, una tontería. Podía entender que su cabeza inocente y llena de pájaros creyera que las cosas eran así de bonitas, pero tarde o temprano tendría que ver que, en verdad, las cosas no solían ser así.
Sin decir nada me separé unos pasos de ella. Me giré para mirarla y, con un fuerte golpe de talón, la tierra empezó a elevarme, creando una columna de unos seis metros, gruesa y todavía más compacta que el suelo superficial. Al fin y al cabo, aquella tierra llevaba aguantando capas y capas de presión, así que, aunque tenía más minerales y estaba un poco más húmeda, era todavía más difícil de tratar. Algunos pedazos se desprendían, otros de deshacían. Muchos ni siquiera llegaban a moverse de su sitio. Sería un buen entrenamiento para que se fuera acostumbrando a que la tierra no era su amiga. Al fin y al cabo, no tenía vida.
-Escálala.-ordené con un tono firme, digno del soldado que, en el fondo, seguía siendo. Viendo venir que tardaría un poco (y que estar de pie podía ser un tanto peligroso), me senté cruzando las piernas, apoyándome en ellas para observar los movimientos de la pequeña mejor. Ahora esa falsa esperanza de que su "amor" se lo hiciera todo más sencillo ya no servirían, así que sería interesante de ver.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
No lo entendía, ¿no había conseguido lo que me había propuesto de una forma bastante aceptable? ¿No había captado el mensaje que me quiso transmitir en un principio? Si era así no entendía a qué venía aquella inexpresividad, dura e intransigente, como si hubiera vuelto a ponerme en ridículo, como si lo que había hecho en realidad no hubiese servido para nada. Miré la tierra que todavía seguía en mis manos doloridas y cansadas, aquella efímera felicidad que sentí cuando pude cogerla se transformaba con rapidez en un sentimiento vacío, como si en realidad no hubiese avanzado. ¿Qué era lo que había hecho mal? Miré a papá pero fue imposible percibir cualquier clase de sentimiento en aquella mirada fría y calculadora, por primera vez me llegué a sentir realmente impotente aún haciendo lo que él me ordenaba, empezaba a comprender por qué todos mis compañeros de sociología -y el campus en general- no tenían una buena impresión de aquel hombre.
De repente vi cómo se formó en escasos segundos una gran columna, tan alta que tenía que levantar mucho el cuello para poder ver a mi padre, situado en lo más alto de la columna sentándose para no perder el equilibrio. Se suponía que aquel pilar estaba formado por el suelo de las canchas, pero aquello parecía un revoltijo que diferentes formas de tierra que abarcaba desde la más sólida hasta ciertos puntos que parecía más bien lodo. -Escálala
Debí escuchar mal, ¿me había ordenado escalar? Nadie en su sano juicio sería capaz de hacer algo por el estilo. Intenté mirarlo, pero los rayos del sol incidían directamente en mis ojos, evitando poder realizar contacto visual con él. Me acerqué con cuidado a la columna, más bien aterrada por mi propia salud, si llegaba a caer a eso de tres metros me haría bastante daño… aunque lo primero era lo primero: empezar a escalar; acto que resultaba mucho más fácil decir que hacer puesto que nada más tocar aquel pilar en una zona equivocada, una parte de ella se desmoronó en forma de polvo, siendo rápidamente reemplazada por algo parecido a una barro escurridizo.
Tragué saliva, tenía claro que no iba a salir bien parada de aquella situación. Agité la cabeza de un lado a otro intentando quitar toda clase de pensamientos negativos para poder descifrar cómo iba a conseguir subir aquella monstruosidad. Tras varios intentos, todos fallidos, no conseguí llegar ni a una altura de dos metros; era prácticamente imposible conseguir de alguna forma sobrepasar alguna franja, ya que en el momento menos esperado se derrumbaba o se volvía más líquida o áspera. Estaba cansada, comenzaba a notar como el aire llegaba con dificultad a mis pulmones y las heridas de las manos seguían abriéndose con lentitud, ocasionando un agudo escozor. Tenía que pensar, escalar de manera corriente no serviría de nada, salvo para cansarme y herirme más, vamos, concéntrate Minna, ¿Dónde estás? En un entrenamiento para mejorar y florecer mis poderes; ¿cuáles son mis poderes? Controlar la tierra, ¿de qué estaba formada aquella columna? ¡Bingo! De tierra. Estaba segura de que si había conseguido coger un puñado de aquella tierra, también era capaz de moldearla a mi gusto. Posé las manos en el pilar de aquel elemento al que estaba tan arraigada, cerré los ojos y me concentré. Volví a notarla, a sentir su vida, acumulé mi poder en mis manos e imaginé como aquella masa heterogénea se volvía algo sólido y compacto, con ciertos salientes en lugares estratégicos que me permitirían subir hasta lo más alto. De alguna forma lo conseguí, gastando mucha más energía de lo que había supuesto en un principio, ahora sólo quedaba escalarlo. Llevaba alrededor de cinco metros -distacia que me llevó lo suyo subir- cuando de repente la tierra se desestabilizó, haciendo que se desintegrasen los peldaños y yo terminara en el suelo tras una buena caída y un dolor agudo en todo el cuerpo
De repente vi cómo se formó en escasos segundos una gran columna, tan alta que tenía que levantar mucho el cuello para poder ver a mi padre, situado en lo más alto de la columna sentándose para no perder el equilibrio. Se suponía que aquel pilar estaba formado por el suelo de las canchas, pero aquello parecía un revoltijo que diferentes formas de tierra que abarcaba desde la más sólida hasta ciertos puntos que parecía más bien lodo. -Escálala
Debí escuchar mal, ¿me había ordenado escalar? Nadie en su sano juicio sería capaz de hacer algo por el estilo. Intenté mirarlo, pero los rayos del sol incidían directamente en mis ojos, evitando poder realizar contacto visual con él. Me acerqué con cuidado a la columna, más bien aterrada por mi propia salud, si llegaba a caer a eso de tres metros me haría bastante daño… aunque lo primero era lo primero: empezar a escalar; acto que resultaba mucho más fácil decir que hacer puesto que nada más tocar aquel pilar en una zona equivocada, una parte de ella se desmoronó en forma de polvo, siendo rápidamente reemplazada por algo parecido a una barro escurridizo.
Tragué saliva, tenía claro que no iba a salir bien parada de aquella situación. Agité la cabeza de un lado a otro intentando quitar toda clase de pensamientos negativos para poder descifrar cómo iba a conseguir subir aquella monstruosidad. Tras varios intentos, todos fallidos, no conseguí llegar ni a una altura de dos metros; era prácticamente imposible conseguir de alguna forma sobrepasar alguna franja, ya que en el momento menos esperado se derrumbaba o se volvía más líquida o áspera. Estaba cansada, comenzaba a notar como el aire llegaba con dificultad a mis pulmones y las heridas de las manos seguían abriéndose con lentitud, ocasionando un agudo escozor. Tenía que pensar, escalar de manera corriente no serviría de nada, salvo para cansarme y herirme más, vamos, concéntrate Minna, ¿Dónde estás? En un entrenamiento para mejorar y florecer mis poderes; ¿cuáles son mis poderes? Controlar la tierra, ¿de qué estaba formada aquella columna? ¡Bingo! De tierra. Estaba segura de que si había conseguido coger un puñado de aquella tierra, también era capaz de moldearla a mi gusto. Posé las manos en el pilar de aquel elemento al que estaba tan arraigada, cerré los ojos y me concentré. Volví a notarla, a sentir su vida, acumulé mi poder en mis manos e imaginé como aquella masa heterogénea se volvía algo sólido y compacto, con ciertos salientes en lugares estratégicos que me permitirían subir hasta lo más alto. De alguna forma lo conseguí, gastando mucha más energía de lo que había supuesto en un principio, ahora sólo quedaba escalarlo. Llevaba alrededor de cinco metros -distacia que me llevó lo suyo subir- cuando de repente la tierra se desestabilizó, haciendo que se desintegrasen los peldaños y yo terminara en el suelo tras una buena caída y un dolor agudo en todo el cuerpo
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Nota mental: trabajar la deducción acción-reacción. Comprendo que los nervios hagan que actúe de forma más impulsiva y alocada, pero de eso a jugarse la vida así como así... Perseverancia no le falta, punto a su favor, pero le falta observar la situación de forma más crítica. No solo porque hasta que no se hubo caído más de tres veces no pensó que tal vez debería usar sus poderes, sino que, además, mostraba síntomas de que a menudo se dejaba llevar por la primera idea que se le pasaba por la cabeza. Eso estaba bien su las ideas eran buenas, claro, pero sino... En el campo de batalla no sueles tener tiempo para pensar; por ello, tus primeras opciones son vitales. Te juegas la vida en ello. ¿Qué sería de un soldado si no pudiera trepar por una pared o meterse por un boquete mientras lo persiguen? En unos pocos segundos estaría muerto. Ese tiempo de meditación suele faltar en los momentos importantes, y por ello sería algo que trabajaríamos a fondo la próxima vez. De momento que se contente con su sencilla forma de pensar.
Pero, ¡eureka! Parecía que no nos pasaríamos la tarde entera allí. Rodé los ojos al ver que parecía seguir con la idea de que había algo importante en la tierra. Lo pasé por alto. Eso también lo trabajaríamos. Estaba claro que al menos las dos siguientes clases serían teóricas... Solté un suspiro disimulado y esperé a que subiera, aunque me tensé al ver que, por su patosidad o descontrol, caía de nuevo. Pero a demasiada altura. Por instinto apoyé la mano en la columna con fuerza e hice que parte del suelo se alzara, parando en seco a Minna de forma abrupta y dolorosa. Pero, al menos, no tanto como hubiera tenido que ser en realidad. Fruncí el ceño y suspiré de nuevo, ahogando un gruñido frustrado. Me levanté y con otro golpe de talón la tierra volvió a su sitio, con mayor o menor desorden. Tampoco tenía ningún interés en fingir que allí no había pasado nada, así que la marcas quedaron. Me acerqué a Minna y la miré sin ninguna expresión en especial.
-Por hoy ya está bien. Pero no olvides que los errores tienen su precio, y la próxima vez podría haber la suficiente distancia entre tú y el suelo como para que te rompieras la cabeza. Estate más atenta.-dije con el tono serio que usaba durante las clases. Relajé los hombros y le tendí una mano para que se levantara. Una Stauffenberg no podía pasarse tanto tiempo en el suelo, por el amor de dios. Una vez en pie me quité el polvo de la ropa con un par de suaves golpes de mano y miré a Minna, preguntando con los ojos antes de llegar a decir nada.-¿Tienes algo que hacer ahora?
No estaba en mis planes iniciales alargar aquello demasiado, pero, bueno, no dejaba de ser mi hija. Suponía que tendría que aprender a tratarla como tal y no como un soldado más, así que aquello estaba bien. En teoría, claro. No tenía mucha idea de qué hacer con una hija a la que casi no conoces un martes por la tarde, pero creí que ella ya tendría muchas ideas para pasar el tiempo. Al fin y al cabo mostraba un más que notorio interés en conocerme... Aunque fuera tomar un café y hablar del tiempo, querría hacer algo, ¿no? Tampoco estaba muy seguro de ello. Hacía demasiado que no hablaba largo tendido con una mujer, y lo que estaba claro es que las de hoy en día no eran igual que las de cuando yo era joven. Nada que ver.
La observé en silencio, delineando las heridas que decoraban su nívea piel.
Pero, ¡eureka! Parecía que no nos pasaríamos la tarde entera allí. Rodé los ojos al ver que parecía seguir con la idea de que había algo importante en la tierra. Lo pasé por alto. Eso también lo trabajaríamos. Estaba claro que al menos las dos siguientes clases serían teóricas... Solté un suspiro disimulado y esperé a que subiera, aunque me tensé al ver que, por su patosidad o descontrol, caía de nuevo. Pero a demasiada altura. Por instinto apoyé la mano en la columna con fuerza e hice que parte del suelo se alzara, parando en seco a Minna de forma abrupta y dolorosa. Pero, al menos, no tanto como hubiera tenido que ser en realidad. Fruncí el ceño y suspiré de nuevo, ahogando un gruñido frustrado. Me levanté y con otro golpe de talón la tierra volvió a su sitio, con mayor o menor desorden. Tampoco tenía ningún interés en fingir que allí no había pasado nada, así que la marcas quedaron. Me acerqué a Minna y la miré sin ninguna expresión en especial.
-Por hoy ya está bien. Pero no olvides que los errores tienen su precio, y la próxima vez podría haber la suficiente distancia entre tú y el suelo como para que te rompieras la cabeza. Estate más atenta.-dije con el tono serio que usaba durante las clases. Relajé los hombros y le tendí una mano para que se levantara. Una Stauffenberg no podía pasarse tanto tiempo en el suelo, por el amor de dios. Una vez en pie me quité el polvo de la ropa con un par de suaves golpes de mano y miré a Minna, preguntando con los ojos antes de llegar a decir nada.-¿Tienes algo que hacer ahora?
No estaba en mis planes iniciales alargar aquello demasiado, pero, bueno, no dejaba de ser mi hija. Suponía que tendría que aprender a tratarla como tal y no como un soldado más, así que aquello estaba bien. En teoría, claro. No tenía mucha idea de qué hacer con una hija a la que casi no conoces un martes por la tarde, pero creí que ella ya tendría muchas ideas para pasar el tiempo. Al fin y al cabo mostraba un más que notorio interés en conocerme... Aunque fuera tomar un café y hablar del tiempo, querría hacer algo, ¿no? Tampoco estaba muy seguro de ello. Hacía demasiado que no hablaba largo tendido con una mujer, y lo que estaba claro es que las de hoy en día no eran igual que las de cuando yo era joven. Nada que ver.
La observé en silencio, delineando las heridas que decoraban su nívea piel.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
El momento de impacto fue tan doloroso e inesperado que cortó mi respiración durante unos segundos. Cuando abrí los ojos, todo estaba como al principio, o más bien casi, puesto que quedaron unas marcas donde la tierra se había elevado momentos anteriores. Todavía sentía dolor en la espalda y la cabeza, pero de alguna forma conseguí llegar hasta la mano que papá me tendía, gesto que agradecí de gran manera, tanto que hasta pareció que se había llevado con él un poco de dolor. Al ver como se limpiaba con gestos cortos, elegantes y muy precisos me miré a mi misma y pude observar que estaba llena de tierra y polvo. Me sacudí con energía, llevando consigo una gran nube de polvo bastante inesperada. Algo avergonzada por mis acciones tan poco refinadas y femeninas me quedé parada mirando al suelo, recordando palabras que tía Ofelia solía decirme a menudo cuando era más pequeña: que si debía de tener más cuidado al caminar, que si debía de dejar de formar bultitos en el suelo, que si debía de dejar de jugar en el jardín porque siempre terminaba manchada… las palabras de papá me sacaron de mis recuerdos e hicieron que lo mirase de nuevo a los ojos.
-¿Eh?...- pregunté, más bien por lo inesperada que me pareció la pregunta, rememorando a la velocidad dela luz los planes que tenía para ese día (si no contábamos los deberes que él mismo había puesto y el entrenamiento, no tenia nada mas que hacer) y negué con la cabeza, lo que me causó cierto dolor bastante molesto. Traté de ocultar el dolor lo mejor que pude, para evitar que papá pensase peor de mí, esa tarde ya había cometido demasiados fallos, no quería que pensase que a parte de tonta era una quejica.
Lo miré con cierto interés, ¿Íbamos a ir a alguna parte? La verdad era que desde que había llegado no habíamos hablado mucho de una manera tranquila,tomando un té o paseando sin tener que preocuparme de mover bien un bloque de tierra. "No es una buena persona, ni siquiera creo que te reconozca como hija" aquellas palabras de la carta de tía Ofelia eran duras y sin sentido, es cierto que a simple vista era serio, frío y algo cruel por momentos, pero también estaba segura de que hay una parte en su interior dulce y sensible que espera poder abrirse algun dia a alguien y, espero, que ese alguien pueda ser yo.
-¿Eh?...- pregunté, más bien por lo inesperada que me pareció la pregunta, rememorando a la velocidad dela luz los planes que tenía para ese día (si no contábamos los deberes que él mismo había puesto y el entrenamiento, no tenia nada mas que hacer) y negué con la cabeza, lo que me causó cierto dolor bastante molesto. Traté de ocultar el dolor lo mejor que pude, para evitar que papá pensase peor de mí, esa tarde ya había cometido demasiados fallos, no quería que pensase que a parte de tonta era una quejica.
Lo miré con cierto interés, ¿Íbamos a ir a alguna parte? La verdad era que desde que había llegado no habíamos hablado mucho de una manera tranquila,tomando un té o paseando sin tener que preocuparme de mover bien un bloque de tierra. "No es una buena persona, ni siquiera creo que te reconozca como hija" aquellas palabras de la carta de tía Ofelia eran duras y sin sentido, es cierto que a simple vista era serio, frío y algo cruel por momentos, pero también estaba segura de que hay una parte en su interior dulce y sensible que espera poder abrirse algun dia a alguien y, espero, que ese alguien pueda ser yo.
Última edición por Minna von Stauffenberg el Vie Ene 08, 2016 1:54 pm, editado 1 vez
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Solté un bufido pesado. Odiaba cuando tenía que repetir las cosas varias veces por culpa de no escucharme. Una cosa era explicar algo varias veces cuando no se entendía en clase (que de todos modos no me gustaba) y la otra era tener que hablarle a alguien lento. Y no iba a aguantar que mi hija fuera así. Aunque ya sería el colmo si encima de entrenarla tenía que darle clases privadas para que fuera un poco más despierta... ¿Pero qué narices le había enseñado la puñetera de Odelia? Por eso no me gustaba que las mujeres hicieran lo que debía hacer un hombre. Alguien tonto solo podía enseñar tonterías, y no iba a permitir que un Stauffenberg pudiera ser insultado de esa manera, no señor.
-El entrenamiento de hoy no ha sido muy largo. Si quieres podemos hacer algo más.-propuse apoyando las manos en la cadera. No tenía pendientes demasiadas cosas, así que podía permitirme perder un poco más el tiempo. Aunque si tenía que repetirle una vez más la maldita frase me plantearía seriamente eso de darle clases privadas. Claro que quizá se había dado un golpe más fuerte de lo que creía en la cabeza. Esperaba que no, pero una contusión siempre era una buena excusa para no estar al cien por cien. En ese maldito sótano tuve varias... No muy serias, por suerte, porque aparte de no tener honor la puntería la tenían en el... ya se me entiende.
-El entrenamiento de hoy no ha sido muy largo. Si quieres podemos hacer algo más.-propuse apoyando las manos en la cadera. No tenía pendientes demasiadas cosas, así que podía permitirme perder un poco más el tiempo. Aunque si tenía que repetirle una vez más la maldita frase me plantearía seriamente eso de darle clases privadas. Claro que quizá se había dado un golpe más fuerte de lo que creía en la cabeza. Esperaba que no, pero una contusión siempre era una buena excusa para no estar al cien por cien. En ese maldito sótano tuve varias... No muy serias, por suerte, porque aparte de no tener honor la puntería la tenían en el... ya se me entiende.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
-¡Sí!- dije en un tono más energético del que planeaba, olvidándome por completo de todo el dolor que me había causado la caída. Pasar tiempo con mi padre era la principal razón por la que me había mudado a aquella universidad, y desde que estaba allí me sobraban los dedos de la mano para contar las veces que propusimos, tanto uno como otro, pasar tiempo juntos sin que tuviera que ver con magia o sociología. No me quejaba, tampoco me veía en la posición para hacerlo, al fin y al cabo papá ya había formado una vida antes de que yo me presentara en frente de su despacho como un alumna completamente desconocida diciendo que era su hija. Ese momento había sido muy incómodo para los dos, pero de alguna forma conseguimos entablar algo que a mi me gustaba llamar "cariño".
Quería a mi padre, tal vez la relación que mantenía con él no era lo que me esperaba en un principio, pero desde el primer momento sentí algo en el pecho, como una especie de ánimo en crechendo cuando pensaba que podía señalarlo y decir con orgullo "es mi padre". Además, apreciaba todos los momentos que pasaba con el: las clases, los entrenamientos, algunos fines de semana que me pasaba por su residencia... aquellos instantes eran oportunidades en las que podía aprender un poquito más de él: alguna manía, algún tic, alguna expresión... me divertía mucho observarlo, y si fuera por mí me pasaría el día entero mirando su rostro y contemplando los leves cambios que podía producir con simples gestos.
Así que con todo esto ya os podeis imaginar lo contenta que me puse -¿Quieres dar un paseo? ¿O prefieres ir a tomar algo?- me volví a mirar antes de empezar a caminar con el, la mayoría del polvo se había ido con facilidad de mi ropa, por lo que mi aspecto estaba bastante presentable. Lo miré de reojo por última vez, ¿qué aprendería hoy sobre él?
Quería a mi padre, tal vez la relación que mantenía con él no era lo que me esperaba en un principio, pero desde el primer momento sentí algo en el pecho, como una especie de ánimo en crechendo cuando pensaba que podía señalarlo y decir con orgullo "es mi padre". Además, apreciaba todos los momentos que pasaba con el: las clases, los entrenamientos, algunos fines de semana que me pasaba por su residencia... aquellos instantes eran oportunidades en las que podía aprender un poquito más de él: alguna manía, algún tic, alguna expresión... me divertía mucho observarlo, y si fuera por mí me pasaría el día entero mirando su rostro y contemplando los leves cambios que podía producir con simples gestos.
Así que con todo esto ya os podeis imaginar lo contenta que me puse -¿Quieres dar un paseo? ¿O prefieres ir a tomar algo?- me volví a mirar antes de empezar a caminar con el, la mayoría del polvo se había ido con facilidad de mi ropa, por lo que mi aspecto estaba bastante presentable. Lo miré de reojo por última vez, ¿qué aprendería hoy sobre él?
Última edición por Minna von Stauffenberg el Miér Ene 13, 2016 8:53 am, editado 1 vez
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Comenzaba a pensar que había sido una mala idea. Por lo que sabía de Minna, que, de momento, era suficiente, sabía que si le daba cuerda podía convertirse en una bomba de energía, sonrisas y emoción. En sí no era malo, pero podía llegar a resultar molesto. Agradecí mentalmente que Odelia se hubiera encargado de educarla para que fuera tranquila, educada y refinada. Una lástima que fuera una mujer incompetente y no supiera ni hacer eso bien. Dios, de haber sabido lo que había hecho la habría estrangulado con mis propias manos... Y nadie hubiera podido decirme nada. Primera por secuestrar a mi hija, segunda por ser un alto cargo del ejército. Esencialmente por ser del ejército. Con la de cosas buenas que tenía, ¿por qué la gente se encaprichaba en pensar que era mejor "luchar por la paz"? ¿Qué mejor manera para asegurar la seguridad de tu país que eliminando a las amenazas exteriores? Desde luego, no había acto más puro de amor...
-Pasear está bien.-dije mirándola de reojo, sereno como solía. Terminé de acomodarme la bolsa en el hombro y suspiré con suavidad, mirando el cielo. No era tarde, y, de hecho, hacía un tiempo bastante agradable. Y el sol me había quitado buena parte del cansancio, así que supuse que no sería especialmente molesto tener una conversación banal de preguntas sin demasiada importancia... Supuse, claro.-¿Te has acostumbrado a la escuela?-pregunté mientras pasábamos por un bordillo, de esos que solían usar los niños para hacer falsos equilibrismos ayudados de sus padres. Esperaba que Minna hubiera pasado ya esa fase, aunque reconozco que la escena hubiera sido divertida.
Pocos metros más adelante, oí una suave melodía de fondo, escapando de la ventana de alguna de las residencias. No reconocía la canción, porque debía de ser bastante moderna, pero los pasos no eran parecían ser demasiado complicados. Cerré los ojos un momento, recordando las fiestas que compartí con Elizabetta, riendo con falsedad mientras sus ojos se iluminaban de pura ilusión.-Hace tiempo que no bailo.-comenté en voz alta sin quererlo.
-Pasear está bien.-dije mirándola de reojo, sereno como solía. Terminé de acomodarme la bolsa en el hombro y suspiré con suavidad, mirando el cielo. No era tarde, y, de hecho, hacía un tiempo bastante agradable. Y el sol me había quitado buena parte del cansancio, así que supuse que no sería especialmente molesto tener una conversación banal de preguntas sin demasiada importancia... Supuse, claro.-¿Te has acostumbrado a la escuela?-pregunté mientras pasábamos por un bordillo, de esos que solían usar los niños para hacer falsos equilibrismos ayudados de sus padres. Esperaba que Minna hubiera pasado ya esa fase, aunque reconozco que la escena hubiera sido divertida.
Pocos metros más adelante, oí una suave melodía de fondo, escapando de la ventana de alguna de las residencias. No reconocía la canción, porque debía de ser bastante moderna, pero los pasos no eran parecían ser demasiado complicados. Cerré los ojos un momento, recordando las fiestas que compartí con Elizabetta, riendo con falsedad mientras sus ojos se iluminaban de pura ilusión.-Hace tiempo que no bailo.-comenté en voz alta sin quererlo.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Caminamos en silencio, con tranquilidad. Me gustaban los paseos porque podía moverme de un lado a otro sin importar la dirección, aunque normalmente deambulaba cuando quería pasar un tiempo sola con mis pensamientos. Desde que llegué a la universidad mi forma de vida había cambiado completamente, por supuesto, aunque no era perfecta, siempre tenía que hacer con lo que divertirme, pero las noches nunca cambiaron, siempre estaba ese “qué pasaría si…” esa melancolía a la casa donde había crecido, ¿Que habrá sido de Ancel, el cocinero, al que le encantaba hacerme mis platos favoritos y hasta a veces me traía dulces a mi habitación sin que mi tía se enterase? ¿Y Dagna, Egmont, Erika, Louise, Pepin? Los quería a todos, aunque ellos siempre se reían de mí cuando tía Odelia me regañaba, siempre dándome consejos y guardado mis secretos cuando me derrumbaba en mi habitación o me escondía en el jardín. ¿Estarán bien? ¿Me echarán de menos? Algún día me gustaría volver a verlos…
Las palabras de papá me sacaron de mi ensimismamiento. Genial, me había vuelto a perder en mis pensamientos, si es que para esas cosas era un desastre… Asentí con la cabeza mientras aparecía una pequeña sonrisa en mis labios, aunque la vida en Solche era muy distinta, me gustaba mucho pasar el tiempo en la universidad, de alguna manera me sentía mucho más libre, parecía no haber tiempo para aburrirse, y por supuesto, lo mejor, es que tuve la oportunidad de conocer a mucha gente de mi edad. Me llevaba bien con todos mis compañeros de clase, a pesar de que todavía no había formado ningún vínculo de amistad con ellos, por supuesto que eso no me entristecía, era cuestión de tiempo entablar una buena relación de apego con alguien. -Bastante. Aún hay cosas que me cuestan como levantarme por las mañanas o no poder pedir los desayunos de Ancel… pero me gusta el ambiente y me llevo bien con todos en clase, así que no te preocupes- dije, aunque sabía de sobras que él no se preocupaba por cosas como esas, al fin y al cabo siempre me ve contenta y tampoco hay un vínculo tan estrecho por el que tenga que sentir ese deseo de los padres de proteger a sus hijas.
Al poco tiempo comencé a tararear una canción que se escuchaba en la lejanía y que cada vez se percibía más claro a medida que nos acercabamos. Esa música me recordaba a las clases de baile que tía Odelia no me dejó escapar ni una sola vez, mis intentos fueron pocos ya que siempre me había gustado y para mi tía era algo realmente esencial en una señorita como yo. - Vamos a repetir… Y… uno, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres…- decía mientras marcaba la velocidad a la que tenía que marcar los pasos. Recuerdo que al principio siempre pisaba los pies de mi pareja, aunque rápidamente me había convertido en una buena bailarina, sinceramente todavía creo que esa era la única cualidad que respetaba mi tía.
Al escuchar las palabras de papá me giré rápidamente y le tendí las manos con una sonrisa. -¿Quieres?- pregunté, esperando con falsa paciencia a que reaccionase a mi proposición.
Las palabras de papá me sacaron de mi ensimismamiento. Genial, me había vuelto a perder en mis pensamientos, si es que para esas cosas era un desastre… Asentí con la cabeza mientras aparecía una pequeña sonrisa en mis labios, aunque la vida en Solche era muy distinta, me gustaba mucho pasar el tiempo en la universidad, de alguna manera me sentía mucho más libre, parecía no haber tiempo para aburrirse, y por supuesto, lo mejor, es que tuve la oportunidad de conocer a mucha gente de mi edad. Me llevaba bien con todos mis compañeros de clase, a pesar de que todavía no había formado ningún vínculo de amistad con ellos, por supuesto que eso no me entristecía, era cuestión de tiempo entablar una buena relación de apego con alguien. -Bastante. Aún hay cosas que me cuestan como levantarme por las mañanas o no poder pedir los desayunos de Ancel… pero me gusta el ambiente y me llevo bien con todos en clase, así que no te preocupes- dije, aunque sabía de sobras que él no se preocupaba por cosas como esas, al fin y al cabo siempre me ve contenta y tampoco hay un vínculo tan estrecho por el que tenga que sentir ese deseo de los padres de proteger a sus hijas.
Al poco tiempo comencé a tararear una canción que se escuchaba en la lejanía y que cada vez se percibía más claro a medida que nos acercabamos. Esa música me recordaba a las clases de baile que tía Odelia no me dejó escapar ni una sola vez, mis intentos fueron pocos ya que siempre me había gustado y para mi tía era algo realmente esencial en una señorita como yo. - Vamos a repetir… Y… uno, dos, tres; un, dos, tres; un, dos, tres…- decía mientras marcaba la velocidad a la que tenía que marcar los pasos. Recuerdo que al principio siempre pisaba los pies de mi pareja, aunque rápidamente me había convertido en una buena bailarina, sinceramente todavía creo que esa era la única cualidad que respetaba mi tía.
Al escuchar las palabras de papá me giré rápidamente y le tendí las manos con una sonrisa. -¿Quieres?- pregunté, esperando con falsa paciencia a que reaccionase a mi proposición.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
-¿Ancel?-pregunté mirándola de golpe, alzando una ceja. No tenía ni idea de a quién se refería. Claro que, bien mirado, no sabía prácticamente nada de su vida antes de llegar a la universidad... Al darme cuenta me sentí extrañamente incómodo. Lo normal sería interesarme, deduje. Pero aquella información me daba... una mala sensación. Prefería no saber nada del pasado de los que me rodeaban. Yo más que nadie tenía razones para huir de mis memorias, y, sinceramente, prefería evitar todo lo que pudiera recordármelo. Por ejemplo, solo sabía un par de detalles de la vida de Lucius antes de que lo conociera. Cierto era que tenía algo de curiosidad, pero él mismo había dado a entender que prefería no hablar de ello. ¿Para que intentar ahondar en el tema cuando lo más probable es que solo traiga incomodidades? No, era mejor dejar todo aquello atrás. El presente era más importante, aunque quizá yo fuera el menos indicado para decirlo.
La miré curioso ante aquella proposición, mirándola unos segundos con duda. Finalmente esbocé una pequeña sonrisa e hice una pequeña reverencia a modo de broma.-Por supuesto.-dije al fin, cogiéndole la mano para atraerla hacia mí por la cintura. Aunque en mi vida no hubiera tenido mucho tiempo para los pasatiempos, adoraba el baile. Siempre lo había visto como una muestra más de quién había sido, de nuestras raíces. Toda persona que valga la pena ha de saber unos mínimos en los bailes de salón, especialmente los lentos. Tenían una elegancia, una gracilidad que las burdas danzas de aquel molesto siglo veintiuno no podían ni rozar. Bien bailado, toda mujer se volvía hermosa, y todo hombre parecía invencible.
Respiré hondo y comencé a moverme, recordando por inercia los pasos de una melodía como aquella. Intenté no pensar en ello, pero con una mano en su cintura y nuestros cuerpos tan cerca el uno del otro, costaba no darse cuenta de que Minna ya era, ciertamente, toda una mujer. Inevitablemente me recordó a Elizabetta, con quien compartía altura, mirada y curvas. Casi parecía un mal chiste del destino. Una suerte que yo no creyera en esas cosas.
La miré curioso ante aquella proposición, mirándola unos segundos con duda. Finalmente esbocé una pequeña sonrisa e hice una pequeña reverencia a modo de broma.-Por supuesto.-dije al fin, cogiéndole la mano para atraerla hacia mí por la cintura. Aunque en mi vida no hubiera tenido mucho tiempo para los pasatiempos, adoraba el baile. Siempre lo había visto como una muestra más de quién había sido, de nuestras raíces. Toda persona que valga la pena ha de saber unos mínimos en los bailes de salón, especialmente los lentos. Tenían una elegancia, una gracilidad que las burdas danzas de aquel molesto siglo veintiuno no podían ni rozar. Bien bailado, toda mujer se volvía hermosa, y todo hombre parecía invencible.
Respiré hondo y comencé a moverme, recordando por inercia los pasos de una melodía como aquella. Intenté no pensar en ello, pero con una mano en su cintura y nuestros cuerpos tan cerca el uno del otro, costaba no darse cuenta de que Minna ya era, ciertamente, toda una mujer. Inevitablemente me recordó a Elizabetta, con quien compartía altura, mirada y curvas. Casi parecía un mal chiste del destino. Una suerte que yo no creyera en esas cosas.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
-Ancel, el cocinero de tía Odelia -dije como si fuera obvio. Entonces me di cuenta de que papá no sabía nada de mí hasta hace… ¿dos meses? Pensar que llevaba tan poco tiempo con él y mis recuerdos ya empezaban a mezclarse.... todavía me parecía extraño el haberme adaptado tan rápido a su presencia, como si en realidad siempre hubiese estado ahí. No se, éramos raros y eso, de alguna forma, era bueno para nosotros- ¡Ah! Claro. Perdona, a veces no me doy cuenta de que no vivías conmigo y tía Odelia -era un poco incómodo no acordarse de algo tan básico como eso, pero decidí no darle muchas vueltas al asunto. No conseguiría nada bueno preocupandome, así que ¿para qué perder el tiempo?
Hubo un momento en el que sí me puse nerviosa al pensar que papá no quería bailar conmigo, aunque rápidamente solté un suspiro aliviada al sentir el tacto de su mano firme sobre mi espalda y mi mano derecha, bailando incluso mejor que mi profesor particular, guiandome con gentileza y firmeza a través de pequeños movimientos limpios que hacían la danza más bella todavía. Yo por mi parte seguía repitiendo una y otra vez aquellos números en mi cabeza: un, dos, tres… un, dos, tres… a medida que me relajaba y miraba cada vez más la cara de papá, reparando en sus ojos que parecieron perder su brillo, tan particular, durante unos segundos -Papá… ¿Estás bien?- estaba algo preocupada, parecía que su alma había viajado a otro lugar, muy lejos de donde me encontraba en aquel momento.
Hubo un momento en el que sí me puse nerviosa al pensar que papá no quería bailar conmigo, aunque rápidamente solté un suspiro aliviada al sentir el tacto de su mano firme sobre mi espalda y mi mano derecha, bailando incluso mejor que mi profesor particular, guiandome con gentileza y firmeza a través de pequeños movimientos limpios que hacían la danza más bella todavía. Yo por mi parte seguía repitiendo una y otra vez aquellos números en mi cabeza: un, dos, tres… un, dos, tres… a medida que me relajaba y miraba cada vez más la cara de papá, reparando en sus ojos que parecieron perder su brillo, tan particular, durante unos segundos -Papá… ¿Estás bien?- estaba algo preocupada, parecía que su alma había viajado a otro lugar, muy lejos de donde me encontraba en aquel momento.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Elizabetta siempre fue muchas cosas. Elegante, sutil, amable, gentil, hermosa. Para mí en especial, una molestia. Aunque estaba de acuerdo en que las mujeres casadas no podían (o más bien, no debían) hacer grandes cosas sin sus maridos, las fiestas me parecían desagradables. No por la gente, la comida o el ambiente. Pese a lo que uno pudiera pensar por mi actitud general, eso me gustaba. Me hacía sentir especial, importante, lo que realmente era. Pero por aquel entonces estaba demasiado sumergido en los entrenamientos. Los bailes, por mucho que los disfrutara, me quitaban tiempo. Y sin embargo, pese a saber eso, Elizabetta siempre me arrastraba a una fiesta tras otra, alegando que me iría bien tener contactos y amistades. Que en un futuro quizá eso me salvara la vida. Tardé en comprender que lo hacía para que fuera amable con ella. Ya en esa época fingía sonrisas donde había amargura y escondía mis opiniones, en mayor o menor medida. Por ende, en compañía Elizabetta y yo nos veíamos como la mejor pareja del mundo. Siempre le gustó meter el dedo en la yaga.
-]Estoy bien.-dije sereno, volviendo al presente. No valía la pena recordar esas cosas. Me ponían de mal humor, y para bien o para mal Minna se daba cuenta la mayoría de las veces. Aunque yo tampoco era especialmente difícil leer mis expresiones, que digamos.-Solo recordaba.
-]Estoy bien.-dije sereno, volviendo al presente. No valía la pena recordar esas cosas. Me ponían de mal humor, y para bien o para mal Minna se daba cuenta la mayoría de las veces. Aunque yo tampoco era especialmente difícil leer mis expresiones, que digamos.-Solo recordaba.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
A medida que los minutos pasaban, los pasos del baile se volvían cada vez más lentos y sin rimo. La música había desaparecido por completo, pero papá no pareció notarlo en absoluto, ahora estaba segura de que la mente de papá estaba en otro lado, lejos, seguramente donde yo no podía llegar. Apreté su mano con firmeza, en un simple gesto para hacerle notar que estaba ahí, que podía hablar y desahogarse si quisiera; pero mis acciones no llegaban a él, tan perdido en sus pensamientos que seguramente si me iba en ese momento no lo notaría.
Cuando volvió en sí, aceleró el paso, pero yo me detuve antes de que hiciera como si nada hubiese pasado. Al venir aquí estaba llena de preguntas y anécdotas que quería que me contase, pero al ver a papá por primera vez mi mente se había quedado en blanco, como si todos los pensamientos que había retenido por tanto se hubieran desvanecido, agobiados por retenerlos tanto tiempo. Solté su mano, ya no quería seguir bailando, una pregunta estaba latente en mi mente, y si no la soltaba me arrepentiría para toda mi vida. Cogí un poco de aire, pero no me atreví a mirarlo a los ojos -¿A mamá?
Cuando volvió en sí, aceleró el paso, pero yo me detuve antes de que hiciera como si nada hubiese pasado. Al venir aquí estaba llena de preguntas y anécdotas que quería que me contase, pero al ver a papá por primera vez mi mente se había quedado en blanco, como si todos los pensamientos que había retenido por tanto se hubieran desvanecido, agobiados por retenerlos tanto tiempo. Solté su mano, ya no quería seguir bailando, una pregunta estaba latente en mi mente, y si no la soltaba me arrepentiría para toda mi vida. Cogí un poco de aire, pero no me atreví a mirarlo a los ojos -¿A mamá?
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Algo hizo "clic" en mi cabeza. Me estaba relajando demasiado. Minna era tan observadora que rápidamente se daba cuenta de todo, lo que no ayudaba demasiado. Pese a ser mi hija, y especialmente por serlo, no podía dejarme llevar así como así y permitir que entrara en mi cabeza. Suficientemente complicado era ya de por sí sacar algo en claro como para que además ella metiera las narices. La solté en cuanto dejamos de bailar, escuchándola sin muchas ganas. ¿Qué le costaba no meter el dedo en la yaga? ¿Tan complicado se le hacía? Yo no iba recordándole que todas las personas que en algún momento conoció ya quedaban muy lejos, o que la persona que la crió estaba muerta. Quizá debería, para que se callara. Aunque, conociéndola, no tenía muchas esperanzas.
-No.-mentí con demasiada facilidad. Ya le había hablado demasiadas veces de ella. Siempre las mismas preguntas, las mismas dudas estúpidas que no quería responder. Entendía que quisiera saber más sobre su madre, pero no me apetecía hablar de ella. Era uno de esos borrones en mi vida que preferiría olvidar, incluso si fue un borrón importante. Me pasé la mano por el cabello, acomodándolo, y miré al cielo, que comenzaba a teñirse de rojo.-Será mejor que nos vayamos.
-No.-mentí con demasiada facilidad. Ya le había hablado demasiadas veces de ella. Siempre las mismas preguntas, las mismas dudas estúpidas que no quería responder. Entendía que quisiera saber más sobre su madre, pero no me apetecía hablar de ella. Era uno de esos borrones en mi vida que preferiría olvidar, incluso si fue un borrón importante. Me pasé la mano por el cabello, acomodándolo, y miré al cielo, que comenzaba a teñirse de rojo.-Será mejor que nos vayamos.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Solté un suspiro al escuchar su respuesta tan tajante. Odiaba cuando me mentía, o tal vez no me mentía, pero siempre era la misma respuesta, siempre cambiaba su expresión cuando la nombraba; la primera vez que pregunté sobre ella me había respondido, las típicas preguntas superficiales que todo el mundo hace, pero cuando quise conocerla un poco más… siempre salía con alguna excusa, o simplemente se enfadaba, o me cambiaba de tema, dejando de lado las preguntas que nunca me respondía. Soy consciente de que soy pesada, siempre lo he sido, y si hubiera algo que pudiera hacer para saber más sobre mi madre lo haría, pero la única persona que sabe sobre ella era justamente la persona que se negaba a contar más que lo que se podía ver por una simple foto.
Crucé los brazos al mismo tiempo que fruncí el ceño. Quería explicaciones y parecía que preguntando por las buenas no iba a llegar a ningún lado. Había tomado una decisión: no me iba a mover de allí hasta que me diera algunas explicaciones. -¿Por qué siempre evitas lo mismo?
Crucé los brazos al mismo tiempo que fruncí el ceño. Quería explicaciones y parecía que preguntando por las buenas no iba a llegar a ningún lado. Había tomado una decisión: no me iba a mover de allí hasta que me diera algunas explicaciones. -¿Por qué siempre evitas lo mismo?
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Ya estábamos otra vez. Minna nunca podía dejar la fiesta en paz. Siempre debía tener el último comentario, la última frase hiriente para que quisiera matarla. Ya sabía mucho de mi vida; lo suficiente como para deducir que no me apetecía hablar más de lo necesario de ella. ¿Por qué, entonces, siempre terminaba saliendo Elizabetta en la conversación? Estaba seguro de que había mil cosas más de las que hablar. No sabía cuales, porque hasta hacía poco no tenía a nadie con el que practicar eso de que te explicasen algo y que te importara más de lo normal, pero ahí estaban. Quizá no me gustara hablar de tonterías, pero Minna era lo suficientemente inteligente como para encontrar algo interesante de lo que hablar. Aunque no la conociera mucho, incluso yo podía llegar a hacerlo. ¿Por qué, entonces, sacar siempre el mismo condenado tema?
-Porque no me apetece recordar ciertas cosas. Creo que sabes lo suficiente de mí como para entender eso.-dije seco y cortante, mirándola con dureza. No me gustaba que fuera pesada, incluso si sabía que no se quedaría de brazos cruzados sin conseguir lo que quería. Estúpido gen familiar.
-Porque no me apetece recordar ciertas cosas. Creo que sabes lo suficiente de mí como para entender eso.-dije seco y cortante, mirándola con dureza. No me gustaba que fuera pesada, incluso si sabía que no se quedaría de brazos cruzados sin conseguir lo que quería. Estúpido gen familiar.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
No me moví. Ni siquiera cambié mi expresión. Aquellas palabras sonaban vacías, meras escusas para no decirme lo realmente importante. Tal vez lo estaba exagerando, tal vez no había nada especial que recalcar, pero aquella forma en la que desviaba la conversación empezaba a cansarme, ¿qué hay de malo que quiera saber como era mi madre? Él no me entendía, no había tenido que sufrir la cara de angustia de tía Odelia cada vez que pasaba cerca de un retrato suyo, llorado en días señalados que no sabía lo que realmente significaba. Había tratado muchas veces de obtener información a partir de tía Odelia, pero era un asunto muy delicado; cada vez que preguntaba por mi madre, ella se cerraba en banda, negaba sin parar, murmuraba un nombres desconocido que resultó ser el de papá, y a los pocos segundos tenía que sentarse porque se agobiaba. Ahora sólo me quedaba él, y sin embargo, conseguía los mismos resultados que preguntándole a tía Odelia; al conocer a papá pensé que era muy distinto a mi tía, pero si te fijas bien tienen algunos aspectos en común, tal vez es por eso por lo que se llevaban tan mal.
-Si no mantuvieras el tema como si fuese un secreto de estado yo no insistiría tanto- sentencié, con un nudo en la garganta. Estaba harta, ¿por qué yo era la única que no podía saber nada? ¿Qué es ese misterio que envuelve a mi madre? ¿No soy de confiar? Muchas preguntas, pero cuando encontraba a alguien que podía contestarme, nunca lo hacía.
Después quieren que no sea pesada.
-Si no mantuvieras el tema como si fuese un secreto de estado yo no insistiría tanto- sentencié, con un nudo en la garganta. Estaba harta, ¿por qué yo era la única que no podía saber nada? ¿Qué es ese misterio que envuelve a mi madre? ¿No soy de confiar? Muchas preguntas, pero cuando encontraba a alguien que podía contestarme, nunca lo hacía.
Después quieren que no sea pesada.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
-¿Y por qué insistes tanto a estas alturas? Sabes cómo era, cómo era nuestro matrimonio, porqué murió y porqué acabaste siendo criada por tu tía. ¿Qué más quieres saber?-le espeté frunciendo más el ceño, entrando en cólera-¿Su color favorito? El verde, "porque le encantaban mis ojos". ¿Su momento favorito? Cuando me convencía para ir a una de esas estúpidas fiestas donde finalmente le hacía caso. ¿Su plato favorito? La berenjena rellena que nos preparaba su madre. ¿El vestido que mejor le sentaba? El azul terciopelo. ¿Por qué me quería? No lo sé, jamás llegué a entenderlo. ¿Por qué la trataba tan mal cuando a todas luces era un ángel? Porque soy un gilipollas que no es capaz de aceptar que la quiso incluso más de cincuenta años después. ¿Alguna estúpida pregunta más que me haga sentir como la mierda, o podemos irnos?-escupí sin siquiera pensarlo, llegando al límite. Me arrepentí en el acto. No tenía que saber todas esas cosas. No las necesitaba. Apreté la mandíbula y bajé la mirada, respirando hondo. La había cagado hasta el fondo.
Me giré, cogí mis cosas y me fui, sin decir nada más. No quería dar más explicaciones. No podía. En ese momento... solo quise desaparecer y dejar que los brazos de Lucius me consolaran.
Me giré, cogí mis cosas y me fui, sin decir nada más. No quería dar más explicaciones. No podía. En ese momento... solo quise desaparecer y dejar que los brazos de Lucius me consolaran.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
Mensajes : 115
Galmos : 50035
Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: ¡Que comience el entrenamiento espartano! [Privado con Kaim]
Había conseguido lo que e proponía, que papá me hablase sobre aquellos detalles triviales que el simple hecho de conocer, hacen que te sientan más cercana a una persona, aún si la susodicha no se encontraba aquí. Por otro lado, conseguir mis propósitos causó el efecto contrario a todo lo que me esperaba. ¿Qué había pasado? Hasta ese momento todo iba de maravilla, hasta había bailado un poco con papá; ahora, por culpa de mi descontrolada curiosidad y mi forma de ser tan testaruda, había conseguido que se enfadase de verdad, hasta tal punto, que me había dejado sin palabras.
Ver a papá de ese modo hizo que tuviera el impulso de abrazarlo, acariciar un brazo, o cualquier otra tímida señal de afecto que se me ocurriese; pero mi cuerpo se quedó inmóvil, enraizado en el duro suelo de las canchas, sintiendo un fuerte dolor en el pecho que comenzaba a pesar cada vez más. Me mordí el labio, me sentía impotente, como si toda la fuerza y energía,que según aquel hombre me caracterizaba, se hubiera desvanecido en el aire.Con un gran sentimiento de culpa, y sin saber muy bien qué hacer, miré la espalda de papá alejarse hasta que llegó a ser un pequeño punto en la lejanía. Sin fuerzas, me giré y caminé hacia el lado opuesto, con la vista borrosa, hacia mi dormitorio, pensando en las consecuencias de mi propia obstinación.
Ver a papá de ese modo hizo que tuviera el impulso de abrazarlo, acariciar un brazo, o cualquier otra tímida señal de afecto que se me ocurriese; pero mi cuerpo se quedó inmóvil, enraizado en el duro suelo de las canchas, sintiendo un fuerte dolor en el pecho que comenzaba a pesar cada vez más. Me mordí el labio, me sentía impotente, como si toda la fuerza y energía,que según aquel hombre me caracterizaba, se hubiera desvanecido en el aire.Con un gran sentimiento de culpa, y sin saber muy bien qué hacer, miré la espalda de papá alejarse hasta que llegó a ser un pequeño punto en la lejanía. Sin fuerzas, me giré y caminé hacia el lado opuesto, con la vista borrosa, hacia mi dormitorio, pensando en las consecuencias de mi propia obstinación.
Minna von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Humano
Mensajes : 60
Galmos : 49217
Reputación : 2
Temas similares
» [Privado] My... ¿"Lord"? —Kaim von Stauffenberg
» Kaim von Stauffenberg
» Relaciones [Kaim]
» Cronología [Kaim]
» Flamas y pétalos (priv Kaim)
» Kaim von Stauffenberg
» Relaciones [Kaim]
» Cronología [Kaim]
» Flamas y pétalos (priv Kaim)
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.