[Privado] My... ¿"Lord"? —Kaim von Stauffenberg

—¿De veras? Pues si place a vuestra señoría, Brakenbury, podéis escuchar cuanto decimos. ¡No concertamos traición alguna, hombre! Decimos que el rey es prudente y virtuoso, y su noble reina, algo entrada en años bella y nada celosa…¡Decimos que la mujer de Shore posee un pie bonito, labios de cereza, ojos encantadores y una voz sumamente agradable, y que los parientes de la reina son unos perfectos hidalgos! ¿Qué decís, señor mío? ¿Podéis negar todo esto?— la recitación de aquel poema se podía escuchar de parte de la suave voz de Arabelle, quién interpretaba sin pudor alguno las palabras de Gloster, paseándose por el verde terreno que le rodeaba y le abrazaba en soledad en ese momento, a sabiendas de que seguramente nadie le escucharía o le vería. ¿A qué se debía aquella seguridad? A que todos estaban en horario de clases, o al menos la mayoría de los estudiantes, y ella no veía la necesidad de asistir a la clase de hoy, ni a la de mañana, ni a la de los demás días. ¡Ella había sido parte de la historia! ¡Todo lo que pasaban ella lo había vivido! —Conozco la mayoría de la historia, y aún así pasé cuatro años de mi eterna vida en esas clases— con una mano en su pecho, una pose firme, y el libro cayendo junto a su mano, se quedó pensando en las aburridas explicaciones del maestro aquel, con el que había tenido clases durante sus cuatro años de estancia en Solche.

Cerrando el libro sin más leyó la cubierta en silencio, acariciando las letras en relieve del mismo. —La Tragedia de Ricardo III...Edward, ¿Quién sabe que habrá pasado por tu cabeza cuando escribiste esto?— tomó asiento en una banca que tenía cercana, mientras golpeaba suavemente el libro contra la palma de la mano ajena donde tenía sujetado el pequeño objeto, quedándose pensativa un momento. Tomó un mechón de su albino cabello para colocarlo tras su oreja, luego de que el viento lo desordenara un poco —¡Somos los siervos de la reina y debemos obedecer! ... Gracias Ed, sé perfectamente que esto va para mi— se quejó, pues sabía perfectamente que se refería a cuando apenas había comenzado con su vida de "lujo", y desobedecía bastantes reglas que eran sumamente importantes. Aquellos tiempos eran algo que no se daba el momento de recordar, ya que los tenía fijo como pasado simplemente, y le restaba importancia. Le extrañaba, ya que había sido el padre que jamás tuvo la oportunidad de tener, y realmente sufrió con su muerte; era un dolor que tendría que llevar por el resto de su vida, como otros dolores... —Bueno, que debo terminar la interpretación— colocándose de pie, volvió a donde estaba antes, aclarando su garganta antes de continuar.

—¡Ve, sigue el camino que no volverás a recorrer, simple crédulo Clarence! ¡Te amo tanto, que inmediatamente quisiera enviar tu alma al cielo, si el cielo consintiese en recibir el presente de nuestras manos! ¿Pero quién se acerca? ¿El recién libertado Hastings?— aunque no era exactamente Hastings, y tampoco era como si ella fuera adivina, pero sus instintos podían decirle que alguien estaba cerca de sus alrededores, seguramente escapándose de clases, o aprovechando sus minutos de tiempo libre para despejar la mente, y luego enfrentarse a las clases que tanto solían agobiar...o tan solo era alguien del personal que buscaba un escape de sus labores.

Pero vaya sorpresa que se llevaría Berit.

Aquella extraña esencia del contrario le decía que no era un real peligro para ella, pero también algo en su pasado se removía al verle finalmente, en aquel porte tan elegante, digno de un caballero, y aquel habla tan bien enseñado, que no se le daba a cualquiera, y menos en la época actual...si es que las familias así no se habían extinguido por completo con el paso del tiempo. Era bastante joven, pensó Arabelle, pero no tenía la apariencia de un estudiante tampoco... ¿Sería un posible maestro, tal vez? Sus palabras no hicieron hablar a Arabelle, quién solo se permitió escuchar aquel trozo de la hermosa tragedia que sostenía en una de sus manos, mientras sus brazos se mantenían cruzados, y ella se mantenía bajo la sombra del gran árbol que adornaba el hermoso paraje a su alrededor. El recitar de sus palabras le hacían sentir en épocas antiguas, cuando las obras cómicas solían reinar en los reinos, burlándose de los más altos rangos, y divirtiendo a la pueblina con su buen sentido del humor; aquellos tiempos que solía extrañar de vez en cuando, pero que sabía que no volverían, por más esfuerzos que pusiera en ello.

Sus manos enguantadas, en un suave aplaudir, felicitaron al contrario ante aquella hermosa interpretación, la cual aún seguía e su cabeza, y seguramente no se iría con tanta facilidad —Vaya a saber yo que hice, para que Dios me permitiera escuchar aquellos versos de una boca que no fuera la mía— mencionó una vez terminada su felicitación, prefiriendo no moverse de su lugar, y volviendo a cruzar sus brazos —Y que más de decir, que ha sido una hermosa interpretación...Es bueno ver que aún hay personas que conocen este tipo de obras, que lamentablemente han sido olvidadas con el pasar de los años— apartó la mirada del contrario un momento solo para ver la cubierta de su libro. Ah...que triste era la vida en algunos casos. Pero bueno, ella no había logrado llegar hasta donde estaba, viviendo de la tristeza del pasado. Girándose en su lugar, caminó hasta la banca donde minutos antes se había sentado, guardando el libro en el bolso que reposaba en aquel sitio, y volviendo su atención a su nuevo acompañante, a quién se acercó hasta donde la sombra del árbol le permitía.

—Y muy bien, no parece ser usted un estudiante de Solche... ¿Es acaso que forma parte de los Docentes? Porque si es así, al parecer no tengo clases con usted— la educación con la que hablaba era algo que era inconsciente, a pesar de que siempre intentaba hablar más..."actualizado". —Pero fuera de eso, ¿Tengo el placer de conocer el nombre, de la persona que aún aprecia las obras de este fallecido poeta?— con un movimiento elegante, su mano, con la palma hacía arriba, se dirigió hacía él, como esperando que se fuera a presentar —Claro, si le incomoda, puedo presentarme primero~—.

Inevitablemente, chasqueó los dedos ante lo mencionado sobre su trabajo en Solche, con una sonrisa felina suave en el rostro —Ya veo por qué no tengo clases con usted, aunque me alaga su comentario— confesó, acomodándose un poco el cuello de su camisa blanca, para así también poder acomodar su cabello, obligándolo a caer por su hombro derecho como una enorme manta de hebras platinadas —Soy estudiante de Historia, así que dudo e algún momento le vea dando alguna clase mía, a menos que en algún momento sufra de problemas de sociabilidad, y eso dudo llegue a pasar en algún momento— y es que iniciar una conversación con ella no era nada difícil, para ella, claro; cualquier tema podía ser conversación, desde los incidentes de hace una semana, hasta lo que se desayunó esa mañana.

Sus ojos se abrieron con sorpresa ante su presentación, quedándose unos minutos quieta mientras los recuerdos golpeaban su cabeza como bombas, en especial el apellido de aquel hombre al cual su "familia" le había servido durante un tiempo, en especial ella cuando apenas había llegado. Colocó su mano en su pecho de forma elegante, para luego simplemente posar una rodilla contra el suelo, bajando el rostro y hablando con más formalidad que antes —Lamento mucho mi descortesía, Lord Stauffenberg— mencionó de repente, sin dirigirle la mirada. Claramente, una escena rara para cualquier persona, pero no para ella, y tal vez para él tampoco...o tal vez si —Arabelle Maryse Berit Von Kleist, viuda de Morgenstern, para servirle— se presentó finalmente, sin titubear ni mostrar otra emoción que no fuera...respeto. Por su cabeza pasó si es que aquel hombre sería el mismo al que ella sirvió por un corto periodo de tiempo, o era de la época actual, pero que aún mantenía la educación de aquellos tiempos. Daba igual, ya estaba de rodillas frente a él, esperando silenciosa sus palabras.