The encounter [ Priv Kaim von Stauffenberg ]

por **Rebecca Joestar** Jue Sep 10, 2015 8:19 pm

Otro día empezaba, otro día de trabajo. El curso acababa de empezar y ya nos estaban bombardeando los deberes y los proyectos en la carrera. No me quejaba, estaba encantada, es más, adoraba aprender, pero en esos días estaba algo desganada. Quizás por el cambio de ambiente, de país, el clima o que ya no vivía en mi casa, en mi cuarto, donde pasé toda mi vida. Me incorporé de la cama frotándome un ojo, abriendo la boca dejando escapar un bosteza frágil y débil. Corrí las cortinas y me bajé de la cama, rascándome un muslo con el pie contrario. No sabía qué hora era, pero tampoco tenía mucho interés en saberlo. Pese a tener estos pensamientos tan dejados, en cuanto vi que apenas quedaba unos tres cuartos de hora para que empezase el día lectivo mi chip cambió. Solté un grito sorprendida y corrí a ducharme, mi pulso se disparó como un tren, no podía llegar tarde, era una falta grave.

Apenas tardé cinco minutos en ducharme y otro par más en peinarme y colocarme el uniforme. Antes de salir metí todo el material correspondiente en la mochila, hice la cama y dejé todo bien ordenado. No me daba tiempo a desayunar, así que tendría que esperar hasta el descanso para correr a una de las máquinas expendedoras y coger cualquier cosa que me quitase el dolor de barriga que sufría.

El centro aún me seguía sorprendiendo. Lo miraba asombrada, tenía cada detalle que me enamoraba. Quizás su arquitectura, su estilo artístico, los pasillos… Algo tenía la Universidad que siempre me hacía entrar con ganas en las clases. Quizás era la emoción causada por los primeros días del curso. Pero estaba perdida. Me detuve en medio de nada, como un alma errante que vagaba por la Tierra buscando descansar en paz. Me rasqué la mejilla, desconcertada. ¿Debería preguntar a algún alumno? Miré a un grupo que estaba al final del pasillo, pero no me dio tiempo a alcanzarlos, ni siquiera escucharon mi “!Perdonad¡”. Fruncí ligeramente el ceño y giré sobre mis talones, yendo por otro de los muchos pasillos de los que gozaban esas instalaciones.

Al final encontré lo que parecía ser la Sala de Profesores. Aún quedaba algo de tiempo para que empezasen las clases, así que podía pasarme a preguntar y resolver algunas de mis cuestiones. Toqué un par de veces la puerta y la abrí con cuidado, asomando la cabeza - ¿Se puede? – exclamé terminando por abrirla del todo. Era una habitación bastante amplia, con varias mesas para cada uno de los profesores, plantas, una máquina de café… Me quedé mirando el aparato durante unos instantes, necesitaba una dosis de esa sustancia. Negué suavemente con la cabeza y busqué con la mirada alguien que me pudiese orientar. Entonces me topé con un hombre sentado en una de las sillas. Su cabello era castaño claro, parecía incluso rubio, con una mirada atrayente. Alcé un poco la cabeza, dando un paso hacia delante – Disculpe si interrumpo algo – mi tono era firme, no tartamudeaba ni dudaba – Soy una alumna nueva en este centro y aun me cuesta moverme. ¿Podría decirme donde está el aula correspondiente a Psicología, por favor? – una sonrisa amable y cálida se dibujó en mis labios. Tenía que empezar buen pie y dar una mala impresión al profesorado. Al menos él se veía tranquilo y bastante amable, o bueno, eso parecía, como todos sabemos las apariencias engañan.

por **Kaim von Stauffenberg** Sáb Sep 12, 2015 6:50 am

¿No eran preciosos los martes? Hacía poco que la semana había empezado, al igual que el curso en sí, y la gente estaba como loca, pero yo adoraba los martes. No tenía clases hasta tercera hora, apenas tenía que ver a esos niñatos y podía irme antes de hora a casa. ¿No era maravilloso? Bien podía pasar el rato en la sala de profesores quitándome trabajo de encima o irme antes a mi piso. De hecho si quería venir más tarde, tampoco pasaba nada. No quitaba el hecho de que tenía que enseñar a parásitos con la cabeza hueca, claro, pero al menos me alegraba el día con esos pensamientos positivos. Tomé un sorbo de mi café y seguí leyendo los expedientes de algunos de mis alumnos. La mayoría ya sabía cómo controlarlos y qué esperar de ellos, pero nunca estaba de más prepararse para cualquier posible incidente. Al fin y al cabo los más problemáticos eran los que menos interés tenían en sacar buenas notas. También eran orgullosos, irritantes y asquerosos, pero por suerte la experiencia estaba de mi parte. Ya fuera con tierra o con una expulsión permanente lograría que que me dejaran hacer clase en paz. Bebí un poco más y seguí pasando páginas, observando de reojo cómo los demás profesores iban y venían estresados por el inicio de las clases. También adoraba aquello. ¿Podía haber algo mejor que ver a los demás seres inferiores matarse para hacer un trabajo medianamente decente? Bueno, sí, habían muchas cosas mejores, como por ejemplo no tener que estar rodeado día sí día también de esas criaturas, pero al menos así me divertía. Sonreí suavemente y encontré por casualidad el archivo de Allan. Por pura curiosidad lo ojeé un poco, aunque rápidamente arrugué la nariz.

¿Un ángel? Qué lástima. Aunque parece más dispuesto a ser lógico que el resto de su especie... No sería la primera vez que un ayudante de Dios se desvía de su supuesto "camino divino", pensé con algo de desgana. Consideraba aquellos seres "puros" y "buenos" una chorrada, algo imposible de tener en cuenta. Nadie es tan bueno que nunca piensa en sí mismo, ni busca el bien ante todo pase lo que pase, y ni mucho menos es incorruptible. Además, eran tan cerrados de mente y tozudos que casi era imposible plantearles nada que se escapara de su plan de "bondad y rectitud". Para bien o para mal, me alegraba de que al menos aquel muchacho no siguiera al pie de la letra su doctrina. O, como mínimo, que así lo pareciera.

Antes de que pudiera mirar nada más una niñita entró descaradamente, gritando y sin ningún tipo de cortesía. ¿Pero qué se han creído, que pueden hacer lo que quieran y donde quieran? Resistí el impulso de fruncir el ceño y la miré con curiosidad, como si me sorprendiera gratamente su "educación". Un par de golpes se merecía ésta, vaya que sí... Sonreí y hice un vago gesto con la mano, quitándole hierro al asunto.-Nada, nada.-dije, pues realmente no estaba haciendo nada de vital importancia-. ¿De qué curso eres?-pregunté para poder responderle bien. Al fin y al cabo según dónde estuviera tendría un profesor u otro, ergo le tocaría ir a un aula o a otra. ¿Os imagináis que sólo hubiera un profesor de cada materia? Sería un caos. Cien alumnos por clase... Escalofríos me daba. Grr. La miré cálidamente, tratando de saber qué esperar de ella. Si había escogido psicología era muy probable que estuviera en mi clase, pues en muchos casos se complementaba con sociología. Obviamente dependía más de qué rama hubieras escogido de psicología, pero siempre ayudaba saber cómo reaccionarían las personas. Al fina y al cabo, ¿no es ese parte de su trabajo?

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