Nueva compañera (priv- Mio)

No esabía muy bien a qué hacía referencia la mujer que la recibió con eso de "compartir habitación". Le costó entender que tendría que tener en su habitación a otra persona. O más bien, tendrían que vivir ambos, o ambas, en una habitación.
Nadie le había mencionado nada de eso, pero era una sorpresa, aunque no muy agradable. Ella estaba acostumbrada a su espacio, a su soledad, y a no verse rodeada constantemente de personas. Es más, todas las que la rodeaban acostumbraban a acabar muertas. Sin embargo había ido allí con la idea contraria. Dejar de ser una solitaria y amargada fantasma y aprender a vivir y convivir con los humanos.  Así que tendría que hacer un esfuerzo por sonreír y adaptarse a su nueva vida.

Caminó por el pasillo de la institución, siguiendo a una de las docentes. Miraba todo a su alrededor con curiosidad. Las cosas habían cambiado mucho en los años que ella se había resguardado en la montaña. Habían aparecido teléfonos, coches... unos extraños instrumentos llamados ordenadores (que no acababa de entender para qué servían) y cien inventos extraños más.
La mujer se paró frente a una puerta y le hizo un gesto con la cabeza, indicándole que entrase. Mio miró unos segundos el pomo de la puerta. ¿Miedo?
Por supuesto que no. Nunca tenía miedo... Pero eso de compartir cuarto... Era totalmente nuevo.

Finalmente y tras coger aire unos segundos, alargó la mano y giró el pomo, despacio. Fue la docente quien le dió un ligero empujón y entró de golpe en la habitación, casi tropezándose con sus propios pies. Apretó los labios, molesta ante esa actitud de la mujer y le dedicó una mirada que parecía querer congelarla ahí mismo, aunque esta ya se estaba yendo por el pasillo.
Miró el interior de la sala, un lugar oscuro donde había un rectángulo de luz y el rostro semioculto de una chica. -Ehm... Hola. - dio un paso para entrar, casi con duda. -Esto.... ¿Esto es una habitación compartida? Me han dicho que tengo que vivir en una habitación compartida...- arrastró las palabras suavemente, de manera natural.

Sus ojos se acostumbraron con rapidez a la penumbra del lugar. Contempló a la joven de arriba a abajo, en silencio. Parecía pequeñita, una niña pequeña y frágil. Una de esas almas puras e inocentes a las que es incapaz de dañar o tan siquiera mirar mal.
Ladeó la cabeza, observando el lugar. Había una cama estilo occidental, de aspecto mullido y blando. Un armario para cada una, o al menos eso supuso ya que había dos, unas estanterías para libros y una puerta que daba a otro lado, un baño, seguramente.

Avanzó un par de pasos más y dejó su bolsa sobre la cama, Contenía cuadernos, bolígrafos y demás instrumentos que le dijeron que iba a necesitar para las clases y ropa del nuevo mundo, más cómoda y actual que los antiguos kimonos a los que estaba acostumbrada. Se había comprado, también, un gorro de invierno con forma de medusa gigante, aunque no lo llevaba sobre la cabeza en aquel momento.
-¿Toda la universidad tiene habitaciones compartidas...? -aquello era completamente nuevo. Palabras como universidad, electrónico... Ella no era de aquel tiempo. Era de un lugar, una época mucho más antigua, donde lo que eran conocidos eran las okiyas, los getas, los kimonos y los platos de ramen caliente. Sin embargo había algo que no cambiaba y seguía estando igual de bueno. El chocolate.
Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa en cuanto la chica, Nanael, le ofreció algo que no sabía que era, pero mencionó que era de chocolate. Alargó los dedos y cogió una de aquellas extrañas y blandas "cosas". -Me gusta el chocolate.... Sabe bien. - le dedicó una pequeña sonrisa a la chica e inclinó la cabeza en una formal reverencia, lo cual hizo que el pelo blanco se deslizase por sus hombros y le tapase el rostro como una cortina de seda blanca -Yo soy Yuki. Mio Yuki.... - volvió a incorporarse, aún con ese extraño alimento en los dedos. -Gracias por aceptarme en la habitación compartida.

Fue entonces cuando dedicó toda su atención al chocolate y le pegó un pequeño mordisco a ese alimento. Fue lo mejor que había probado en su vida. Casi pudo sentir como sus rodillas temblaban ante aquel dulce manjar. -Esto esta.... buenísimo.. - susurró mordiendo otro pedazo esta vez más grande. -Nunca había probado nada tan bueno..

-Yo...- las palabras salían de su boca despacio. En otra persona habrían sonado pausadas y huecas, pero en Mio eran como un canto suave, más bien. -No estoy muy acostumbrada a... todo lo que son centros de este tipo. - De hecho no estaba acostumbrada a las escuelas, y ya ni hablar de las universidades. El mundo había dado un gran avance, pasos agigantados mientras ella se había quedado congelada, y nunca mejor dicho, en una época antigua.

Contempló como la chica se sentó. Sus delicados pies apenas llegaban al suelo. -Mio está bien. Supongo que aquí no se tratarán a las personas por el apellido... - eso era algo que se le hacía extraño, pero había tantas cosas que se le hacían extrañas que lo raro sería que no se le hiciera raro nada. -Así que esto.. - bajó la mirada hacia aquel dulce de chocolate que le pringaba los dedos melosamente. -Si se llama berlina... ¿Acaso vienen de Berlín...? - volvió a mirar a la joven. Tenía muchas preguntas en su cabeza, como por ejemplo qué estudiaba ella. Que clase de ser era... Con qué clase de seres podría encontrarse allí..

-Sí, soy de primer año. Acabo de llegar, de hecho. No sabía muy bien a donde tenía que apuntarme... De hecho aquí se estudian cosas que ni siquiera sé que son... - encogió unos segundos los hombros y se acabó lo que quedaba de berlina. -Dentro de todo lo que me dijeron para escoger... creo que la danza puede resultarme interesante. Y ya di antiguamente algunas clases de danza. Aunque me supongo que no será nada parecido...- se miró los dedos, donde quedaba algún rastro de chocolate y ladeó la cabeza en busca de algún pañuelo o alguna cosa con la que poder limpiarse los dedos. -Uhm.. Disculpa pero... No quiero manchar todo con chocolate.. ¿Hay algunos lavabos o aguas termales cerca de aquí?- sonrió ligeramente. Le quedaba muchísimo por aprender, pero algo le dijo que la pequeña chica con la que iba a compartir cuarto a partid de ahora la ayudaría con gusto.