Wanna join me? {Priv. Miu

Soltó un suspiro al cielo, secó el sudor de su frente con su antebrazo y se dispuso nuevamente a practicar sus saques. Hacía poco había cogido un resfrío que le impidió seguir con las prácticas de Vóleibol, no era como si hubiese estado en cama, moribundo, ni nada por el estilo. Congestión nasal. Sí, esa sensación tan odiada donde no tenía que elegir entre comer o respirar, cuando se cansaba cinco veces más caminando o corriendo por el simple hecho de tener su nariz congestionada. Por eso lo dejó durante una semana, se sentía algo culpable y hasta torpe, Nikolá era de esos que sufría con la sensación de perder técnica faltando sólo a unas prácticas. Por eso, ahora que tenía tiempo libre, practicaba sus saques con esmero, fuerza. Estaba puliendo su mejor arma.

Fue a buscar la pelota que había pedido prestada y volvió a su posición original, tres pasos tras la línea. Si bien tenía fuerza, no siempre podía elegir la dirección concreta de la bola, y eso le molestaba un montón. Era por esa misma razón que muchas veces no dimensionaba tampoco su fuerza y perdía el saque fuera del espacio delimitado. Tomó un poco de agua de su botella, y la dejó allí donde estaba, sobre el suelo al lado suyo.
Fijó la mirada a un punto del extremo contrario, decidiendo el curso que quería efectuar y lazó la pelota hacia arriba. Dos pasos alargados, uno de rechazo y saltó tan alto como pudo para pegar al objeto en movimiento, con fuerza, como un látigo. En el aire fijó la vista al trayecto de la bola y se sorprendió al ver una silueta, veloz, acercándose a la bola. Entre sorprendido y asustado, esperó que no se tratara de alguien que pasaba por allí y que, accidentalmente, recibiera un pelotazo. Menos con menuda fuerza que había impuesto.

—¡Cuidado!— Advirtió en cosa de milisegundos, aterrizando de pie. Estaba dispuesto a correr para ayudar a quien recibiera su golpe, pero ni siquiera avanzó un paso... Esa persona ¿No había sido golpeada?

Que buen día. Todo había sido como los anteriores, sin ninguna contra medida en especial, por ese simple hecho era un buen día; tal vez era algo conformista, pero no importaba mucho, Miu era feliz así. Terminadas las clases fue directo a su habitación para ir a dejar su mochila y cuadernos. Como ya era costumbre en ella, iría a hacer un poco de ejercicio para estirar los músculos que sentía agarrotados por estar sentada tanto tiempo; bastante difícil considerando su hiperactividad. Ya en su cuarto abrió la mochila y la dio vuelta su cama, desparramando todas sus cosas y de paso vaciando la mochila. Guardó una botella con agua, una bolsa de patatas fritas grandes y unas rodilleras por si llegase a necesitarlas. Ya que quería jugar un poco al vóleibol debía estar preparada por si comenzaba a hacerse daño con el suelo, cosa que dudaba si entrenaba sola… Quedó casi veinte minutos viendo las rodilleras dentro de su mochila abierta, pensando en si sacarlas o no. Finalmente se decidió a llevarlas.

Ya iba llegando a las canchas cuando un fuerte golpe llamó su atención. Se acercó curiosa al lugar de donde vino el sonido y nuevamente el ruido de algo reventándose le aseguró que iba bien encaminada. Cuando llegó a la cancha admiró al joven que iba en busca de la pelota de voleibol y volvía a su posición sin percatarse de la presencia de la chica. Miu ladeó suavemente la cabeza y dedujo, de forma ridículamente rápida, que aquél personaje practicaba saques. Dejó caer su mochila al piso y corrió con velocidad al otro lado de la cancha, en busca de la pelota que golpearía el muchacho. Sin saber cómo, llegó a tiempo para tirarse al suelo de rodillas y recibir de forma bastante incómoda el balón, que por la asombrosa fuerza que llevaba golpeó los antebrazos de Miu y siguió de largo. La recepción había sido un total fracaso. Aún así, la chica sonrió y fue en busca del balón. Cuando lo tuvo entre sus manos volvió corriendo hasta donde se encontraba el desconocido y se lo lanzó suavemente. —Buen saque, tenía una gran potencia.— Felicitó con una sonrisa. Sus brazos escocían, podría sonar estúpido o masoquista, pero amaba ese ardor en la piel. —Me entrometí, pero aún así no pude recibirla correctamente. Una vez más.— Dijo mientras levantaba su dedo índice y sonreía como una mocosa. A pesar de que sonaba como una demanda, realmente le estaba pidiendo un favor.

Aterrizó de manera suave con sus pies, anonadado por la vista que había tenido. Aquel personaje frente suyo tenía el cabello corto, y había sido bastante rápido a la hora de alcanzar su saque, pero también se sintió orgulloso de que el lanzamiento no haya perdido potencia, en un partido oficial eso definitivamente hubiese sido un punto. Recibió el balón con la sonrisa más extensa que le permitía su rostro humano a la par que se acercaba con pequeños saltitos emocionados hacia quien tenía frente suyo.

—No, no, no, ni hablar. Estuviste muy cerca de alcanzarlo, ¡Eso fue genial! — Hacía un tiempo que Nikolá no jugaba con nadie, a pesar de que pertenecía al club de su fraternidad, por dicho resfrío del demonio que se le ocurrió coger de repente. —Pero de verdad me asustaste, pensé que  te iba a dar en la cara. — Agregó con tono aliviado, rascando su nuca. No se había fijado especialmente en ello, pero a medida que se acercaba, la chica frente suya se le hacía cada vez más baja.

Asintió de inmediato, tener alguien con quien practicar tus saques lo hacía por mucho más divertido, pero algo le desconcertó en el acto. Apenas bajó la mirada, su rostro se desfiguró con sorpresa, retrocediendo medio paso hacia atrás. —O-oye, ¿estás bien? E-estás sangrando…— señaló con nerviosismo una de las rodillas ajenas, la misma que sangraba ridículamente rápido, aumentando la torpeza del dragón. No le daba miedo ver sangre ni nada por el estilo, pero ya se veían algunas gotas bajando hacia los pies de la chica. —Espera un poco. —Nikolá le pasó el balón y corrió hacia donde tenía su bolso, buscó una de sus toallas y de paso recogió su botella de agua. Lo había visto muchas veces, eso de lavarse la herida, pero él no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo. Asique una vez frente a ella torció el gesto. —Puedes sentarte y usar esto para limpiarte un poco… creo que sirve, lo vi ayer en una película.

Ojalá la niña dejara de sangrar y no fuera especialmente delicada, porque Nikolá ya se había hecho a la idea de sacar para ella.