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Absolutamente todas las tablillas utilizadas en el foro fueron creadas por el staff, y únicamente para nuestro foro. Muy por el contrario, ninguna de las imágenes nos pertenece, aunque todas han sido editadas en photoshop por el Staff. Las imágenes han sido sacadas de Zerochan, Pixiv y Deviantart. Los físicos de Galamoth son de "Nafah" en deviantart también.
Agradecemos a foroactivo por los tutoriales. Por último especificamos que todo el material que los usuarios posteen aquí pertenece solo al usuario. El plagio no será tolerado, sean originales, por favor.
Quiero agradecer primordialmente a mi staff, que ha sido quien me ha motivado a seguir con este proyecto. Agradezco especialmente a Kashia Bythesea por ayudarme a buscar las imágenes para variadas labores, siempre muy dispuesta. Agradezco especialmente Darsey O. Gobin por impulsarnos a salir adelante incluso aunque los tiempos se vean difíciles y comencemos a cansarnos. Así es como se sale adelante: en equipo y con amor.
Por último y muy importante agradezco a todos los usuarios que han mantenido a este foro vivo, muchas gracias.
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Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
2 participantes
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Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
Como... ¿piedras en el agua?
"Las piedras también saltan sobre el agua, ¿sabías?"
Abel tenía una curiosidad por su alrededor tan natural como respirar y tan inocente como la de el gato del dicho. ("La curiosidad mató al gato."). Si veía por donde caminar, por donde husmear o por donde meter las narices cuando no era su asunto, le era imposible rechazar aquel camino. Era un especialista en meterse en todos lados menos en donde realmente debía hacerlo, eso solía mantenerlo rodeado de problemas, era realmente un tipo "problemático". Nadie debería dejarse engañar por la insana y satírica curiosidad que el pelirrojo intenso poseía, pues tenía un carácter bastante receloso, que le impedía ser catalogado como un bien chico.
Realmente el era el tipo de muchacho que metería a gente más enclenque que el en los casilleros, que se sentaría al final del salón con su bola de amigos ignorando en su mayoría las clases y que se robaría y catalogaría como suya la mejor mesa de la cafetería, que nadie que no estuviese en un grupo cercano a el podría usar. Era un marca-territorio y recelaba todo lo que el decía que le pertenecía. Muchos podrían catalogarlo como un "simple idiota y engreído". No le molestaba en absoluto.
No obstante, detrás de esos casi dos intimidantes metros, detrás de aquellos gestos de pocos amigos y esa postura de "no te acerques, no te he llamado", tenía algunas pasiones, algunas cosas que le amansaban y sin poder evitarlo, le sacaban una sincera sonrisa de calma, emoción y relajación. Era un hombre complicado. Un viejo de más de un siglo y medio con la mentalidad de apenas un adolescente pasional, explosivo y estúpidamente arriesgado.
En aquella ocasión su curiosidad le guiaba por las tantas y tantas hectáreas de jardines que tenía la universidad. Muchas plantas, bancas y adornos bonitos por todos lados. Un lugar para tener una buena cita, sin duda, sin embargo, eso no era lo que el buscaba. Buscaba diversión, tranquilidad y paz, además, quizá, solo quizá, a alguna persona que no fuese tan tediosa, para pasar el rato hablando de cualquier cosa que saliese de sus bocas. No era exactamente un libro abierto, pero no todo en su vida se trataba de secretos, aunque casi.
Finalmente vio algo más emocionante que bancas y flores por todos lados. Pudo observar una fuente, una enorme, enorme, enorme fuente que era perfecta para entretenerse un rato. Esa sonrisa casi infantil se dibujo muy notoria su rostro. Se acercó con algo de prisa, más no corriendo, y tomó la primera piedra plana que vio en el suelo, lanzándola lejos de manera vertical, haciendo que rebotase dos veces en el agua antes de hundirse y dejando insatisfecho al pelirrojo, obligándole a tomar otra piedra con la intención de hacerlo un poco mejor, por lo menos.
Realmente el era el tipo de muchacho que metería a gente más enclenque que el en los casilleros, que se sentaría al final del salón con su bola de amigos ignorando en su mayoría las clases y que se robaría y catalogaría como suya la mejor mesa de la cafetería, que nadie que no estuviese en un grupo cercano a el podría usar. Era un marca-territorio y recelaba todo lo que el decía que le pertenecía. Muchos podrían catalogarlo como un "simple idiota y engreído". No le molestaba en absoluto.
No obstante, detrás de esos casi dos intimidantes metros, detrás de aquellos gestos de pocos amigos y esa postura de "no te acerques, no te he llamado", tenía algunas pasiones, algunas cosas que le amansaban y sin poder evitarlo, le sacaban una sincera sonrisa de calma, emoción y relajación. Era un hombre complicado. Un viejo de más de un siglo y medio con la mentalidad de apenas un adolescente pasional, explosivo y estúpidamente arriesgado.
En aquella ocasión su curiosidad le guiaba por las tantas y tantas hectáreas de jardines que tenía la universidad. Muchas plantas, bancas y adornos bonitos por todos lados. Un lugar para tener una buena cita, sin duda, sin embargo, eso no era lo que el buscaba. Buscaba diversión, tranquilidad y paz, además, quizá, solo quizá, a alguna persona que no fuese tan tediosa, para pasar el rato hablando de cualquier cosa que saliese de sus bocas. No era exactamente un libro abierto, pero no todo en su vida se trataba de secretos, aunque casi.
Finalmente vio algo más emocionante que bancas y flores por todos lados. Pudo observar una fuente, una enorme, enorme, enorme fuente que era perfecta para entretenerse un rato. Esa sonrisa casi infantil se dibujo muy notoria su rostro. Se acercó con algo de prisa, más no corriendo, y tomó la primera piedra plana que vio en el suelo, lanzándola lejos de manera vertical, haciendo que rebotase dos veces en el agua antes de hundirse y dejando insatisfecho al pelirrojo, obligándole a tomar otra piedra con la intención de hacerlo un poco mejor, por lo menos.
▲Faniahh
Abel V. Shvets- Sexo :
Raza : Demonio
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Reputación : 10
Localización : Seguro durmiendo en algún lado.
Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
Era un día cualquiera, uno mas en la "monótona" vida de nuestro castaño. Había pasado -como era normal en él- un par de días en el hospital, rondado por los alrededores prácticamente como si viviera allí y no en las residencias. Había hecho uso de las instalaciones a su gusto y no fue hasta que una enfermera lo regañó y lo echó del edificio que el "joven" de digno a ir a su habitación, prácticamente por obligación. No le gustaba particularmente su nueva casa, porque de algún modo, la simple palabra "casa" lo hacia sentir claustrofobico. No era que la habitación fuera pequeña, tampoco se trataba de que el hospital fuera más acogedor, simplemente que, para él, la palabra "hogar" no representaba nada bueno, como mínimo no cuando este se encontraba rodeado por cuatro paredes. Le traía malos recuerdos, recuerdos de cientos de años atrás, pero que insistían en permanecer presentes en su cabeza, persistentemente, tan vividos como si hubiera sido solo ayer el tiempo en que fue una mera propiedad; casi un objeto.
Entró en la habitación y dejó sus cosas encima del pequeño sillón que tenia en una de las equinas de la sala. Tomó sus cosas y se dirigió a la ducha tranquilamente, tomándose su tiempo para lavar su largo cabello, haciendo luego lo mismo con su cuerpo. Salió prácticamente una hora y media después -un tiempo record, normalmente tardaba más (???)- y se dejó caer sobre la cama, mirando el techo de la habitación. Durante el tiempo que había estado bajo el agua había tratado no pensar en ello, había intentado tranquilizarse y relajarse; no había funcionado. Se levantó y tomó el aparato que había encima de su "tocador", comenzando la ardua tarea de secarse el pelo ayudándose con un peine. Al terminar observó la sala, en silencio, tanto silencio que prácticamente parecía un lugar desierto, como si fuera el único en toda la universidad. Aquella desagradable sensación lo asustaba, hacia que frunciera ligeramente el ceño, con una mirada de temor que se reflejaba perfectamente en sus obres. Premió los labios con fuerza y tras vestirse apropiadamente -poniéndose una camisa blanca y unos pantalones tejanos ligeramente rasgados e la zona de las rodillas- salió de la habitación, claramente apresurado. A esas horas no había nadie del personal en las residencias, cosa que potenció aún más su miedo y desesperación. Salió del edificio y se dirigió corriendo a los jardines, observando claramente que no era el único en ese lugar; había estudiantes por todas partes.
Se apoyó en un árbol, levemente jadeante, con una expresión ahora más aliviada, pero aún pálido y ligeramente mareado. Caminó hasta llegar cerca de la fuente, donde se tumbó bajo la sombra de un árbol y quedó rápidamente dormido. El sonido del viento moviendo las hojas, el canto de los pájaros, el rumor de la gente a lo lejos; aquello era lo único que realmente podía tranquilizarlo. Permaneció dormido hasta que el sonido de las piedras rozando el agua lo despertó. Aquello le traía recuerdos, por una vez en mucho tiempo, recuerdos positivos. Solía jugar a eso con Yunuen, el hombre al que en un pasado fue capaz de amar. Se levantó y fue tranquilamente hacia la fuente, que se encontraba allí mismo. Aunque no llegó a tiempo para ver los saltos que había hecho aquella ultima piedra, los había podido apreciar con su fino oído - 8 ¿huh? nada mal - dijo sonriendo tenuemente, dirigiendo su mirada hacia el lanzador, quien se encontraba al otro lado de la fuente. Era un joven pelirrojo, alguien a quien ya había visto en el pasado, en más de una ocasión, en realidad. Era alguien difícil de olvidar -en muchos sentidos-.
Sopló una leve brisa, sacudiendo ligeramente su cabello y haciendo sonar los cascabeles que había en este. El castaño posó algunos de sus mechones detrás de la oreja y mientras aquella leve brisa seguía sacudiendole el pelo, él permaneció allí, de pie, sin acercarse ni alejarse, sin saber si el contrario prefería estar solo o acompañado.
Entró en la habitación y dejó sus cosas encima del pequeño sillón que tenia en una de las equinas de la sala. Tomó sus cosas y se dirigió a la ducha tranquilamente, tomándose su tiempo para lavar su largo cabello, haciendo luego lo mismo con su cuerpo. Salió prácticamente una hora y media después -un tiempo record, normalmente tardaba más (???)- y se dejó caer sobre la cama, mirando el techo de la habitación. Durante el tiempo que había estado bajo el agua había tratado no pensar en ello, había intentado tranquilizarse y relajarse; no había funcionado. Se levantó y tomó el aparato que había encima de su "tocador", comenzando la ardua tarea de secarse el pelo ayudándose con un peine. Al terminar observó la sala, en silencio, tanto silencio que prácticamente parecía un lugar desierto, como si fuera el único en toda la universidad. Aquella desagradable sensación lo asustaba, hacia que frunciera ligeramente el ceño, con una mirada de temor que se reflejaba perfectamente en sus obres. Premió los labios con fuerza y tras vestirse apropiadamente -poniéndose una camisa blanca y unos pantalones tejanos ligeramente rasgados e la zona de las rodillas- salió de la habitación, claramente apresurado. A esas horas no había nadie del personal en las residencias, cosa que potenció aún más su miedo y desesperación. Salió del edificio y se dirigió corriendo a los jardines, observando claramente que no era el único en ese lugar; había estudiantes por todas partes.
Se apoyó en un árbol, levemente jadeante, con una expresión ahora más aliviada, pero aún pálido y ligeramente mareado. Caminó hasta llegar cerca de la fuente, donde se tumbó bajo la sombra de un árbol y quedó rápidamente dormido. El sonido del viento moviendo las hojas, el canto de los pájaros, el rumor de la gente a lo lejos; aquello era lo único que realmente podía tranquilizarlo. Permaneció dormido hasta que el sonido de las piedras rozando el agua lo despertó. Aquello le traía recuerdos, por una vez en mucho tiempo, recuerdos positivos. Solía jugar a eso con Yunuen, el hombre al que en un pasado fue capaz de amar. Se levantó y fue tranquilamente hacia la fuente, que se encontraba allí mismo. Aunque no llegó a tiempo para ver los saltos que había hecho aquella ultima piedra, los había podido apreciar con su fino oído - 8 ¿huh? nada mal - dijo sonriendo tenuemente, dirigiendo su mirada hacia el lanzador, quien se encontraba al otro lado de la fuente. Era un joven pelirrojo, alguien a quien ya había visto en el pasado, en más de una ocasión, en realidad. Era alguien difícil de olvidar -en muchos sentidos-.
Sopló una leve brisa, sacudiendo ligeramente su cabello y haciendo sonar los cascabeles que había en este. El castaño posó algunos de sus mechones detrás de la oreja y mientras aquella leve brisa seguía sacudiendole el pelo, él permaneció allí, de pie, sin acercarse ni alejarse, sin saber si el contrario prefería estar solo o acompañado.
Kashia Bythesea- Sexo :
Raza : No lo se.
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Localización : ...-En el hospital, probablemente-
Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
¿Ocho salitos? ¿eso había sido todo?, en tiempos anteriores, cuando tenía la mente más despejada y otras cosas en la cabeza le era más sencillo hacer incluso el doble de saltos de lo que ahora había hecho, con esfuerzo. Era molesto ver como la piedra plana y redonda se hundía en el agua sin siquiera intentarlo un momento más, era débil y pesada. Sin más, llegó al fondo de la fuente, tocando el suelo rendida y haciendo que el pelirrojo chasquease la lengua, disgustado.
Se sacó la chamarra de cuero, tirándola al suelo como si se tratase de un trapo barato, tomando luego todo su cabello entre sus dos manos, dejando ver que uno de los lados estaba rapado y que en ambas orejas sostenía dos perforaciones en forma de expansores, que pasaban y se doblaban en forma de espinas torcidas, de tonalidades moradas. No tardó mucho en amarrarlo haciendo una cebolla con el mismo, para que no le estorbase. Suspiró.
Aún con las manos encima de su cabeza, afirmando el peinado sin cuidado que se había echo para que el cabello no le molestase, ladeó suavemente la cabeza al percibir un aroma extraño, amargo y que definitivamente había percatado anteriormente, más de una vez. Su rostro cambió rápidamente de amargado y disgustado a malicioso y burlón, era el tipo de la ultima vez, ese al que tanto disfrutaba molestar, el que parecía niña. "Su víctima favorita".
—Nena~.—Dijo sin demorar. Si, desde el primer momento en el que lo veía sentía ese estúpido y juvenil instinto de molestarle y por supuesto no trataba de evitarlo, era bastante divertido y poco le importaba si era inmaduro o incorrecto.—¿Viniste en busca de más?. No me sorprende, todos siempre vuelven.
Rió sin siquiera tratar de disimularlo, acercándose al tipo mientras levantaba una piedra que había puesto antes en la orilla de la fuente. Sus pasos, como siempre, eran intimidantes, largos, con la intención de hacerlo retroceder. Lo único que no le gustaba era que el chico de cabellos castaños parecía ser una persona demasiado literal y no comprendía que lo que el chico quería era asustarlo. Que lastima, eso le quitaba un poco de sabor a la situación, no obstante, era fácilmente recuperable con las posibles opciones que ya tenía Abel en la cabeza. Tal vez golpearlo un poco, robarle algo o aún más divertido que eso, darle un baño en la grande y bonita fuente. No podía esperar a hacerlo, sinceramente.
—O tal vez... quieres darte un baño~. Yo puedo encargarme de eso personalmente.—Dijo ya frente a el, jugueteando entre sus dedos con la piedra plana y circular, ansioso.
Se sacó la chamarra de cuero, tirándola al suelo como si se tratase de un trapo barato, tomando luego todo su cabello entre sus dos manos, dejando ver que uno de los lados estaba rapado y que en ambas orejas sostenía dos perforaciones en forma de expansores, que pasaban y se doblaban en forma de espinas torcidas, de tonalidades moradas. No tardó mucho en amarrarlo haciendo una cebolla con el mismo, para que no le estorbase. Suspiró.
Aún con las manos encima de su cabeza, afirmando el peinado sin cuidado que se había echo para que el cabello no le molestase, ladeó suavemente la cabeza al percibir un aroma extraño, amargo y que definitivamente había percatado anteriormente, más de una vez. Su rostro cambió rápidamente de amargado y disgustado a malicioso y burlón, era el tipo de la ultima vez, ese al que tanto disfrutaba molestar, el que parecía niña. "Su víctima favorita".
—Nena~.—Dijo sin demorar. Si, desde el primer momento en el que lo veía sentía ese estúpido y juvenil instinto de molestarle y por supuesto no trataba de evitarlo, era bastante divertido y poco le importaba si era inmaduro o incorrecto.—¿Viniste en busca de más?. No me sorprende, todos siempre vuelven.
Rió sin siquiera tratar de disimularlo, acercándose al tipo mientras levantaba una piedra que había puesto antes en la orilla de la fuente. Sus pasos, como siempre, eran intimidantes, largos, con la intención de hacerlo retroceder. Lo único que no le gustaba era que el chico de cabellos castaños parecía ser una persona demasiado literal y no comprendía que lo que el chico quería era asustarlo. Que lastima, eso le quitaba un poco de sabor a la situación, no obstante, era fácilmente recuperable con las posibles opciones que ya tenía Abel en la cabeza. Tal vez golpearlo un poco, robarle algo o aún más divertido que eso, darle un baño en la grande y bonita fuente. No podía esperar a hacerlo, sinceramente.
—O tal vez... quieres darte un baño~. Yo puedo encargarme de eso personalmente.—Dijo ya frente a el, jugueteando entre sus dedos con la piedra plana y circular, ansioso.
Abel V. Shvets- Sexo :
Raza : Demonio
Mensajes : 386
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Reputación : 10
Localización : Seguro durmiendo en algún lado.
Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
Observó como el contrario ataba su cabello y dejaba de lado su chaqueta, para luego percatarse de su presencia. Debía confesar que hasta ahora no tenia ningún "buen recuerdo" de las ocasiones en las que se había cruzado con el pelirrojo. Quizás, en algún lugar recóndito de su mente, le recordaba levemente al amargo y poco agradable sabor del tabaco mascado, acompañado por el particular gusto de la saliva ajena. "Recuerdalo cada vez que me veas" en ocasiones el castaño era demasiado obediente, y sin embargo ni él mismo parecía darse cuenta de ello.
En cuanto sus ojos se cruzaron con los del pelirrojo, muy en el fondo de aquello que a algunos les gusta llamar "corazón", se arrepintió de haber estado allí, en ese momento y ese día. Sin duda había sentido el repentino deseo de entablar conversación con él, no porque fuera él en realidad, más bien porque estaba con ánimos de hablar con cualquier persona que estuviera buscando lo mismo. Su pánico en momentos anteriores había provocado en él castaño el incontrolable deseo de intercambiar palabras con otro "ser humano" y ese desgraciadamente había terminado siendo él contrario. El deseo, no obstante, se desvaneció en cuanto él pobre joven recordó la personalidad del pelirrojo, su forma de ser; Nada bueno saldrá de esto se dijo a si mismo, añadiendo un definitivamente para reafirmarlo. Por desgracia ya era tarde, él pelirrojo lo había notado y su reacción había sido justo la que cabía esperar de él, aunque sus palabras y su tono de bravucón pasaban inadvertidos por el "radar de odio" de Kashia, quien simplemente entendida aquello como la forma que tenia él contrario para relacionarse con otros, simple y puramente. Nunca, ni siquiera por un momento se le cruzó la idea de que estuviera tratando de buscar una reacción de "enojo" o "molestia" en él; de haber sido así probablemente habría tratado de reaccionar como este quería, así era su personalidad: "complaciente".
¿Buscar más? ¿Buscar más que? no importaba cuanto tratara de hacerlo, nunca compendia nada de lo que salida de la insolente boca de aquel joven. Era difícil de entender, como mínimo para él lo era. Buscaba mucho más a fondo de lo que era necesario, trataba de buscar una razón, algo que hiciera que el pelirrojo actuara de ese modo, sin saber que, muy probablemente, tal razón siquiera existía. Para él castaño el mundo entero se presentaba con una complejidad abismal, un sin fin de incógnitas y sucesos que no lograba descifrar por mucho que lo intentara; una de ellas era sin duda alguna aquel pelirrojo. - No se de que me estás hablando - dijo totalmente en serio, acompañándolo con su siempre indiferente e inexpresivo rostro.
Al observarlo, solo podía pensar en lo curioso que se le hacia el caminar del contrario. Eran pasos largos, que fácilmente invadían el espacio personal; la intimidad ajena. Él castaño estaba convencido de que él pelirrojo no comprendía ninguno de esos términos y hacia que creyera, quizás un poco divertido, que en ese sentido era tan ignorante como él en lo que concernía al arte de relacionarse. Sin embargo esos eran pensamientos que se encontraban en su caos mental, en el sin fin de información que recibía de cada leve acción que él contrario efectuaba, burlón. Finalmente observó como se paraba frente a él, escuchando atentamente lo siguiente que iba saliendo sus labios, mientras levantaba su cabeza progresivamente hasta llegar a una posición en la que pudiera observarlo debidamente. Tras eso reflexionó seriamente -como siempre- aquello que él pelirrojo le decía y finalmente respondió, con igual seriedad que antes - No creo que esa sea una tarea que te corresponda - pronunció tranquilamente. No dijo nada más, tampoco hizo otro movimiento remarcable, simplemente permaneció allí, quieto, sin retroceder o desviar la mirada.
En cuanto sus ojos se cruzaron con los del pelirrojo, muy en el fondo de aquello que a algunos les gusta llamar "corazón", se arrepintió de haber estado allí, en ese momento y ese día. Sin duda había sentido el repentino deseo de entablar conversación con él, no porque fuera él en realidad, más bien porque estaba con ánimos de hablar con cualquier persona que estuviera buscando lo mismo. Su pánico en momentos anteriores había provocado en él castaño el incontrolable deseo de intercambiar palabras con otro "ser humano" y ese desgraciadamente había terminado siendo él contrario. El deseo, no obstante, se desvaneció en cuanto él pobre joven recordó la personalidad del pelirrojo, su forma de ser; Nada bueno saldrá de esto se dijo a si mismo, añadiendo un definitivamente para reafirmarlo. Por desgracia ya era tarde, él pelirrojo lo había notado y su reacción había sido justo la que cabía esperar de él, aunque sus palabras y su tono de bravucón pasaban inadvertidos por el "radar de odio" de Kashia, quien simplemente entendida aquello como la forma que tenia él contrario para relacionarse con otros, simple y puramente. Nunca, ni siquiera por un momento se le cruzó la idea de que estuviera tratando de buscar una reacción de "enojo" o "molestia" en él; de haber sido así probablemente habría tratado de reaccionar como este quería, así era su personalidad: "complaciente".
¿Buscar más? ¿Buscar más que? no importaba cuanto tratara de hacerlo, nunca compendia nada de lo que salida de la insolente boca de aquel joven. Era difícil de entender, como mínimo para él lo era. Buscaba mucho más a fondo de lo que era necesario, trataba de buscar una razón, algo que hiciera que el pelirrojo actuara de ese modo, sin saber que, muy probablemente, tal razón siquiera existía. Para él castaño el mundo entero se presentaba con una complejidad abismal, un sin fin de incógnitas y sucesos que no lograba descifrar por mucho que lo intentara; una de ellas era sin duda alguna aquel pelirrojo. - No se de que me estás hablando - dijo totalmente en serio, acompañándolo con su siempre indiferente e inexpresivo rostro.
Al observarlo, solo podía pensar en lo curioso que se le hacia el caminar del contrario. Eran pasos largos, que fácilmente invadían el espacio personal; la intimidad ajena. Él castaño estaba convencido de que él pelirrojo no comprendía ninguno de esos términos y hacia que creyera, quizás un poco divertido, que en ese sentido era tan ignorante como él en lo que concernía al arte de relacionarse. Sin embargo esos eran pensamientos que se encontraban en su caos mental, en el sin fin de información que recibía de cada leve acción que él contrario efectuaba, burlón. Finalmente observó como se paraba frente a él, escuchando atentamente lo siguiente que iba saliendo sus labios, mientras levantaba su cabeza progresivamente hasta llegar a una posición en la que pudiera observarlo debidamente. Tras eso reflexionó seriamente -como siempre- aquello que él pelirrojo le decía y finalmente respondió, con igual seriedad que antes - No creo que esa sea una tarea que te corresponda - pronunció tranquilamente. No dijo nada más, tampoco hizo otro movimiento remarcable, simplemente permaneció allí, quieto, sin retroceder o desviar la mirada.
Kashia Bythesea- Sexo :
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Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
Había algo muy molesto, y es que, a pesar de que Abel siempre había sido un especialista en molestarse fácilmente, había cosas en especial que estaban destinadas a siempre tener el poder de joder al pelirrojo; una de ellas era que alguien fuese demasiado literal, o como el les llamaba: "Demasiado estúpidos para comprender las verdaderas situaciones". Y es que, ¿cómo era posible que el castaño pudiese ser tan ingenuo como para no comprender lo que Abel hacía?. Era un tipo bastante raro, sin duda. ¿Qué tipo de persona se dejaría hacer y molestar de tal manera por quien sea? Solo alguien lo suficientemente ingenuo como para no darse cuenta completamente de lo que pasaba, y es que Abel estaba seguro de que el castaño no comprendía la mitad de las cosas que el pelirrojo decía. Siempre que el le decía algo, y ya había sido en varias ocasiones, el medico terminaba diciendo cosas como "eres muy raro" o "no te comprendo". ¿Donde había estado toda su vida? ¿Encerrado en una caja de cartón?. Por supuesto que al demonio le molestaba y por supuesto, también, que no iba a darse el tiempo y la paciencia de explicárselo. "No se de que me estás hablando" fue su manera ese día de como siempre, mencionarle que no le entendía. ¿Cómo no podía comprender que Abel lo estaba amenazando?. Era fastidioso.
No tardó demasiado tiempo en perderle espacio personal, que rápidamente fue hecho añicos y tirado al suelo, para luego ser pisoteado luego de que Abel termino de acercarse al afeminado. Su ceño estaba, como siempre, fruncido. Sus ojos verdosos se asomaban por los del el castaño, penetrándolos de una manera tan agresiva, que casi dolían los ojos. Casi. No solamente había desvanecido el espacio personal del chico, sino que también había abarcado por completo las pupilas del muchacho invadiéndole aún más, con aquellos ojos matadores suyos. No parecía estar dispuesto a tenerle paciencia, aunque eso no era algo nuevo.
Ahora, mira que decirle a Abel que le corresponde y que no era uno de los más grandes errores que cualquiera pudiese cometer, pues era como tratar de mandarle que podía hacer y que no, y eso definitivamente no le gustaba; ni un poco. "No creo que esa sea una tarea que te corresponda" fue el gran error del pobre medico. No es como si el pelirrojo pensaba en dejarle ir antes, pero ahora, era un hecho que verdaderamente no iba a dejarlo ir sin hacerle pagar por aquello antes. Su ceño se frunció un poco más y sus pupilas se afilaron de manera que aquel puntito negro fue casi tan minúsculo como una aguja y casi tan cortante como la más grande y peligrosa de las espadas.
—¿No crees, nena?—Gruñó amenazante, tomando al chico por su camisa y empujándolo, sin soltarle, hasta llegar a la orilla de la fuente, donde le recargó en uno de los pilares altos de ella y le acorraló entre su cuerpo y la fuente llena de agua.—¿Acaso tu sabes lo que me corresponde y lo que no?
No obstante, estaba seguro que el muchacho era lo suficientemente ingenuo para responder con la verdad, y no con algo que le salvase el pellejo, pues era, como siempre, demasiado "literal". Comenzaba a pensar que si el muchacho continuaba con esa actitud terminaría por hartarlo y entonces Abel haría algo verdaderamente malo. Ahora, siempre había tenido un autocontrol fabuloso, desde joven, simplemente había renunciado a el en años recientes por... un "problema".
Le empujó un poco más contra el pilar de la fuente, aún tomándole del cuello de la camisa, asegurándose de no mojarlo todavía y por supuesto, no mojarse a el mismo. El agua saltaba agresiva luego de ser tirada por la parte alta de la fuente.
Exhaló bastante molesto por un momento, fue solo entonces, entre aquella furia y aquel cruce tan poderoso de su mirada con la tan susceptible del chico, que aquella pregunta abarcó su mente.
—¿Porqué eres tan molesto?—Cuestionó casi rabioso al respecto, gruñendo un poco y reafirmando su agarre.
No tardó demasiado tiempo en perderle espacio personal, que rápidamente fue hecho añicos y tirado al suelo, para luego ser pisoteado luego de que Abel termino de acercarse al afeminado. Su ceño estaba, como siempre, fruncido. Sus ojos verdosos se asomaban por los del el castaño, penetrándolos de una manera tan agresiva, que casi dolían los ojos. Casi. No solamente había desvanecido el espacio personal del chico, sino que también había abarcado por completo las pupilas del muchacho invadiéndole aún más, con aquellos ojos matadores suyos. No parecía estar dispuesto a tenerle paciencia, aunque eso no era algo nuevo.
Ahora, mira que decirle a Abel que le corresponde y que no era uno de los más grandes errores que cualquiera pudiese cometer, pues era como tratar de mandarle que podía hacer y que no, y eso definitivamente no le gustaba; ni un poco. "No creo que esa sea una tarea que te corresponda" fue el gran error del pobre medico. No es como si el pelirrojo pensaba en dejarle ir antes, pero ahora, era un hecho que verdaderamente no iba a dejarlo ir sin hacerle pagar por aquello antes. Su ceño se frunció un poco más y sus pupilas se afilaron de manera que aquel puntito negro fue casi tan minúsculo como una aguja y casi tan cortante como la más grande y peligrosa de las espadas.
—¿No crees, nena?—Gruñó amenazante, tomando al chico por su camisa y empujándolo, sin soltarle, hasta llegar a la orilla de la fuente, donde le recargó en uno de los pilares altos de ella y le acorraló entre su cuerpo y la fuente llena de agua.—¿Acaso tu sabes lo que me corresponde y lo que no?
No obstante, estaba seguro que el muchacho era lo suficientemente ingenuo para responder con la verdad, y no con algo que le salvase el pellejo, pues era, como siempre, demasiado "literal". Comenzaba a pensar que si el muchacho continuaba con esa actitud terminaría por hartarlo y entonces Abel haría algo verdaderamente malo. Ahora, siempre había tenido un autocontrol fabuloso, desde joven, simplemente había renunciado a el en años recientes por... un "problema".
Le empujó un poco más contra el pilar de la fuente, aún tomándole del cuello de la camisa, asegurándose de no mojarlo todavía y por supuesto, no mojarse a el mismo. El agua saltaba agresiva luego de ser tirada por la parte alta de la fuente.
Exhaló bastante molesto por un momento, fue solo entonces, entre aquella furia y aquel cruce tan poderoso de su mirada con la tan susceptible del chico, que aquella pregunta abarcó su mente.
—¿Porqué eres tan molesto?—Cuestionó casi rabioso al respecto, gruñendo un poco y reafirmando su agarre.
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Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
Ah, de nuevo lo había hecho, de nuevo había logrado que el pelirrojo enfureciera y como siempre, no tenia la más remota idea del porque. Sin embargo tampoco le dio demasiado tiempo para pensar en el asunto, pues inmediatamente lo tomó por la camisa, tirando de él hasta asomarlo peligrosamente cerca de la fuente, al borde de lanzarlo. Algunos de los largos mechones del castaño se escaparon travisamente, sumergiéndose en el agua de la fuente mientras sus ojos miraban fijamente su reflejo en esta, distorsionado por culpa de las ondas causadas por esos mismos mechones. "¿Acaso tu sabes lo que me corresponde y lo que no?" ¿Era eso lo que le había molestado? ¿Solo eso? Era incomprensible ¿Como podía ser que siempre terminaran malinterpetandolo? ¿Tan terrible era su forma de expresarse? Aquello le incomodaba, no la situación, siquiera el tono del pelirrojo; estaba inconforme consigo mismo. Todos sabían hacerse entender de una u otra forma ¿Porque no podía hacerlo él hacer lo mismo? pero de nuevo sus pensamientos fueron interrumpidos, esta vez por un intenso cruce de miradas con el contrario, quien parecía incluso más que furioso. Contrariamente Kashia mantenía su impasible mirada, quizás con el ceño levemente fruncido, pero nada más que eso. No estaba asustado, ni molesto, siquiera se encontraba ofendido; solo... seguía siendo como era.
Y entonces, sin previo aviso, el pelirrojo lo abordó con otra pregunta, "¿Porqué eres tan molesto?". Esa era una buena pregunta ¿Era una persona molesta? nunca había pensado en ello, había vivido toda su vida solo y aislado, no sabia como tratar con otros, menos con gente como el joven frente a él ¿Como se suponía que debía responderle aquello? Y entonces recordó algo, recordó que esa no era la primera vez que se encontraba en ese tipo de situación. En el pasado, cuando aun era una mera propiedad, pasó en manos de un amo un tanto extraño. Normalmente lo ponían en vitrinas o en habitaciones extrañas, con extraños vestidos y ropa estrafalaria, mayormente de mujer. Pero ese hombre era distinto, trataba de hablar con el castaño, trataba de humillarlo, hacerlo sentir miserable y desgraciado, pero claro, como siempre este no comprendía nada. Había vivido toda su vida bajo la obligación de ser lo que los demás querían que fuera, hasta tal punto de que terminó por perderse a si mismo, si es que alguna vez existió. Lo primero que aquel hombre le dijo fue Hey cosa, ¿Cual es tu nombre? ¿Tienes uno, verdad?. Su tono era desagradable, destinado a herir al castaño, pero él simplemente abrió sus labios Nina, Marielle, Ballad, Pirce, Lulubell, Bella, Bonny, Katherine, Gricelle... el hombre lo hizo callar de un severo golpe en la mesa No te pregunto como te llamaban esos pervertidos, pregunto por tu nombre, el que se te dio al nacer. Kashia lo miró interrogante ¿Se suponía de debía tener un nombre propio? nunca había pensado en ello, pero tenia sentido, todos los seres humanos tenían uno, aunque en ese momento no podía considerarse exactamente un "ser humano". El hombre sonrió abiertamente, de forma desagradable y malvada Bien, entonces yo te daré un nombre. Uno que será tuyo y sin importar cuantas veces cambies de dueño o que te depare el futuro, siempre debes presentarte a ti mismo con el le ordenó, amenazador. El joven asintió sin pensárselo demasiado, a lo que el contrario le dijo Kashia Bythesea, en mi tierra significa "Alma de mil dueños" un nombre muy apropiado para una perra como tu ¿No crees? el castaño simplemente se limitó a decir Gracias. El hombre, molesto, o más bien furioso, le escupió en la cara y le peguntó ¿Como puedes llegar a ser tan molesto?, el día siguiente fue llevado a una subasta y vendido nuevamente a otro dueño distinto.
Tras recordar todo aquello, el medico volvió a mirar al pelirrojo, esta vez dirigiéndole una sonrisa vacía, a la par que su mirada - Nunca me dieron la respuesta a esa pregunta - dijo, aun manteniendo ese tono calmado, que parecía imperturbable. Sin embargo sabia que algo en él estaba roto y no tenia claro si seria capaz de repararlo... ¿Cuando se había agrietado? ¿Cuando había empezado a sentir algo que no fuera aborrecimiento hacia todo lo que le rodeaba? Por un momento se preguntó, solo fugazmente, si el pelirrojo iba a terminar con su vida, pensando que quizás, solo quizás, aquella podría ser una buena forma de ponerle fin a todo. Nunca había pensado en acabar con su propia vida, ni siquiera se le había ocurrido suicidarse, pero tampoco iba a luchar si el contrario trataba de robarle el aliento ¿De que serviría hacerlo, si sabia desde un inicio que iba a perder?
Y entonces, sin previo aviso, el pelirrojo lo abordó con otra pregunta, "¿Porqué eres tan molesto?". Esa era una buena pregunta ¿Era una persona molesta? nunca había pensado en ello, había vivido toda su vida solo y aislado, no sabia como tratar con otros, menos con gente como el joven frente a él ¿Como se suponía que debía responderle aquello? Y entonces recordó algo, recordó que esa no era la primera vez que se encontraba en ese tipo de situación. En el pasado, cuando aun era una mera propiedad, pasó en manos de un amo un tanto extraño. Normalmente lo ponían en vitrinas o en habitaciones extrañas, con extraños vestidos y ropa estrafalaria, mayormente de mujer. Pero ese hombre era distinto, trataba de hablar con el castaño, trataba de humillarlo, hacerlo sentir miserable y desgraciado, pero claro, como siempre este no comprendía nada. Había vivido toda su vida bajo la obligación de ser lo que los demás querían que fuera, hasta tal punto de que terminó por perderse a si mismo, si es que alguna vez existió. Lo primero que aquel hombre le dijo fue Hey cosa, ¿Cual es tu nombre? ¿Tienes uno, verdad?. Su tono era desagradable, destinado a herir al castaño, pero él simplemente abrió sus labios Nina, Marielle, Ballad, Pirce, Lulubell, Bella, Bonny, Katherine, Gricelle... el hombre lo hizo callar de un severo golpe en la mesa No te pregunto como te llamaban esos pervertidos, pregunto por tu nombre, el que se te dio al nacer. Kashia lo miró interrogante ¿Se suponía de debía tener un nombre propio? nunca había pensado en ello, pero tenia sentido, todos los seres humanos tenían uno, aunque en ese momento no podía considerarse exactamente un "ser humano". El hombre sonrió abiertamente, de forma desagradable y malvada Bien, entonces yo te daré un nombre. Uno que será tuyo y sin importar cuantas veces cambies de dueño o que te depare el futuro, siempre debes presentarte a ti mismo con el le ordenó, amenazador. El joven asintió sin pensárselo demasiado, a lo que el contrario le dijo Kashia Bythesea, en mi tierra significa "Alma de mil dueños" un nombre muy apropiado para una perra como tu ¿No crees? el castaño simplemente se limitó a decir Gracias. El hombre, molesto, o más bien furioso, le escupió en la cara y le peguntó ¿Como puedes llegar a ser tan molesto?, el día siguiente fue llevado a una subasta y vendido nuevamente a otro dueño distinto.
Tras recordar todo aquello, el medico volvió a mirar al pelirrojo, esta vez dirigiéndole una sonrisa vacía, a la par que su mirada - Nunca me dieron la respuesta a esa pregunta - dijo, aun manteniendo ese tono calmado, que parecía imperturbable. Sin embargo sabia que algo en él estaba roto y no tenia claro si seria capaz de repararlo... ¿Cuando se había agrietado? ¿Cuando había empezado a sentir algo que no fuera aborrecimiento hacia todo lo que le rodeaba? Por un momento se preguntó, solo fugazmente, si el pelirrojo iba a terminar con su vida, pensando que quizás, solo quizás, aquella podría ser una buena forma de ponerle fin a todo. Nunca había pensado en acabar con su propia vida, ni siquiera se le había ocurrido suicidarse, pero tampoco iba a luchar si el contrario trataba de robarle el aliento ¿De que serviría hacerlo, si sabia desde un inicio que iba a perder?
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Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
¿Qué había pasado con el? ¿En que momento había decidido que quería dejar toda esa responsabilidad, todo ese respeto por los ajenos y el amor que tenía por la justicia y por defender a los más débiles? ¿Cuando es que había decidido dejar todo para comportarse como un adolescente, estúpido y hormonal que solamente se dejaba guiar por sus impulsos y no por lo que su cerebro le dictaba? Aún más importante que eso... ¿por qué lo había hecho? Esos eran temas que para nada le gustaba abordar, de ninguna manera. No le gustaba contarlos, mucho menos pensarlos; ese tema era como una estaca bien clavada en el pie del muchacho que le lastimaba cada vez que intentaba avanzar, por eso prefería no pensarla si quiera. No obstante, ¿a que venía todo esto? Simplemente al acto de vandalismo que cometía ahora mismo. Hacía algo que apenas hace un par de años atrás no se atrevería a pensar: destruía el espacio personal de alguien; se aprovechaba de ese alguien aún sabiendo que era más débil que el y peor aún, sabiendo que no se defendería. Había cambiado demasiado en no más que un año y poco tiempo.
El cabello del castaño ahora flotaba en la superficie, era tan suave y delicado que parecía volar sobre la superficie del agua en vez de simplemente flotar sobre ella. Era maleable a las ondas que el agua creaba por su agresiva y poco cuidada caída, haciendo parecer que los cabellos del chico en realidad tenían vida propia y disfrutaban mucho nadando por el agua. De cualquier modo, eso no llamó la atención de Abel ni por más de un segundo siquiera, el estaba lo suficientemente ocupado estando furioso con el chico que sostenía por los cuellos de la camisa, arrugando la misma y bordeando al chico a caer a la fuente, sin más. Iba a hacerlo, verdaderamente iba a hacerlo, no tenía nada que lo detuviese en ese preciso instante. No le tenía respeto al chico que le obligase a detenerse, mucho menos lastima como para dejarlo libre, no tenía ningún tipo de compromiso a lado del castaño, ni el más mínimo que lograse salvarle de las garras rabiosas e irracionales del pelirrojo y hormonal Shvets. Lo único que le podía hacer demorar sus actos era que esperaba la respuesta del chico. Si este era inteligente diría algo que le salvase el pellejo, no obstante, estaba casi seguro de que el chico terminaría mojado dentro de la fuente por no poder decir algo que le salvase; por ser tan literal como siempre había sido desde que lo había conocido.
No se conocían de tanto tiempo, de hecho. El poco tiempo que llevaban juntos había sido suficiente para marcar algunos acontecimientos no aptos de personas comunes, cosas que normalmente no pasan en tan poco tiempo; le había saqueado un par de veces, igualmente había ido a que le sanase luego de una estrafalaria pelea. Aún no comprendía como es que el castaño había aceptado curarle luego de haberle encerrado en un casillero y amarrado del cabello a un árbol, más de una vez. Igualmente tuvieron un encuentro un poco más “caliente”, donde, finalmente, quien contribuyó más realmente fue Abel, pero a final de cuentas, sucedió.
El chico parecía estarse pensando mucho su respuesta, estaba bien inmerso en su mente. Por un momento Abel pensó que el verdaderamente respondería algo que le salvase la vida; que respondería algo inteligente en vez de molestar al chico, no obstante, de pronto una sonrisa bastante cínica se dibujo en los labios del chico, para finalmente responder algo. No es algo que el chico se hubiese esperado, de hecho, no estaba dentro del pensamiento de Abel que el chico pudiese responder algo como eso. “Nunca me dieron la respuesta a esa pregunta” Por un momento el fuerte agarre con el que el pelirrojo sostenía a Kashia, vaciló; sus ojos reflejaron tantas cosas en tan poco tiempo, haciendo al muchacho tragar grueso y curvar las cejas desconcertado. No obstante todo esto pasó en menos de un segundo, reafirmando entonces su agarre, tal vez incluso de manera más agresiva que antes, empujándole un poco más cerca de la fuente. Ahora estaba molesto por que el chico le había traído ese tipo de recuerdos que a la mayoría no le gusta recordar y ni siquiera Abel tenía la capacidad de salvarse de estos. Eran tan cercanos que aún eran difíciles.
—¿No sabes que ese tipo de respuestas debes pensarlas tu solo?. —Gruñó ferozmente mientras le empujaba a la fuente, asegurándose de que no pudiese sostenerse de nada para que cayera dentro de la misma. —¡Piénsalo así, Kashia! ¡Y no lo hagas por que alguien te lo está mandando, NO lo hagas por que yo te lo estoy mandando!
Realmente gruñía, lo que el muchacho le había dicho no le había caído ni un poco bien al pelirrojo, y no realmente por que se sintiese ofendido por la vaga respuesta de Kashia, sino por la historia escondida y el sentimiento que le dejaba lleno de recuerdos a el. No quería admitirlo, pero no podía soportar que la gente tuviese un pasado infeliz, seguro por que el había tenido uno.
—¡Hazlo por que es necesario! Hazlo por que ya va siendo momento de que tomes tus propias respuestas.—Practicamente le estaba gritando, pero en esta ocasión Abel si tenía razón.—No se cual haya sido tu pasado, pero esta es TU vida, Kashia. Tomala como tuya.
En ese momento quería simplemente irse, ya no estaba acostumbrado a decir ese tipo de cosas, realmente solía evitarlas desde… bueno, dese hace tiempo. Comenzar a decirlas ahora era algo extraño, se sentía no solo avergonzado, sino que sentía un raro mal sabor de boca con solo tener que recordar todo eso por un chico tan insípido como lo era Kashia. No le era sencillo, simplemente no le gustaba, ni siquiera un poco, tener que tomar partido en este tipo de situaciones, ya no era lo suyo.
El cabello del castaño ahora flotaba en la superficie, era tan suave y delicado que parecía volar sobre la superficie del agua en vez de simplemente flotar sobre ella. Era maleable a las ondas que el agua creaba por su agresiva y poco cuidada caída, haciendo parecer que los cabellos del chico en realidad tenían vida propia y disfrutaban mucho nadando por el agua. De cualquier modo, eso no llamó la atención de Abel ni por más de un segundo siquiera, el estaba lo suficientemente ocupado estando furioso con el chico que sostenía por los cuellos de la camisa, arrugando la misma y bordeando al chico a caer a la fuente, sin más. Iba a hacerlo, verdaderamente iba a hacerlo, no tenía nada que lo detuviese en ese preciso instante. No le tenía respeto al chico que le obligase a detenerse, mucho menos lastima como para dejarlo libre, no tenía ningún tipo de compromiso a lado del castaño, ni el más mínimo que lograse salvarle de las garras rabiosas e irracionales del pelirrojo y hormonal Shvets. Lo único que le podía hacer demorar sus actos era que esperaba la respuesta del chico. Si este era inteligente diría algo que le salvase el pellejo, no obstante, estaba casi seguro de que el chico terminaría mojado dentro de la fuente por no poder decir algo que le salvase; por ser tan literal como siempre había sido desde que lo había conocido.
No se conocían de tanto tiempo, de hecho. El poco tiempo que llevaban juntos había sido suficiente para marcar algunos acontecimientos no aptos de personas comunes, cosas que normalmente no pasan en tan poco tiempo; le había saqueado un par de veces, igualmente había ido a que le sanase luego de una estrafalaria pelea. Aún no comprendía como es que el castaño había aceptado curarle luego de haberle encerrado en un casillero y amarrado del cabello a un árbol, más de una vez. Igualmente tuvieron un encuentro un poco más “caliente”, donde, finalmente, quien contribuyó más realmente fue Abel, pero a final de cuentas, sucedió.
El chico parecía estarse pensando mucho su respuesta, estaba bien inmerso en su mente. Por un momento Abel pensó que el verdaderamente respondería algo que le salvase la vida; que respondería algo inteligente en vez de molestar al chico, no obstante, de pronto una sonrisa bastante cínica se dibujo en los labios del chico, para finalmente responder algo. No es algo que el chico se hubiese esperado, de hecho, no estaba dentro del pensamiento de Abel que el chico pudiese responder algo como eso. “Nunca me dieron la respuesta a esa pregunta” Por un momento el fuerte agarre con el que el pelirrojo sostenía a Kashia, vaciló; sus ojos reflejaron tantas cosas en tan poco tiempo, haciendo al muchacho tragar grueso y curvar las cejas desconcertado. No obstante todo esto pasó en menos de un segundo, reafirmando entonces su agarre, tal vez incluso de manera más agresiva que antes, empujándole un poco más cerca de la fuente. Ahora estaba molesto por que el chico le había traído ese tipo de recuerdos que a la mayoría no le gusta recordar y ni siquiera Abel tenía la capacidad de salvarse de estos. Eran tan cercanos que aún eran difíciles.
—¿No sabes que ese tipo de respuestas debes pensarlas tu solo?. —Gruñó ferozmente mientras le empujaba a la fuente, asegurándose de que no pudiese sostenerse de nada para que cayera dentro de la misma. —¡Piénsalo así, Kashia! ¡Y no lo hagas por que alguien te lo está mandando, NO lo hagas por que yo te lo estoy mandando!
Realmente gruñía, lo que el muchacho le había dicho no le había caído ni un poco bien al pelirrojo, y no realmente por que se sintiese ofendido por la vaga respuesta de Kashia, sino por la historia escondida y el sentimiento que le dejaba lleno de recuerdos a el. No quería admitirlo, pero no podía soportar que la gente tuviese un pasado infeliz, seguro por que el había tenido uno.
—¡Hazlo por que es necesario! Hazlo por que ya va siendo momento de que tomes tus propias respuestas.—Practicamente le estaba gritando, pero en esta ocasión Abel si tenía razón.—No se cual haya sido tu pasado, pero esta es TU vida, Kashia. Tomala como tuya.
En ese momento quería simplemente irse, ya no estaba acostumbrado a decir ese tipo de cosas, realmente solía evitarlas desde… bueno, dese hace tiempo. Comenzar a decirlas ahora era algo extraño, se sentía no solo avergonzado, sino que sentía un raro mal sabor de boca con solo tener que recordar todo eso por un chico tan insípido como lo era Kashia. No le era sencillo, simplemente no le gustaba, ni siquiera un poco, tener que tomar partido en este tipo de situaciones, ya no era lo suyo.
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Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
En ese momento lo entendió. Cuando sus ojos se cruzaron con los del joven pelirrojo fue capaz de entenderlo "Esta persona no es lo que aparenta ser". Había vivido el inicio de su vida rodeado de gente perversa, gente que realmente disfrutaba herir a los demás, gente que se creía superior y no sentía el más mínimo reparo en tratar a los demás como objetos y propiedades. Así que a pesar de no entender el mundo y a pesar de no entender a las personas en si, era capaz de comprender la naturaleza de muchos. El pelirrojo siempre se le había presentado como un misterio, alguien de quien por mucho que indagaba no lograba hallar su naturaleza. Pero en ese momento lo entendió, en ese instante lo vio, incluso lo sintió; esa persona también estaba malograda. Algo había ensuciado su bondad, tan a fondo, tan terrible, que ahora no podía hacer más que ser quien era. Esa fue la impresión que impregnó a Kashia en ese momento, en esa fracción de segundos en el que ambos intercambiaron esa mirada. Y entonces el joven pelirrojo enfureció; nuevamente. Casi se había vuelto una costumbre despertar su ira sin propósito, sin siquiera buscarlo. Y sin embargo esta vez era distinto. Sus palabras no eran las típicas y superficiales que usualmente soltaba. Estas cargaban un peso, uno que Kashia muy probablemente no llegaría a comprender incluso si lo intentara, pero que aún así trató de hacer.
Sin más cayó a la fuente y a pesar de que el pelirrojo se había molestado en asegurarse en que no pudiera escapar, él siquiera había tenido la intención de hacerlo. No luchó ni se resistió, simplemente se dejó caer al agua, permaneciendo dentro de la fuente por un tiempo, casi mirando a la nada, como si estuviera reflexionando. Y es que aquello que el joven demonio acababa de decir no era más que una mina, o quizás una bomba de relojería, una que si no se trataba con cuidado podría incluso terminar por destruirlo. ¡Piénsalo así, Kashia! ¡Y no lo hagas por que alguien te lo está mandando, NO lo hagas por que yo te lo estoy mandando! ¿Que debía hacer? Le decía que pensara en ello. Pero le decía que no lo hiciera porque él se lo estaba diciendo. Entonces... ¿Debía pensar en ello o no debía? Su mente era un caos, un completo y total caos. Sin darse cuenta comenzó a murmurar cosas, cosas incomprensibles en un idioma igualmente extraño y desconocido. Aquello era algo que había aprendido muchos años atrás, algo que Yunuen le había enseñado "El idioma de aquellos que nacieron para luchar y morir" o eso le contó en una ocasión. Al parecer era algo que ellos mismos habían desarrollado con el tiempo con tal de poder comunicarse entre si, hecho para que de ese modo aquellos que los controlaban no pudieran comprendelos. Era un idioma creado para salvarse de la opresión, un idioma que con el tiempo se convirtió en un tabú; cualquiera que lo pronunciara moriría. Kashia sabia pocas cosas de ese joven hombre ciego, pero aquel idioma había sido un regalo que le había dejado, pues era poca la gente en el mundo que hoy en día era conocedor de este. Era algo que usaba inconscientemente, algo que utilizaba para escapar del mundo e irse a un lugar donde solo él existía. Allí mantenía conversaciones consigo mismo, trataba de debatir sobre lo ocurrido e intentaba entenderlo, sacarle un significado claro. No era como si tuviera varias personalidades o algo por el estilo. Simplemente era lo típico, alguien hablando solo para entenderlo todo mejor, solo que un nivel extremista, como casi todo lo que llevaba a cabo ese joven. Se había perdido en su mente, total y completamente. Era algo que le pasaba en ocasiones, pero mucho menos de lo que esa vez podía notarse. Podría haber sido peligroso, podría haber perdido la conciencia de si mismo y la noción del tiempo, quedándose en ese estado por horas, incluso días, pero Yunuen volvió a salvarlo, una vez más. Solo una vez es suficiente. Esas fueron sus ultimas palabras.
El joven ciego no comprendía muchas cosas del castaño, pero tenia dos cosas muy claras. Uno: Kashia no sabia ni entendía nada. Era inocente y eso lo llevaba a una obediencia extrema y enfermiza. Dos: El joven no era lo que creía ser. Yunuen le preguntó en múltiples ocasiones si era humano y el joven siempre le respondía igual, afirmando ser uno, total y completamente seguro de ello. Sin embargo habían pasado 20 años desde que se conocían y a pesar de que él había sentido el paso de ese tiempo, el joven castaño no parecía haberse percatado en lo más mínimo. Y no solo hablamos mentalmente, pues su cuerpo seguía igual de joven, su piel igual de tersa, su voz igual de suave y sus movimientos igual de ágiles. Por eso en sus últimos momentos quiso liberar al chico de esa mentira, quiso buscar un modo de salvarlo, incluso si solo era un poco, de aquella miserable vida en la que él mismo se había encerrado; quería liberarlo de esa jaula a la que él llamaba "libertad". En sus últimos alientos se lo explicó todo. Le explicó que era imposible que fuera un ser humano, que era imposible que un humano pasara tantas noches sin dormir y tantos días sin comer como él lo hacia, que era imposible que un humano perdiera la percepción del tiempo de forma tan extrema como él. El joven se negaba a creelo, porque si no era un humano ¿entonces que se suponía que era? La desesperación lo invadía y es que ya tenia suficiente con todo lo que rodeaba su vida como para encima saber que siquiera era lo que siempre había creído ser. Y sin embargo Yueuen le sonrió y acarició su rostro Me alegra que no seas humano, Kashia dijo calidamente, como solía ser Porque así incluso si te dejo solo, sé que llegará el día en que encuentres a alguien capaz de hacerte feliz el joven realmente no comprendía lo que le estaba diciendo ¿como podría encontrar a alguien capaz de amarlo? Nadie aparte del él lo había hecho hasta ese momento... Así que Kashia, prometeme algo... Solo una vez es suficiente, solo con que lo hagas en una ocasión me vale le decía, ya casi al borde de la muerte Encuentra a alguien que pueda compartir el resto de su vida contigo, alguien como tu, que posea una vida larga... Y elige a esa persona tu mismo, sin importar que. - "Porque si esa persona te quiere, te ayudará a seguir adelante" -dijo en voz alta, citando así lo ultimo que dijo antes de dejar de respirar. Aún hoy seguía sin entender el significado completo de estas, no comprendía la parte de "seguir adelante", pues siquiera se había percatado de que llevaba una eternidad parado en el mismo punto.
Se levantó, saliendo del agua casi sin inmutarse y escurriendo levemente su camisa blanca, la cual ahora era prácticamente trasparente. Le dedicó una mirada al pelirrojo y le sonrió, total y completamente distinto a la sonrisa que usualmente solía ocupar, siendo esta una de mucho más expresiva y significativa- Esta bien -dijo, bastante seguro de si mismo- Yunuen dijo que una vez era suficiente, pero aún no llega el momento -seguía diciendo, mientras sentía como una ráfaga de viento los alcanzaba, sintiendo un leve escalofrió- Así que esperaré -sentía que acababa de descubrir algo, algo que hasta ese momento no había terminado de entender y que, aunque incluso en ese momento no tenia la respuesta clara, como mínimo había logrado descifrar una parte de ella- Esperé 200 años en ese bosque... Así que... - Así que, un poco más no debería ser un problema ¿verdad, Yunuen?.
Sin más cayó a la fuente y a pesar de que el pelirrojo se había molestado en asegurarse en que no pudiera escapar, él siquiera había tenido la intención de hacerlo. No luchó ni se resistió, simplemente se dejó caer al agua, permaneciendo dentro de la fuente por un tiempo, casi mirando a la nada, como si estuviera reflexionando. Y es que aquello que el joven demonio acababa de decir no era más que una mina, o quizás una bomba de relojería, una que si no se trataba con cuidado podría incluso terminar por destruirlo. ¡Piénsalo así, Kashia! ¡Y no lo hagas por que alguien te lo está mandando, NO lo hagas por que yo te lo estoy mandando! ¿Que debía hacer? Le decía que pensara en ello. Pero le decía que no lo hiciera porque él se lo estaba diciendo. Entonces... ¿Debía pensar en ello o no debía? Su mente era un caos, un completo y total caos. Sin darse cuenta comenzó a murmurar cosas, cosas incomprensibles en un idioma igualmente extraño y desconocido. Aquello era algo que había aprendido muchos años atrás, algo que Yunuen le había enseñado "El idioma de aquellos que nacieron para luchar y morir" o eso le contó en una ocasión. Al parecer era algo que ellos mismos habían desarrollado con el tiempo con tal de poder comunicarse entre si, hecho para que de ese modo aquellos que los controlaban no pudieran comprendelos. Era un idioma creado para salvarse de la opresión, un idioma que con el tiempo se convirtió en un tabú; cualquiera que lo pronunciara moriría. Kashia sabia pocas cosas de ese joven hombre ciego, pero aquel idioma había sido un regalo que le había dejado, pues era poca la gente en el mundo que hoy en día era conocedor de este. Era algo que usaba inconscientemente, algo que utilizaba para escapar del mundo e irse a un lugar donde solo él existía. Allí mantenía conversaciones consigo mismo, trataba de debatir sobre lo ocurrido e intentaba entenderlo, sacarle un significado claro. No era como si tuviera varias personalidades o algo por el estilo. Simplemente era lo típico, alguien hablando solo para entenderlo todo mejor, solo que un nivel extremista, como casi todo lo que llevaba a cabo ese joven. Se había perdido en su mente, total y completamente. Era algo que le pasaba en ocasiones, pero mucho menos de lo que esa vez podía notarse. Podría haber sido peligroso, podría haber perdido la conciencia de si mismo y la noción del tiempo, quedándose en ese estado por horas, incluso días, pero Yunuen volvió a salvarlo, una vez más. Solo una vez es suficiente. Esas fueron sus ultimas palabras.
El joven ciego no comprendía muchas cosas del castaño, pero tenia dos cosas muy claras. Uno: Kashia no sabia ni entendía nada. Era inocente y eso lo llevaba a una obediencia extrema y enfermiza. Dos: El joven no era lo que creía ser. Yunuen le preguntó en múltiples ocasiones si era humano y el joven siempre le respondía igual, afirmando ser uno, total y completamente seguro de ello. Sin embargo habían pasado 20 años desde que se conocían y a pesar de que él había sentido el paso de ese tiempo, el joven castaño no parecía haberse percatado en lo más mínimo. Y no solo hablamos mentalmente, pues su cuerpo seguía igual de joven, su piel igual de tersa, su voz igual de suave y sus movimientos igual de ágiles. Por eso en sus últimos momentos quiso liberar al chico de esa mentira, quiso buscar un modo de salvarlo, incluso si solo era un poco, de aquella miserable vida en la que él mismo se había encerrado; quería liberarlo de esa jaula a la que él llamaba "libertad". En sus últimos alientos se lo explicó todo. Le explicó que era imposible que fuera un ser humano, que era imposible que un humano pasara tantas noches sin dormir y tantos días sin comer como él lo hacia, que era imposible que un humano perdiera la percepción del tiempo de forma tan extrema como él. El joven se negaba a creelo, porque si no era un humano ¿entonces que se suponía que era? La desesperación lo invadía y es que ya tenia suficiente con todo lo que rodeaba su vida como para encima saber que siquiera era lo que siempre había creído ser. Y sin embargo Yueuen le sonrió y acarició su rostro Me alegra que no seas humano, Kashia dijo calidamente, como solía ser Porque así incluso si te dejo solo, sé que llegará el día en que encuentres a alguien capaz de hacerte feliz el joven realmente no comprendía lo que le estaba diciendo ¿como podría encontrar a alguien capaz de amarlo? Nadie aparte del él lo había hecho hasta ese momento... Así que Kashia, prometeme algo... Solo una vez es suficiente, solo con que lo hagas en una ocasión me vale le decía, ya casi al borde de la muerte Encuentra a alguien que pueda compartir el resto de su vida contigo, alguien como tu, que posea una vida larga... Y elige a esa persona tu mismo, sin importar que. - "Porque si esa persona te quiere, te ayudará a seguir adelante" -dijo en voz alta, citando así lo ultimo que dijo antes de dejar de respirar. Aún hoy seguía sin entender el significado completo de estas, no comprendía la parte de "seguir adelante", pues siquiera se había percatado de que llevaba una eternidad parado en el mismo punto.
Se levantó, saliendo del agua casi sin inmutarse y escurriendo levemente su camisa blanca, la cual ahora era prácticamente trasparente. Le dedicó una mirada al pelirrojo y le sonrió, total y completamente distinto a la sonrisa que usualmente solía ocupar, siendo esta una de mucho más expresiva y significativa- Esta bien -dijo, bastante seguro de si mismo- Yunuen dijo que una vez era suficiente, pero aún no llega el momento -seguía diciendo, mientras sentía como una ráfaga de viento los alcanzaba, sintiendo un leve escalofrió- Así que esperaré -sentía que acababa de descubrir algo, algo que hasta ese momento no había terminado de entender y que, aunque incluso en ese momento no tenia la respuesta clara, como mínimo había logrado descifrar una parte de ella- Esperé 200 años en ese bosque... Así que... - Así que, un poco más no debería ser un problema ¿verdad, Yunuen?.
Kashia Bythesea- Sexo :
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Re: Como... ¿¡PIEDRAS en el agua!? [Libre]
No esperaba menos de Kashia para ser sincero. Solo se trataba de algo común y paradigmático: Kashia siendo Kashia, como siempre. No tenía la intención de seguir viéndolo perderse ante todas sus palabras y tener que aguantar que el castaño no fuese capaz de seguirle el paso. Tal vez antes había sido muy paciente, pero ya no lo era y no comenzaría a serlo por alguien como el. Le dio un consejo al castaño y el no fue capaz de entenderlo, hizo lo que pudo y de ahí en más todo dependía de Kashia; todo dependía del esfuerzo que el contrario pusiese para "salvarse" a si mismo; del esfuerzo que tuviese para tomar las riendas de su propia vida y moldearla y dirigirla a donde pensase correcto, de ahí en más.
Negó frunciendo el ceño al escuchar como el chico hablaba en una lengua extraña. En primera instancia pensó: "eso ya lo he escuchado antes.". Y es que, automáticamente sus ojos se perdieron del presente y su mente viajó hacia el pasado, en una de sus últimas guerras. Uno de sus hombres hablaba aquel idioma, estaba seguro de que se trataba del mismo. Era poco conocido y seguramente bastante simbólico, nunca le había prestado demasiada atención, pues pensaba que sería imposible volver a escuchar aquella misma lengua que ahora mismo se tenía en frente. Kashia podía tenerse algunos secretos guardados de vez en cuando, pero eso no sería suficiente para mantenerle ahí, estaba fastidiado y ya era hora de irse, pues, al menos por ese día, ya estaba castaño de escuchar las incoherencias del contrario.
Finalmente dijo algo, finalmente algo que pudiese entender, por lo menos. Le escuchó sin entender demasiado, incluso aunque el idioma fuese el mismo. Era obvio que el chico seguía bien metido en sus propios pensamientos y el contrario no quería entrometerse más en aquello, pero algo le detuvo cuando estaba listo para irse, aquella sonrisa que ahora el joven le dedicaba. ¿Era real? Se veía mucho más real que las otras, por lo menos; aún así no estaba tan seguro de nada, pues hasta ahora había conocido lo molesto y helado que podía ser el contrario y esto era algo muy nuevo.
Solo se dedicó a observar aquella sonrisa, luego desviando la mirada al verlo levantarse. Finalmente estaba listo para irse.
—Has lo que quieras, solo no seas un idiota. —Susurró tomando la chaqueta de cuero que había dejado a un lado y la colocó en su hombro, mirandole de reojo.—Adiós.
Claro que no iba a decir "hasta pronto." No tenía la intención de volver a verle.
Negó frunciendo el ceño al escuchar como el chico hablaba en una lengua extraña. En primera instancia pensó: "eso ya lo he escuchado antes.". Y es que, automáticamente sus ojos se perdieron del presente y su mente viajó hacia el pasado, en una de sus últimas guerras. Uno de sus hombres hablaba aquel idioma, estaba seguro de que se trataba del mismo. Era poco conocido y seguramente bastante simbólico, nunca le había prestado demasiada atención, pues pensaba que sería imposible volver a escuchar aquella misma lengua que ahora mismo se tenía en frente. Kashia podía tenerse algunos secretos guardados de vez en cuando, pero eso no sería suficiente para mantenerle ahí, estaba fastidiado y ya era hora de irse, pues, al menos por ese día, ya estaba castaño de escuchar las incoherencias del contrario.
Finalmente dijo algo, finalmente algo que pudiese entender, por lo menos. Le escuchó sin entender demasiado, incluso aunque el idioma fuese el mismo. Era obvio que el chico seguía bien metido en sus propios pensamientos y el contrario no quería entrometerse más en aquello, pero algo le detuvo cuando estaba listo para irse, aquella sonrisa que ahora el joven le dedicaba. ¿Era real? Se veía mucho más real que las otras, por lo menos; aún así no estaba tan seguro de nada, pues hasta ahora había conocido lo molesto y helado que podía ser el contrario y esto era algo muy nuevo.
Solo se dedicó a observar aquella sonrisa, luego desviando la mirada al verlo levantarse. Finalmente estaba listo para irse.
—Has lo que quieras, solo no seas un idiota. —Susurró tomando la chaqueta de cuero que había dejado a un lado y la colocó en su hombro, mirandole de reojo.—Adiós.
Claro que no iba a decir "hasta pronto." No tenía la intención de volver a verle.
—TEMA TERMINADO—
Abel V. Shvets- Sexo :
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