¡Al agua patos! {Privado Seufzer}

Tal vez tendría menos problemas si fuera menos amable, educado, prolijo y Atento. No podía asegurar que aquello le ponía de mal humor, pero sin duda le fastidiaba un tanto. Siempre pedían algo, sin importar qué. Kittel tenía la fama  de alguien que no hace más que decir que sí a todo, en cuanto a favores se trata. Totalmente opuesto a lo que expresa regularmente su rostro, pero los demás profesores ya eran conscientes de su modo de operar, arrugar el ceño, arquear una ceja, pero finalmente decir que sí, si se trataba por algo escolar, él no podría decir que no. Al principio fue complicado, pues la cara de pocos amigos del profesor lograba espantarlos, pero a medida que fueron conociéndole, aquellos miedos y esa forma silenciosa de ahuyentarlos perdió su efectividad.

Flashback escribió:-Oh… Se está haciendo tan tarde…
-Sí.
-Kittel, Kittel ¿Podrías cerrar la piscina por mí?

Una charla bastante simplona, pero que dejó en claro que alguien debería ir a encargarse del asunto. Faltaba todavía un rato para tener que cerrar las puertas de la piscina, pero aun así, y tratando de salvarse de cualquier otro tipo de favor, el hombre decidió tomar su maletín, retirándose de la sala.
¿Los profesores tendrían permitido usar las instalaciones para ejercitarse también? No lo sabía, siquiera lo había consultado, pero ya que había un profesor encargado de la piscina, ¿Entonces por qué el simplemente…? Es inútil buscarle demasiado sentido, si realmente dejaban la piscina descuidada de esa manera nada bueno podría salir de eso, pero él no estaba encaminándose para allá para hacer juicios de valor, simplemente debía dar un aviso de que en unos… Cuarenta, sí, cuarenta minutos, no podrían continuar nadando.

Un edificio simplemente para los deportes acuáticos sonaba de más algo perfecto. Seufzer llegaría a preguntarse si el lugar siempre estuvo allí. Era la primera vez que ingresaba. Por supuesto, era un sitio ante todo, limpio, impoluto, sumamente organizado y esplendoroso, era un poco molesto ingresar en pantalones de vestir y camisa desde los vestidores que conducían a la piscina podía sentir el calor, allí se encontró con tres alumnos, estaban casi listos para ir a dar un chapuzón, él no perdería la ocasión para indicarles que en cuarenta minutos el lugar cerraría y que debían darse prisa si querían pasar un rato nadando. Tal vez por su usual expresión de pocos amigos o por el tono serio de sus palabras, no uno, sino los tres, agacharon la cabeza, recogieron sus cosas y huyeron a los a cambiarse a los cubículos. Un problema menos.

No tardó mucho más en pasar el umbral por la puertecita que conducía a su destino, había una regadera, se dio cuenta de que si pasaba por allí terminaría mojado y eso no le agradó en lo más mínimo, por lo que tuvo que saltar por unas barandas de metal a los costados, ¿Si los echaba a todos del lugar podría cerrar antes y volver a su casa para levantar pesas en paz? A esta hora estaría por un cuarto de rutina, estaba perdiendo precioso tiempo de aquello quedándose allí.

Otros dos alumnos huyeron despavoridos luego de intercambiar unas pocas palabras con el rubio. Parece que lo suyo no era socializar, aunque lo había pensado, jamás había tenido la intención de realmente espantar a nadie, solo había sido un pensamiento curioso. Pudo observar entonces, que tan solo quedaba una persona, alguien que acababa de llegar a la punta –Buenas tardes-saludó casualmente, mientras esquivaba algunos charcos de agua – La piscina debe cerrar en cuarenta minutos. Le pediré que no se pase de horario-señaló mientras se cruzaba de brazos, dispuesto a ser su público por los minutos que restaban.

El muchacho pareció no darle demasiada importancia a la presencia del profesor. Seufzer llegaría a preguntarse a sí mismo si eso era algo positivo o negativo. Que no se sintiera intimidado resultaba algo fuera de lo común, tal vez porque se trataba de un deportista empedernido, no parecía desconocer aquello que estaba haciendo, además su velocidad era bastante aceptable, no para una maratón, pero sí para alguien que frecuentaba la piscina. Él mismo se encontró en repetidas oportunidades vagando por allí, tal vez acechando una nueva presa. Ese mínimo pensamiento le puso de pésimo humor. Dijo que no volvería a cometer el mismo error, y ahí estaba, viendo al muchachito con su traje de baño. Los ínfimos segundos que tuvo para observarle le permitieron examinar casi minuciosamente su rostro, también notó lo delgado y bien formado que estaba. Él, como ser de bajos instintos, no solo disfrutaba de los muchachitos flacuchos y enclenques, también disfrutaba la vista de un cuerpo bien formado y trabajado.

Apretó ambas manos a los costados de su cuerpo, soltó un pequeño gruñido. Que hubiese llegado a todas esas conclusiones en tan poco tiempo y con intenciones tan impuras le molestó. Cambiar de país parecía que no le había modificado en lo absoluto, eso le ponía de pésimo humor. De no haber sido porque su alumno le dirigió la palabra no habría vuelto a la tierra en un buen rato –Estoy cubriendo a mi compañera –Se limitó a explicar. Seufzer no era un hombre de demasiadas palabras, y dar explicaciones a un anónimo tampoco le entusiasmaba demasiado, además había notado el pésimo modo de cuestionar por parte del pelinegro y aquello le hizo fruncir el ceño. Aunque, como sabemos, fruncir el ceño es algo que puede significar muchas cosas si se trata del alemán –Nunca he nadado aquí- Comentó tan seco como era normal en él, volvió a cuestionarse porqué eran necesarias tantas preguntas. Si tan solo pudiese ser un poco más normal y relacionarse comúnmente con las demás personas, era eso o la razón verdadera de su mal humor se debía simplemente a que estaba perdiendo horas de gimnasio y ejercicio quedándose allí. Pero después de todo, él mismo se había ofrecido, no se negaba nunca a los pedidos de ayuda.

-Te quedan…-Se miró la muñeca izquierda, el reloj señalaba que quedaban algunos minutos más –Te quedan veinte minutos… Deberías estar saliendo del agua ahora-Su orden no fue del todo honesta, la verdad es que también deseaba espiarlo mejor, que sus ojos pudieran ganar tan privilegiada vista. Pensó entonces que estaba siendo demasiado tosco en sus palabras, pero en verdad quería largarse de allí lo más pronto posible y seguir con algo más importante.

En ese momento le recordó, algo que había dejado de lado, tal vez por pura negación. El muchacho no se trataba de otra persona sino de uno de sus alumnos. De los que no eran demasiado buenos, pero tampoco desastrosos. Era una cara que había notado anteriormente, no porque le pareciera fuera de lo común, simplemente recordaba mejor rostros que nombres y después de todo, le correspondía, él era el profesor… ¿Cómo es que se llamaba el muchacho…? No lo recordaba. No llevaba una buena cuenta de los nombres de sus alumnos, pero pronto lo descubriría si continuaba divagando. O tal vez simplemente podría presentarse, resultaba que para el joven, Seufzer se le hacía tan familiar que se volvería una falta de respeto consultar su nombre.

Antipático como siempre, Seufzer no hizo mucho caso a las palabras del muchacho. No es que nunca hubiera entrado a la piscina, sino que realmente, él nunca había nadado allí.

Más aún, estaba más preocupado por observar la manera en la que él salía del agua, no se le vino nada inocente a la mente. Tal vez había estado demasiado tiempo sin ningún tipo de acción, aun tenía vagos recuerdos de su anterior “Prometido” y no eran recuerdos para nada románticos, pasar de un flacucho casi enclenque y delicado a un muchacho atractivo, alto y bien marcado no le sonaba en lo absoluto malo. Claro, si evitamos pensar que realmente, él había hecho toda una travesía para dejar todo eso de lado, y comenzar una vida desde cero. Aunque él no lo supiera, era un problema que compartía con su primo, ambos caían ante la tentación fácilmente, hubiera sido un peligro que más personas se encontraran en la piscina en ese momento, si eran igual de atractivos que el muchacho frente a él hubiera hecho un desastre, porque, sí, a Seufzer le excitaba la idea de obligar, esconder, hacer cosas en lugares públicos, necesitaba pocas motivaciones para comenzar a tener aquellos pensamientos turbios, los objetivos de su atención siempre habían sido sus alumnos, y poco importaba lo demás cuando alguien se le metía entre ceja y ceja.

Parpadeó un par de veces  volviendo a la realidad por segunda vez, se había quedado como torpe mirándolo, suerte que Seufzer no conociera la palabra timidez o vergüenza, claro que no, él era un descarado después de todo –Absolutamente nada-Se limitaría a responder, clavando sus ojos ámbar en los del muchacho, esperaba que el cruce de miradas pudiera dejarle callado de una buena vez, tal vez el profesor no era el tipo de persona más dado a hablar,  era eso o que no podía parar de ver el six pack de su joven alumno. Y fue entonces cuando lo notó, dejando los malos pensamientos a un lado, sus ojos vieron algo que ciertamente le descolocó un poco.

No debería llamarle la atención en lo absoluto, algún tipo de malformación en el cuerpo de sus alumnos, pero el hecho de notar que le faltaba el ombligo no hizo más que llamarle la atención. Entonces se preguntó a si mismo de por lo menos dos formas distintas si aquello que tenía frente a él realmente era una persona, es decir, tal vez se tratara de un animal o de un ser de una dimensión totalmente distinta, todo, por el simple hecho de olvidar copiar el ombligo de lo que sería un ser humano. Su intento por pasar desapercibido no hizo más que parecerle inútil, lo que provocó que frunciera el ceño, pero esta vez se trataba de duda, no hastío, ni tampoco molestia.

Debió no mirar con tanto detenimiento la ausencia del menor, pues, parecía que había logrado incomodarle. Raro, porque lo que realmente debería haberle incomodado era su expresión severa y su ceño fruncido, Seufzer había fallado, extrañamente, este chico no parecía de los que se acongojaban por esas acciones. Un punto menos para el profesor.

Estaba por mencionar cuanto sentía el incidente, pero el muchacho fue más rápido que él, giro y se retiró, ¿Seguirlo estaría mal? Seguramente, al grandulón todavía le quedaba un poco de cordura, la necesaria como para comprender que no debía seguirle, vaya a saber Dios qué le haría si lo viera desnudo. Después de todo, él era un ser de bajos instintos, como tal, debía mantenerse alejado de ese tipo de contactos.

Entonces, con un pequeño nudo en la garganta, por la molestia de no poder cumplir sus deseos, pasó también a la zona de las taquillas, pero con un paso acelerado, incapaz de observar nada, estaba de paso, y realmente ni siquiera había notado si el muchacho estaba allí, como fuera, lo esperaría en la salida, tenía que pasar por el largo pasillo antes que nada, el calor le estaba fastidiando, no era correcto, su traje se sentía un tanto incómodo luego de pasar por ese ambiente, para volver al frío del exterior, le iba a dar hipotermia o algo por el estilo.

Levantó la zurda para corroborar el horario. Ya era tiempo, ¿Cuánto más iba a tardar? Estuvo a punto de acercarse  a ver si todo se encontraba en orden cuando el muchachito se apareció, en ese horario ya estaba bastante oscuro, pero justamente él no parecía la clase de persona que necesitara protección, por lo que probablemente lo dejaría pasar, así, sin más.

Al verlo no pronunció palabra alguna, por el contrario, pasó por la puerta, esperando a que él hiciera lo mismo. Cerró la puerta, guardando la llave en el bolsillo, seguía con esa expresión filosa, casi de molestia, porque en verdad en ese momento estaba volviendo a pensar todos los ejercicios que no estaba realizando por estar ahí en la puerta con su alumno. No había forma de solucionarlo, cerró los ojos y negó dos veces con la cabeza –Es tarde, deberías ir directo a tu habitación-Recomendó con su usual tono seco.