We don't make the wind blow | Nathan Reynolds.

Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. Todos los días de la semana que terminaban de la misma forma en mi propia fraternidad, al principio había sido duro si teníamos en cuenta todas las horas que mi cuerpo necesitaba para sobrevivir un día mas, pero luego había conseguido complementar aquellas fiestas y borracheras con las horas de sueño en medio de clase o en alguno de los recónditos y hermosos lugares de la dichosa universidad. Y como todos los miércoles aquello había terminado de la misma forma, conmigo abriendo los ojos perezosamente, con las pupilas contrayéndose con fuerza y cierto dolor a la luz matutina que se filtraba por la tela, en gran parte roída, que cubría la ventana. Tapé mis ojos con rapidez jodido por aquella brillante mañana mientras que abría desorientado los ojos, los brillos de mis sufridos ojos por la luz anterior no me dejaban ver a penas la habitación. Froté con fuerza mis ojos recuperando la poca visibilidad que tenía y corrí de nuevo las escasas cortinas.
Alcé los brazos a la vez que estiraba mi desnudo cuerpo y los recuerdos de la noche anterior se agolpaban por ocupar mi dolorida cabeza. -ugh- balbuceé entre pinchazo y pinchazo, de una cabeza que no solo se quejaba por la gran falta de hidratación, sino que también se quejaba por lo poco que había podido descansar antes de ser abruptamente interrumpido por la luz.

Miré a mi alrededor tomando consciencia de mi ser al ver la mesilla con un buen montón de billetes antes de sonreír de medio lado. ¿Que mejor que una fiesta Volk's para ganar algo de dinero extra? absolutamente nada y esta vez había podido sacar una buena suma de varios de mis compañeros que compartían ciertas extrañas similitudes, al menos si hablábamos de sexo por supuesto. Me levanté tomando la primera botella de agua que encontré y bebí con rapidez mientras me levantaba de un enérgico salto. No recordaba del todo los detalles que habían acontecido, mas que nada porque el principio siempre era el mismo y estaba estrechamente relacionado con una ruleta rusa de vodka. Mi mano arrascó mi estómago mientras me paseaba entre la marea de ropa tirada por la habitación intentando encontrar no solo mi ropa interior limpia, sino intentando ubicar algo mas que eso y precipitándome a tapar al menos la parte mas pudorosa pero no por ella menos imperfecta.

Todos decían que yo era narcisista y en gran parte egocéntrico, pero era imposible no pecar de todo eso si absolutamente todo tu era perfecto. El espejo de aquella habitación desordenada y descuidada era lo unico que mantenía un estado sólido y perfecto; y pobre del que intentase ensuciarlo. Mi figura se reflejó sin complejo en objeto mencionado mientras se exhibía con una gran sonrisa que hacía tintinear su piercing. Sacó la lengua mostrando el otro mientras se relamía y volvió a su tarea de terminar de vestirse para aprovechar el día o lo que quedaba de el.

Lo hubiese echo tarde o temprano, se hubiese vestido y salido por ahí a encontrar algo para divertirse un día mas de no ser porque su búsqueda de pantalones se vió interrumpida por una figura femenina que de sobra conocía. Hubiese soltado alguna pícara frase en torno a su voluptuoso pecho o a las ganas que seguramente ella tenía de verme desnudo, pero su cuerpo cedió antes mientras sus ojos se cerraban empujados por morfeo. Me alarmé, cualquiera lo haría a pesar de que no conociese a aquel que se había propuesto desplomarse en su propia habitación, pero mas si aquella chica era ella. Corrí a auxiliarla con exasperados movimientos -¡¿Zoe?!- grité, junto con algunos improperios mas subidos de tono que de costumbre, aun que me relajé casi al instante cuando su pecho seguía el mismo movimiento que el de una respiración calmada. Bufé con fuerza mientras la levantaba en brazos sin mucho esfuerzo y la disponía encima de la cama -Ya te vale tía, que susto- comenté mientras mojaba con un paño la cabeza ajena. Ahora ella me debía una y muy gorda por el susto y sobre todo por interrumpir mi tan ansiada mañana de diversión, pero aquello me lo iba a cobrar de la mejor manera que podía y en ese mismo momento.

Yo era asi, siempre, buscaba ese tono pícaro seguramente confundido con ser un pervertido, ese tono jocoso y divertido, bromista aun que ellos lo llamasen gilipoyas, pero esos que normalmente me llamaban gilipoyas luego terminaban normalmente en mi cama. Lo sabía, perfectamente y aun que mi cuerpo era incluso envidiable, mi popularidad se debía seguramente a esa parte de mí. Y si podía hacer que al menos con mis bromas de mal gusto se olvidasen de sus mierdas de vida o de la resaca que llevaban encima algo había ganado. Solo con ese pensamiento en la mente desnudé el cuerpo de Zoe. No toqué más de lo necesario aunque mi cuerpo me empujase a hacerlo hasta dejarle en cierta ropa interior que favorecía tanto esa piel de porcelana como esa melena rojiza y ondulada. Me tumbé a su lado mientras todavía mojaba su cuello y su cabeza con la toalla humedecida, podría decirse que incluso con mimo y ternura. Estaba bien divertirse, pero obviamente no sería así sin cuidar por el momento, todo aquello.