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Absolutamente todas las tablillas utilizadas en el foro fueron creadas por el staff, y únicamente para nuestro foro. Muy por el contrario, ninguna de las imágenes nos pertenece, aunque todas han sido editadas en photoshop por el Staff. Las imágenes han sido sacadas de Zerochan, Pixiv y Deviantart. Los físicos de Galamoth son de "Nafah" en deviantart también.
Agradecemos a foroactivo por los tutoriales. Por último especificamos que todo el material que los usuarios posteen aquí pertenece solo al usuario. El plagio no será tolerado, sean originales, por favor.
Quiero agradecer primordialmente a mi staff, que ha sido quien me ha motivado a seguir con este proyecto. Agradezco especialmente a Kashia Bythesea por ayudarme a buscar las imágenes para variadas labores, siempre muy dispuesta. Agradezco especialmente Darsey O. Gobin por impulsarnos a salir adelante incluso aunque los tiempos se vean difíciles y comencemos a cansarnos. Así es como se sale adelante: en equipo y con amor.
Por último y muy importante agradezco a todos los usuarios que han mantenido a este foro vivo, muchas gracias.
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Otro día de rutina con sociología
3 participantes
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Otro día de rutina con sociología
Cinco de la mañana. Ni un minuto más ni un minuto menos. Me levanté perezosamente frotándome los ojos y gruñendo mientras miraba hacia la ventanas con las persianas mal bajadas, el sol todavía no había salido. Todos los días era lo mismo, pero si no seguía esa maldita rutina sentía como si me faltase algo importante, algo que me hiciera sentir realmente
vitalizada.
Fui quitándome el pijama de camino a la ducha, donde me empapé de un agua bien fría que hizo que me despertase por completo. Al salir envolví mi cuerpo con una toalla y me miré en el espejo por a saber cuanto tiempo, luego recogí mi largo y lacio pelo en una coleta alta y me puse la ropa de gimnasia. Miré el reloj, ya eran las seis menos cuarto. Suspiré pesadamente, desearía que el tiempo pasara más lento, aunque a veces prefería que pasase mucho má rápido -como en clase- suspiré de nuevo, ¿quién va a entender a alguien tan inconcreto como yo? Bueno, en cierto modo eso es algo que me gusta de mí, más vale tener algo de autoestima de vez en cuando.
Salí apresurada de mi habitación y comencé a correr alrededor de los grandes campus de la universidad, los alumnos más madrugadores ya estaban por allí, leyendo algún libro, paseando o simplemente matando el tiempo; al fin y al cabo eso es lo que hago yo todas las mañanas: una buena carrera de diez vueltas y media alrededor de la universidad, sinceramente creo que no está nada mal.
Tras un buen rato corriendo volví a mirar el reloj, en poco tiempo iban a empezar las clases, y aunque no sea de mi especial agrado, debía ir si no quería despedirme de la libertad que había conseguido al entrar aquí.
-Sólo quiero ser un alma libre, ¿es tanto pedir?- murmuré a mí misma al recordar las caras de mis padres cuando les dije que había sido admitida en la universidad.
Al volver a mi habitación volví a entrar en la ducha -al fin y al cabo no quería ir oliendo a sudor- me sequé rápidamente, me puse una ropa un poco más formal de tonos oscuros y azules brillantes y me eché unas gotas del perfume de jazmín que me había llevado de casa. Realmente adoraba el olor del jazmín.
Al tocar la campana que anunciaba el comienzo de las clases me senté en mi pupitre -tercera fila a la izquierda, al lado de la ventana- mientras miraba cómo el profesor de sociología entraba en clase y dejaba las cosas en la mesa. apoyé la cara en mi mano con aire despreocupado mientras sacaba perezosamente un pequeño cuaderno y un bolígrafo, he de decir que el cuaderno estaba más lleno de dibujos que de otra cosa, pero mientras me fuera bien en los exámenes todo estaría bien… ¿no?
Justo cuando el profesor comenzó a hablar sentí como os párpados se me caían lentamente...
vitalizada.
Fui quitándome el pijama de camino a la ducha, donde me empapé de un agua bien fría que hizo que me despertase por completo. Al salir envolví mi cuerpo con una toalla y me miré en el espejo por a saber cuanto tiempo, luego recogí mi largo y lacio pelo en una coleta alta y me puse la ropa de gimnasia. Miré el reloj, ya eran las seis menos cuarto. Suspiré pesadamente, desearía que el tiempo pasara más lento, aunque a veces prefería que pasase mucho má rápido -como en clase- suspiré de nuevo, ¿quién va a entender a alguien tan inconcreto como yo? Bueno, en cierto modo eso es algo que me gusta de mí, más vale tener algo de autoestima de vez en cuando.
Salí apresurada de mi habitación y comencé a correr alrededor de los grandes campus de la universidad, los alumnos más madrugadores ya estaban por allí, leyendo algún libro, paseando o simplemente matando el tiempo; al fin y al cabo eso es lo que hago yo todas las mañanas: una buena carrera de diez vueltas y media alrededor de la universidad, sinceramente creo que no está nada mal.
Tras un buen rato corriendo volví a mirar el reloj, en poco tiempo iban a empezar las clases, y aunque no sea de mi especial agrado, debía ir si no quería despedirme de la libertad que había conseguido al entrar aquí.
-Sólo quiero ser un alma libre, ¿es tanto pedir?- murmuré a mí misma al recordar las caras de mis padres cuando les dije que había sido admitida en la universidad.
Al volver a mi habitación volví a entrar en la ducha -al fin y al cabo no quería ir oliendo a sudor- me sequé rápidamente, me puse una ropa un poco más formal de tonos oscuros y azules brillantes y me eché unas gotas del perfume de jazmín que me había llevado de casa. Realmente adoraba el olor del jazmín.
Al tocar la campana que anunciaba el comienzo de las clases me senté en mi pupitre -tercera fila a la izquierda, al lado de la ventana- mientras miraba cómo el profesor de sociología entraba en clase y dejaba las cosas en la mesa. apoyé la cara en mi mano con aire despreocupado mientras sacaba perezosamente un pequeño cuaderno y un bolígrafo, he de decir que el cuaderno estaba más lleno de dibujos que de otra cosa, pero mientras me fuera bien en los exámenes todo estaría bien… ¿no?
Justo cuando el profesor comenzó a hablar sentí como os párpados se me caían lentamente...
Última edición por Sephora Ui el Sáb Ago 22, 2015 10:40 am, editado 2 veces
Sephora Ui- Sexo :
Raza : Mago
Mensajes : 43
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Localización : Quién sabe
Re: Otro día de rutina con sociología
Aquel día estaba siento... Bueno, pesado, para qué nos vamos a engañar. Me había levantado con mucha pereza. Demasiada. Me moría de ganas de quedarme acurrucado entre las sábanas, tan calentito, cómodo y... solo. Asquerosamente solo. ¿Por qué narices me había acostumbrado tan rápido a pasar las noches con Lucius? Yo había estado cómodamente en solitario por décadas, y este hombre venía y conseguía en pocos meses que verlo en mi cama fuera una costumbre. Mal, aquello estaba muy mal. Tendría que poner distancias. Muuuuchas distancias. Vaya que sí. O quizá no tantas, porque la verdad, es bueno en la cama... ¡No! Como si es el maldito dios del sexo, a mí no me engatusará. Se acabó eso de quedar por las noches. Al menos no en mi casa. Hum... quizá así podríamos hacerlo en sitios más morbosos... Arg, asqueroso zorro. Asco me daba. Mucho, muchísimo asco.
Fui a clase con una sonrisa en la cara, alegre y campante como todos los días. Ay, si pudieran saber cuánto los odiaba a todos, cuántas ganas tenía de matarlos... Suficiente fuerza de voluntad necesitaba para no comenzar una masacre, ¡y encima se atrevían a hablar en mi clase! Es que yo alucinaba, de verdad. ¿Acaso se imaginaban siquiera cuán cerca estaba de asfixiarlos cuando les metía una bola de tierra en la boca? Sólo tenía que hacer un pequeño movimiento, hundirla un poco más en su garganta y no habría forma de que pudieran sacarla... Y tratando de escupir la llevarían más hondo, consiguiendo que se colara por sus pulmones para rápidamente quedarse sin aire. Sus rostros quedarían completamente rojos, con lágrimas en los ojos, convulsionando, tratando de aferrarse a una vida a la que no le quedaba mucho... Ah... Qué bonito sería si pudiera hacer eso. Nadie más hablaría en mis clases, eso seguro. En fin, algún día lo haría si tenía que irme de esta dichosa escuela. Algún día.
Dejé mis cosas sobre la mesa junto al tarro de tierra para echar un vistazo a la clase con una sonrisa animada. Lamentablemente aquella no era la clase de Allan, así que, como siempre, me tocaba intentar enseñar a un montón de cabezashuecas que nadie sabía porqué estaban allí gastando oxígeno. Pero de verdad, con las notas que sacaban, ¿por qué narices seguían aquí? Es decir, vale, yo podía un nivel muy alto, ¡pero la mayoría de estos chicos tienen más de doscientos años, ya deberían saber algo! ¿O es que acaso en sus mundos no saben lo que es coger un libro y aprender algo de utilidad? Por favor, que yo a los quince años era más productivo... ¡Sabía mucho más incluso estando quince horas al día entrenando! Lo cual, todo se ha de decir, es bastante triste. Igual es que tengo la edad de un abuelo carcamal, pero en mis tiempos la gente era mejor. Los que podían pagarse una educación, al menos. ¿Veis lo que pasa cuando das educación pública a los parásitos? No la aprovechan y encima pierden el tiempo. Serían mucho más útiles trabajando en cualquier otro lado, no aquí perdiendo el tiempo.
Comencé a explicar el temario desde el último punto que habíamos dado, echando rápidos vistazos a los alumnos de tanto en tanto para ver si había alguno con el que pudiera descargar mi ira. Y... ¡bingo! Una dormilona. Qué bonito. No molestaba tanto como los que hablaban o pasaban notas, pero no dejaba de ser una excusa para quedarme a gusto. Me acerqué a la muchacha y le di un toque en el brazo. Aparentemente fue un golpecito de nada, aunque realmente hice fuerza. Maldicha niñata insolente...-Oye, en mi clase no se duerme.-dije más serio de lo normal una vez se hubo despertado, pero con ese toque jovial que caracterizaba mi apariencia-Así que tienes dos opciones: o atiendes e intentas meter algo en esa -asquerosa- cabecita tuya-propuse dándole un toque en la cabeza, agradeciendo llevar guantes. Ni ganas de tocar a un insecto asqueroso. Tsk.-, o te vas a dormir a otro lado asumiendo que tu nota será un enorme y precioso cero. Tú elijes.-sonreí suavemente. No estaba muy seguro si ese gesto con aquellas palabras daba un toque siniestro de más, pero, en cualquier caso, tampoco venía mal. Estrangularla, eso es lo que quería. Ah, qué buenos tiempos aquellos en los que podía matar cuando me diera la santísima gana... Qué buenos tiempos.
Fui a clase con una sonrisa en la cara, alegre y campante como todos los días. Ay, si pudieran saber cuánto los odiaba a todos, cuántas ganas tenía de matarlos... Suficiente fuerza de voluntad necesitaba para no comenzar una masacre, ¡y encima se atrevían a hablar en mi clase! Es que yo alucinaba, de verdad. ¿Acaso se imaginaban siquiera cuán cerca estaba de asfixiarlos cuando les metía una bola de tierra en la boca? Sólo tenía que hacer un pequeño movimiento, hundirla un poco más en su garganta y no habría forma de que pudieran sacarla... Y tratando de escupir la llevarían más hondo, consiguiendo que se colara por sus pulmones para rápidamente quedarse sin aire. Sus rostros quedarían completamente rojos, con lágrimas en los ojos, convulsionando, tratando de aferrarse a una vida a la que no le quedaba mucho... Ah... Qué bonito sería si pudiera hacer eso. Nadie más hablaría en mis clases, eso seguro. En fin, algún día lo haría si tenía que irme de esta dichosa escuela. Algún día.
Dejé mis cosas sobre la mesa junto al tarro de tierra para echar un vistazo a la clase con una sonrisa animada. Lamentablemente aquella no era la clase de Allan, así que, como siempre, me tocaba intentar enseñar a un montón de cabezashuecas que nadie sabía porqué estaban allí gastando oxígeno. Pero de verdad, con las notas que sacaban, ¿por qué narices seguían aquí? Es decir, vale, yo podía un nivel muy alto, ¡pero la mayoría de estos chicos tienen más de doscientos años, ya deberían saber algo! ¿O es que acaso en sus mundos no saben lo que es coger un libro y aprender algo de utilidad? Por favor, que yo a los quince años era más productivo... ¡Sabía mucho más incluso estando quince horas al día entrenando! Lo cual, todo se ha de decir, es bastante triste. Igual es que tengo la edad de un abuelo carcamal, pero en mis tiempos la gente era mejor. Los que podían pagarse una educación, al menos. ¿Veis lo que pasa cuando das educación pública a los parásitos? No la aprovechan y encima pierden el tiempo. Serían mucho más útiles trabajando en cualquier otro lado, no aquí perdiendo el tiempo.
Comencé a explicar el temario desde el último punto que habíamos dado, echando rápidos vistazos a los alumnos de tanto en tanto para ver si había alguno con el que pudiera descargar mi ira. Y... ¡bingo! Una dormilona. Qué bonito. No molestaba tanto como los que hablaban o pasaban notas, pero no dejaba de ser una excusa para quedarme a gusto. Me acerqué a la muchacha y le di un toque en el brazo. Aparentemente fue un golpecito de nada, aunque realmente hice fuerza. Maldicha niñata insolente...-Oye, en mi clase no se duerme.-dije más serio de lo normal una vez se hubo despertado, pero con ese toque jovial que caracterizaba mi apariencia-Así que tienes dos opciones: o atiendes e intentas meter algo en esa -asquerosa- cabecita tuya-propuse dándole un toque en la cabeza, agradeciendo llevar guantes. Ni ganas de tocar a un insecto asqueroso. Tsk.-, o te vas a dormir a otro lado asumiendo que tu nota será un enorme y precioso cero. Tú elijes.-sonreí suavemente. No estaba muy seguro si ese gesto con aquellas palabras daba un toque siniestro de más, pero, en cualquier caso, tampoco venía mal. Estrangularla, eso es lo que quería. Ah, qué buenos tiempos aquellos en los que podía matar cuando me diera la santísima gana... Qué buenos tiempos.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
Raza : Elemental de tierra
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Reputación : 1
Localización : Preferiblemente, mi casa
Re: Otro día de rutina con sociología
La voz del profesor cada vez se hacía más y más lejana, a medida que el sueño me envolvía de manera cariñosa y tentadora. No sé en qué punto quede desconectada de la realidad, la verdad no me importa demasiado, estaba realmente bien en aquel extraño mundo que mi subconsciente formaba cada vez que cerraba los ojos, esta vez el mundo volvió a repetirse, era algo que conocía muy bien -tal vez demasiado bien- unos enormes jardines bañados por la tibia luz de la mañana que con su calor comenzaba a evaporar el rocío depositado en los grandes rosales, el césped bien cortado y los pequeños arbustos que rodeaban aquella preciosa cárcel natural. ¿Por qué digo cárcel? Porque para mí ese sitio es el maldito infierno, estoy segura de que nada me puede causar un sentimiento más desagradable que ese, aquellos putos jardines de aquella puta casa roba-libertad.
Lo mejor del sueño -más bien pesadilla- era que estaba sola, ni un alma a mi alrededor, algo que a la yo del sueño le tranquilizó bastante. Comencé a caminar sin un rumbo fijo, no quería ir a ningún lugar en particular, así que sólo caminé, caminé y caminé hasta llegar a un sitio desconocido dentro del jardín: una pequeña plaza circular con una fuente de estilo gótico en el medio del que emanaba un líquido casi tan transparente como el agua, pero con un ligero tono rosado. Encima de la fuente flotaba una gran piedra preciosa parecida a un cuarzo rosa que desprendía una luz mágica que le daba aquel extraño color al agua. Escuché un susurro casi imperceptible que se ahogaba con el sonido del agua al caer, pero de alguna forma sabía que me llamaba. Otra vez, el murmullo en esta ocasión se escuchó con algo más de claridad, estaba segura, alguien me estaba llamando desde el fondo de la fuente. ¿Pero eso podía ser posible? No lo sé, lo único que mi cuerpo hacía era moverse hacia la extraña fuente, lento pero sin detenerse, cuando estuve a punto de tocar el agua sentí algo en el brazo que hizo que me despertase.
-Oye, en mi clase no se duerme- era el profesor de sociología, es cierto, en ese momento estaba en su clase- Así que tienes dos opciones: o atiendes e intentas meter algo en esa -asquerosa- cabecita tuya, o te vas a dormir a otro lado asumiendo que tu nota será un enorme y precioso cero. Tú eliges.
Con mucho cuidado para que no se notase miré la hora en mi reloj de pulsera. Vaya, sólo habían pasado diez minutos y ya me están… ¿amenazando? Miré al profesor directamente a los ojos, estaba clarísimo que no me aguantaba -bueno, yo siento lo mismo hacia él- y apostaría lo que fuera a que si pudiera ahora mismo estaría ahogándome con el tarro completo de tierra -llamadlo intuición femenina si quereís-. A mi alrededor nadie se atrevía ni a susurrar, creo que esta es la primera vez que Stauffenberg lanza a alguien una sonrisa tan siniestra. Suspiré y sonreí de medio lado al ver lo caguetas que eran mis compañeros.
-Vaya, si que eres un buen profesor- dije en forma sarcástica - aunque me tienta mucho la idea de salir y seguir tomándome una buena siesta no quiero bajar mi media, al fin y al cabo, profesor Stauffenberg, soy una de las pocas aquí que siguen el hilo de tus clases.- en eso me echo hacia atrás para mirar a mis compañeros-Lo digo sin ofender ¡eh!
Lo mejor del sueño -más bien pesadilla- era que estaba sola, ni un alma a mi alrededor, algo que a la yo del sueño le tranquilizó bastante. Comencé a caminar sin un rumbo fijo, no quería ir a ningún lugar en particular, así que sólo caminé, caminé y caminé hasta llegar a un sitio desconocido dentro del jardín: una pequeña plaza circular con una fuente de estilo gótico en el medio del que emanaba un líquido casi tan transparente como el agua, pero con un ligero tono rosado. Encima de la fuente flotaba una gran piedra preciosa parecida a un cuarzo rosa que desprendía una luz mágica que le daba aquel extraño color al agua. Escuché un susurro casi imperceptible que se ahogaba con el sonido del agua al caer, pero de alguna forma sabía que me llamaba. Otra vez, el murmullo en esta ocasión se escuchó con algo más de claridad, estaba segura, alguien me estaba llamando desde el fondo de la fuente. ¿Pero eso podía ser posible? No lo sé, lo único que mi cuerpo hacía era moverse hacia la extraña fuente, lento pero sin detenerse, cuando estuve a punto de tocar el agua sentí algo en el brazo que hizo que me despertase.
-Oye, en mi clase no se duerme- era el profesor de sociología, es cierto, en ese momento estaba en su clase- Así que tienes dos opciones: o atiendes e intentas meter algo en esa -asquerosa- cabecita tuya, o te vas a dormir a otro lado asumiendo que tu nota será un enorme y precioso cero. Tú eliges.
Con mucho cuidado para que no se notase miré la hora en mi reloj de pulsera. Vaya, sólo habían pasado diez minutos y ya me están… ¿amenazando? Miré al profesor directamente a los ojos, estaba clarísimo que no me aguantaba -bueno, yo siento lo mismo hacia él- y apostaría lo que fuera a que si pudiera ahora mismo estaría ahogándome con el tarro completo de tierra -llamadlo intuición femenina si quereís-. A mi alrededor nadie se atrevía ni a susurrar, creo que esta es la primera vez que Stauffenberg lanza a alguien una sonrisa tan siniestra. Suspiré y sonreí de medio lado al ver lo caguetas que eran mis compañeros.
-Vaya, si que eres un buen profesor- dije en forma sarcástica - aunque me tienta mucho la idea de salir y seguir tomándome una buena siesta no quiero bajar mi media, al fin y al cabo, profesor Stauffenberg, soy una de las pocas aquí que siguen el hilo de tus clases.- en eso me echo hacia atrás para mirar a mis compañeros-Lo digo sin ofender ¡eh!
Sephora Ui- Sexo :
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Re: Otro día de rutina con sociología
No dejé de mirarla con esos ojos afables que tan enfermo me ponían mientras pensaba de qué manera iba a matarla mientras durmiera. ¿Pero con qué narices alimentaban a los niñatos? Yo de verdad que no lo entendía. Esto pasaba por esa ridiculez de enseñanza tan pasiva y sin violencia alguna. ¡Los parásitos tenían que aprender a obedecer y acatar normas! Cuando era pequeño tenía institutrices, así que realmente no viví nunca eso de ser amenazado con ser golpeado con una regla de madera de medio metro, ¡pero tampoco se me hubiera ocurrido nunca responderle de forma tan arrogante a ninguna de mis profesoras! Tan sólo con que les pusiera la mano encima una vez estoy más que seguro que pocos se atreverían a volver a hablarme así... Pero no, claro, porque aquel era un mundo democrático donde todo se hacía con suavidad y ñoñerías. Lo máximo que podía hacer era llenarles la boca de tierra en un intento de que captaran la indirecta bastante directa. En un principio servía para aquellos con la consciencia de seres inferiores más asumida, pero los que seguían resistiéndose, los que todavía pensaban que eran especiales, no paraban ni con esas. ¿Qué había de especial en una criatura que era prácticamente igual a todas las demás? En esa escuela vivían infinidad de especies, sí, pero incluso así todas tenían más o menos los mismos instintos, pensamientos y necesidades que un humano. Nadie era único o especial. Incluso yo, con mi arrogancia y orgullo, aceptaba eso como algo natural. Al fin y al cabo, la posibilidad de ser insustituible existe cuando hay pocos individuos, ¿pero cómo podían seguir pensando aquellos cuando, sólo con los humanos, hacían miles de millones? No tenía sentido, y sólo conseguían hacerse ilusiones vanas. Claro que, siendo parásitos, ¿qué podía esperar de ellos? Tan sólo servían para obedecer y trabajar. Cualquiera que se saliera de esos parámetros tenía alguna posibilidad, pero... no demasiada. La nobleza se llevaba en la sangre, no en el nombre.
-Bueno, si atendieras tanto en clase como dices sabrías que la actitud cuenta mucho para la nota final, así que la tuya se verá afectada hagas lo que hagas.-expliqué más que complacido de poder poner las notas que quisiera como profesor. En general no preguntaban nunca, y cuando tocaba la evaluación tan sólo tenía que decir la verdad: que eran unos vagos patosos que no daban palo al agua. No lo decía con esas palabras, claro, porque yo seguía teniendo una imagen que mantener, pero básicamente el mensaje que daba era ese. Realmente a los demás profesores les daba igual, así que no solía encontrarme con quejas. Sólo que los exámenes de recuperación tenían que ser más fáciles, cosa que cumplía. Vale, quizá no eran tan fáciles como se hubieran pensado, pero bajaba un poco aunque fuera el listón. Demasiado para mi gusto, ya que aquellos niñatos no se merecían ni siguiera la opción de demostrar que valían algo más que una piedra, pero algo era algo. Claro que ni así conseguían aprobar más de una cuarta parte de la clase. Inútiles, inútiles todos.-Así que vuelves a tener las mismas opciones, pero asumiendo que te será difícil aprobar hagas lo que hagas.-sonreí amablemente, de nuevo creando esa sensación siniestra sin quererlo. Tenía un punto por haber pronunciado bien mi nombre, pero no compensaba todos los que le había quitado tan sólo por atreverse a contestar. No, a gente como ella no pensaba aprobarla por muy buena nota que me sacaran. Para mí además de cerebro has de tener actitud, y sin eso no puedes siquiera rascar el cinco. O veo que vales la pena, o te hundo como estudiante. Fin. Esto es una universidad, no un parvulario, por el amor de Dios.
-Bueno, si atendieras tanto en clase como dices sabrías que la actitud cuenta mucho para la nota final, así que la tuya se verá afectada hagas lo que hagas.-expliqué más que complacido de poder poner las notas que quisiera como profesor. En general no preguntaban nunca, y cuando tocaba la evaluación tan sólo tenía que decir la verdad: que eran unos vagos patosos que no daban palo al agua. No lo decía con esas palabras, claro, porque yo seguía teniendo una imagen que mantener, pero básicamente el mensaje que daba era ese. Realmente a los demás profesores les daba igual, así que no solía encontrarme con quejas. Sólo que los exámenes de recuperación tenían que ser más fáciles, cosa que cumplía. Vale, quizá no eran tan fáciles como se hubieran pensado, pero bajaba un poco aunque fuera el listón. Demasiado para mi gusto, ya que aquellos niñatos no se merecían ni siguiera la opción de demostrar que valían algo más que una piedra, pero algo era algo. Claro que ni así conseguían aprobar más de una cuarta parte de la clase. Inútiles, inútiles todos.-Así que vuelves a tener las mismas opciones, pero asumiendo que te será difícil aprobar hagas lo que hagas.-sonreí amablemente, de nuevo creando esa sensación siniestra sin quererlo. Tenía un punto por haber pronunciado bien mi nombre, pero no compensaba todos los que le había quitado tan sólo por atreverse a contestar. No, a gente como ella no pensaba aprobarla por muy buena nota que me sacaran. Para mí además de cerebro has de tener actitud, y sin eso no puedes siquiera rascar el cinco. O veo que vales la pena, o te hundo como estudiante. Fin. Esto es una universidad, no un parvulario, por el amor de Dios.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
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Re: Otro día de rutina con sociología
-Bueno, si atendieras tanto en clase como dices sabrías que la actitud cuenta mucho para la nota final, así que la tuya se verá afectada hagas lo que hagas.- Antes de siquiera darme cuenta me había levantado de mi asiento mirando a mi queridísimo profesor directamente a los ojos, él por su parte me mataba metafóricamente con la mirada. Vaya falso, siempre va por ahí con una imagen de tipo tranquilo, amable y servicial y ni siquiera puede aguantar diez segundos sin reprimir las ganas de matar a alguien, ¿y me va a bajar la nota por actitud? aún por encima que no molesto ni interrumpo en clase, mientras que los de detrás del todo no para de cuchichear -aunque a ellos tampoco les va bien en clase- no, si es que el tipo que tengo aquí delante es un maldito prepotente de mucho cuidado, puto abusivo que ni siquiera sabe mantener un poco la calma y comportarse como un adulto. -Así que vuelves a tener las mismas opciones, pero asumiendo que te será difícil aprobar hagas lo que hagas.
No, si es que lo mato, aguantadme que lo mato. ¿Quién se cree que es? Oh miradme soy un profesor amargado con ganas de asfixiar a todo aquel que hable en mi clase. ¿Para qué se hizo profesor primero del todo? A este se le nota a leguas que no soporta enseñar, pero a mí eso ni me va ni me viene, es más, prefiero no saber nada de su vida, sería la manera más estúpida de perder mi valioso tiempo.
Sentí un dolor agudo en la palma de la mano, ahí fue cuando me di cuenta de que me estaba clavando las uñas de tanto apretar los puños. Maldito Stauffenberg, no soy ningún objeto de burlas y no voy a dejar que nadie, por muy profesor, director o Dios que sea, me humillase.
¡Maldita sea! Estaba muy frustrada, si pudiera le lanzaría el pupitre en toda aquella cara de imbécil que tenía. ¿Se cree que me va a asustar con aquella mirada siniestra? Eso para los pringados de detrás, yo soy una persona valiente, y que quede claro que un profesor no va a ser capaz de que me acobarde.
Conté hasta diez, lento, respirando hondo, mientras lo fulminaba con la mirada. Estaba claro que no me quería ver en ese momento ni en pintura, pues ahora me iba a quedar como que me llamo Sephora Ui. Solté una risa sarcástica, algo cansada miré a mis compañeros de clase: todos estaban rígidos como tablas, con la cara algo pálida y super callados. Vaya panda de gallinas, ni siquiera pueden enfrentarse a un profesor. Volví a mirar por última vez Stauffenberg y solté un comentario para que todos me escucharan mientras me sentaba:
-Para que luego digan que la educación no es justa
No, si es que lo mato, aguantadme que lo mato. ¿Quién se cree que es? Oh miradme soy un profesor amargado con ganas de asfixiar a todo aquel que hable en mi clase. ¿Para qué se hizo profesor primero del todo? A este se le nota a leguas que no soporta enseñar, pero a mí eso ni me va ni me viene, es más, prefiero no saber nada de su vida, sería la manera más estúpida de perder mi valioso tiempo.
Sentí un dolor agudo en la palma de la mano, ahí fue cuando me di cuenta de que me estaba clavando las uñas de tanto apretar los puños. Maldito Stauffenberg, no soy ningún objeto de burlas y no voy a dejar que nadie, por muy profesor, director o Dios que sea, me humillase.
¡Maldita sea! Estaba muy frustrada, si pudiera le lanzaría el pupitre en toda aquella cara de imbécil que tenía. ¿Se cree que me va a asustar con aquella mirada siniestra? Eso para los pringados de detrás, yo soy una persona valiente, y que quede claro que un profesor no va a ser capaz de que me acobarde.
Conté hasta diez, lento, respirando hondo, mientras lo fulminaba con la mirada. Estaba claro que no me quería ver en ese momento ni en pintura, pues ahora me iba a quedar como que me llamo Sephora Ui. Solté una risa sarcástica, algo cansada miré a mis compañeros de clase: todos estaban rígidos como tablas, con la cara algo pálida y super callados. Vaya panda de gallinas, ni siquiera pueden enfrentarse a un profesor. Volví a mirar por última vez Stauffenberg y solté un comentario para que todos me escucharan mientras me sentaba:
-Para que luego digan que la educación no es justa
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Re: Otro día de rutina con sociología
-El sistema educativo es una jerarquía, así que menos quejas y más oídos.-bufé ya más tranquilo al ver que se sentaba. El resto de la clase procuraba no hablar, lo cual era una bendición, y se estaba tan quieta que cualquier hubiera dicho que se habían quedado clavados en la silla. A mí me importaba un rábano si en lugar de apuntes dibujaban o si tenían la cabeza en yupilandia, pero no podía ni quería aceptar las muestras obvias de desinterés. Hablar, dormir o pasarse notas era un insulto hacia los que sí querían aprender algo -eran pocos, pero alguno había- y hacia mí, lo que no iba a aguantar de ninguna de las maneras. Volví a mi mesa, frente a la verde y gastada pizarra, y seguí explicando por donde me había quedado, apoyando la cadera en el escritorio y cruzándome de brazos para mayor comodidad. De tanto en tanto dirigía una mirada a la niñata insolente en busca de más muestras de rebeldía, pero por el momento parecía que no iba a hacer nada. Era curioso como las personas más tendientes a rebelarse se calmaban cuando les decías que les bajarías la nota. No sé, si tan superiores eran y tan dispuestos estaban a resistir los problemas, ¿por qué se quedaban tan sumisos con esa amenaza? Yo seguí luchando aun bajo amenaza de muerte, y esa sí que no eran en coña. En su momento lo dudé porque por mucho que hacía no apretaban el gatillo, pero luego me enteré de sus planes y todo cobró un relativo sentido. Querían que pagara por mis crímenes por un tribunal, y fue gracias a eso que entendí cuán peligroso podía ser que me reconocieran. Al final conseguí salir. Débil y hecho mierda, pero conseguí salir. Desde entonces todo dio un giro tan drástico... ah... Quién pudiera volver a esos tiempos y partirles la cara a todos, quién pudiera. Realmente permanecí tanto tiempo encerrado porque no me daba la luz más que por una triste lámpara rota, y si mis poderes tienen algo molesto es su maldita dependencia a la luz solar... Un día dolor de cabeza, dos jaqueca. Casi tres años... bueno, ya os lo podéis imaginar.
-¿Quién podría explicarme quién fue Herbert Marcuse?-pregunté para ver cómo estaba sus memorias. Lo había comentado hacía no muchas clases, y de hecho me estuve un buen rato hablando de él. Muchos comenzaron a pasar las páginas de sus cuadernos frenéticamente, pero no parecían saber de quién hablaba. Ciertamente lo había escogido porque, en especial ese día, nadie pareció tomar demasiados apuntes, y quería comprobar cuantos tenían cerebro más que para tragar información y escupirla en un examen. ¿Habría alguien capaz de cumplir mis expectativas, o seguiría con un único alumno interesante? Cómo me gustaría que Allan estuviera en todas mis clases... Al menos él me da conversación inteligente, no como esas ratas sucias y asquerosas...
-¿Quién podría explicarme quién fue Herbert Marcuse?-pregunté para ver cómo estaba sus memorias. Lo había comentado hacía no muchas clases, y de hecho me estuve un buen rato hablando de él. Muchos comenzaron a pasar las páginas de sus cuadernos frenéticamente, pero no parecían saber de quién hablaba. Ciertamente lo había escogido porque, en especial ese día, nadie pareció tomar demasiados apuntes, y quería comprobar cuantos tenían cerebro más que para tragar información y escupirla en un examen. ¿Habría alguien capaz de cumplir mis expectativas, o seguiría con un único alumno interesante? Cómo me gustaría que Allan estuviera en todas mis clases... Al menos él me da conversación inteligente, no como esas ratas sucias y asquerosas...
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Re: Otro día de rutina con sociología
-¿Quién podría explicarme quién fue Herbert Marcuse?
De repente, como si el resto de mis compañeros saltaron en sus asientos como si tuvieran alguna clase de resorte en el culo y se pusieron a buscar en sus libretas la respuesta como locos. Yo me acomode mientras miraba a aquellos intentos de lame culo de Stauffenberg… ¡Por Dios! ¿Hace cuánto que lo habíamos dado? ¿Tres días? Y eso que lo estoy alargando, si no se acuerdan ahora de quién es normal que les vaya tan mal en los exámenes.
Esperé un par de eternos minutos para darle la oportunidad a alguien de brillar ante el cretino del profesor, pero al ver que nadie tenía ni pajolera idea de lo que Stauffenberg estaba preguntando y que él estaba empezando a perder los nervios decidí responder para evitar tener que escuchar su irritante voz. Suspiré antes de empezar a explicar al resto de la clase:
-Herbert Marcuse, fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense, una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
Para Marcuse, la instancia fundamental de formación de la conciencia humana está en la niñez, tal como se vive en el interior de la familia. En esta etapa, el hombre que se está formando adquiere sus categorías normativas y todo su marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial moderna ha trasmutado es precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad misma alienante se ha introducido a través de los medios de comunicación de masas, reemplazando a la familia, y formando a los hombres con categorías que no salen de él mismo, sino del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como sus anhelos, sueños y valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa manera se ha asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico. En este punto está la principal diferencia entre la forma de alienación que describe Marx y la que describe Marcuse. Mientras en Marx la alienación está focalizada en el ámbito de la producción material, donde al hombre se le arrebata el valor producido con su trabajo (y por tanto su condición humana), en Marcuse la alienación está enfocada en la conciencia misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la coacción.
También se sabe que Marcuse muestra un análisis muy profundo y duro en cuanto a los procesos de cambio, como muestra en "la posibilidad de alternativas" y los diferentes caminos, y sobre todo la tarea de la filosofía en este aspecto. Una nota al pie muy curiosa de su libro El hombre unidimensional dice: “Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’”
Volví a coger aire una vez terminado de exponer más o menos las ideas principales sobre Marcuse. Algunos de mis compañeros se habían quedado muy sorprendidos -no debo de tener una apariencia muy inteligente- pero el único que me importaba en ese momento era Stauffenberg, a ver si se tragaba de una vez sus palabras. ¿Actitud? Creo haber sido la única en demostrar que la tengo.
De repente, como si el resto de mis compañeros saltaron en sus asientos como si tuvieran alguna clase de resorte en el culo y se pusieron a buscar en sus libretas la respuesta como locos. Yo me acomode mientras miraba a aquellos intentos de lame culo de Stauffenberg… ¡Por Dios! ¿Hace cuánto que lo habíamos dado? ¿Tres días? Y eso que lo estoy alargando, si no se acuerdan ahora de quién es normal que les vaya tan mal en los exámenes.
Esperé un par de eternos minutos para darle la oportunidad a alguien de brillar ante el cretino del profesor, pero al ver que nadie tenía ni pajolera idea de lo que Stauffenberg estaba preguntando y que él estaba empezando a perder los nervios decidí responder para evitar tener que escuchar su irritante voz. Suspiré antes de empezar a explicar al resto de la clase:
-Herbert Marcuse, fue un filósofo y sociólogo judío de nacionalidad alemana y estadounidense, una de las principales figuras de la primera generación de la Escuela de Frankfurt.
Para Marcuse, la instancia fundamental de formación de la conciencia humana está en la niñez, tal como se vive en el interior de la familia. En esta etapa, el hombre que se está formando adquiere sus categorías normativas y todo su marco de referencia para enfrentar el mundo. Lo que la sociedad industrial moderna ha trasmutado es precisamente ese ámbito familiar, en que la sociedad misma alienante se ha introducido a través de los medios de comunicación de masas, reemplazando a la familia, y formando a los hombres con categorías que no salen de él mismo, sino del capitalismo. Las necesidades del hombre, así como sus anhelos, sueños y valores, todo ha sido producido por la sociedad, y de esa manera se ha asimilado cualquier forma de oposición o movimiento antisistémico. En este punto está la principal diferencia entre la forma de alienación que describe Marx y la que describe Marcuse. Mientras en Marx la alienación está focalizada en el ámbito de la producción material, donde al hombre se le arrebata el valor producido con su trabajo (y por tanto su condición humana), en Marcuse la alienación está enfocada en la conciencia misma del hombre moderno, y por tanto no hay forma alguna de escapar a la coacción.
También se sabe que Marcuse muestra un análisis muy profundo y duro en cuanto a los procesos de cambio, como muestra en "la posibilidad de alternativas" y los diferentes caminos, y sobre todo la tarea de la filosofía en este aspecto. Una nota al pie muy curiosa de su libro El hombre unidimensional dice: “Todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’”
Volví a coger aire una vez terminado de exponer más o menos las ideas principales sobre Marcuse. Algunos de mis compañeros se habían quedado muy sorprendidos -no debo de tener una apariencia muy inteligente- pero el único que me importaba en ese momento era Stauffenberg, a ver si se tragaba de una vez sus palabras. ¿Actitud? Creo haber sido la única en demostrar que la tengo.
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Re: Otro día de rutina con sociología
Aunque mi rostro se mantuvo sereno y tranquilo, me sorprendí por lo que aquella muchacha era capaz de demostrar. Pensé que era una pena, porque si fuera más aplicada y menos propensa a los intentos de suicidio con profesores irascibles sería, muy probablemente, la mejor de todas mis clases. Con un poco de disciplina sería definitivamente alguien de quien sentirse orgulloso... O, bueno, lo podría ser si yo no fuera yo, claro, porque por muy buena memoria que tuviera y por muy buena estudiante que demostrara ser, un parásito no puede dejar de ser un parásito. Muy pocos estudiantes me habían demostrado ser algo más, y lo habían hecho tan sutilmente que por poco creí que ya me había vuelto loco. Lamentablemente lo más común era que no hubieran diamantes en bruto entre el carbón, por lo que cualquier esfuerzo por arreglar a aquellas criaturillas infernales era, como mínimo, en vano. Como ya había dicho se llevaba en la sangre, no en el nombre o en la mirada. Si nacías mejor, lo serías por muy bajo que te hicieran caer. La fuerza estaba en tus venas, y aunque a veces no parecía estar muy presente, salía cuando más la necesitabas. Un parásito podía ser valiente también, pero... no era lo mismo. En fin. Unos cabezas huecas como ellos jamás podrían entenderlo.
-Bueno, al menos veo que no hablas por hablar.-asentí más o menos satisfecho por aquello. ¿Qué esperabais? Aquel era el mayor cumplido que podría darle a alguien como ella. La clase siguió sin problemas aparentes ni alumnos cuchicheando a mis espaldas, por lo que finalicé la explicación sobre aquel pensador añadiendo nueva información que estaba seguro que pocos sabrían aprovechar. Con una sonrisa alegre y una actitud jovial abandoné el aula sin siquiera mirar a aquella niñata insolente, deseando una taza de café bien cargada y una tarde alocada con Lucius. Para bien o para mal, aquel hombre me desestresaba si de sexo se trataba, qué queréis que os diga.
-Bueno, al menos veo que no hablas por hablar.-asentí más o menos satisfecho por aquello. ¿Qué esperabais? Aquel era el mayor cumplido que podría darle a alguien como ella. La clase siguió sin problemas aparentes ni alumnos cuchicheando a mis espaldas, por lo que finalicé la explicación sobre aquel pensador añadiendo nueva información que estaba seguro que pocos sabrían aprovechar. Con una sonrisa alegre y una actitud jovial abandoné el aula sin siquiera mirar a aquella niñata insolente, deseando una taza de café bien cargada y una tarde alocada con Lucius. Para bien o para mal, aquel hombre me desestresaba si de sexo se trataba, qué queréis que os diga.
Kaim von Stauffenberg- Sexo :
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Re: Otro día de rutina con sociología
—TEMA CERRADO—.
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