Nikolá Bajkovec | ID

Físico:

En su forma humana, Nikolá mide 174 centímetros y muestra un cuerpo delgado, de musculatura fina pero enmarcada, pues sólo pesa 58 kilogramos. Su apariencia, a pesar de ser algo descuidada, no es del todo impresentable; tiene el pelo de un color rubio ceniza, largo para el tópico de hombre; pues le llega hasta sus hombros cuando lo trae suelto, aunque eso es muy raro de ver, pues se le ve siempre con el pelo recogido en una coleta algo despeinada y su flequillo que le cubre gran parte de la frente de igual forma. El pelo lo trae así desde tiempos inmemorables, pues nunca se ha acostumbrado a llevarlo corto.

Sus ojos son de color rojo carmín, grandes y redondos, se muestran tan animados como su personalidad. Su piel es de un tono claro, pero no del todo pálido o enfermizo, sino un color más bien vivaz y juvenil, aunque estas fueran características algo más subjetivas. De facciones finas, no recae en lo femenino del todo.

Apariencia Humana:

Su forma real, es de un elegante dragón blanco con cola escamada y alas ligeras y extensas que le facilitan el vuelo mientras se mezclan con el viento, evitando cualquier sonido que pueda provocar su aleteo. Al igual que su forma humana, sus ojos guardan el color carmín en ellos, como una par de rubíes intactos.

Apariencia Real:

Personalidad:

Alegre y espontáneo, un chico con demasiada energía acumulada en su cuerpo y que la libera con animadas formas de hablar, jugueteos y, en general, de la mejor forma que se le ocurra en el momento. Sí, muy hiperactivo. Eso no implico que fuera alguien desagradable o empalagoso, en lo posible intenta evitarlo mientras sea consciente de ello. Usualmente trata de hacer que los demás se unan a sus juegos y siempre estar charlando sobre algo para animar el ambiente. Sin embargo, no habla casi nunca sobre sí mismo, cree que es innecesario e incómodo, no le gusta hacerlo y prefiere que nadie le pregunte, si habla lo haría por decisión propia; aquello se aplica especialmente a sus vivencias pasadas que le atormentan día a día con sus fantasmas.
A pesar de su radiante felicidad, Nikolá es alguien muy tranquilo cuando está solo, aunque siempre evita estarlo por lo mismo y el constante temor al recuerdo que lo acecha. Tiene un carácter maduro, pero una fragilidad sentimental muy voluble que en ocasiones le concede la fortaleza de superar cualquier dificultad presentada, mientras que en otras ocasiones simplemente se destroza internamente. Lo que nunca cambia es que siempre lo oculta todo con una sonrisa. Debe tener mucha confianza en alguien para recién mostrarle una lágrima salir de sus orbes. Actualmente no suele llorar con facilidad sin embargo.
Es incapaz de mentir correctamente o intentar engañar a los demás, sus nervios se demuestran con facilidad y usualmente tartamudea sin disimulo. Es un chico de actitud inocente la mayor parte del tiempo, pero eso no quiere decir que lo sea del todo. Pueril, amable y atento, son sólo algunos puntos que lo caracterizan; el único defecto que podría tener es que no cree en el amor, la atracción física como tal es normal, pero el amor es algo en lo que simplemente ya no se puede permitir creer. Tampoco puede confiar con facilidad en los demás, asique aunque sea amigable considera a muy pocos como verdaderos amigos a los cuales tener un afecto fraternal. Ah, sí, el afecto fraternal lo demuestra como muchos: abrazos, jugarretas, palabras cursis. Un chico muy de piel.

Así es Nikolá.

Historia:

Gaia...
Si intenta recordar su pasado, no podría hacerlo con exactitud aunque quisiera, Nikolá no recuerda los primeros años de su vida ni a sus progenitores para nada, recuerda desde que su transformación en humano estaba completa. En ese entonces, aparentaba unos dieciséis años y ya vivía solo en una aldea desconocida entre el bosque de una montaña abandonada. Recuerda aquellos días, viviendo en pequeñas casas de adobe junto a su hermano mayor, claro, a él sí que lo recuerda. Su hermano también era un dragón de más de tres décadas mayor que él, él fue quien le enseñó muchas cosas para mezclarse con la gente del pequeño pueblo, era sabio y muy querido por todos; debido a que no envejecía como el resto, fue conocido en la aldea como un hechicero a quien respetaban de la misma forma que a Nikolá, quien, por creencia general, era su aprendiz. El hecho de que ambos fueran dragones era un secreto que ocultaban a todos con ingenio y con la facilidad de que la gente creía en los mitos y la magia en ese entonces.
Nikolá siempre fue feliz, mientras estuviese con su hermano no pasaría nada malo.

Un día un pequeño grupo de personas llegó al escondido pueblo. Fueron rechazados de inmediato y casi expulsados, si no hubiese sido por el hermano de Nikolá que estuvo dispuesto a escuchar al cansado grupo de intrusos; ellos se presentaron como cazadores que se habían perdido en el bosque, no buscaban nada más que descanso por unos días e indicaciones para ir a otro lugar más seguro. Entre charla y negociaciones, Nikolá se desprendió de la conversación poco a poco, notando a una chica que se veía tan joven como él, hasta entonces nunca habló con nadie aparte del pueblo, pero se armó de valor para hacerlo con ella. Su nombre era Gaia. Una preciosa aprendiz de cazadora.
Como nunca nadie había salido de aquella pequeña aldea, su hermano mayor decidió que los forasteros se quedaran en eso que buscaban una ruta fiable. Mientras tanto, Nikolá pasaba el tiempo con Gaia, perdiéndose por primera vez en aquello a lo que llamaban amor; sin dar muchos detalles, luego de unas semanas comenzaron una relación. Esta noticia no fue motivo de felicidad para su hermano, quien comenzaba a desconfiar de que aquellos cazadores que tanto sabían de medicina, clima y terreno no fuesen capaces de irse por sí mismos. Nikolá, en cambio, le pidió que dejara su desconfianza de lado asegurándole que si les hubieran querido hacer algo, lo habrían hecho hacía mucho.

El momento oportuno fue una noche de tormenta, en donde los sonidos se amortiguaban entre la tierra húmeda, las gotas de lluvia y el viento arrasador que amenazaba la destrucción de sus casas. El hermano de Nikolá salió para asegurarse que el lugar donde se acobijaban los forasteros no fuese destruido. Grave error.
Los primeros rayos grises de la madrugada estaban comenzando a aparecer, el joven dragón ya estaba fuera de sus límites de preocupación por su hermano, por Gaia. Salió de su casa y la primera persona que encontró fue a la joven, sonriendo más que feliz, diciéndole que  su familia había cazado a una bestia la noche anterior. Nikolá, impresionado por la hazaña, le solicitó ver a tal fiera bestia descrita por la muchacha. Luego de adentrarse más de lo que acostumbraba por el bosque, se reunió con el resto de la familia de Gaia, quienes le llevaron hacia el cadáver… ya sabemos de quién era ¿no?
La hermosa y elegante figura de dragón de su hermano había sido apuñalada de distintas formas y en variadas partes. Las lágrimas se apresuraron en surgir de entre sus ojos, aterrado, confundido. ¿No eran cazadores normales? No, eran cazadores de dragones… ¿por qué no había creído en las palabras de su hermano? Entonces, entre la conmoción, Gaia lo apartó de su familia para preguntar el por qué de sus lágrimas, no había razón para llorar, además de que después de que su maestro muriera, él ya no sería su rehén; ahora era libre y podía ir con ella y entrenarse como cazador. La sangre le hirvió ¿En qué momento dijo que necesitaba ayuda? ¿En qué momento dijo que era un rehén?

Leah le miró sin formar ninguna expresión aparte de incredulidad. Repentinamente lágrimas comenzaron a salir y Nikolá se sintió algo más aliviado al creer que ella se sentiría culpable, herida, arrepentida. Pero no, todo lo contrario, Gaia estuvo a punto de perder la cordura al enterarse de que todo ese tiempo tuvo una relación con el hermano de un dragón, en otras palabras, tuvo de novio a su presa. Comenzó a gritar que era un mentiroso, que se arrepentía de haberlo conocido, de haber intentado ayudarlo y que lo mataría con sus propias manos. La familia de Gaia llegó al escuchar los gritos, y Nikolá huyó entre lágrimas y lanzas hacia las cuevas escondidas en lo más alto de las montañas y ahí se quedó en su forma dragón, durmiendo días y noches completas, deseando que al despertar todo fuese una pesadilla.

Durante años se mantuvo alejado de toda civilización humana, de a poco intentó superar su miedo a ellos mientras aprovechaba el tiempo entrenando el elemento que le favorecía y sus habilidades con el cuerpo humano.  Sin darse cuenta ya había pasado tanto tiempo que olvidó por completo su edad y cómo tratar correctamente con los humanos. En una oportunidad se aventuró por descubrir cómo había cambiado todo y, sinceramente, no entendía nada. Había quedado atrapado completamente en la época antigua, cosa irónica, pues era quien más deseaba arrancarse aquellos tiempos de la cabeza. Decidió que la mejor opción era moverse.
Luego de viajar por distintos paises, encontró un lugar algo curioso. No sabría decir si era cosa del destino, pero mientras  intentaba adaptarse con su forma humana, halló un papel de donde letras aparecieron indicándole lo que sería su nuevo hogar. Una universidad donde podría estar y ayudarse a sí mismo a conocer a los humanos de la actualidad; al parecer ya no tendría qué temer, puesto que los humanos ahora no saben de su existencia.
Así llegó a Solche Prestige, pasando un complicado primer año allí y, actualmente, cursando su segundo año.

Pod/Hab/Deb:

Poderes:
—Como es un dragón de viento, éste es el elemento que más se le facilita manejar. Sin embargo no conoce muchos ataques con el mismo, sólo sabe cambiar la dirección de éste, crear ráfagas y hacer maniobras en general con el aire. Su poder se limita a su localización, pues no puede manejar el aire ni el viento que esté en otras regiones.

Habilidades:
—En su forma humana tiene bastante agilidad y rapidez, características que aprovecha para clubes como atletismo.

Debilidades:
—El fuego. Tanto dragones como elementales o incluso magia de este elemento le desfavorece totalmente, aparte de que ni siquiera su cuerpo real puede soportarlo.
—Debido al episodio que lo marcó en su pasado, sufre de aicmofobia, que es el miedo a cualquier objeto punzante.

Extras:

Gustos:
—La velocidad.
—La comida en general.
—Hablar, reírse.
—La música clásica, y practicar partituras.

Disgustos:
—Estudiar, pero porque se distrae con facilidad, no porque odie aprender de por sí.
—Estar solo.
—Hablar del pasado.
—Las personas mentirosas y/o entrometidas.
—Vacilar en momentos cruciales.
—Meterse en peleas.

Otros:
—En uno de sus viajes aprendió sobre música clásica y con ello a tocar el piano.
—Le gustaría aprender a tocar el violín en algún momento.
—Como odia pelear a golpes, siempre que se ve frente a una de estas situaciones prefiere recibir antes que levantar un puño. Es por ello que en muchas ocasiones a terminado en mal estado. En otras ocasiones solamente huye.
—Aunque odie todo sentido amoroso en su vida, no lo hace en otras personas, lo que lo hace encajar en la categoría de un entrometido.