Solo por diversión [Privado]

Menos mal que la última clase antes de comenzar las vacaciones pudo alcanzar a su profesor antes de que éste se marchara. Ciertamente, el rubio siempre se iba muy rápido, pero en esa ocasión pudo hacerlo tras tantos días fallidos intentando detenerlo antes de que se fuera. A decir verdad, no se le daba bien eso de andar gritando para llamar la atención de los demás, asique en cuanto el rubio desaparecía de su rango de alcance, se daba por vencido. Aunque había parecido algo sorprendido al principio, aceptó, algo que Allan agradeció inmensamente en su interior. Ahora el tema era intentar ganarle, sinceramente, con su poca experiencia no podía tenerme más confianza que la mínima, era inevitable ¿no?
Ese día Allan se levantó a la hora adecuada y se abrigó lo necesario para que el frío no le diera una mala pasada. Desde su fraternidad buscó un tablero que tuviese todas las piezas para pedirlo prestado, de todas formas, siempre había más de uno y estaban allí juntando polvo, pues casi nadie les prestaba atención. Lo guardó cuidadosamente en un bolso y corrió al salón acordado, lo último que no quería era hacer esperar al rubio.
Abrió la puerta rápidamente y con la respiración agitada, definitivamente tenía que hacer algo con su pésima condición física que daba pena ajena. Observó que el profesor ya se encontraba instalado y leyendo un libro, tal vez había tardado mucho.

—Lo siento, llego tarde.— Se disculpó antes de acercarse, vio el reloj de pared y comprobó que habían sido dos minutos que había tardado en llegar más allá de la hora impuesta. Dejó con cuidado la bolsa sobre la mesa mientras miraba intermitentemente al otro para asegurarse que no estuviese enfadado, o al menos, no tanto.
—Me llevó un poco más de tiempo encontrar el tablero.— rascó su mejilla con el dedo índice a la par que sonreía un poco avergonzado. Retiró su bolso de la mesa e hizo una leve reverencia. —Gracias por aceptar jugar conmigo.—Agradeció esta vez con palabras, ahora podría comprobar qué tan difícil podía ser jugar con un oponente. Y menudo oponente se fue a escoger Allan, pero no se arrepentía, de seguro sacaría algo de experiencia tras todo ello.

El señor Stauffenberg tenía un aire tan calmo que Allan de vez en vez se sentía como que lo interrumpía con su sola presencia, casi como un invasor. Era algo muy distinto a las clases porque, exactamente, no estaban en medio de una de ellas. Asique podía sonar ridículo, pero Allan se sentía emocionado de poder descubrir el lado del profesor fuera de éstas. Sacó una silla del puesto más cercano y la colocó frente al mesón del profesor.

Soltó una pequeña risita ante la afirmación del rubio, la verdad es que haberse disculpado antes de siquiera comprobar la hora no había sido su idea más brillante.
—Ah, sí.— Concordó con timidez en el acto. Era bueno pensar que el rubio no estaba enfadado, no era que se viera necesariamente de malas pulgas, pero siempre había dado la impresión de ser alguien muy recatado al tiempo, o eso era lo que sentía Allan. Bueno, eran dos minutos después de todo y como se veía entretenido con el libro, tal vez se estaba preocupando mucho.
Allan se sorprendió un poco al notar que su contrincante, fuera de clases, era alguien de pocas palabras. Bueno, algo así se esperaba el ángel, pero vaya, con lo poco que hablaba era bastante más gentil y dulce. Si Allan no fuera un ser celestial, pensaría que el profesor sí lo era con aquella apariencia que podría engañar hasta un… engañar, eh. Si bien lo pensaba, había sido su primera clase la que le había impulsado a llegar a este momento con el profesor, Allan era un curioso entrometido que estuvo mucho rato observando cuidadosamente cada gesto del profesor en las clases, una tras otras; memorizaba lo que no le gustaba y lo que parecía molestarlo de verdad, pero era casi una pared impenetrable. No tenía fisura alguna por la que se destilara algo más de información, y si era así, rápidamente era sellada, incluso antes de que Allan entendiera algo.

Tomó asiento y se puso cómodo, sonrió ante la propuesta del contrario. —Sí, si no le molesta tomaré las piezas blancas.— Ordenó las piezas de su lado, una tras otra, con tranquilidad. En ese momento tenía que actuar como si sólo quisiera jugar una partida cualquiera, pero le convenía tomar en cuenta muy bien el tipo de juego que traía el mayor. Obviamente no iba a llevar su cuaderno de notas, aunque le hubiese gustado, porque iba a ser muy sospechoso y tonto. Asique con su mente tendría que bastarle. —Puede partir, después de todo yo lo desafié.— Se ofreció cordial haciendo un gesto de mano.
Su estilo de juego siempre había sido preservar sus piezas lo más posible y hacer jugadas que evitaran los sacrificios, pero lo que más le emocionaba era saber el método de juego del rubio.

No tenía idea de cómo comenzar un juego, si era honesto, pero la indicación del profesor le hizo alzar ambas cejas de la impresión. Al parecer, había elegido las piezas indicadas. No le molestaba para nada comenzar, incluso, quería hacerlo en cierta manera, pues era la táctica que más había pensado la noche anterior; en donde se repetía una y otra vez la primera jugada que debería hacer, en cambio, si empezaba el señor Kaim, sería algo más imprevisto. No quería decir que con empezar él ya tenía el juego ganado, no quería sonar tan confianzudo cuando en realidad le faltaba esa confianza para el juego, pero sí se podría sentir un poco más cómodo.
Esperó que el profesor terminara de acomodar sus fichas para dar por comenzado el juego.

—Oh, entonces...— Tomando la palabra del rubio, movió un peón en la casilla que planeó ser la mejor opción durante la noche y mostró una sonrisa. Era un movimiento simple y bastante común, Allan lo sabía, pero ese era su objetivo. Iba a comenzar de manera fácil para, gradualmente, ir subiendo la dificultad. Así se haría más entretenido hasta para él mismo. Tal vez sólo esperaba ser subestimado un poco.
Así culminó su turno con una sonrisa inocentona y volvió su mirada fijamente al tablero, expectante.

Alzó la mirada un milisegundo llamándole un poco la atención la voz del señor Stauffenberg. —He estado pensando en pedir algunos libros y tal vez salir a comprar de vez en cuando. En realidad no soy muy divertido en lo que hago. Suelo tener pasatiempos bastante sedentarios.— Admitió con una sonrisa incómoda, aquello último no era difícil de adivinar con la carrera de la mañana que le había dejado sin aire con rapidez.
—¿usted hará algo interesante?— cuestionó casi por acto reflejo, en realidad, se esperaba que en ese preciso instante no le respondiera y Allan no se iba a sentir mal, por el momento sólo le bastaba con llevar aquel juego hasta el final.

Ya habrían pasado unos pocos turnos desde el comienzo del juego y Allan decidió aumentar un poco más la dificultad, la verdad es que todas sus piezas le parecían valiosas. Miró unos segundos el tablero y decidió mover uno de sus caballos casi despreocupadamente, como si no lo hubiese pensado mucho, pero recordaba en algún momento haberle servido. Para pasar, tendría que sacrificar un alfil. Claro que lo más probable es que su caballo desapareciera en uno de los turnos próximos, pero al menos así Allan esperaba poder debilitado la defensiva un poco más; aunque lo más probable es que ambos quedarían igual nuevamente, pero si no se capturan piezas, entonces no se podría volver interesante jamás.

Soltó una risilla ante el tono inusual que hizo el rubio —Sí, pero a veces las historias se tornan repetitivas. Creo que mejor leeré algo de leyes para preparar un poco el otro semestre.— Leyes era la otra materia que tomaba y, sinceramente, se le hacía un poco difícil de memorizar, por eso no encontraba del todo malo prepararse un poco, tampoco era como si se fuese a llenar el cerebro de eso. —Ah, ya veo...— Asintió sin quitar la mirada del tablero, luego pestañeó repetidas veces. No se esperaba descubrir que tuviese una pareja, bueno, no sería raro, tampoco era un monstruo asique lógicamente podría tener pareja, pero… ¿hija? ¿En qué momento? —¿Hija?— inquirió esta vez más que extrañado y llenado totalmente de curiosidad. —¿Tiene una hija?— Por ese instante sintió que la gran pared de hierro que tenía frente suyo le dejaba ver algunos huecos en su coraza, había recibido más información de la que planeaba con una simple pregunta y podría que al rubio no le importara mucho, pero para Allan era como el gran Eureka.

Eso sí que no lo veía venir, es decir, ¿desde cuando? No podía imaginar una criatura más allá de ser un bebé. Es que el profesor se veía muy joven para tener a un hijo mayor a eso, claro, según el juicio de Allan; pero estando en un entorno de criaturas longevas no podría confiarse.

Pudo apreciar el movimiento del mayor, una clara desventaja para él, pero que le sacó una sonrisa de todos modos por la emoción. Ofensiva ¿eh? Muy como habían visto en las clases podía apreciar la ofensiva prudente de la que había hablado anteriormente. Si Allan no hubiese hecho un movimiento tan práctico, entonces no habría podido apreciar el cómo aprovechaba la oportunidad de manera tan magnífica. Parecía un adulador, pero ciertamente, tenía un gran interés por el juego del contrario. Miró sus fichas con cuidado y movió a la defensiva, guardando una sonrisa tenue sobre sus labios.

—Sí, gracias.— Arguyó cordial, sin duda sus pasatiempos eran de sedentario: pintar, dibujar, escribir. Lo más probable es que escribiera un montón de cosas durante sus ratos libres. Y en cuanto al libro de leyes, lo leería con el cuidado pertinente de rescatar lo que considerase más importante. —Lo tomaré en cuenta, después de todo, más que estudiar es algo así como introducirme un poco. No creo que vaya a entenderlo del todo.— Sacudió su mano en negativa y forzó una sonrisa. No se solía tener confianza, y no era falsa modestia, de verdad no creía mucho en sus capacidades de estudio, era más creyente de que se le facilitaba estudiar las cosas que le gustaban simplemente.

Escuchó atento y curioso a lo que le hablaba más de su hija, ahora que lo miraba, parecía un padre cuando la mencionaba. La pregunta le pilló algo desprevenido asique simplemente asintió para rápidamente retractarse. —Digo, no… es que sólo no pensé que me lo diría.— Asique tenía una hija que también estudiaba sociología, lo más probable es que donde ella iba en segundo era que no la había conocido aún. —Es curioso, puede que hasta me la haya topado por el campus y ni idea.— Alzó sus hombros y le sonrió. —Si en algún momento la conozco, procuraré ser amable con ella. No se preocupe.— El que se sentía un poco preocupado ahora era Allan, ¿qué pasaba si se trataba de uno de esos padres en exceso cariñosos y sobreprotectores? Oh, entonces ahí si la liaría por completo.

Allan divisó la perdida y sonrió con la decepción que se tiene al notarse en desventaja, movió otra pieza con cada vez un poco de más cautela que su turno anterior. Ignoraba cuántos minutos hayan pasado,  pero sin duda el juego no se veía ni cerca de volverse tedioso, mucho menos con aquella charla que mantenían ambos. No podía negar que cada vez esa mañana se volvía más y más interesante.

Asintió frente a las palabras del rubio. —También es importante creerlas.— Agregó.  —Creer en cosas como: los mismos derechos para todos. Son cosas que suelen complicar un poco porque no todos lo ven así, pero estará bien mientras siga siendo una carrera tan interesante como lo es.— sonrió satisfactoriamente y sin esquematizar mucho en el tema. Era tan simple como eso, mientras el ángel no perdiera el interés, entonces lo aprendería como pudiese. Aquello último lo había escuchado en una de las clases; sería por su naturaleza, pero él no entendía muy bien aquello último, para él sí que todos eran iguales, pero no todos pensaban como él. Creían que por sus actos las personas iban perdiendo valor como seres, podría ser cierto, pero para Allan no. Era por eso que lo repetía, había encontrado aquel punto tan interesante que no lo dejó pasar y, ahora que tenía una oportunidad, lo repetía. Alzó la mirada para encontrarse el rostro del profesor, sonrió dulce.  —Cierto, hablaré con él.— Y de seguro que lo haría.

Sostuvo la mirada unos segundos, con una mirada indescifrable y luego de cruzar sus brazos miró al techo como buscando una buena respuesta, para nada disimulada. Ahora optaría por la naturalidad. —Mh, no frío. Sólo que los profesores no suelen contar este tipo de cosas a los alumnos ¿no? Por eso me sorprendió un poco, creo que nada en especial ahora que lo pienso detenidamente.— Sonrió nuevamente con total inocencia. No iba a negar que le llamó un poco la atención la pregunta, pero la respondió sin darse muchas vueltas, quizás respondiendo lo que cualquier alumno respondería. Acaso… ¿estaría a la defensiva? No, no creía, pero daba un poco a aquella sensación.
Alzó una ceja, soltó una audible pero agradable risa y jugó.  —Claro, estaré pendiente de hablar con quienes tengan un parecido a usted en segundo año.— Por supuesto que no iba enserio, si llegaba a conocerla, lo haría por casualidad o algo así. No se creía capaz de llegar al extremo de molestar a su hija también, sólo imaginárselo se le hacía raro.
Rio ante las últimas palabras del rubio.  —Por supuesto, eso es verdad.— consintió cerrando sus ojos y manteniendo una sonrisa serena.  —Pero coy de los que creen que se debe ser aún más cuando se trata del primer encuentro con una señorita.— pronunció volviendo a levantar grácilmente sus párpados.

Decidido a mantener su estrategia defensiva, Allan movió una pieza a zona segura. Si bien podría ser algo aburrido por ahora, tenía la idea de hacer movimientos calmos por ahora. Frente al ataque del rubio, sólo podía maravillarse por la estrategia que hacía con su ataque. Por supuesto, nunca dejaba de cuidar ninguna pieza y era lo que más emocionaba a Allan, pues se trataba de un excelente reto, aunque fuese muy probable que el rubio no pensara lo mismo

Se limitó a reír, era cierto, no había muchos que encontraran las leyes interesantes. Eso de leer libros gordos con artículos distintos no atraía demasiado que digamos, pero para un ratón de biblioteca como Allan no se podría esperar menos. Lo siguiente levantó las antenas del ángel, era ese tipo de conversaciones que más disfrutaba.
—Creo que si es una creencia arraigada, algo con lo que haya crecido, no podría considerarlo malvado, después de todo, ese sujeto no sabría que para el resto de la sociedad actúa mal. Así como los demás sólo se limitan a juzgar sus actos y no les interesaría conocer sus razones.— Respondió con naturalidad, con eso era a lo que se refería con su perspectiva de derechos igualitarios. —Él sólo pensaría que está haciendo lo correcto mientras que nadie comprendería sus actos. Pero claro, no podría decir que esto se aplique a todos.— No sabía si se había explicado como querría, pero con dejar al menos la idea un poco clara le bastaba. Había cosas que eran correctas y otras que no, en ello no había duda, pero no siempre todos lo sabían. Por ello a aquello sujetos se les trataba como antisociales, pues no podían vivir en la sociedad establecida al no verse adaptados a ella. Las leyes juzgaban a las personas, pero Allan no podría hacerlo tan fácil sin conocer bien las circunstancias.

—Puede ser por eso.— Sonrió Allan. —En todo caso, no creo que a todos les guste el ajedrez de por sí.— Pues ahora que se había cumplido la palabra de juntarse a jugar nuevamente, creía que podría ser bastante extraño volver a tener aquella oportunidad con el profesor que de seguro no podría volver a tener, pero al menos estaba aprovechando la experiencia para conocer un poco mejor o hacerse la idea del modo de juego del profesor, al menos lo más básico, y asociarlo con sus clases. Allan tenía mucho que pensar por el resto del día.

—Gracias.— Soltó en tono inseguro, podría ser ironía o enserio, no podría saberlo por como hablaba el rubio. Después de todo se trataba de su hija y hasta el momento no había dicho nada que pudiera incomodar realmente al ángel. Eso lo preocupaba aún más y le aumentaba la curiosidad. No iba a poder imaginarse jamás la personalidad de su hija en base a la de él si ni siquiera Allan estaba seguro de conocerlo realmente.

Sonrió de medio lado, por fin había sido arrinconado de alguna manera por el rubio. Y nada más que con su jugada anterior, era primera vez que su contrincante hacía una jugada donde le daba importancia a evitar que volviese a escapar; pues bien, entonces tendría que mover nada más. Allan pensó un poco más que antes en cómo mover, aunque no importase mucho la idea era no perder tan rápido ¿cierto? Aún podía pasar de comerse al peón negro, si movía su alfil a… no, primero miró el resto de las piezas para evitar que estuvieran en riesgo al siguiente turno, su rey seguía en el mismo lugar y tenía el camino despejado. Lo movió y capturó una de las piezas del profesor, para así proteger a uno de sus caballos, fue un movimiento que le gastó más tiempo del que esperaba pensando, pero al menos tenía a su rey a salvo justo allí en el tablero.

De repente Allan se sintió confundido, era como si los roles se hubiesen invertido y el profesor fuera quien ahora esperaba algo de su respuesta, no se sentía presionado, pero ese ligero interés que sentía desde la voz del profesor Kaim le hacía sentir ansioso. Por supuesto, Allan diría lo que realmente pensaba, no había respuesta correcta o incorrecta para tales cuestiones, sólo miradas de distintas perspectivas. —Si asesina personas por el bien que él cree irremplazable, creo que no podría culparlo, todos actúan en bien a algo. Puede ser que esa persona no entienda el ideal de los demás, así como los demás tampoco lo entiendan a él. Claro que no me gustaría que fuese así.— Admitió con una sonrisa algo forzada. —Si alguien llegara a arrebatarme una persona importante de mi lado, por muy bien que él crea que esté, no podría evitar sentir cierto rencor. Eso poniéndome de lado de las víctimas, por supuesto; pero no podría saberlo bien si no lo vivo, porque no tengo los mismos sentimientos que los humanos después de todo y puede que más que rencor sólo sienta tristeza.— Sí, ni él mismo sabía muy bien sobre todos aquellos sentimientos y estados de ánimo aún desconocidos y preparados para dejarse ver en Allan a medida pasaba el tiempo. En cierta parte aún creía que el señor Stauffenberg quería oírlo especialmente en ese momento, que esta vez tenía su atención completa, claro, no era como si antes se hubiese sentido ignorado ni mucho menos, pero ahora se sentía realmente distinto. —Creo que una persona se vuelve malvada en el momento en que la ambición ciega sus ideales, cuando su deseo de querer hacer el bien a su manera es corrompido por otro aún más grade que anhele el poder y deje a un lado sus ideales por el bien de sí mismo y de sus beneficios. Bueno, mejor dicho, la ambición y el egoísmo.— Era muy probable que aquel punto de vista sólo le saliera del alma por ser un ser de luz, pero mientras lo pensara honestamente no se consideraría mentira. Llevó uno de sus dedos a su mentón y meditó un poco. —¿individuo o masa? No estaría seguro, por norma general se considera a la masa como una mayoría y mientras la mayoría esté bien, habrán menos problemas y levantamientos en contra del sistema ¿no? Pero esto de pasar a llevar a los individuos que no se sientan favorecidos… creo que por eso las leyes se centran más que nada en los derechos humanos y lo que, básicamente, a cada uno le corresponde para vivir bien.— no iba a decir cosas como "Quiero que todos sean felices. Paz mundial. Vivamos como hermanos." Sabía que eso era algo irreal, una utopía que no podría existir mientras hubiesen personas distintas, todas piensan y sienten de forma distinta; cosas como homogenizarlos, amoldarlos y hacer que sean prácticamente lo mismo para vivir en una utopía no era lo ideal tampoco. Sí, él también se lo preguntaba ¿Individuo o masa?

¿Acaso eso era un elogio? Podía ser la falta de confianza que atormentaba al ángel a ratos cuando estaba con el profesor, pero muchas veces había llegado a pensar que se trataba de alguna molestia para el rubio, sin embargo, ahora se sentía absurdamente feliz, tanto, que sus mejillas ganaron un color tenue a la par que su sonrisa se dejaba mostrar nuevamente.
—Sin duda. Es una lástima que se desaprovechen oportunidades valiosas para aprender nuevas cosas.— Concordó, aunque él por su simple instinto de ratón de biblioteca, consumidor de libros compulsivo.

Por otra parte, Allan dejó el tema hasta ahí, pero de vez en vez miraba de reojo al profesor con una completa intriga hacia su hija, su rostro, personalidad. En general era como una bomba de tiempo dentro del ángel, que tarde o temprano desencadenaría en una tira de preguntas sin sentido ni forma. Negó levemente. Debía hacer lo necesario para evitar ser tan raro.

Una torre sacrificada, eso era bueno. Usualmente no lo sería, pero Allan nunca le dio demasiada importancia a esas piezas, pero parte de su estrategia era esa, hacer creer al contrario que sí lo eran ¿cómo? No moviéndolas, tampoco al rey ni a la reina. No era como si no le importara nada que le arrebataran otra pieza, por supuesto que seguía sintiendo la desventaja, pero su plan desde el principio era sacrificar las torres de alguna manera o, al contrario, moverlas de vez en cuando para lograr cambiar el curso del juego de vez en vez. Con cuidado, nuevamente, movió al rey y se deshizo de uno de los caballos negros, despejando el camino nuevamente a otra de sus piezas. Sí, ese era el tipo de juego que le gustaba después de todo. Llevar al frente a la cabeza del juego, era un método arriesgado, brusco y puede que hasta nada elegante, pero al fin y al cabo no podía evitarlo, siempre terminaba haciendo aquello tarde o temprano. Era casi un hábito que no podía corregir.

—Ha entendido bien. Y por ser curioso, es un punto de vista que no convence mucho.— Arguyó cerrando sus párpados por un momento. —A decir verdad, existiendo otros métodos, preferiría que se hayan tomado aquellos antes que el asesinato, pero como ya dije, no puedo juzgar los ideales de los demás.— Era un dilema incluso para él, muchas veces podría ser criticado en un futuro por pensar así, puede que incluso tuviese que adherir otras ideas en un futuro para adaptarse con los humanos. No le gustó mucho aquella visión, pero ya venía tiempo pensando en esa posibilidad, y estaba dispuesto a hacer ese pequeño sacrificio.

Al alzar nuevamente sus párpados, admiró la expresión relajada del profesor. Podía ser idea de él, pero juraría que nunca antes lo había visto de forma tan natural, aunque fuese por una pequeña fracción de minutos. Sonrió, no esperaba que el señor Kaim admitiera estar de acuerdo con él de alguna forma. Interesante, esa conversación cada vez le daba más oportunidades para saciar sus dudas personales una a una, por más insignificantes que se mostraran en su cabeza. Ahora sentía que estaban tratando un tema expresamente… ¿maduro? ¿complicado? No sabría decirlo con exactitud, era completamente distinto a las clases. —Creo que el hecho de que sean complicadas es lo que más me atrae a conocerlas en persona. Siempre cambian, son los más numerosos en el mundo, la especie más peligrosa y a la vez la más dependiente y frágil.— Continuó con un deje de fascinación en su voz. Era una fijación sin pies ni cabeza que tenía a aquellos seres, pues estaban muy cerca de ser sus favoritos. Aunque en realidad amara a todas las especies por igual. Rio sutilmente. —Bueno, sí. Memorizar tanto en ese poco tiempo se podría comparar a ello.— Admitió alzando sus hombros. Ante la pregunta, alzó la mirada para encontrarse con los ojos del rubio. Le sostuvo la mirada sin expresión alguna en un principio y, sin pensarlo mucho, sonrió para afirmar casi de inmediato, apenas culminara la cuestión. —Al individuo.— Dijo sin disolver su sonrisa honesta ni desviar la mirada. —La masa es la mayoría ¿no?, entonces el pensamiento popular y las leyes son cosa que todos conocen casi por norma. Pero conocer las razones de un individuo es terreno desconocido. No sé si quiero referirme a ello como querer "razonar" con el individuo, pero sí conocer qué es lo que lo hace no encajar , como usted dice.— Sobó su nuca y soltó un suspiro para continuar. —Bueno, puede que eso sea sólo porque soy un metiche.— Él sabía que era curioso, no iba a negarlo, mucho menos a sí mismo. En ese momento cayó en cuenta de que tal vez había dicho algo demasiado extraño. —Lo lamento, creo que dije algo sólo de interés personal.

Agradecía haber leído un poco de las tácticas japonesas que se efectuaban en la era sengoku, fue un período tan extenso de guerras territoriales y de poder, que era más que necesario contar con un estratega capaz de idear un plan de ataque capaz de cortar la cabeza del líder enemigo. Todos sabían que no importaba cuánto sacrificio se pusiera en medio de una batalla, todo acababa una vez el cuerpo quedaba sin una cabeza que los guiara. Por supuesto, Allan sólo podría aplicar esto a sus juegos, no se veía capaz de hacerlo jamás en la vida real. Como el ángel siempre había admirado muchos tipos de estrategia, este le había parecido totalmente arriesgado y llamativo, tenía su encanto, quizás por eso le gustaba aplicarlo tanto cuando jugaba juegos de mesa. En fin, algo sin mucha importancia, ya que él tenía experiencia nula en un campo de batalla real y no importara lo que pensara, por más llamativo que fuera, era una estrategia algo pasada de moda. Su reina cubría la retaguardia y uno de los alfiles protegía a la misma, verificó una vez más algún camino seguro y avanzó nuevamente para abrirse paso hacia el rey enemigo. Una vez movió, se dio cuenta de su error, no hizo más que hacer una sonrisa para sí mismo, de seguro el agudo profesor lo notaría. Allan había hecho un movimiento en falso, hasta él lo notó justo después de efectuarlo. Bueno, después de todo era bueno que solo se tratase de un juego.

Rio ante solo hacerse la idea. —Creo que sería imposible, hasta yo tengo claro que mi punto de vista es demasiado flexible. Y lamentablemente, al parecer lo que buscan los humanos no es eso.— Admitió soltando un suspiro. No estaba necesariamente decaído por la idea, sino que era ya como una verdad sabida. Tampoco es que siempre aludiera al pesimismo, pero Allan no era excesivamente positivo y confianzudo, más bien era realista. —Aunque no negaré que sería interesante que ocurriese.— Agregó recurriendo a su imaginación.

El punto de vista del profesor se le hacía extremadamente interesante, habían tantas cosas de las que hablar, una tras otra, que no se decidía por cual comenzar. Sólo se le quedó mirando estático, con una sonrisa casi pintada en su pálido rostro, absorbiendo con su mente las ideas ajenas, haciéndolas suyas para luego volver a pensar. Tal vez decir que los humanos eran interesantes podía resultar un poco atrevido de su parte, puesto que no eran experimentos, pero entendía lo que Kaim decía, a Allan también le resultaban interesantes, maravillosos. Su felicidad estaba basada en la ignorancia, y aún así buscaban saber más, muchos de ellos eran impredecibles, y otros eran todo lo contrario. —Los humanos sí que son únicos ¿no? Su historia es tan variada que no sabría elegir cuál es la mejor parte. —Recargó su mentón en una de sus manos, casi todo lo que iba diciendo lo soltaba como si nada, al parecer esta vez no se preocupaba mucho de las estupideces que podría decir, tal vez porque no estaba en clases. —¿Cuál es la suya?

Relajó su expresión al verse favorecido por las palabras del rubio, Allan se estaba preocupando de llevar tan interesante charla a una horrendo punto de aburrimiento.—Ah, entonces puedo sentirme aliviado.— Admitió. Alzó sus cejas escasos milímetros, a pesar de que el profesor presumiera una apariencia tan joven, en ese momento habló incluso un poco más anticuado de lo que podría llegar a ser Allan, como consecuencia liberó una risilla por lo bajo, sin la más mínima intensión de ofender al presente. —Así es, sería algo así como cotilla.— Sabía que no estaban en clases, que más que un monólogo, era una conversación bastante amena entre ambos, pero el ángel deseaba que su profesor siguiese hablando, ya no era tanto por su curiosidad, sino que le gustaba escuchar las palabras del rubio pues le resultaban atrayentes. Algo que le ocurría con muy pocas personas.