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Absolutamente todas las tablillas utilizadas en el foro fueron creadas por el staff, y únicamente para nuestro foro. Muy por el contrario, ninguna de las imágenes nos pertenece, aunque todas han sido editadas en photoshop por el Staff. Las imágenes han sido sacadas de Zerochan, Pixiv y Deviantart. Los físicos de Galamoth son de "Nafah" en deviantart también.
Agradecemos a foroactivo por los tutoriales. Por último especificamos que todo el material que los usuarios posteen aquí pertenece solo al usuario. El plagio no será tolerado, sean originales, por favor.
Quiero agradecer primordialmente a mi staff, que ha sido quien me ha motivado a seguir con este proyecto. Agradezco especialmente a Kashia Bythesea por ayudarme a buscar las imágenes para variadas labores, siempre muy dispuesta. Agradezco especialmente Darsey O. Gobin por impulsarnos a salir adelante incluso aunque los tiempos se vean difíciles y comencemos a cansarnos. Así es como se sale adelante: en equipo y con amor.
Por último y muy importante agradezco a todos los usuarios que han mantenido a este foro vivo, muchas gracias.
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Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
2 participantes
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Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
-¡Vamos, Darsey, continua! ¿¡O es que acaso eres un perro inútil?!
Pero por más que lo intentaba no podía seguir. Sabía que aquello a lo que disparaba eran muñecos, no podían ser otra cosa. Al fin y al cabo, ¿por qué iban a mentirme? Yo era el único humano... Pero aquellas... aquellas cosas sangraban demasiado. Sangraban y... y sus caras eran... tan reales que... Tenían que ser falsas, ¿no? Muñecos, simplemente. Ellos no me harían eso. Eran mi familia, había crecido con ellos... No dejarían que me convirtiera en un monstruo... ¿verdad? ¿...Verdad? No, claro que no, qué tontería. Pero parecían tan... eran tan... de verdad que... Miré a mi capataz, al instructor que me lo había enseñado todo, buscando desesperadamente una respuesta, con la cara desencajada de horror, al borde del llanto. Me costaba respirar, y apenas podía mover un músculo. Lo que veía en el suelo no era pintura, ni alguna sustancia falsa. Era sangre. Olía demasiado mal como para que fuera otra cosa. Y si sangraban quería deci que... que habían estado vivos, ¿no? ¿Los había matado? ¿O ya estaban muertos antes? ¿Era un monstruo? Sí, sí que lo era. Todavía podía oír los jadeos de los más cercanos, agonizando. Me había convertido en un asqueroso monstruo...
-¡Cobarde!
Desperté antes de recibir la bofetada como un resorte, abriendo los ojos en su totalidad y con la respiración entrecortada, asustado. Clavé la vista en el techo, aferrándome a las sábanas, con el sudor frío bajando por mi sien perlada y todavía confuso por la pesadilla. Tras unos minutos me erguí, secándome algunas lágrimas rebeldes que no había podido frenar. Cogí aire hondamente. Una bocanada. Dos. Tres. Logré calmarme, con el corazón cada vez menos acelerado y los temblores prácticamente controlados. Algunas veces todavía soñaba con eso. ¿Cómo no hacerlo? Me esforzaba cada día para seguir adelante, para vivir tan bien como pudiera por si acaso aquel era mi último día de libertad, pero me veía incapaz de no pensar en ello, teniéndolo siempre presente aunque fuera sin darme cuenta... ¿Cuándo podría liberarme de ese pasado? Yo ya... ya no era un monstruo. Era una buena persona, ayudaba siempre que podía, no me había peleado con nadie en mucho tiempo... Y... y... y me había enamorado, y... Sollocé al pensar en Seu. Ya hacía varios meses que no sabía nada de él. Desapareció de la noche a la mañana, como si se lo hubiera llevado el viento. Ni una nota, ni una llamada... nada... Rápidamente los ojos se me llenaron de lágrimas y no quise detenerlas, torciendo el gesto en uno de el pesar más profundo que podía llegar a sentir. ¿Qué había hecho mal para que ni siquiera me dijera adiós? ¿O le había pasado algo? Seu es fuerte, puede con todo... Él... Ay, Dios, seguro que me odiaba y por eso se fue. Le había cansado. Claro, eso tenía mucha lógica.
Me senté en el borde de la cama y apreté el colchón con fuerza, llorando más fuerte, sin saber cómo pararlo. Necesitaba salir de allí. Respirar aire fresco y... no, correr no. Pensaría demasiado en ello. Pero caminar sí. Sí, un paseo me sentaría bien. Muy bien. O eso esperaba. Me sequé el rostro tan bien como pude, vistiéndome con lo primero que encontré -un chándal sencillo-, y salí rápidamente del cuarto, sin mucho cuidado de que alguien me viera. Sólo me importaba salir, salir y relajarme. Hacía demasiado tiempo que no conseguía dormir bien. Al principio lloraba hasta reventar, cayendo dormido con la cara hinchada y roja, descansado apenas unas pocas horas. Después simplemente dejé de tener sueño, haciéndome un ovillo en la cama sin ganas de hacer nada. Luego... luego comencé a tener pesadillas, y por más que lo intentaba siempre terminaba despertando en mitad de la noche, por esto o aquello. Estaba cansado, triste y al borde de una depresión. No estaba muy seguro de qué era, pero sabía que estando así no era muy difícil tenerla, y había mirado los síntomas. Si veía la cosa iba a más... buscaría ayuda... Aunque yo sólo quería que Seu estuviera a mi lado...
De alguna manera llegué al jardín, donde me senté en el suelo y me hice un ovillo en un rincón, junto a un pequeño campo de flores, al lado de un gran árbol. Apoyé la espalda en él, arranqué una flor y comencé a darle vueltas, perdido y algo hipnotizado por el movimiento. Quizá así conseguiría dormir... Aunque fuera solo para tener otra pesadilla, sabía que no podía seguir así. Comenzaba a no tener ganas de hacer deporte, y esa SÍ que era una mala, malísima señal. Seu...
Pero por más que lo intentaba no podía seguir. Sabía que aquello a lo que disparaba eran muñecos, no podían ser otra cosa. Al fin y al cabo, ¿por qué iban a mentirme? Yo era el único humano... Pero aquellas... aquellas cosas sangraban demasiado. Sangraban y... y sus caras eran... tan reales que... Tenían que ser falsas, ¿no? Muñecos, simplemente. Ellos no me harían eso. Eran mi familia, había crecido con ellos... No dejarían que me convirtiera en un monstruo... ¿verdad? ¿...Verdad? No, claro que no, qué tontería. Pero parecían tan... eran tan... de verdad que... Miré a mi capataz, al instructor que me lo había enseñado todo, buscando desesperadamente una respuesta, con la cara desencajada de horror, al borde del llanto. Me costaba respirar, y apenas podía mover un músculo. Lo que veía en el suelo no era pintura, ni alguna sustancia falsa. Era sangre. Olía demasiado mal como para que fuera otra cosa. Y si sangraban quería deci que... que habían estado vivos, ¿no? ¿Los había matado? ¿O ya estaban muertos antes? ¿Era un monstruo? Sí, sí que lo era. Todavía podía oír los jadeos de los más cercanos, agonizando. Me había convertido en un asqueroso monstruo...
-¡Cobarde!
Desperté antes de recibir la bofetada como un resorte, abriendo los ojos en su totalidad y con la respiración entrecortada, asustado. Clavé la vista en el techo, aferrándome a las sábanas, con el sudor frío bajando por mi sien perlada y todavía confuso por la pesadilla. Tras unos minutos me erguí, secándome algunas lágrimas rebeldes que no había podido frenar. Cogí aire hondamente. Una bocanada. Dos. Tres. Logré calmarme, con el corazón cada vez menos acelerado y los temblores prácticamente controlados. Algunas veces todavía soñaba con eso. ¿Cómo no hacerlo? Me esforzaba cada día para seguir adelante, para vivir tan bien como pudiera por si acaso aquel era mi último día de libertad, pero me veía incapaz de no pensar en ello, teniéndolo siempre presente aunque fuera sin darme cuenta... ¿Cuándo podría liberarme de ese pasado? Yo ya... ya no era un monstruo. Era una buena persona, ayudaba siempre que podía, no me había peleado con nadie en mucho tiempo... Y... y... y me había enamorado, y... Sollocé al pensar en Seu. Ya hacía varios meses que no sabía nada de él. Desapareció de la noche a la mañana, como si se lo hubiera llevado el viento. Ni una nota, ni una llamada... nada... Rápidamente los ojos se me llenaron de lágrimas y no quise detenerlas, torciendo el gesto en uno de el pesar más profundo que podía llegar a sentir. ¿Qué había hecho mal para que ni siquiera me dijera adiós? ¿O le había pasado algo? Seu es fuerte, puede con todo... Él... Ay, Dios, seguro que me odiaba y por eso se fue. Le había cansado. Claro, eso tenía mucha lógica.
Me senté en el borde de la cama y apreté el colchón con fuerza, llorando más fuerte, sin saber cómo pararlo. Necesitaba salir de allí. Respirar aire fresco y... no, correr no. Pensaría demasiado en ello. Pero caminar sí. Sí, un paseo me sentaría bien. Muy bien. O eso esperaba. Me sequé el rostro tan bien como pude, vistiéndome con lo primero que encontré -un chándal sencillo-, y salí rápidamente del cuarto, sin mucho cuidado de que alguien me viera. Sólo me importaba salir, salir y relajarme. Hacía demasiado tiempo que no conseguía dormir bien. Al principio lloraba hasta reventar, cayendo dormido con la cara hinchada y roja, descansado apenas unas pocas horas. Después simplemente dejé de tener sueño, haciéndome un ovillo en la cama sin ganas de hacer nada. Luego... luego comencé a tener pesadillas, y por más que lo intentaba siempre terminaba despertando en mitad de la noche, por esto o aquello. Estaba cansado, triste y al borde de una depresión. No estaba muy seguro de qué era, pero sabía que estando así no era muy difícil tenerla, y había mirado los síntomas. Si veía la cosa iba a más... buscaría ayuda... Aunque yo sólo quería que Seu estuviera a mi lado...
De alguna manera llegué al jardín, donde me senté en el suelo y me hice un ovillo en un rincón, junto a un pequeño campo de flores, al lado de un gran árbol. Apoyé la espalda en él, arranqué una flor y comencé a darle vueltas, perdido y algo hipnotizado por el movimiento. Quizá así conseguiría dormir... Aunque fuera solo para tener otra pesadilla, sabía que no podía seguir así. Comenzaba a no tener ganas de hacer deporte, y esa SÍ que era una mala, malísima señal. Seu...
Darsey O. Godin- Sexo :
Raza : Humano artificial
Mensajes : 168
Galmos : 52464
Reputación : 12
Localización : En clase, los clubes, o con Padme aprendiendo a hablar con los animales
Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
¿Dormir? ¿¡Como podría dormir!? ¡Hoy era el gran día! o más bien... ¡La gran noche! No podía perdérsela en absoluto, nunca se lo perdonaría ¿cansada? lo estaba, tenia sueño ¿pero que importaba eso ahora? ¡Nada! Estaba demasiado emocionada como para siquiera pensar en ello, incluso aunque se había levantado temprano e incluso aunque la noche anterior se había acostado tarde, nada de eso importaba en ese instante, no hoy, definitivamente. Caminaba en círculos por su cuarto, abrazando una almohada en forma de fresa gigante, nerviosa, mientras en ciertas ocasiones se paraba para mirar fijamente hacia la ventana, para luego volver a repetir el mismo proceso. Sin darse cuenta pasó de caminar a dar saltitos, mientras comenzaba a tararear alegremente, enterrando su rostro en la fresa y riendo amorosa; cualquiera que la viera definitivamente la tomaría por una loca (?) ¿Cual podría ser la razón de toda esa felicidad y emoción? podréis estar preguntándoos, pues no era ni más ni menos que una escapada nocturna con sus amigas. Siempre era una buena niña, acostándose -usualmente- a tempranas horas de la noche y levantándose igual de temprano, nunca jamás habría pensado en romper la regla del toque de queda... ¿Pero como podría no hacerlo? Aquella iba a ser la ultima vez que las vería, no podía simplemente ignorarlo... Entonces ¿Porque no las visitó de día? no habría tenido caso, de día, todo aquello habría perdido todo su significado original.
Finalmente, luego de practicamete 20 minutos caminando y saltando por su habitación llegaron a buscarla, asomándose por la ventana. Soltó su almohada en forma de fresa de golpe, alzando los brazos para darle un caluroso saludo, tapándose inmediatamente la boca, justo antes de gritar un escandaloso y sonoro "¡Holaaaaaaaaa!" de la emoción. Cogió su bolsa, se puso los zapatos y tomó su escoba, sentándose en ella y escapando por la ventana sin esfuerzo alguno. No sabia si la atraparían, pero no le interesaba, incluso si lo hacían no se arrepentiría de su decisión ¡Era un asunto de vida o muerte!
Llegó hasta los jardines al cabo de no mucho, empezando a saludar a las flores más viejas entre susurros, con tal de no despertar a las más jóvenes, que como buenas niñas ya estaban dormidas; no como ella (?) Les explicaba emocionada que estaba haciendo algo prohibido, pero que justamente por eso se trataba de una aventura. Caminó por el jardín, saludando a todas aquellas plantas que se encontraban despiertas, hablándoles con cariño, hasta que se encontró con algunas de ellas que lucían tristes y desanimadas, acercándose a ellas y agachándose, mirándolas preocupada- ¿Que sucede? -preguntó aun susurrando, mientras escuchaba sus emociones. No era como si realmente entendiera el idioma de las flores o los animales, pero podía sentirlos y por su empatía y sensibilidad era capaz de comprenderlos casi a la perfección. Las flores se dejan influenciar fácilmente por el estado de animo de aquellos que los rodean. La causa de ese sentimiento que estaba afectándolas era alguien que se encontraba cerca en ese instante, sin duda alguna. Padme buscó un poco por los alrededores, sin lograr realmente hallar a nadie. Se puso entre unos matorrales y así, sin más, de la nada, salió de entre dos arbustos, encontrándose con un ovillo que simulaba ser una perso- Ah, perdón, con una persona que simulaba ser un ovillo. La muchacha lo miró momentáneamente y finalmente sonrió, con hojas en el cabello y un par de rasguños en las mejillas- ¡Te encontré! Así que tu eres el cachorrillo del que hablaban las flores -comentó mientras se dirigía a él gateando, acercando sus manos hasta situarlas en las mejillas del joven. Tenia unas enormes ojeas, ademas de los ojos rojos e hinchados de tanto llorar; una cara terrible. Padme se quedó momentáneamente mirándolo y luego le sonrió- Espera un minuto -dijo mientras se levantaba, sacudiéndose levemente las rodillas con las manos para sacar la tierra acumulada. Se fue no tan lejos, lo suficientemente cerca como para que él aún pudiera verla. Se paró frente a una luciérnaga y empezó a susurrar cosas, hasta que finalmente sonrió y volvió a acercarse a él- Deja que te presente a mis amigas -dijo alegremente, mientras poco a poco empezaban a reunirse a su alrededor un montón de luciérnagas, empezando a brillar alegremente- ¡Ellas también quieren que te animes! -mencionaba tendiendo los brazos, mientras lo miraba a los ojos, con los suyos, que brillaban desbordando afecto, bondad e ilusión. En poco más de unos segundos ya había montones de ellas brillando alrededor de la joven- ¿Sabes? Ellas me han invitado aquí hoy ¡Es su noche de bodas! Ellas encontrarán un esposo hoy, tendrán crías y finalmente, morirán, probablemente dentro de unos pocos días -lo decía sonriendo, como si no importara, como si aquello no le afectara- ¡Pero ese no es motivo para estar triste! -añadió luego- Porque, no importa si es una semana u ochenta años, siempre y cuando vivas al máximo, ¡todo esta bien! -sonaba como si realmente creyera aquello- Ellas están brillando al máximo ahora mismo, están gritando "¡Estamos aquí!" para que los demás puedan verlas -probablemente el joven no comprendería lo que le estaba diciendo, pues ella siempre era así, pensando de una forma tan distinta que algunos incluso encontraban anormal- ¡Tu también deberías intentar brillar, justo como ellas! Porque si brillas, la gente será capaz de verte claramente -esa era la conclusión. Se acercó a él y tiró de su brazo, haciendo que se levantara y dando una vuelta por debajo de su bazo, como si estuvieran bailando juntos- Los humanos no lo hacen como las luciérnagas, nosotros no tenemos una luz propia, ¡pero hay modos! -Se separó, dando un par de vueltas más, hasta quedarse parada justo frete a el, escondiendo los brazos tras su espalda- Si estás triste ¡Llora! Si estás feliz ¡Ríe! Si estás enojado ¡Grita! Y si estás asustado ¡Abrazate a alguien! -entonces sacó sus brazos, estirándolos completamente abiertos- Y si no tienes a nadie, yo estaré contigo -su sonrisa seguía siendo aquella infantil, y aun así escondía un deje de madurez, una madurez que no pegaba con ella... ¿Pero que podía hacer al respecto? había tenido que aprender a ser de ese modo. Porque tenia que ser una buena niña. Porque tenia que sonreír mucho, incluso si casi nunca podía ver a su madre. Porque cada vez que la viera, ella pudiera pensar "Esta feliz, así que puedo irme tranquila", porque mientras mamá sea feliz.... "Padme será una buena niña, así que... Mientras mamá sonría, todo estará bien".
Finalmente, luego de practicamete 20 minutos caminando y saltando por su habitación llegaron a buscarla, asomándose por la ventana. Soltó su almohada en forma de fresa de golpe, alzando los brazos para darle un caluroso saludo, tapándose inmediatamente la boca, justo antes de gritar un escandaloso y sonoro "¡Holaaaaaaaaa!" de la emoción. Cogió su bolsa, se puso los zapatos y tomó su escoba, sentándose en ella y escapando por la ventana sin esfuerzo alguno. No sabia si la atraparían, pero no le interesaba, incluso si lo hacían no se arrepentiría de su decisión ¡Era un asunto de vida o muerte!
Llegó hasta los jardines al cabo de no mucho, empezando a saludar a las flores más viejas entre susurros, con tal de no despertar a las más jóvenes, que como buenas niñas ya estaban dormidas; no como ella (?) Les explicaba emocionada que estaba haciendo algo prohibido, pero que justamente por eso se trataba de una aventura. Caminó por el jardín, saludando a todas aquellas plantas que se encontraban despiertas, hablándoles con cariño, hasta que se encontró con algunas de ellas que lucían tristes y desanimadas, acercándose a ellas y agachándose, mirándolas preocupada- ¿Que sucede? -preguntó aun susurrando, mientras escuchaba sus emociones. No era como si realmente entendiera el idioma de las flores o los animales, pero podía sentirlos y por su empatía y sensibilidad era capaz de comprenderlos casi a la perfección. Las flores se dejan influenciar fácilmente por el estado de animo de aquellos que los rodean. La causa de ese sentimiento que estaba afectándolas era alguien que se encontraba cerca en ese instante, sin duda alguna. Padme buscó un poco por los alrededores, sin lograr realmente hallar a nadie. Se puso entre unos matorrales y así, sin más, de la nada, salió de entre dos arbustos, encontrándose con un ovillo que simulaba ser una perso- Ah, perdón, con una persona que simulaba ser un ovillo. La muchacha lo miró momentáneamente y finalmente sonrió, con hojas en el cabello y un par de rasguños en las mejillas- ¡Te encontré! Así que tu eres el cachorrillo del que hablaban las flores -comentó mientras se dirigía a él gateando, acercando sus manos hasta situarlas en las mejillas del joven. Tenia unas enormes ojeas, ademas de los ojos rojos e hinchados de tanto llorar; una cara terrible. Padme se quedó momentáneamente mirándolo y luego le sonrió- Espera un minuto -dijo mientras se levantaba, sacudiéndose levemente las rodillas con las manos para sacar la tierra acumulada. Se fue no tan lejos, lo suficientemente cerca como para que él aún pudiera verla. Se paró frente a una luciérnaga y empezó a susurrar cosas, hasta que finalmente sonrió y volvió a acercarse a él- Deja que te presente a mis amigas -dijo alegremente, mientras poco a poco empezaban a reunirse a su alrededor un montón de luciérnagas, empezando a brillar alegremente- ¡Ellas también quieren que te animes! -mencionaba tendiendo los brazos, mientras lo miraba a los ojos, con los suyos, que brillaban desbordando afecto, bondad e ilusión. En poco más de unos segundos ya había montones de ellas brillando alrededor de la joven- ¿Sabes? Ellas me han invitado aquí hoy ¡Es su noche de bodas! Ellas encontrarán un esposo hoy, tendrán crías y finalmente, morirán, probablemente dentro de unos pocos días -lo decía sonriendo, como si no importara, como si aquello no le afectara- ¡Pero ese no es motivo para estar triste! -añadió luego- Porque, no importa si es una semana u ochenta años, siempre y cuando vivas al máximo, ¡todo esta bien! -sonaba como si realmente creyera aquello- Ellas están brillando al máximo ahora mismo, están gritando "¡Estamos aquí!" para que los demás puedan verlas -probablemente el joven no comprendería lo que le estaba diciendo, pues ella siempre era así, pensando de una forma tan distinta que algunos incluso encontraban anormal- ¡Tu también deberías intentar brillar, justo como ellas! Porque si brillas, la gente será capaz de verte claramente -esa era la conclusión. Se acercó a él y tiró de su brazo, haciendo que se levantara y dando una vuelta por debajo de su bazo, como si estuvieran bailando juntos- Los humanos no lo hacen como las luciérnagas, nosotros no tenemos una luz propia, ¡pero hay modos! -Se separó, dando un par de vueltas más, hasta quedarse parada justo frete a el, escondiendo los brazos tras su espalda- Si estás triste ¡Llora! Si estás feliz ¡Ríe! Si estás enojado ¡Grita! Y si estás asustado ¡Abrazate a alguien! -entonces sacó sus brazos, estirándolos completamente abiertos- Y si no tienes a nadie, yo estaré contigo -su sonrisa seguía siendo aquella infantil, y aun así escondía un deje de madurez, una madurez que no pegaba con ella... ¿Pero que podía hacer al respecto? había tenido que aprender a ser de ese modo. Porque tenia que ser una buena niña. Porque tenia que sonreír mucho, incluso si casi nunca podía ver a su madre. Porque cada vez que la viera, ella pudiera pensar "Esta feliz, así que puedo irme tranquila", porque mientras mamá sea feliz.... "Padme será una buena niña, así que... Mientras mamá sonría, todo estará bien".
Padme Taraneh- Sexo :
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Galmos : 50025
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Localización : Probablemente perdida~
Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
No sé cuánto tiempo pasé allí, sin pensar ni ganas, pero me pareció que volvía de un largo viaje cuando una chica saltó de la nada de unos arbustos cercanos. Me la quedé mirando sin saber de dónde había salido unos segundos, tratando de reconocerla de algo, pero no la había visto nunca. Estaba seguro. A una chica así no podría olvidarla... Con el cabello verde y aquella sonrisa llamaba demasiado la atención, y eso sin contar que parecía una bomba de energía explotando y recargando segundo sí segundo también. No había entendido mucho lo que había dicho, pero juraría que había oído que hablaba con las flores... ¿Eso se podía hacer? ¿Las plantas hablaban de verdad? De pronto mi niño interior despertó -ese que quedó dormido demasiado pronto y que luchaba por salir sin descanso- y se arrepintió de haber arrancado aquella flor. ¿Le habría hecho mucho daño? Esperaba que no, la pobre no tenía la culpa de nada y sólo faltaría que hubiera sufrido... Me mordí el labio por dentro, curioso. Di otro brinco cuando me sujetó la cara, sorprendido. Sus manos estaban algo frías, húmedas por el césped recién regado, aunque se sintió bastante agradable. Al verla sonreír con tantas ganas me olvidé de las cosas malas por un momento. Fue... fue bonito. Casi me dieron ganas de sonreír. Casi, porque cuando se alejó y volvió con aquellas luciérnagas pensé que me habría gustado estar allí con Seu. A él no le habría emocionado en especial, pero al ver que me hacía ilusión hubiera venido, y habría acabado envolviéndome con sus fuertes brazos, besándome con esa dulzura que sólo él sabía transmitir...
Bajé la mirada unos segundos, incapaz de centrarme en mi alrededor, y cuando volví a mirar a la extraña chica estaba rodeada por cientos de pequeños insectos de luz, revoloteando aquí y allá, sin un orden claro. Lentas, hermosas y llenas de encanto. De nuevo olvidé lo que me oprimía el corazón, tan maravillado por la imagen que aunque hubiera querido no habría podido hablar. Era... era precioso. Muy probablemente la escena más bonita que había visto nunca. Escuché la historia de aquellos animalillos encantadores y no pude evitar entristecerme. ¿Por qué sonreía si sus amigas iban a morir dentro de nada? Aunque dijera aquello que yo mismo pensaba -o había llegado a pensar, por lo menos- no conseguía compartir aquella inagotable energía que mostraba. ¿De qué servía vivir al máximo si cada vez que lo intentabas alguien te quitaba toda la ilusión? Si te usaban, traicionaban, hacían llorar hasta que parecías un tomate hinchado... ¿entonces qué gracia tenía? Durante varios años ser feliz sin importar qué fue mi objetivo principal. Sonreír, jugar, hacer amigos, pasarlo bien, ver el lado positivo a todo. Ese había sido mi lema. Mi tan querido y apreciado lema. ¿Pero cómo cumplirlo cuando ya has conocido la más pura e incomparable felicidad? Cuando has llegado a la cima, aceptar menos porque no te queda otra es... es... asqueroso. Yo no quería ser feliz con otro, ni estar solo otra vez, ni conocer nuevas personas. Quería estar con Seu, mi Seu, y empezar de nuevo. Aunque me odiase, aunque no quisiera ni verme: lo necesitaba más que respirar. Con él había sido tan feliz... que cualquier otra cosa se me antojaba estúpida y sin valor.
-A mí ya... me han quitado la luz...-susurré sin poder contener las lágrimas de nuevo, sin voz ni esperanzas. No sabía dónde había ido o qué le había pasado, pero sabía que no volvería, y aquella era la conclusión final, la que importaba. Me dejé mover sorbiendo por la nariz, sin vergüenza alguna de que me viera así, pero sin ganas de romper a llorar allí mismo. Pero no pude evitar hacerlo cuando me ofreció su abrazo, estrechándola entre mis brazos con fuerza, sin ir con demasiado cuidado. Las lágrimas fueron saliendo, resbalando rápidamente por mis sonrojadas mejillas hasta chocar contra el suelo. De mi garganta comenzaron a surgir sollozos, susurros doloridos que poco a poco me iban dejando afónico. Mis dedos se aferraban firmemente a aquel pequeño cuerpecito como si fuera la única forma de salvarme, tan necesitado de contacto con seres vivos que hasta un pez de colores me hubiera servido. Perdí la noción del tiempo otra vez, calmándome poco a poco por aquellos suaves cabellos con olor a flores. La chica era una cabeza más bajita que yo, con finos brazos y unos pechos que hacían de cómoda almohada, pero su abrazo fue tan reconfortante como el de un oso protector y cariñoso. De nuevo pensé en Seu, y por puro instinto volví a apretarla contra a mí, justo cuando comenzaba a soltar el agarre. Dios, cuánto, cuantísimo lo echaba de menos...-Gracias...-murmuré con voz rota en su oído, sin apenas fuerza. Sin darme cuenta y por imposible que me hubiera parecido en un principio, ese abrazo me fue calmando hasta dejarme lo suficientemente desfogado como para sentir que ya no quedaban lágrimas. Y mucho. Seguía doliendo, pero... ya no era lo mismo. Aunque fuera solo un poco me había animado, y aquello era mucho para mí en ese momento. No quise soltarla, demasiado cómodo para dejar algo tan agradable. Con este olor sí podría dormirme...
Bajé la mirada unos segundos, incapaz de centrarme en mi alrededor, y cuando volví a mirar a la extraña chica estaba rodeada por cientos de pequeños insectos de luz, revoloteando aquí y allá, sin un orden claro. Lentas, hermosas y llenas de encanto. De nuevo olvidé lo que me oprimía el corazón, tan maravillado por la imagen que aunque hubiera querido no habría podido hablar. Era... era precioso. Muy probablemente la escena más bonita que había visto nunca. Escuché la historia de aquellos animalillos encantadores y no pude evitar entristecerme. ¿Por qué sonreía si sus amigas iban a morir dentro de nada? Aunque dijera aquello que yo mismo pensaba -o había llegado a pensar, por lo menos- no conseguía compartir aquella inagotable energía que mostraba. ¿De qué servía vivir al máximo si cada vez que lo intentabas alguien te quitaba toda la ilusión? Si te usaban, traicionaban, hacían llorar hasta que parecías un tomate hinchado... ¿entonces qué gracia tenía? Durante varios años ser feliz sin importar qué fue mi objetivo principal. Sonreír, jugar, hacer amigos, pasarlo bien, ver el lado positivo a todo. Ese había sido mi lema. Mi tan querido y apreciado lema. ¿Pero cómo cumplirlo cuando ya has conocido la más pura e incomparable felicidad? Cuando has llegado a la cima, aceptar menos porque no te queda otra es... es... asqueroso. Yo no quería ser feliz con otro, ni estar solo otra vez, ni conocer nuevas personas. Quería estar con Seu, mi Seu, y empezar de nuevo. Aunque me odiase, aunque no quisiera ni verme: lo necesitaba más que respirar. Con él había sido tan feliz... que cualquier otra cosa se me antojaba estúpida y sin valor.
-A mí ya... me han quitado la luz...-susurré sin poder contener las lágrimas de nuevo, sin voz ni esperanzas. No sabía dónde había ido o qué le había pasado, pero sabía que no volvería, y aquella era la conclusión final, la que importaba. Me dejé mover sorbiendo por la nariz, sin vergüenza alguna de que me viera así, pero sin ganas de romper a llorar allí mismo. Pero no pude evitar hacerlo cuando me ofreció su abrazo, estrechándola entre mis brazos con fuerza, sin ir con demasiado cuidado. Las lágrimas fueron saliendo, resbalando rápidamente por mis sonrojadas mejillas hasta chocar contra el suelo. De mi garganta comenzaron a surgir sollozos, susurros doloridos que poco a poco me iban dejando afónico. Mis dedos se aferraban firmemente a aquel pequeño cuerpecito como si fuera la única forma de salvarme, tan necesitado de contacto con seres vivos que hasta un pez de colores me hubiera servido. Perdí la noción del tiempo otra vez, calmándome poco a poco por aquellos suaves cabellos con olor a flores. La chica era una cabeza más bajita que yo, con finos brazos y unos pechos que hacían de cómoda almohada, pero su abrazo fue tan reconfortante como el de un oso protector y cariñoso. De nuevo pensé en Seu, y por puro instinto volví a apretarla contra a mí, justo cuando comenzaba a soltar el agarre. Dios, cuánto, cuantísimo lo echaba de menos...-Gracias...-murmuré con voz rota en su oído, sin apenas fuerza. Sin darme cuenta y por imposible que me hubiera parecido en un principio, ese abrazo me fue calmando hasta dejarme lo suficientemente desfogado como para sentir que ya no quedaban lágrimas. Y mucho. Seguía doliendo, pero... ya no era lo mismo. Aunque fuera solo un poco me había animado, y aquello era mucho para mí en ese momento. No quise soltarla, demasiado cómodo para dejar algo tan agradable. Con este olor sí podría dormirme...
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Las lagrimas que se deslizaron por las mejillas del joven fueron tan tristes que le partieron el alma a la joven peliverde. ¿Cuanto dolor debía sentir alguien para derramar unas lagrimas tan desgarradoras como aquellas? Ella no podía comprenderlo, nunca, en toda su vida, había sido capaz de llorar de ese modo. Casi como si estuviera incapacitada para aquello a lo que mucho llaman "tristeza", las únicas ocasiones en que soltaba alguna que otra lagrima era cuando se enojaba, exteriorizando así su frustración y su ira. Correspondió sin dudarlo el abrazo del joven, apretándolo con fuerza contra ella, mientras se daba cuenta de lo pequeño que se veía en ese instante, siendo que era una cabeza más alto que ella. Le acarició el cabello con cuidado, mientras rozaba amorosamente sus dedos por la espalda del chico, de forma lenta y relajada, como quien acaricia a un bebé para que deje de llorar- Eso no es cierto -mencionó por lo bajo, mientras lo mimaba, cuando el llanto del joven casi había cesado- Las personas mueren cuando pierden su luz, seria como perder el alma -lo explicaba tranquilamente, mientras seguía acariciándole el cabello con sus finos dedos, enredándolos con los negros mechones del chico- Tu luz me ha traído hasta ti, me ha pedido desesperada que te diera valor y es que dime... ¿Crees que las flores, tímidas y cautelosas, se pondrían tan tristes porque si? Ellas estaba preocuparas, porque había una persona muy, muy triste, tanto que parecía que fuera a romperse. Tu luz las avisó y ellas me avisaron a mi -sus palabras sonaban cariñosas, pero a su vez, quizás, algo crudas y amargas ¿Quien le diría a otro sin ningún temor lo terrible que se ve? pocos se atreverían a hacerlo- Una luz no necesariamente debe ser feliz "Si estás triste ¡Llora! Si estás feliz ¡Ríe! Si estás enojado ¡Grita! Y si estás asustado ¡Abrazate a alguien!" ¿Entiendes lo que significa? -preguntó, dejandole un instante para que reflexionada acerca de ello- No se trata de siempre estar radiante, si no de siempre mostrar lo que sientes, de decir "Me siento así y no puedo remediarlo". Es cuando los demás saben como te sientes, que son capaces de entenderlo, volviéndose capaces de ayudarte -lo separó momentaneamente de ella y lo miró fijamente a los ojos, seria, pero aun con esa bondad y afecto- ¡Grítalo! ¡Dile al mundo como te sientes! No tienes que reprimirte ¿A quien le importa si despiertas a alguien? ¿Estas triste? ¡Esta bien estar triste cuando secunden cosas malas! ¿Que tiene de malo? ¡No hay nada de malo en ello! -volvió a sonreirle, tirándolo hacia ella y haciendo que apoyara la cabeza en su pecho- ¿Puedes oírlo? Son los latidos de mi corazón -por ellos podía decirse que estaba bastante tranquila, latían a un ritmo completamente normal, constantes, fuertes, pero cálidos, justo como ella- Por muy triste que me ponga, por muy desolada que me sienta... El nunca deja de latir, me esta diciendo "¡No tienes tiempo para tonterías, vive!" se enfada conmigo muchas veces, así como "¿Que crees que estás haciendo?, ¡estás alterando mi ritmo de nuevo!" -rió levemente, ella y su corazón tenían una relación un tanto curiosa (?)- Si desistes ahora ¿Como puedes saber que no vendrá algo mejor? Uno puede creer que lo que conoce es la cima, cuando en realidad solo estaba en un monte al lado de la verdadera montaña -de nuevo una metáfora un tanto extraña- ¡Aun te queda mucho por ver! -exclamó alegremente- Así que... Si te rindes ahora ¿Como sabrás que no te has perdido lo mejor?
Se balanceó contra él, haciendo que ambos se cayeran al suelo y poniendo su rostro justo frente al contrario- Estás siempre tan obsesionado mirando hacia el suelo, que has olvidado lo inmenso e increíble que es el mundo ¡Pero esta bien! -exclamó, sonriendo nuevamente, mientras volvía a posicionar sus manos en las mejillas ajenas, apartándose y manteniéndose sentada encima de él, haciendo que mirara hacia arriba- Solo debes mirar el cielo estrellado para recordarlo, para entender cuan pequeños e insignificantes somos -aquello siempre le funcionaba, en comparación a esas estrellas, que estaba a miles de años luz, sus problemas eran como estrellas fugaces, que cruzaban el cielo en un parpadeo, para desaparecer sin más- Dime ¿Cual es tu nombre? -preguntó tranquilamente, mientras observaba aquel paisaje, aun rodeados por las luciérnagas- Yo soy Padme -siquiera le había dado tiempo de responder aún y ya se había presentado. No le importaba si era pesada o más bien, siquiera se le ocurrió pensar que estar sentada encima de un joven no era precisamente apropiado, en ese momento simplemente miraba hacia arriba, para luego mirarlo a él- ¿Si pudieras... querrías olvidarlo? -su mirada ahora había perdido el infantilismo, seguía sonriendole, con los ojos fijos en él, tranquila y serena, pero más parecida a su versión "madura" que a la "infantil"- ¿Desearías olvidar aquello que una vez te hizo feliz, solo porque ahora te hiere? -entonces estiró sus brazos hacia el cielo, casi como si pudiera alcanzarlo- Porque yo no lo olvidaría. Lo recordaría siempre y entonces, el día en que fuera capaz de alcanzar una mayor felicidad miraría a mi yo del pasado y le diría "¡Ja! ¡Te lo dije!" -comentó, haciendo un símbolo de victoria con los dedos- "¡Te dije que podrías volver a ser feliz!"
Se balanceó contra él, haciendo que ambos se cayeran al suelo y poniendo su rostro justo frente al contrario- Estás siempre tan obsesionado mirando hacia el suelo, que has olvidado lo inmenso e increíble que es el mundo ¡Pero esta bien! -exclamó, sonriendo nuevamente, mientras volvía a posicionar sus manos en las mejillas ajenas, apartándose y manteniéndose sentada encima de él, haciendo que mirara hacia arriba- Solo debes mirar el cielo estrellado para recordarlo, para entender cuan pequeños e insignificantes somos -aquello siempre le funcionaba, en comparación a esas estrellas, que estaba a miles de años luz, sus problemas eran como estrellas fugaces, que cruzaban el cielo en un parpadeo, para desaparecer sin más- Dime ¿Cual es tu nombre? -preguntó tranquilamente, mientras observaba aquel paisaje, aun rodeados por las luciérnagas- Yo soy Padme -siquiera le había dado tiempo de responder aún y ya se había presentado. No le importaba si era pesada o más bien, siquiera se le ocurrió pensar que estar sentada encima de un joven no era precisamente apropiado, en ese momento simplemente miraba hacia arriba, para luego mirarlo a él- ¿Si pudieras... querrías olvidarlo? -su mirada ahora había perdido el infantilismo, seguía sonriendole, con los ojos fijos en él, tranquila y serena, pero más parecida a su versión "madura" que a la "infantil"- ¿Desearías olvidar aquello que una vez te hizo feliz, solo porque ahora te hiere? -entonces estiró sus brazos hacia el cielo, casi como si pudiera alcanzarlo- Porque yo no lo olvidaría. Lo recordaría siempre y entonces, el día en que fuera capaz de alcanzar una mayor felicidad miraría a mi yo del pasado y le diría "¡Ja! ¡Te lo dije!" -comentó, haciendo un símbolo de victoria con los dedos- "¡Te dije que podrías volver a ser feliz!"
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Escuché más calmado sus palabras, sin poder evitar sentir que la observaba con los ojos vacíos. Podía ser que todavía tuviera luz -suponiendo que aquella era una manera de llamar al alma-, pero definitivamente titilaba, baja, suave, sin apenas fuerzas. Todavía brillaba con timidez por el simple hecho de que, por muy mal que estuviera, jamás renunciaría a seguir con vida. Podría pasar el resto de mi vida llorando a Seu -en ese momento creí que así iba a ser- pero lo que tenía era un regalo, prácticamente un milagro. Si no fuera por las ambiciones y deseos egoístas de algunas personas, ni siquiera estaría allí, hablando con una chica de cabello verde y mirada esperanzada. En la vida se me pasaría la cabeza la opción de dejar eso atrás. Pensé en lo que decía. Tenía razón, lo sabía, pero no podía decir "Sí, tienes razón" como si nunca hubiera seguido aquel lema. Por muy mal que lo hubiera pasado, por muchas cosas malas que hubiera hecho, por más que supiera que de otra forma me habría ido mejor, me veía incapaz de no ser sincero. Ya fuera con la expresión o por lo inocente -más bien ignorante- que era, la verdad y lo que sentía realmente salían con tanta facilidad de mis labios que ni siquiera podía controlarlo. Cuando miraba a alguien no pensaba "mira, éste podría hacerme daño" o "si le digo que tiene razón conseguiré más cosas". Simplemente decía lo que pensaba, con toda la emoción del mundo. Eso me gustaba, o me había gustado hasta hacía poco, porque para mí era la mejor manera de vivir. Pero siendo así, sin ningún tipo de protección ni de dureza que parara, al menos, los golpes más básicos, estaba demasiado expuesto a todo. Ya fuera por suerte, decisión divina, karma, o lo que fuera, no solía encontrarme con personas especialmente conflictivas, pero esas no me preocupaban. Si hacía falta -y aunque realmente no quisiera- me metía en peleas. Pero las que eran agradables y luego te acuchillaban por la espalda... esas sí que me daban miedo. Era un temor reciente, todavía criándose, pero era suficiente para que dudara sobre si lo que hacía estaba bien. Al fin y al cabo me había entregado ciegamente a Seufzer desde el primer momento, sin dudar nunca de él, y mira cómo había acabado. Me daba asco. Deseaba poder mentir tan bien como los demás, aunque fuera para saber que no sería tan fácil que volvieran a hacerme daño... Pero lo veía algo imposible, por muy lamentable que sea. Y eso me hacía odiarme un poco más a mí mismo, por ser tan estúpido e inútil.
¿A quién quiero engañar? Me crearon para hacer daño y sólo sirvo para eso. Cada vez que intento algo nuevo me sale mal... ¿Para qué me esfuerzo siquiera? ¿Alguien se va a dar cuenta? No, claro que no. Claro que no...
La miré confuso. Si tuviera que gritar, lo más probable sería que me limitara a desgarrarme la garganta hasta quedarme mudo. Si ni siquiera tenía las ideas claras, ¿cómo diablos iba a saber qué decir? Entreabrí los labios, secos y cortados, para decir algo, pero de nuevo la chica se movió antes y me obligó a escuchar su corazón. La posición no era muy cómoda, pero fue reconfortante a su manera. Era... mullido, cálido, suave... Pensé en el alemán de nuevo y en cuán distintos eran sus cuerpos.-¿Y cómo sabré que no lo he vivido ya y no lo he dejado escapar?-pregunté igualmente desanimado. Agradecía su intento de animarme, de verdad, pero la encontraba una tarea sin sentido. Por mucho que te digan que todo va a estar bien, si no lo sientes, si no lo crees de verdad, no sirve de nada. De hecho, basta que te quiten algo pequeño para que dudes sobre si realmente eres feliz. Pero no me habían quitado algo que pudiera sustituir fácilmente o con un poco de tiempo. En cuanto me enamoré de Seufzer se volvió el centro de mi mundo, y no era tan fácil crear otro de nuevo. ¿Por qué la gente se empeñaba en tirar por tierra lo que me costaba tanto construir? Cuando pequeño en lo único que pensaba era contentar a mis superiores, olvidando la moralidad, la vida, todo aquello con lo que, consciente o no, había nacido. A los quince, cuando al fin yo era mi propio sol, vivir todo aquello que me había perdido me dejó a mí mismo de lado. Amigos, familia, conocimiento, salidas, victorias, derrotas... No importaba si estaba bien o mal, si me gustaba o no. Lo único que quería era saber qué quería decir alguien cuando explicaba que había pasado el fin de semana en casa de un amigo o viendo películas cómodamente tumbado en el sofá. Luego... luego por fin creí que estaba bien, que ya había vivido suficientes cosas buenas. Y llego Seu. Y se transformó en mi mundo entero, y ya no sabía cómo volver a cambiarlo.
Acéptalo, Darsey, estás hecho para depender de los actos de los demás. Eres un inútil, aunque eso no es nada nuevo...
-Pero es que yo ya sé que soy pequeño e insignificante.-dije mirándola, sin saber cómo ni porqué habíamos acabado en el suelo, aunque no me pareció tan malo, porque la hierba era mullida y ella no pesaba demasiado. De hecho, el problema estaba en que, quizá, necesitaba creer que era más importante que una hormiga... Claro que en esas circunstancias era algo difícil de conseguir.-Darsey.-dije aunque ya no escuchara. Tragué saliva con su pregunta y los ojos se me llenaron de lágrimas. Los cerré con fuerza, tratando de contenerme, y negué suavemente, tapándome con los antebrazos en un vano intento de sentirme protegido.-No... no querría olvidarlo ni que mi vida peligrara por ello...-sollocé, sintiendo las caricias húmedas a las que ya me había acostumbrado. Aquel rubio estoico era lo mejor que había tenido, no podía dejarlo de lado ni en un millón de años... Por más que doliera, por más difícil que fuera, lo quería, y no deseaba que eso fuera a cambiar nunca. Si no podía volver a verlo... al menos me quedaría mi amor por él, que, por muy deprimido que estuviera, sabía que era correspondido. Aunque fuera en cantidades mucho menores...
¿A quién quiero engañar? Me crearon para hacer daño y sólo sirvo para eso. Cada vez que intento algo nuevo me sale mal... ¿Para qué me esfuerzo siquiera? ¿Alguien se va a dar cuenta? No, claro que no. Claro que no...
La miré confuso. Si tuviera que gritar, lo más probable sería que me limitara a desgarrarme la garganta hasta quedarme mudo. Si ni siquiera tenía las ideas claras, ¿cómo diablos iba a saber qué decir? Entreabrí los labios, secos y cortados, para decir algo, pero de nuevo la chica se movió antes y me obligó a escuchar su corazón. La posición no era muy cómoda, pero fue reconfortante a su manera. Era... mullido, cálido, suave... Pensé en el alemán de nuevo y en cuán distintos eran sus cuerpos.-¿Y cómo sabré que no lo he vivido ya y no lo he dejado escapar?-pregunté igualmente desanimado. Agradecía su intento de animarme, de verdad, pero la encontraba una tarea sin sentido. Por mucho que te digan que todo va a estar bien, si no lo sientes, si no lo crees de verdad, no sirve de nada. De hecho, basta que te quiten algo pequeño para que dudes sobre si realmente eres feliz. Pero no me habían quitado algo que pudiera sustituir fácilmente o con un poco de tiempo. En cuanto me enamoré de Seufzer se volvió el centro de mi mundo, y no era tan fácil crear otro de nuevo. ¿Por qué la gente se empeñaba en tirar por tierra lo que me costaba tanto construir? Cuando pequeño en lo único que pensaba era contentar a mis superiores, olvidando la moralidad, la vida, todo aquello con lo que, consciente o no, había nacido. A los quince, cuando al fin yo era mi propio sol, vivir todo aquello que me había perdido me dejó a mí mismo de lado. Amigos, familia, conocimiento, salidas, victorias, derrotas... No importaba si estaba bien o mal, si me gustaba o no. Lo único que quería era saber qué quería decir alguien cuando explicaba que había pasado el fin de semana en casa de un amigo o viendo películas cómodamente tumbado en el sofá. Luego... luego por fin creí que estaba bien, que ya había vivido suficientes cosas buenas. Y llego Seu. Y se transformó en mi mundo entero, y ya no sabía cómo volver a cambiarlo.
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-Pero es que yo ya sé que soy pequeño e insignificante.-dije mirándola, sin saber cómo ni porqué habíamos acabado en el suelo, aunque no me pareció tan malo, porque la hierba era mullida y ella no pesaba demasiado. De hecho, el problema estaba en que, quizá, necesitaba creer que era más importante que una hormiga... Claro que en esas circunstancias era algo difícil de conseguir.-Darsey.-dije aunque ya no escuchara. Tragué saliva con su pregunta y los ojos se me llenaron de lágrimas. Los cerré con fuerza, tratando de contenerme, y negué suavemente, tapándome con los antebrazos en un vano intento de sentirme protegido.-No... no querría olvidarlo ni que mi vida peligrara por ello...-sollocé, sintiendo las caricias húmedas a las que ya me había acostumbrado. Aquel rubio estoico era lo mejor que había tenido, no podía dejarlo de lado ni en un millón de años... Por más que doliera, por más difícil que fuera, lo quería, y no deseaba que eso fuera a cambiar nunca. Si no podía volver a verlo... al menos me quedaría mi amor por él, que, por muy deprimido que estuviera, sabía que era correspondido. Aunque fuera en cantidades mucho menores...
Darsey O. Godin- Sexo :
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Algo no estaba funcionando. El joven, en vez de sentirse animado, parecía estar decayendo más y más, probablemente porque llevaba mucho conteniendo todo aquello. Llevó una de sus manos a la cabeza del pelinegro, acariciándola mientras veía como lloraba nuevamente, pensando en un modo de hacer que la situación mejorara, aunque solo fuera un poco- Darsey... -dijo por lo bajo, mientras sonreía- Es un bonito nombre. Significa "Oscuro" -comentó tranquila, mientras seguía acariciándolo con cuidado- ¿Sabes? La noche, al igual que tu, es oscura. Pero precisamente por ello las luces se ven mucho más brillantes y fuertes en ella -Se echó encima del césped, al lado del joven, tomándolo de la mano y observando el cielo con cuidado- Nadie elije donde nacer. Tampoco a sus padres o la forma en que es criado y precisamente por eso hay mucha gente distinta en el mundo... Algunas con vidas más desafortunadas que otras, mientras siempre hay alguien que está sufriendo más que tu ¿Pero eso que importa? Tu sufrimiento es tuyo... Puede darte pena el sufrimiento de otros, pero nunca se clavará en ti como una estaca o te sacudirá por dentro... -cerró los ojos momentáneamente, mientras ella misma recordaba inconscientemente el sentimiento de abandono que le causó su madre. Siempre sonriendo y feliz, era solo una niña que había madurado mal, una joven que tristemente empezó a creerse sus propias mentiras "Estoy bien, siempre estoy feliz" ¿Realmente es eso posible? "No pasa nada, no voy a llorar" ¿Esta bien no llorar? A veces contradecía sus propias creencias, sin darse cuenta de ello, creyendo fervientemente que, sin duda alguna aquello era normal en ella. Nunca se preguntó realmente porque era incapaz de llorar y es que, incluso si le arrebataran todo lo que le importa en su vida, solo sonreiría y diría "Estoy bien", rota por dentro, engañándose a si misma, al borde de la locura por tratar de convencerse de que es feliz- Pero podemos elegir como vivimos -añadió luego, mientras estrujaba su mano, pese a que tampoco tenia demasiada fuerza- Y nos equivocamos, una y otra vez... Porque uno solo puede aprender de errores -ella era muy consciente de aquello. Era la ley de sus pócimas y caramelos, se equivocaba una y otra vez antes de que la formula fuera perfecta, incluso probando la mayoría de las cosas que hacia, corriendo el peligro de intoxicarse- Habría sido genial si te hubiera conocido antes... Entonce nunca habría permitido que terminaras así -lo acababa de conocer hacia no más de una hora y sin embargo ya sentía que ese era su deber. Se arrepentía de no haberlo conocido antes, como si hubiera tenido el poder de interferir en ello.
Se sentó en el césped sin soltarle la mano, cruzando las piernas como si de una india se tratara, sin importarle en lo más mínimo el hecho de que estaba usando falda. Sintiendo una leve brisa, mientras las algunas de las luciérnagas seguían revoloteando por allí y su gorro amarillo se deslizaba de su cabeza, cayendo al suelo, estrellándose sin miramientos, mientras sus mechones verdes de encontraban alborotados y desarreglados debido al ajetreo. Entonces sonrió, amplia y abiertamente- Pero esta bien, ahora estoy aquí -dijo valiente, mientras entrecerraba los ojos y respiraba profundamente- Estoy segura de que solo estabas en un monte. En uno de muy bonito, tanto que te pareció la cima -volvió a usar esa misma metáfora- E incluso si para ti esa era la cima, entonces yo crearé una de más alta, más maravillosa y fantástica -decía emocionada- Por algo soy una bruja, la magia es mi especialidad -añadió riendo levemente, mientras ahora le dirigía la mirada, dulce e inocente, la mirada de alguien que no tenia otra intención más que la de hacer dar amor y felicidad a los demás.
Era una bruja, sí, pero su nivel estaba lejos de ser lo suficientemente alto como para ser considerada una "buena bruja". ¿Como podría probarle al joven que lo que decía era verdad? ¿Como podía asegurarle que, sin duda alguna, lo que le estaba prometiendo no era algo falso o banal? Quizás no había nada en particular que pudiera probarlo. No, probablemente no lo había. No tenia un as bajo la manga, ninguna garantía que le pudiera decir al joven "Si, esto es real". Entonces recordó aquello que su madre le dijo mucho tiempo atrás, aquello que, sin duda, no debía hacer nunca. Sonrió de oreja a oreja. No le importaba romper las reglas si era para ayudar a alguien, definitivamente. Volvió a sentarse encima del joven, tirando nuevamente de él para que también se sentara, quedando comprometedoramente cerca, nuevamente. Cualquier chica se habría puesto nerviosa, pero ella era distinta, pura e inocente, siquiera se le ocurrió pensar que un hombre y una mujer jóvenes como ellos no debían compartir tal cercanía. La joven le sonrió, por enésima vez, poniéndole las manos en las mejillas- Se supone que hay cosas que no debo hacer -explicó, aunque eso normalmente se aplicaba a todos- Pero esta bien, porque yo no miento -como mínimo no a los demás- Así que te daré esto -comentó mientras le entregaba un collar con una piedra de color verde, completamente igual al de sus ojos, colgándolo en el cuello ajeno- Las brujas necesitan un canalizador, algo a partir de lo cual poder regular la magia que reciben de la naturaleza -explicaba tranquilamente- Si ese canalizador se pierde o se rompe, no solo se pierde la habilidad de controlar la magia, también peligra la propia vida -su sonrisa se amplió- Hasta el día en que cree esa hermosa cima para ti ¿Me harías el favor de guardármelo? -preguntó amablemente- Soy muy torpe, así que podría perderlo por accidente -añadió luego, mientras apoyaba sus manos en los muslos del joven, casi sin percatarse. Esa era su carta de triunfo, una de improvisada y que sin duda, en manos equivocadas podría costarle la vida. Pero ella nunca se planteo esa idea. Siquiera le pasó por la mente, ni una sola vez.
Se sentó en el césped sin soltarle la mano, cruzando las piernas como si de una india se tratara, sin importarle en lo más mínimo el hecho de que estaba usando falda. Sintiendo una leve brisa, mientras las algunas de las luciérnagas seguían revoloteando por allí y su gorro amarillo se deslizaba de su cabeza, cayendo al suelo, estrellándose sin miramientos, mientras sus mechones verdes de encontraban alborotados y desarreglados debido al ajetreo. Entonces sonrió, amplia y abiertamente- Pero esta bien, ahora estoy aquí -dijo valiente, mientras entrecerraba los ojos y respiraba profundamente- Estoy segura de que solo estabas en un monte. En uno de muy bonito, tanto que te pareció la cima -volvió a usar esa misma metáfora- E incluso si para ti esa era la cima, entonces yo crearé una de más alta, más maravillosa y fantástica -decía emocionada- Por algo soy una bruja, la magia es mi especialidad -añadió riendo levemente, mientras ahora le dirigía la mirada, dulce e inocente, la mirada de alguien que no tenia otra intención más que la de hacer dar amor y felicidad a los demás.
Era una bruja, sí, pero su nivel estaba lejos de ser lo suficientemente alto como para ser considerada una "buena bruja". ¿Como podría probarle al joven que lo que decía era verdad? ¿Como podía asegurarle que, sin duda alguna, lo que le estaba prometiendo no era algo falso o banal? Quizás no había nada en particular que pudiera probarlo. No, probablemente no lo había. No tenia un as bajo la manga, ninguna garantía que le pudiera decir al joven "Si, esto es real". Entonces recordó aquello que su madre le dijo mucho tiempo atrás, aquello que, sin duda, no debía hacer nunca. Sonrió de oreja a oreja. No le importaba romper las reglas si era para ayudar a alguien, definitivamente. Volvió a sentarse encima del joven, tirando nuevamente de él para que también se sentara, quedando comprometedoramente cerca, nuevamente. Cualquier chica se habría puesto nerviosa, pero ella era distinta, pura e inocente, siquiera se le ocurrió pensar que un hombre y una mujer jóvenes como ellos no debían compartir tal cercanía. La joven le sonrió, por enésima vez, poniéndole las manos en las mejillas- Se supone que hay cosas que no debo hacer -explicó, aunque eso normalmente se aplicaba a todos- Pero esta bien, porque yo no miento -como mínimo no a los demás- Así que te daré esto -comentó mientras le entregaba un collar con una piedra de color verde, completamente igual al de sus ojos, colgándolo en el cuello ajeno- Las brujas necesitan un canalizador, algo a partir de lo cual poder regular la magia que reciben de la naturaleza -explicaba tranquilamente- Si ese canalizador se pierde o se rompe, no solo se pierde la habilidad de controlar la magia, también peligra la propia vida -su sonrisa se amplió- Hasta el día en que cree esa hermosa cima para ti ¿Me harías el favor de guardármelo? -preguntó amablemente- Soy muy torpe, así que podría perderlo por accidente -añadió luego, mientras apoyaba sus manos en los muslos del joven, casi sin percatarse. Esa era su carta de triunfo, una de improvisada y que sin duda, en manos equivocadas podría costarle la vida. Pero ella nunca se planteo esa idea. Siquiera le pasó por la mente, ni una sola vez.
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
No tenía ni idea de cómo sabía aquello, pero yo consideraba mi nombre de todo menos bonito. Me gustaba cómo lo decían algunas personas, con ese aire agradable y cariñoso que te estremece del gusto, pero no era bonito. Me lo habían puesto para que las iniciales de mis nombres fueran D.O.G. Perro, básicamente. Me habían puesto nombre de perro, porque me consideraban como tal y no creían que era mejor que uno. Con eso un nombre no podía ser bonito. Si me dieran la opción de cambiarlo no lo haría ni loco, porque era parte de mí y probablemente no sería como soy si tuviera otro nombre, pero eso no hacía que me gustara más. Aunque en general me sintiera orgulloso de todo lo que implicaba a mi "yo" actual, o al menos lo que me había cambiado por elección propia, no por la de una banda de científicos apáticos. Pero en ese momento no podía pensar en nada positivo, ni que fuera en contra de mis creencias más comunes. Me sentía horrible. Como un perro callejero al que nadie quiere y todos ignoran. Al fin y al cabo tenía que ser un tipo muy horrible como para sentirse así de mal con alguien tan alegre tratando de hacerlo sonreír. No era justo ni estaba bien, pero no podía evitarlo, así que seguro que yo tenía un problema. Vamos, eso sin dudarlo.-Me da la sensación de que alguien se ha encargado de apagar todas las luces que tenía.-murmuré casi sin voz, mirando al cielo. Era estrellado y sumamente hermoso, y consiguió que soltara un suspiro ligeramente aliviado.
-¿Cómo... cómo se aprende de un error?-preguntó correspondiendo el agarre, más que agradecido por aquella muestra de afecto. Si había algo que aprender en todo aquello... era que confiaba demasiado en las personas. Si sonreían y decían algo agradable no era difícil que quisiera hacerlo mi amigo, aunque aquello fuera pura amabilidad y no me diera mi cuenta. No era la primera vez que me traía problemas. Una vez, dos escuelas atrás, quise hacerme amigo de una chica que me parecía tímida, pero que terminó diciéndoles a todos que yo era un bicho raro. ¡Y realmente llegué a pensar que era muy agradable! Aunque luego estuve dos meses sin que nadie me dirigiera la palabra. ¿Pero sabéis lo peor de todo, lo que más me molesta? Que no quiero que eso cambie. Me gusta ser ingenuo, confiar en todos y que me dañen algunos. Me gusta arrancar sonrisas aun cuando apenas acabo de aprenderme sus nombres, abrazar al ver a alguien triste aunque no sepan ni quién soy, y ver el lado bueno de todas las personas. Ser de otra manera me parecía estúpido, porque no hacías más que retrasar o imposibilitar la posibilidad de conocer a las mejores personas del mundo, por mucho daño que pudiera hacer. Y eso me enfadaba, porque si no podía cambiar eso, ¿qué lección podía aprender? Ninguna, más que saber que, de nuevo, había algo malo en mí... Sonreí tristemente, mirando al cielo de nuevo-A no ser que puedas hacer que una persona no se enamore, no lo habrías conseguido... Pero gracias.-agradecí de corazón, sin saber si realmente existiría alguna forma de impedir eso. De haberla no la querría usar nunca, pero... ¿Cómo habría sido todo si no me hubiera enamorado de Seufzer? ¿Hubiera conocido a alguien más o seguiría siendo el chico inocente de antes? Ni loco querría volver a serlo, pero la duda estaba ahí.
Me dejé mover, observando a Padme pensar, sonreír, hacer todo aquello que hacía con su alegría innata. Instintivamente la sujeté con suavidad de la cintura, como si asegurara que no se fuera a caer. No me molestaba la cercanía. De hecho, ni siquiera pensé en ello hasta que recordé a Seu, y la forma en la que me miraba antes de besarme con aquella dulzura que tan sólo él sabía transmitir, abrazarme con fuerza y llenarme de amor como nadie había hecho nunca, ni creía que pudieran volver a hacer. Cerré los ojos un segundo y llené mi pecho de aire, secándome los rastros de lágrimas antes de mirar a Padme curioso. Observé el pequeño colgante sin saber qué decir, a punto de balbucear algo pero sin saber bien el qué. La miré con los ojos bien abiertos, sorprendido, y de nuevo traté de hablar en vano. Aquella era... la primera vez que alguien confiaba en mí para... Siempre había destruido, no creado ni protegido. O al menos no de una manera tan literal. Cogí la piedra con las manos ahuecadas y me lo quedé mirando, impresionado, sintiendo que aquello tenía el mismo valor que un bebé recién nacido, vulnerable pero, a su manera, perfecto. Antes de que me diera cuenta ya estaba riendo alegremente, derramando, por primera vez en mucho tiempo, lágrimas de felicidad. Era descuidado, olvidadizo y me perdía fácilmente en cualquier cosa, así que todo apuntaba a que aquello acabaría horriblemente mal. Pero no podía hacer más que reír, abrazando de golpe a la muchacha que había logrado lo que parecía imposible. Por mucho que Seu hubiera confiado en mí algo le había impedido contarme la razón de su marcha, y eso era más que obvio. Para bien o para mal, esa pequeña piedrecita verde era la primera prueba tangente en tiempo de que alguien confiaba en mí plenamente. No podía estar más que feliz por ello.-Gracias...-susurré sin soltarla, cerca de su oído-De verdad, gracias...-y volví a reír, estrechando el abrazo. Me separé de ella cuando ya no estuve tan eufórico, aunque con una sonrisa todavía pintada en la cara-¿Pero estás segura? A mí se me olvidan mucho las cosas, no sé si soy la mejor elección para guardártelo...-pregunté dudoso de mí mismo, pero más por su seguridad que por falta de confianza.
-¿Cómo... cómo se aprende de un error?-preguntó correspondiendo el agarre, más que agradecido por aquella muestra de afecto. Si había algo que aprender en todo aquello... era que confiaba demasiado en las personas. Si sonreían y decían algo agradable no era difícil que quisiera hacerlo mi amigo, aunque aquello fuera pura amabilidad y no me diera mi cuenta. No era la primera vez que me traía problemas. Una vez, dos escuelas atrás, quise hacerme amigo de una chica que me parecía tímida, pero que terminó diciéndoles a todos que yo era un bicho raro. ¡Y realmente llegué a pensar que era muy agradable! Aunque luego estuve dos meses sin que nadie me dirigiera la palabra. ¿Pero sabéis lo peor de todo, lo que más me molesta? Que no quiero que eso cambie. Me gusta ser ingenuo, confiar en todos y que me dañen algunos. Me gusta arrancar sonrisas aun cuando apenas acabo de aprenderme sus nombres, abrazar al ver a alguien triste aunque no sepan ni quién soy, y ver el lado bueno de todas las personas. Ser de otra manera me parecía estúpido, porque no hacías más que retrasar o imposibilitar la posibilidad de conocer a las mejores personas del mundo, por mucho daño que pudiera hacer. Y eso me enfadaba, porque si no podía cambiar eso, ¿qué lección podía aprender? Ninguna, más que saber que, de nuevo, había algo malo en mí... Sonreí tristemente, mirando al cielo de nuevo-A no ser que puedas hacer que una persona no se enamore, no lo habrías conseguido... Pero gracias.-agradecí de corazón, sin saber si realmente existiría alguna forma de impedir eso. De haberla no la querría usar nunca, pero... ¿Cómo habría sido todo si no me hubiera enamorado de Seufzer? ¿Hubiera conocido a alguien más o seguiría siendo el chico inocente de antes? Ni loco querría volver a serlo, pero la duda estaba ahí.
Me dejé mover, observando a Padme pensar, sonreír, hacer todo aquello que hacía con su alegría innata. Instintivamente la sujeté con suavidad de la cintura, como si asegurara que no se fuera a caer. No me molestaba la cercanía. De hecho, ni siquiera pensé en ello hasta que recordé a Seu, y la forma en la que me miraba antes de besarme con aquella dulzura que tan sólo él sabía transmitir, abrazarme con fuerza y llenarme de amor como nadie había hecho nunca, ni creía que pudieran volver a hacer. Cerré los ojos un segundo y llené mi pecho de aire, secándome los rastros de lágrimas antes de mirar a Padme curioso. Observé el pequeño colgante sin saber qué decir, a punto de balbucear algo pero sin saber bien el qué. La miré con los ojos bien abiertos, sorprendido, y de nuevo traté de hablar en vano. Aquella era... la primera vez que alguien confiaba en mí para... Siempre había destruido, no creado ni protegido. O al menos no de una manera tan literal. Cogí la piedra con las manos ahuecadas y me lo quedé mirando, impresionado, sintiendo que aquello tenía el mismo valor que un bebé recién nacido, vulnerable pero, a su manera, perfecto. Antes de que me diera cuenta ya estaba riendo alegremente, derramando, por primera vez en mucho tiempo, lágrimas de felicidad. Era descuidado, olvidadizo y me perdía fácilmente en cualquier cosa, así que todo apuntaba a que aquello acabaría horriblemente mal. Pero no podía hacer más que reír, abrazando de golpe a la muchacha que había logrado lo que parecía imposible. Por mucho que Seu hubiera confiado en mí algo le había impedido contarme la razón de su marcha, y eso era más que obvio. Para bien o para mal, esa pequeña piedrecita verde era la primera prueba tangente en tiempo de que alguien confiaba en mí plenamente. No podía estar más que feliz por ello.-Gracias...-susurré sin soltarla, cerca de su oído-De verdad, gracias...-y volví a reír, estrechando el abrazo. Me separé de ella cuando ya no estuve tan eufórico, aunque con una sonrisa todavía pintada en la cara-¿Pero estás segura? A mí se me olvidan mucho las cosas, no sé si soy la mejor elección para guardártelo...-pregunté dudoso de mí mismo, pero más por su seguridad que por falta de confianza.
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Nada pudo haberla hecho más feliz que ver como el joven, por una u otra razón se alegraba. Aquello había surtido efecto, había sido capaz de sanar, aunque fuera un poco, todo ese dolor y sufrimiento. Probablemente no le hubiera importado morir con tal de saber que había funcionado, aunque eso era inadmisible, pues su madre se pondría triste si su hija muriera. Simplemente correspondió su abrazo, pensando que un "de nada" no era necesario en ese momento. Escuchó su ultima pregunta, mientras nuevamente le dedicaba una sonrisa- Esta bien, porque creo en ti -una declaración nuevamente extraña... Pero ella lo sabia, lo comprendía y es que siempre había tenido ese sexto sentido con las personas, capaz de deducir su naturaleza, del mismo modo en que comprendía lo que una flor le sentía solo con mirarla. Ese joven era una persona increíblemente gentil y amorosa, estaba segura de que su colgante estaba en buenas manos. Tan segura, que incluso era un poco aterrador ¿Que clase de locura era aquella? No podía pensar en nada malo, en nada que le impedía darle ese colgante a él, y eso era sin duda aterrador; como mínimo desde un punto de vista exterior, pues ella siquiera se daba cuenta de ello.
Podría haber seguido horas tratando de consolar aún más al joven, pero sus parpados comenzaron a pesarle repentinamente, como una niña pequeña a la que le había llegado la hora de acostarse. Se aferró infantilmente a la camisa del chico, casi por instinto, tratando de no caer mientras su cuerpo se balanceaba levemente, apoyándose finalmente en el pecho del joven- nhg -hizo frotándose levemente los ojos, mirando al pelinegro adormilada- Creo que... Me está dando sueño -dijo muy bajito, para luego bostezar, nuevamente infantil y perezosa. Luego de todo ese esfuerzo ¿iba a quedarse dormida? sinceramente no lo quería así, pero le era imposible resistirse, eran varias horas más tarde de lo usual, acababa de gastar un montón de energía ¿Como se suponía que se resistiera a esa insoportable ansia de sueño? Su cuerpo no se lo permitirá, sin duda. Enterró su rostro en el pecho ajeno, ladeando luego la vista, para ver las pocas luciérnagas que aun rondaban por allí- No esteis tristes... Definitivamente... Encontrareis a alguien que os quiera... -dijo, hablando con ellas, sonriendoles dulce, para finalmente caer dormida.
Estaba segura que esa noche tendría sueños fantásticos y maravillosos, incluso más que de costumbre. Debía recordar regar a sus amigas el día siguiente o se enojarían con ella... Y definitivamente tenia que levantarse antes del mediodía, pues por la tarde estaba convencida de que tenia clases de algo.... Aunque en ese momento no lograra recordar exactamente de que. ¿Habían puesto tarea? No lo recortaba tampoco, pero si era así probablemente ya estaba hecha; era del tipo que hace las cosas al momento de llegar a su habitación. Habitación.... ¡Oh! ¿Como iba a llegar a su habitación? De golpe despertó, abriendo los ojos muy forzosamente y poniéndose de pie, casi cayéndose hacia atrás al momento de hacerlo- Debo volver a mi habitación... -susurró para si misma, medio dormida, mientras volvía a frotarse los ojos tratando de despertarse, ni que fuera un poco. Era imposible y lo sabia. Miró como pudo al joven y balbuceó- ¿Puedes llevarme...? No creo llegar sola... -mientras volvía a aferrarse a él para mantener el mínimo equilibrio- En Rhino's... La habitación 437 -dijo, justo antes de volver a caer dormida en sus brazos, de pie.
Podría haber seguido horas tratando de consolar aún más al joven, pero sus parpados comenzaron a pesarle repentinamente, como una niña pequeña a la que le había llegado la hora de acostarse. Se aferró infantilmente a la camisa del chico, casi por instinto, tratando de no caer mientras su cuerpo se balanceaba levemente, apoyándose finalmente en el pecho del joven- nhg -hizo frotándose levemente los ojos, mirando al pelinegro adormilada- Creo que... Me está dando sueño -dijo muy bajito, para luego bostezar, nuevamente infantil y perezosa. Luego de todo ese esfuerzo ¿iba a quedarse dormida? sinceramente no lo quería así, pero le era imposible resistirse, eran varias horas más tarde de lo usual, acababa de gastar un montón de energía ¿Como se suponía que se resistiera a esa insoportable ansia de sueño? Su cuerpo no se lo permitirá, sin duda. Enterró su rostro en el pecho ajeno, ladeando luego la vista, para ver las pocas luciérnagas que aun rondaban por allí- No esteis tristes... Definitivamente... Encontrareis a alguien que os quiera... -dijo, hablando con ellas, sonriendoles dulce, para finalmente caer dormida.
Estaba segura que esa noche tendría sueños fantásticos y maravillosos, incluso más que de costumbre. Debía recordar regar a sus amigas el día siguiente o se enojarían con ella... Y definitivamente tenia que levantarse antes del mediodía, pues por la tarde estaba convencida de que tenia clases de algo.... Aunque en ese momento no lograra recordar exactamente de que. ¿Habían puesto tarea? No lo recortaba tampoco, pero si era así probablemente ya estaba hecha; era del tipo que hace las cosas al momento de llegar a su habitación. Habitación.... ¡Oh! ¿Como iba a llegar a su habitación? De golpe despertó, abriendo los ojos muy forzosamente y poniéndose de pie, casi cayéndose hacia atrás al momento de hacerlo- Debo volver a mi habitación... -susurró para si misma, medio dormida, mientras volvía a frotarse los ojos tratando de despertarse, ni que fuera un poco. Era imposible y lo sabia. Miró como pudo al joven y balbuceó- ¿Puedes llevarme...? No creo llegar sola... -mientras volvía a aferrarse a él para mantener el mínimo equilibrio- En Rhino's... La habitación 437 -dijo, justo antes de volver a caer dormida en sus brazos, de pie.
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Aquella sencillas palabras me llegaron realmente al corazón. Sí, era muy cursi, ¿pero de qué otra manera podría describir aquella calidez que sentí en el pecho? Estaba seguro de que al día siguiente volvería a la rutina triste que había cogido las riendas de mi vida, pero por aquella noche sería, de nuevo, una persona feliz. Además, con aquel colgante al menos me animaría un poco... O eso esperaba. No, seguro que sí. Todo era cuestión de ver el lado positivo. Seguramente. Al ver que la muchacha de cabellos verdes comenzaba a dormirse la estreché entre mis brazos con cariño, cómodo y de un repentino buen humor. Vale, sí, seguía sintiéndome como la mierda, ¡pero ya era un avance! Sonreí lleno de ternura al verla hablar con aquellos preciosos animalillos. No sabía cómo lo hacía, pero la imagen era ciertamente mona. Parecía una niña hablando con cualquier cosa para ver si le respondían, sólo que en este caso estaba seguro de que los entendía a la perfección. Casi parecía que finalmente se había dormido cuando dio un brinco y se levantó de golpe, tambaleándose tratando de mantener el equilibrio. Hice lo propio de un salto, más preocupado por que no cayera ya que por mí mismo, lo cual, si se mira bien, no dejaba de ser sorprendente.-Claro.-dije sin siquiera dudarlo, poniéndome el colgante a toda prisa para que no se me cayera. Primero pensé en ayudarla a caminar, pero parecía que fuera a desmoronarse de un momento a otro y opté por la opción más rápida. La cogí con cuidado en brazos y tras comprobar que la tenía bien sujeta comencé a andar hacia la residencia roja sin mucho esfuerzo.
Ciertamente aquella chica pesaba poco, aunque tampoco era una gran sorpresa. Era menuda y no parecía hacer mucho ejercicio, y, pese a llevar varias semanas sin ser constante en los clubes, todavía tenía el cuerpo acostumbrado al deporte. Mientras andaba me fijé en ella, vigilando de no tropezar o equivocarme de dirección; al fin y al cabo no sería extraño que mi memoria hiciera de las suyas y decidiera fallar en ese momento. No parecía una chica muy normal, y no sólo por su cabello verde y su gorro amarillo -gorro que había procurado coger antes de irme-. Ciertamente estaba acostumbrado a dar aquella sensación alegre y animada que me había contagiado, pero era agradable que los papeles se cambiaran por un rato. Pensé que si había logrado hacer a alguien aunque fuera sólo un poco tan feliz como me había hecho hacía unos momentos toda aquella ingenuidad habría valido la pena. Sonreí, mirando al frente de nuevo, y en silencio abrí la puerta principal del gran edificio, torciendo hacia la zona de chicas. Siendo sinceros a punto estuve de ir a mi cuarto por costumbre, pero tuve que reacomodar a Padme en mis brazos con un pequeño salto y recordé a dónde iba.
-437, 437, 437...-repetía entre susurros buscando la habitación, algo difícil estando casi a oscuras. Por si acaso siempre habían pequeñas luces encendidas aquí y allá a lo largo del pasillo, pero obviamente era algo complicado de todos modos.-¡Ah! Aquí.-exclamé victorioso. Hice una mueca y comprobé que no la había despertado, y solté un suspiro al ver que no se removía más de lo normal... Con toda la maña que pude abrí la puerta, y a punto estuve de soltarla al ver lo que había allí dentro. Parecía... parecía un campo de flores y plantas de olores hermosos. Quedé realmente impresionado, y por un minuto no supe reaccionar. Mi habitación era sosa y no tenía nada en especial fuera de algo de ropa tirada por el suelo. Pero eso era... una nueva definición de decorar. Los aromas que impregnaban tan agradablemente el cabello de la muchacha se clavaron suavemente en mi nariz, sutiles pero presentes, relajándome hasta lograr que también me entrara sueño. Cerré la puerta con el pié y dejé a Pad con suavidad sobre su cama, bostezando. Me senté a su lado, somnoliento, y antes de que me diera cuenta ya estaba durmiéndome de espaldas a ella, con todo el cansancio acumulado de los últimos meses y aquellos aromas como nana.
Ciertamente aquella chica pesaba poco, aunque tampoco era una gran sorpresa. Era menuda y no parecía hacer mucho ejercicio, y, pese a llevar varias semanas sin ser constante en los clubes, todavía tenía el cuerpo acostumbrado al deporte. Mientras andaba me fijé en ella, vigilando de no tropezar o equivocarme de dirección; al fin y al cabo no sería extraño que mi memoria hiciera de las suyas y decidiera fallar en ese momento. No parecía una chica muy normal, y no sólo por su cabello verde y su gorro amarillo -gorro que había procurado coger antes de irme-. Ciertamente estaba acostumbrado a dar aquella sensación alegre y animada que me había contagiado, pero era agradable que los papeles se cambiaran por un rato. Pensé que si había logrado hacer a alguien aunque fuera sólo un poco tan feliz como me había hecho hacía unos momentos toda aquella ingenuidad habría valido la pena. Sonreí, mirando al frente de nuevo, y en silencio abrí la puerta principal del gran edificio, torciendo hacia la zona de chicas. Siendo sinceros a punto estuve de ir a mi cuarto por costumbre, pero tuve que reacomodar a Padme en mis brazos con un pequeño salto y recordé a dónde iba.
-437, 437, 437...-repetía entre susurros buscando la habitación, algo difícil estando casi a oscuras. Por si acaso siempre habían pequeñas luces encendidas aquí y allá a lo largo del pasillo, pero obviamente era algo complicado de todos modos.-¡Ah! Aquí.-exclamé victorioso. Hice una mueca y comprobé que no la había despertado, y solté un suspiro al ver que no se removía más de lo normal... Con toda la maña que pude abrí la puerta, y a punto estuve de soltarla al ver lo que había allí dentro. Parecía... parecía un campo de flores y plantas de olores hermosos. Quedé realmente impresionado, y por un minuto no supe reaccionar. Mi habitación era sosa y no tenía nada en especial fuera de algo de ropa tirada por el suelo. Pero eso era... una nueva definición de decorar. Los aromas que impregnaban tan agradablemente el cabello de la muchacha se clavaron suavemente en mi nariz, sutiles pero presentes, relajándome hasta lograr que también me entrara sueño. Cerré la puerta con el pié y dejé a Pad con suavidad sobre su cama, bostezando. Me senté a su lado, somnoliento, y antes de que me diera cuenta ya estaba durmiéndome de espaldas a ella, con todo el cansancio acumulado de los últimos meses y aquellos aromas como nana.
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Re: Dos alegrías por el camino [Privado Padme]
Se revolvió momentáneamente por la cama, haciendo los típicos y anormales sonidos que hace una persona a medida que se va despertando (?) Los rayos del sol se filtraban por el hueco entre sus cortinas, apuntandole exactamente en el rostro, obligandola a ponerse el brazo encima de los ojos- ñuh -hizo mientras pensaba Sólo cinco minutos más. No tenia ganas de levantarse, se había acostado tarde y estaba cansada, además, su cama era mullida y cálida, suave y... ¿Su cama? ¿Cuando había llegado a su cama? La noche anterior, si no recordaba mal... Se levantó de golpe, mirado a su alrededor agitada. No había forma de que él siguiera allí, después de todo ese era el dormitorio de las chicas, ya de por si era increible que hubiera accedido a llevarla, a pesar de que, sinceramente, apenas recordaba los últimos momentos antes de caer dormida... Se frotó los ojos cansada, para luego decidirse a levantarse de la cama. Puso los pies en el suelo, dirigiéndose a la ducha y saliendo no más de 15 minutos luego, vestida y completamente despierta.
Tomó su regadora y la llenó de agua, empezando a regar aquellas plantas que adornaban su habitación. Hablaba con ellas mientras lo hacia y cada vez que terminaba con una, parecía más viva y hermosa, como si en vez de estarles echando agua, estuviera echándoles magia. Observó a una en particular, tocando sus hojas con la yema de sus dedos, con tanto cuidado que casi parecía que ni la rozara- Oh, has mejorado mucho -le dijo sonriente, mientras la regaba con cariño- Pronto podrás volver a los jardines con tus amigas ¿No es genial? -preguntó animada, mientras seguía con su rutina, terminado de "alimentarlas" a todas. Y es que la habitación de Padme no era más que un especie de "hospital de flores", donde llevaba a todas las flores que encontraba en mal estado, al borde de la muerte, para sanarlas y luego devolverlas nuevamente al lugar del que procedían. Lo disfrutaba, adoraba a sus amigas y ser capaz de ayudarlas era uno de sus mas grandes placeres. Entonces, al pensar en aquello, recordó al joven. Estaba feliz de haber conseguido animarlo, aunque fuera solo un poco.
Salió de su habitación, corriendo, dirigiéndose nuevamente a los jardines, saludando dulcemente a todas y cada una de las flores, alegre y encantadora, como de costumbre. La gente de su alrededor la miraba como si estuviera loca o algo parecido, pero ella ni se daba cuenta, simplemente brincaba, feliz, mientras se dirigía al mismo lugar donde habían estado aquella pasada noche. Trasplantó un matojo de flores, dispuesta a llevarlas a su habitación. Se había dado cuenta de que estaban enfermas al encontrarse con el pelinegro, pero en ese momento tenia cosas más importantes de las que ocuparse. Se aseguraría de que estuvieran llenas de vida y hermosas dentro de poco, esa era su meta. Y mientras hacia todo aquello, no pudo evitar pensar Me pregunto cuando nos volveremos a encontrar, sonriendo dulce y feliz.
Tomó su regadora y la llenó de agua, empezando a regar aquellas plantas que adornaban su habitación. Hablaba con ellas mientras lo hacia y cada vez que terminaba con una, parecía más viva y hermosa, como si en vez de estarles echando agua, estuviera echándoles magia. Observó a una en particular, tocando sus hojas con la yema de sus dedos, con tanto cuidado que casi parecía que ni la rozara- Oh, has mejorado mucho -le dijo sonriente, mientras la regaba con cariño- Pronto podrás volver a los jardines con tus amigas ¿No es genial? -preguntó animada, mientras seguía con su rutina, terminado de "alimentarlas" a todas. Y es que la habitación de Padme no era más que un especie de "hospital de flores", donde llevaba a todas las flores que encontraba en mal estado, al borde de la muerte, para sanarlas y luego devolverlas nuevamente al lugar del que procedían. Lo disfrutaba, adoraba a sus amigas y ser capaz de ayudarlas era uno de sus mas grandes placeres. Entonces, al pensar en aquello, recordó al joven. Estaba feliz de haber conseguido animarlo, aunque fuera solo un poco.
Salió de su habitación, corriendo, dirigiéndose nuevamente a los jardines, saludando dulcemente a todas y cada una de las flores, alegre y encantadora, como de costumbre. La gente de su alrededor la miraba como si estuviera loca o algo parecido, pero ella ni se daba cuenta, simplemente brincaba, feliz, mientras se dirigía al mismo lugar donde habían estado aquella pasada noche. Trasplantó un matojo de flores, dispuesta a llevarlas a su habitación. Se había dado cuenta de que estaban enfermas al encontrarse con el pelinegro, pero en ese momento tenia cosas más importantes de las que ocuparse. Se aseguraría de que estuvieran llenas de vida y hermosas dentro de poco, esa era su meta. Y mientras hacia todo aquello, no pudo evitar pensar Me pregunto cuando nos volveremos a encontrar, sonriendo dulce y feliz.
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