Micael Eckart Köhler

Distante y sarcástico. A primera vista suele ser alguien duro y para nada agradable por sus comentarios poco amigables, pero esa no es su forma real de ser. Podría decirse que es un caparazón que él alzó a su alrededor por la desconfianza hacia los desconocidos y el miedo a ser herido o defraudado con facilidad si llega a encariñarse de otros con rapidez. Por ello, hay veces en que dice cosas que no quiere, las cuales terminan dañando y alejando a los demás de él, sin restarle que su propia mirada fría y vacía es una excusa suficiente para evitarlo.
Esta parte de su carácter podría acomplejar su servicio como psicólogo, pero no es así en absoluto. Pues sabe la diferencia entre "desconocidos" y "pacientes", por lo que suele ser alguien bastante profesional y suave con quienes requieren su ayuda.

Pero en cuanto conoce un poco a los demás y se asegura de que no está tratando con alguien que busque herirlo, se muestra más seguro y amable. Gradualmente ablanda su carácter y termina siendo alguien bastante simple y fácil de abordar. No se enoja con facilidad y es bastante amable, incluso demasiado en ocasiones.Si hay algo que siempre ha evitado, es ser arrastrado por los prejuicios y los malos comentarios de los demás. También, Micael es alguien directo, dolorosamente directo. Es alguien que dice lo que piensa y responde con total sinceridad sin leer muy bien el ambiente antes de hacerlo; muchas veces debería simplemente guardar silencio, pero él no sabe cuándo hacerlo y no dimensiona qué comentarios podrían molestar a los demás.

Micael posee una cabellera rubia no muy larga, su pelo es bastante liso y fácil de manejar; usualmente lo trae suelto y no se esmera mucho en ordenarlo, pues no considera que sea un aspecto importante del cual preocuparse. En su rostro se aprecia una mirada de ojos color rojo carmín, en un inicio fiera y poco agradable, pero también puede llegar a ser realmente cálida y amigable. Un color inusual, sin duda, pero cautivador. Las facciones de su rostro son finas y aparentan una delicadeza que no es tal en él, pues es poseedor de una fuerza relativamente apropiada a su cuerpo. Y en cuanto a su cuerpo respecta, tiene una altura que redondea el metro ochenta, es delgado, pero a la vez posee una musculatura marcada, claro, sin exagerar.

Suele traer pendientes dorados en ambas orejas. En cuanto a su vestimenta, siempre viste de la manera más simple y acorde al clima que le parezca, no se esmera mucho en ello, ese es un rasgo muy propio de él; aunque tampoco por ello sea totalmente descuidado, al menos está pendiente de lucir presentable.

Habilidades:
▲Tiene "nervios de acero", rara vez se le ve alterado en situaciones de presión.
▲Gracias a que lee libros de magia con regularidad, tiene una comprensión lectora bastante elevada y entiende dibujos con más facilidad, lo que le ayuda enormemente en su trabajo.
▲Aprende rápidamente a hacer cualquier cosa.

Poderes:
Como mago, puede controlar elementos de la naturaleza, pero no tan extensamente como podrían los elementales. Micael sólo puede manejar los elementos en su capacidad más baja (como el rocío, pequeñas llamas de fuego, hacer brotar semillas, congelar pequeñas cantidades de agua, etc.){Duración de dos post, dos post de enfriamiento} Para más potencia, deberá utilizar más energía y en caso de hacerlo sólo podrá manejar un elemento como máximo, por tres minutos y fuera de batalla. {Un post de duración, tres de enfriamiento}.

Debilidades:
▲Cuando utiliza muchos sus poderes suele debilitarse demasiado, sobretodo cuando efectúa magia de más potencia. Cuando se debilita, suele marearse demasiado y le dan ganas de vomitar, dejándolo fuera de sí.
▲Debido a la fuerte bronquitis que tuvo cuando era más joven, en la actualidad tiene pulmones más frágiles ante el frío, por lo que si no se abriga y cuida adecuadamente suele ahogarse o tener dolores agudos de pecho y espalda.

Armas: No tiene.

Nació entre el odio y la nada. Una “familia disfuncional” no era el adjetivo indicado para definir al entorno donde se crió, no era lo suficientemente realista. ¿Qué era la pobreza? Micael no lo sabía, lo único de lo que estaba consciente era de que no podía disfrutar de una vida llena de lujos, tener la fortuna de comer todos los días, ni mucho menos dormir abrigado una noche de invierno. Su padre: un alcohólico violento y desgraciado. Su madre: una prostituta irresponsable y casi tan drogadicta como borracho su padre.
¿Qué era realmente una familia?
Se crió prácticamente solo y vivía de la compasión de una señora que cuidaba de él a espaldas de sus progenitores. Pero estaba bien, no lloraba todos los días y tampoco odiaba a sus padres; desde pequeño supo que lo hacían para escaparse de la realidad que tenían que enfrentar. No era personal, no era que lo odiaran especialmente a él, asique simplemente se dedicó a vivir por sus medios, ayudando en ciertas cosas a cambio de comida y ropa. A los diez años, mientras ayudaba a aquella señora, encontró un libro bastante interesante que, a pesar de tener códigos extraños, pudo leer; fue sorprendido por ella, quien le explicó que sólo quienes tuviesen poderes mágicos podían leer los conjuros en él. Entonces poco a poco fue aprendiendo sobre la magia, los círculos mágicos y los códigos, claro, con la ayuda de ella. A cambio, ella le prohibió sólo una cosa: exponer sus poderes. Si lo hacía, sería abandonado por todos los creyentes como ella lo había sido en su juventud.
Cuando tenía quince años, algo andaba mal con su padre. Se veía más intranquilo, evadiendo a toda costa a Micael y, lo más curioso, ya ni se embriagaba. Hasta esa noche, donde numerosos hombres irrumpieron en la pobre morada buscando que les paguen una deuda que, claramente, no podían costear. Dentro de todo el alboroto y el destrozo de los furiosos hombres, aprovechó una pequeña abertura para huir; tenía miedo, las amenazas de tener que trabajar para ellos con el fin de pagar la deuda de su padre no le había traído ningún buen presentimiento.
Huyó toda la noche de invierno, hasta lo más lejos que pudo y sobreexigiendo a sus débiles piernas. Si volvía, lo más seguro era que lo asesinarían. Pasó una noche más helada que de costumbre, estaba débil y exhausto y cuando estaba a punto de caer rendido ante su estado físico, divisó una parroquia a unos metros de distancia ¿Qué perdía yendo ahí a descansar aunque sea un poco?
Sin duda, la mejor decisión de su vida.
Allí lo acogieron como a uno más, no le preguntaron de dónde venía o por qué estaba solo. Tan solo lo cuidaron y le dieron un techo donde vivir, incluso cuando estaba moribundo y sin mucha esperanza. En cuanto se recuperó de una aguda bronquitis, no pudo pensar siquiera en querer abandonar ese lugar, así tenía tantas cosas que quería conservar y entre ellas estaba Lior. Un joven que lo cuidó cada día sin importarle su paupérrima condición y quien le dio esperanza en base a nada. Así fue como se quedó en la parroquia, ayudando en cuanto pudiese y forjando una bella amistad con él. Pero tenía un secreto que tenía que ocultar de la parroquia: su magia. No podía negarla ni olvidarla, a él le gustaba lo que había aprendido, por ello, seguía practicándola a espaldas incluso de Lior, porque lo que más temía era ser enjuiciado por él.
Pero una noche fue descubierto nada más que por él, así que optó por confiar en su persona y revelar su poder. Si podía compartir lo más bello que poseía, quería hacerlo con Lior y nadie más; no sabía el por qué, sólo estaba seguro de que sólo con él podría… entonces ¿por qué no?
El toque de queda los separó, pero a media noche Micael se coló en la habitación de su amigo para escribir un conjuro ilusionista en su brazo. Así se aseguraría de que Lior podría crear cosas tan bellas como quisiese; sonrió satisfecho y se fue a su habitación, pero una vez en ella, a través de la ventana, divisó unas figuras bastante familiares: Los prestamistas. El terror le invadió en una fracción de segundo, si ellos entraban ahí, todo lo que había querido proteger se vería afectado. Tenía que irse, huir, y aunque quería despedirse no le quedó tiempo. Tomó sus prendas y se alejó del que fue su hogar por esos meses, rogando algún día volver a encontrarse con su amigo.
Los años pasaron y él fue trabajando a medida que estudiaba.. Luego de mucho esfuerzo y aplicación, logró un título de psicología con el cual ganó el dinero suficiente para alejarse de todo su pasado. De todo lo que lo perseguía.
Nunca más supo de su padre, de su madre o de aquella señora cuyo nombre había olvidado. Lo único que no olvidaría jamás sería el nombre su amigo y su apariencia física, su voz. No podría olvidarlo en absoluto.
Después de largos años, cuando por fin se encontró estable económicamente, se enteró de Solche, donde supo que podría ayudar a quienes eran como él; a quienes necesitaban de alguna orientación psicológica y donde podría ayudarlos en cuanto pudiese. Después de todo, esa era su vocación.

Gustos:
▲ Leer.
▲ Escuchar música.
▲ Su trabajo, lo disfruta con demasía.
▲ Le gente amable.
▲ Comer.
▲ Dormir.
▲ Salir a caminar.

Disgustos:
▲ El alcohol.
▲ Las temperaturas muy bajas.
▲ El café.
▲ Que intenten entrometerse en sus asuntos privados.
▲ Los dulces.
▲Las personas arrogantes o que se victimizan.

Otros:
▲El único licor que tolera es el vino.
▲Practica deportes por su cuenta y por simple entretención.
▲Cuando está triste es cuando más suele sonreír para no preocupar a sus seres cercanos.
▲Tiene una pésima forma de dormir.
▲No sabe nadar.
▲Su cumpleaños es el 5 de Diciembre.
▲En su hogar tiene una estantería donde organiza todos sus libros.

Apariencia real y humana:

Gilgamesh.▼ Fate/stay night.