Open your eyes [Alina, libre]

Aquella tarde hacía un calor de los mil demonios, con el astro rey sobre la punta del cielo y ningún algodón blanco que protegiera de sus potentes rayos hacían parecer el lugar como el mismo desierto, tanto así que aquel conejo se vio obligado a desistir de sus pasatiempos al aire libre, recio a proteger esa delicada piel de porcelana que poseía. Desde el amanecer la temperatura era elevada, avistando del terrible día que caería sobre los hombros de White, si, la simple mañana delineo con más firmeza ese rostro fruncido que le caracteriza y, sin mencionar su poco entusiasmo a sociabioizar, auyentaba a futuras amistades. A pesar de pasar la mayor parte de su tiempo en aulas refrigeradas el tener que trasladarse era una molestia que no toleraba, ir de aquí para allá, de una brisa fresca a otra sofocante, lea sacaban de sus casillas. "Que calor..." No tenía ánimos para entrenar ese día, las prácticas con espadas tendrían que esperar a que los días frescos llegarán, no mas esfuerzos físicos para el conejo, ni carreras, mucho menos exponerse al tremendo sol, pero tenía que entretenerse con algo si no quería que sus recuerdos torturaran su mente con anhelos y suspiros del ayer, los días siempre eran agitados a lado de suspiro querido amo. Si bien el horario de clases apenas terminaba ya se sentía ansioso por encontrar algo que hacer, pensó en la lectura, su fiel aliado, sin embargo el lugar donde residía estaba lejos y tendría que caminar bajo el sol, por otro lado los llamados "matones" solían molestarlo cada vez que se escabullía entre los estantes de libros en busca de una buena aventura, a saber como es que siempre lograban dar con el y para su mala fortuna aquellos malnacidos tenían el control del fuego, cosa con la cual no podía luchar. Que fastidio, no sólo tenía que asegurarse de no toparse con ellos, también debía elegir algo cercano.

Pronto sus pasos acelerados daban un sonido sordo al golpear con leve fuera el bien pulido suelo de las instalaciones, con su vista periférica alerta se proponía no caer esta vez. Pequeñas risas estúpidas y comentarios mal conjugados llegaron pronto a esas orejas de conejo bien cepilladas y suaves que emergían de su cabeza, gracias a ese oído sensible localizó a tres de ellos a unos cuantos pasillos, obligado a tomar las escaleras para evitar, pero apenas puso un pie en las baldosas las vibraciones y risas se intensificaron a un ritmo elevado, de la nada ese trío de idiotas se dispuso a correr dentro y sin escrúpulos, ¿qué clase de modales eran esos? Pero por otro lado... ¿¡Cómo rayos daban con su ubicación!? Esto era malo, podía escuchar con claridad esos apodos sin sentido acercándose a paso veloz, obligado a subir con rapidez, dando grandes saltos sobre las escaleras para llegar al piso superior cuanto antes, sin pensárselo comenzó al correr con corazón acelerado y ese sentimiento de inferioridad. Vaya caballero que era, huyendo de sus problemas no hacía más que herir su pesado orgullo, ¿y así se hacía llamar un hombre?... Aunque la estupidez aún no superaba sus viejas ideologías, meterse con chicos más fuertes sólo arrastraría el mal a su persona y de ninguna manera estaba listo para tragarse el ego en busca de una ayuda, ni siquiera de algún compañero.

Se encontraba sentado dando bocanadas de aire por la repentina adrenalina en su cuerpo, apenas sus piernas sintieron un leve punzón por golpes pasados se aventuro a entrar en la primera puerta que alcanzó; seguro sólo por la separación que brindaban las paredes dejo que su corazón tomará un respiro, era solo una burla. Fue cuando dejo de escuchar aquellas voces tan cerca, se alejaban, perdidos en minutos de su radar y con lo que pudo levantarse para fijar su vista en el salón vacío, sin pupitres, solo barras en las paredes laminadas de espejos... Maldición, ¿era el taller de danza? Estaba por la zona donde los alumnos podían tomar actividades extra, era lógico que ese lugar, entre tantos, servía sólo para bailar. Soltó un enorme quejido justo cuando sus oídos captaron los pasos suaves y delicados de un desconocido. ㅡ Lo que me faltaba. ㅡ Murmuró mientras acomodaba su pequeño sombrero, si tenia suerte esos pies pasarían de largo su existencia y el salón de gran tamaño.

Calor. Como odiaba ese maldito calor que la hacía sentir inútil y débil. Su cuerpo pesaba y su cabeza no trabajaba a una velocidad normal, además de que en ella solo se repetía la orden de buscar un lugar decentemente fresco. Se movilizaba arrastrando los pies, además de todo lo anterior, su estado de ánimo también se veía algo decaído. Tendría que olvidarse de entrenar en los clubes ese día, sino estaba segura que moriría. Mientras se movilizaba veía que cada cosa estaba realmente más lejos de lo que realmente era, su visión también la estaba torturando. No importaba a cuantos lugares se metiese, todos tenían un aire pesado y el calor abrazaba su cuerpo. Jadeó, comenzando a impacientarse; sólo pedía un lugar fresco, sólo uno. De tanto moverse estaba algo perdida, miró a su alrededor tratando de ubicarse y lo único que vio fue a un grupo corretear por ahí, haciendo quien sabe qué, realmente no le importaba en nada lo que estuviesen haciendo, lo que realmente le molestaba era verles moverse con tanta facilidad mientras ella deliraba. Caminó hasta una puerta que ellos ignoraron y la abrió adentrándose en aquel curioso salón. El ambiente allí dentro era soportable, suspiró y decidió quedarse en el lugar.

—Uh… Hola— Dijo una vez se percató de la presencia de alguien más ahí, una vez su mirada se fijo en las orejas largas y blancas parecidas a las de un conejo y el peculiar gorro sobre su cabeza Miu sintió que su buen humor seguía, es que ¡Que ser más intrigante y curioso! Inhaló aire hasta que sus pulmones estuviesen llenos y lo soltó de forma lenta, luego caminó y se posicionó a un lado del joven, sentándose y sintiéndo la frescura del piso frío. —¿Juegas a las escondidas?— Preguntó, recordando al grupito de afuera que había pasado de largo, alejándose del lugar. Comenzó a abanicarse con las manos mientras miraba con mayor detención a su alrededor y dándose cuenta que el lugar no se trataba de un salón común y corriente. Estaba prácticamente vacío, y eso no era lo más llamativo, pues los espejos se ganaron las miradas de Miu durante largos segundos mientras su cerebro se exprimía para dar ideas que le explicasen dónde estaba. Llevó una de sus manos a su cabello y lo revolvió algo desesperada por la falta de ideas coherentes. No era como si no conociese en su totalidad en edificio, pero en ese momento en verdad su cabeza no estaba al cien por ciento, le molestaba sentirse tan retasada.

¡Ding! La respuesta era Taller de Danza, ¿Cómo se había demorado tanto en llegar a ello? Bueno, ya no importaba. —¿Haces algún tipo de danza?— preguntó con curiosidad al ser que estaba a su lado. Poco le importaba si no lo conocía, de algo había que empezar; además de que no era vergonzosa ni retraída así que entablar una conversación con cualquiera se le hacia algo fácil.