Divas y artistas

De toda la vida me desestresaba dibujando, aunque debo decir que pocas veces era por esa razón. Solía ser porque algo en un aparador se llevaba mi atención y luego lo evocaba en el papel, o porque me enamoraba del cuerpo de algún chico que luego mis hormonas me obligaban a dibujar. Y no me molestaba en especial, vaya que no. Pero esa vez en particular, no tenía nada de ganas de terminar el dibujo que tenía delante. Uno de los profesores nos había mandado hacer un retrato de un perro, y aunque le había preguntado suplicado si podía ser de cualquier otro animal, había insistido en que tenía que ser de un cánido. Yo y los perros no nos llevábamos demasiado bien (básicamente porque, perro que me veía, perro que me perseguía), por lo que no tenía ningún tipo de ganas de seguir dibujando. Había hecho el esbozo, pero apenas eran unas cuantas líneas y círculos. Suspiré y aparté mi cuaderno con desdén y aburrimiento, dejando caer la cabeza sobre la mesa. El día había comenzado aburrido, no había visto a ningún chico que mereciese la pena, y ahora encima, esto. ¡No había derecho! Con lo buen niño que era yo... ...A veces. Cuando me apetecía. Casi que no. Suspiré y enterré la cabeza entre los brazos.

-¿Por qué no podía ser un gato? Son mucho mejores. -murmuré por lo bajo y con la voz cargada de molestia. De hecho, me vi tentado a transformarme, pero decidí que era mejor no hacerlo, ya que no tendría ninguna explicación convincente que dar si aparecía algún profesor y se encontraba a un gato dormitando sobre una mesa. Aunque... encontrarse a un alumno haciéndolo, tampoco era mucho mejor.

En esa aula no se estaba tan mal, pasaba el aire y no había ningún otro ruido que no fuera su propia respiración, por lo que realmente se estaba durmiendo. Varias veces había intentado incorporarse, recogerlo todo e irse... Pero la orden de levantarse no había pasado de su cerebro a sus extremidades. Llegados al punto de saber que no lograría desperezarse, se rindió ante sí mismo, concluyendo que tenía muy poca voluntad, y que no valía la pena seguir intentándolo. De hecho, estaba a punto de quedarse profundamente dormido cuando oyó una voz que se le antojó lejana, hablándole seguramente a él en un tono tan calmado que tuvo que esperar unos segundos para procesar que le estaba riñendo por estar allí.

-Mnh... -se removió apenas unos centímetros en su asiento y ni se inmutó. Si a caso ya le castigaría luego, ahora estaba cansado... En realidad no lo estaba, pero tampoco quería levantarse.

"¿Oh, debería despertar a la bella durmiente con un beso?"

¿Acababa de oír bien? ¿Se habría quedado dormido y sería eso un sueño? Un profesor diciéndole eso. UN PROFESOR. Decir que estaba alucinado era poco. Aunque, cabe decir, que también estaba encantado con la posibilidad de obtener un beso gratuitamente. Por ello, se quedó quieto, con la cabeza mirando a un lado, los labios entreabiertos y los ojos cerrados; lo cierto es que sí que parecía durmiendo, aunque en su mente no podía pensar en otra cosa que en lo divertido que sería que ese interesante profesor le besara realmente.

Intentó reprimir una sonrisa al oír su teatral respuesta. ¿De verdad iba a besarle? No se lo esperaba en absoluto... Más bien se esperaba que le diera una colleja y que le repitiera de nuevo que se tenía que ir, o algo más... de profesor. La expectación se hizo presente en su respiración, y no pudo evitar remover los dedos de los pies, ansioso. Sería de lo más divertido que un profesor le besara, intuía que se lo iba a pasar muy bien~ Fíjate, al final lo del dibujo no ha sido tan malo... - pensaba mientras se dibujaba una leve sonrisa en sus labios. De hecho, podría... -sus pensamientos se vieron interrumpidos al sentir algo suave y peludito rozarse con sus labios. Vale, estaba todavía algo adormilado, pero sabía perfectamente que eso no eran labios. Ni si quiera había sentido que se acercara ni nada parecido.

-¡Humpf...! -exclamó incorporándose y frotándose la boca con el dorso de la mano. Frunció levemente el ceño y miró al extravagante profesor que se encontraba sentado en la mesa. Recorrió con la mirada su figura para finalmente llegar a su rostro, complacido. Le pareció curioso que se sentara con tanta gracilidad sobre una mesa, cosa que los profesores normales siempre prohibían a los alumnos. También se percató de que su posición era cuanto menos elegante. Quedó encantado con su aspecto, y no tardó en categorizarlo a su carpeta mental de "Chicos perfectos", donde le puso en el primer asiento en su lista de personas que debían ser acosadas. No le había molestado tanto como iba a aparentar, pero estaba convencido de que así sería más divertido. -Qué gracia... Preferiría que siguiera la historia de la Bella durmiente, gracias. -murmuró con algo de molestia sin apartar la mirada.

Apoyó la cabeza en la mano y le miró con curiosidad. Le escuchó a medias, porque su mente estaba intentando descifrar cómo se guardaba esos pinceles en la manga sin que se le cayeran. Alzó la vista de su ropa a su rostro y sonrió una vez hubo terminado de contar la historia. No conocía esa versión, y lo cierto es que le había dado bastante mal rollo el tema de que violase a la princesa y la dejase embarazada, pero no dijo nada. Tendría que usar la baza del coqueteo con ese profesor, y hacer uso de sus maravillosos y largos (laaargos) conocimientos del ligoteo. Incluso había creado una lista de formas de coquetear, de la cual estaba bastante orgulloso. Se incorporó en su asiento y le miró directamente a los ojos.

-Es ciertamente algo más macabro... -dijo con una sonrisa leve- No conocía esa versión... No creía que hubiera una versión que no fuera infantil. -pestañeó un par de veces, así de paso se despejaba más.- ¿Hay más versiones así? -ladeó la cabeza con la sonrisa más ampliada y los ojos brillando. Se toqueteó un mechón de su pelo con dos dedos, enredándolo en uno de ellos sin apartar la mirada. Pestañeó un par de veces más, esta vez por puro coqueteo, y sonrió de forma pícara, para luego transformar la sonrisa a una alegre. Cambió su postura para apoyar la barbilla en la punta de la palma de la mano sin apartar su mirada. -Aunque ese tipo de cuentos me parecen más bien hechos para niños... ¿es esa su versión original? Porque es bastante... -alzó la mirada y se llevó el dedo índice a los labios. - Cómo lo diría? Uhm... -le volvió a mirar con una leve sonrisa- Grotesco.

Estaba a punto de añadir algo más cuando vio que la mirada del mayor se había dirigido a su dibujo. Su primer pensamiento fue taparlo, puesto que no le gustaba en absoluto y no quería que creyera que se le daba mal -más que nada porque estaba muy orgulloso de su capacidad artística-, pero se detuvo ya que eso no haría otra cosa que hacerle parecer infantil. Le miró expectante, esperando a que hiciera algún comentario como "No está mal", o "Es un perro, ¿verdad?", ninguno muy negativo. Por ello su sonrisa permaneció en su rostro.

"Bonito canguro. Bonito canguro. Bonito canguro. Bonito canguro. Bonito canguro. Bonito canguro."

Canguro.

Se irguió en su silla, esta vez con la sonrisa borrada, y le miró con el ceño algo fruncido. ¿Cómo que canguro? ¡Era un perro, se veía perfectamente! No era una obra de arte, pero tampoco parecía hecho por un niño de cinco años. ¡Se identificaba! Y aunque estuviera muy mal dibujado, ¿¡cómo de horrible tendría que ser para que lo confundiera con un canguro!? ¡Si ni siquiera lo había hecho grande!

-¿Canguro? ¿Cómo que canguro? Es un perro. -musitó con algo de molestia. Se apoyó en el respaldo de su silla y se cruzó de brazos, mirándole. Sabía que se estaba burlando de él. No podía ser que se confundiera con un canguro, pero no podía evitar enfurruñarse. Ya daba por perdido el coqueteo, al menos en ese momento. Claro que nunca digas nunca...

Bufé con pesadez al ver que la actitud del hombre había pasado de divertida a muermazo. ¿Qué narices le pasaba? Por Dios, así no había quién se divirtiera... Y, francamente, perdía toda la gracia. ¿Dónde quedaba esa coquetería, esa parte del ligoteo tan entretenida en la que simplemente se alargaba lo inevitable, eh? ¿Dónde? Era mi favorita... bueno, la segunda. La primera, obviamente, era la parte en la que me iba a la cama con un sexy hombre y me daba todo lo mío. Ah~ pero qué poético que soy, señor. Merecía un premio. Un premio en forma de varios chicos atractivos deseosos de mi cuerpo, claro, pero atractivos al fin y al cabo. Miré al hombre de mala gana y le saqué la lengua. Recogí mi perro, que no canguro, gato, o cualquier otro animal encantador, y volví a mirarlo mal. Tsk, este payo no sabe lo que se pierde. O sea, ¡miradme! Soy rematadamente divino, encantador, suculento, y uno tendría que estar loco para no caer rendido a mis pies. ¡Loco, te dije! Así que me fui dando grandes zancadas hacia cualquier otro sitio donde pudiera terminar el condenado dibujo, claro que con el mal humor que llevaba encima lo mismo terminaba lanzando el papel por la ventana.

¡Hum!

Tema terminado